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miércoles, 31 de octubre de 2007

Los príncipes valientes II


Esta tarde he salido a hacer esta foto. Tenía que ser ésta. Las chimeneas de Sant Adrià y al fondo Barcelona. Era obligado hacer ésta y no otra después de haber leído la magnífica crítica de Juan Antonio Masoliver Ródenas a “Los príncipes valientes” de Javier Pérez Andújar, en el suplemento "Culturas" de La Vanguardia . Y lo que dice Tono Masoliver, va a misa, que por algo es el Fénix de los críticos hispanos. Más de uno espera a ver por dónde rompe Masoliver para seguir después el flujo de la corriente. Por cierto que es vecino de Ocata. O quizás, en su caso, sería más exacto decir de Otaca, que es su Ocata sentimental y lírica, a la que ha dedicado varios poemarios. Para ir al grano, cito dos comentarios de su crítica:

- Es su primera, y extraordinariamente madura, novela”.

- Es una novela “visceralmente vital”.

He mantenido una larga conversación telefónica con Javier esta mañana, pero en vez de tratar cosas sustanciales nos hemos perdido en Joseph Caro, el judío del siglo XVI, que enseñaba qué faltas de ortografía invalidaban un documento de divorcio; del autor musulmán que disertaba acerca del género de flatulencias y de cuáles de ellas invalidaban con su presencia el valor de una plegaria, o de aquel otro que se preguntaba en qué medida tocarse involuntariamente el pene (el propio, recalco) lo volvía a uno mismo impuro. En fin, un desastre de conversación que no ha hecho más que dar rodeos sin sentido, señal evidente de que no íbamos a ninguna parte. Pero ya que íbamos en compañía, hemos pasado un buen rato.

¡HOMBRES! II

Traigo al Café de Ocata este vídeo como una prueba documental de lo que algunos hombres sin educación, sin escrúpulos y sin vergüenza son capaces de hacer por esas calles de Dios. Realmente me cuesta comprender que haya hombres tan veletas, que al mínimo cambio de viento pierden el norte. Pero es bueno saber que el mal existe, aunque los de voluntad férrea nos sepamos también blindados contra los cantos de las sirenas. Si no existieran los descarriados, ¿cómo se nos identificaría a los virtuosos?

Correspondencia con Leyre

El día 29 dirigí el siguiente mail al Monasterio de Leyre, en el corazón de Navarra:

Quisiera, simplemente, rendirle un sincero homenaje a Miguel Gil Imirizaldu, a quien espero que las cardelinas de Leyre le concedan la salud que le concedieron a San Virila. He leído emocionado su libro.

Por cierto, ¿cómo se encuentra de salud corporal?

Hoy he obtenido respuesta:

Estimado Amigo:

En nombre del P. Plácido Miguel Gil, le agradezco mucho su mensaje, a la vez que me alegro de que le haya gustado su libro. Él actualmente se encuentra bastante mermado de salud, prácticamente sin salir de su habitación.

Cuente con nuestras oraciones. Atentamente.

Hay que decir que cuando Miguel Gil Imirizaldu tomó los hábitos, cambió su nombre por el de Plácido, lo cual, vista su biografía, me parece un gesto de heroicidad moral.

How to Die

Edward Gorey compuso en The Gashleycrumb Tinies un método de lectura que es al mismo tiempo, como podéis ver, una singular sinfonía didáctica especialmente inadecuada para niños en edad de aprender a leer.

Vía: Troleybuh

martes, 30 de octubre de 2007

El milagro de una tarde de octubre

Suelen presentarse estos cielos como una epifanía, y por eso hay que estar preparado para salir de casa a los primeros síntomas. En cuanto uno oye los pasos del ángel llegando a su puerta.

Sobre Sant Mateu se han ido acumulando unas nubes negras, panzudas, compactas, inyectadas de sangre, a eso de las cinco de la tarde, como una isla amenazante en un cielo hasta entonces apacible. Sobre el mar, el cielo seguía impasible en su manso azul el declinar pausado de una tarde magnífica, con una temperatura dulce y un olor a castañas y boniatos en el ambiente.

Cuando he llegado a la playa había un arco iris sobre Premià de Mar. Nacía en la Serralada Litoral y haciendo un arco perfecto se hundía en el mar.

Han caído cuatro gotas, compactas, pesadas, como pedradas, que me han dejado empapado, pero si ese era el precio que tenía que pagar, valía la pena.

Entonces ha comenzado a ponerse el sol tras Collserola y el espectáculo ha dado comienzo. El mejor espectáculo del mundo, ofertado gratuitamente a cuatro gatos perplejos que mirábamos al cielo, nuestra patria, embobados, sin saber a dónde dirigir la admiración ni a dónde enfocar la cámara.

Un silencio amable ha seguido a la lluvia, así ha ganado protagonismo el rítmico romperse de las olas contra la playa. Mientras tanto, la masa de nubes se descomponía en aguadas de hiel clarificada en mil colores que recorrían el cielo de parte a parte, variando cada minuto a medida que la luz descendía en el horizonte.

La playa se ha quedado vacía. anochecía y ha comenzado a levantarse una brisa fría. Las farolas del paseo se han encendido y en el horizonte se recortaba perfectamente el perfil de Barcelona, Sant Adrià y Badalona.

Yo caminaba sobre mis hombros, tocando el cielo con las yemas de los dedos, absorbiendo con cada inspiración toda la brisa marina, completamente poroso, permeable, etéreo... porque hay días en que está permitido ser cursi de los pies a la cabeza.

Y por unos minutos ha sido completamente evidente que era un habitante privilegiado del mejor de los mundos posibles. La lógica se ha hecho cielo.

Y he vuelto a dedicarle una oración en silencio a mi falta de fe, porque esta tarde, ser ateo en Ocata era un delito.

Vehemencia

 I Tras tres días sin poder separarme de Benjamin Labatut y su Maniac , pero ya he cerrado la última página. Y como suele ocurrir cuando has...