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sábado, 30 de noviembre de 2024

Cucharaditas de leche y rocío

 I

Todos intentamos encajar nuestra vida vivida en nuestra vida pensada, pero algunos lo hacen con tanto ahínco que reducen toda su vida vivida a casi nada. Fue el caso del filósofo Derek Parfit, que para no restarle tiempo a su dedicación a la filosofía, pedaleaba desnudo en su bicicleta estática leyendo filosofía; comenzaba a cepillarse los dientes leyendo filosofía y se olvidaba de sus dientes y su cepillo, por lo que se pasaba horas en esta operación; cada día desayunaba lo mismo (mueslis y yogur) y cenaba lo mismo (zanahorias, queso, lechuga y apio) porque hacer de su alimentación una rutina le facilitaba pensar en filosofía mientras se alimentaba; se hacía café directamente con el agua caliente del grifo para no perder tempo calentándola; tomaba una mezcla de vodka y pastillas cada noche para poder dormir... y así dejar de pensar en filosofía.

Conclusión: una vida demasiado examinada, deja de de ser una vida.

II

En los últimos días de su vida la reina Mariana de Austria alimentaba a su hijo, Carlos II, el Hechizado, con cucharaditas de leche y rocío.

Y aquí no se me ocurre ninguna conclusión.

III

Sábado. El sol entra a raudales por mi ventana y es tan agradable bañarse en su luz... La luz como medida del tiempo.

viernes, 29 de noviembre de 2024

Parásitos

I

De vuelta a casa, ayer por la noche. En la plaza de Cataluña sube cercanías que me trae a El Masnou un buen número de personas agotadas después de su jornada laboral. Varios no tardan en quedarse dormidos, unos apoyando la cabeza en el cristal de la ventanilla y otros en el hombro de su vecino. ¡Qué diferencia entre volver de viaje y volver del trabajo! Hay cansancios y cansancios. Aunque a las 23:19 abrí la puerta de mi casa, decidí no venir aquí a quejarme. No tengo motivos para ello.

II

Hoy he llevado a uno de mis nietos al colegio y durante el resto de la mañana me he limitado a vegetar, aprovechando este generoso sol de otoño que nos ha regalado el día. 

III

He intentado rematar el artículo sobre el estoicismo, pero me he puesto a ello con una voluntad tan sutil, que se me ha deshilachado al segundo párrafo. De Maistre asegura en Les Soirées de Saint-Pétersbourg que no hay filosofía sin el arte de despreciar las objeciones. Así es. Aquello en lo que nos detenemos a pensar es aquello que ha conseguido traspasar el cedazo de nuestro desprecio. Y ahí está el sesgo inevitable.

IV

Acabo de decidir de qué tratará mi próximo artículo en el ARA: de la invasión de lo emocional-identitario en el arte de esta última década. La emotividad identitaria está parasitándolo todo.

jueves, 28 de noviembre de 2024

Vivir es comenzar

 I

Viaje larguísimo en tren, de León a Barcelona. Me cansa, pero no me disgusta... si viajo en confort. Ahora ya ha oscurecido, pero las tierras de Burgos bañadas por los tonos pasteles del atardecer han compensado con el milagro de su aparición, la monotonía del triqui-traca.

II

En Miranda de Ebro, lo juro, ha subido una chica que parecía el doble de nuestro Carlos II, el Hechizado. La misma cabeza, la misma nariz, los mismos labios, el mismo pelo...

III

En Vitoria he notado que algo se movía entre mis pies. Mi inquietud ha sido grande, porque temía que fuese una rata... pero era un perro que ha salido de la cesta en la que viajaba un par de asientos delante de mi.

IV

Alsasua. 1966. Allí estaba yo, con once años, en un internado, intentado hacerme un hombre de provecho, me decían. Lo que más me inquietaba era el dormitorio colectivo, tan grande en la noche susurrante de ruidos. Más de una vez me levanté de la cama cuando todo el mundo dormía e intentaba escaparme. Lo tenía todo planificado: me bastaba con seguir la vía del tren para llegar a Pamplona, y de Pamplona a mi pueblo... Dios proveería. Como no encontraba medio de escapar, porque todo estaba cerrado a cal y canto, me iba a la despensa a comer chocolate. Nunca oí que nadie echase en falta todo el chocolate que me comí. Una vez fui al cuarto de la televisión, encendí el aparato, cuidando de que la voz estuviese muy baja, y me encontré con que habíamos llegado a la Luna. Me despertaban los trenes de que pasaban cerca del internado, Durante el día eran sorprendentes la nubes compactas de vapor blanquísimo que expelían; por la noche su esforzado avanzar por los raíles helados era tan intenso en su renqueo que parecía que el ttren estaba entrando en nuestro dormitorio. Ahroa, tantos años depsués, yo, viajero de este ttrren he visto por la ventanilla lo que queda de aquel edificio. Es labor del tempo dejar a nuestros recuerdos sin referentes claros.

V

Vuelvo de León con un agradable sabor en la memoria. Tengo la sensación de que nada ha terminado, sino que algo ha comenzado. Y vivir es ver comenzar.

VI

Carlos II habla a gritos por el móvil. Le está gritando a su padre (¡pobre Felipe IV).

miércoles, 27 de noviembre de 2024

La tierra de León agradecida

 I

Estoy en León, cordialidad a raudales y frío previsible, con momentos de un sol tibio y acogedor. La ciudad -el casco antiguo, en realidad- me gusta mucho, porque, entre las muchas delicadezas que le ofrece al visitante, está la de unas puestas de sol dignas de merecer un lugar privilegiado en las guías turísticas de la ciudad. 

II

Esto, amigos, está muy lejos. Per aquí parecen firmemente convencidos de que lo que está lejos es Barcelona. No sé yo...

III

No podemos vivir sin la intimidad que nos proporcionan los espacios reducidos y familiares, pero tampoco parece que seamos capaces de vivir solo en ellos y necesitamos -necesito- salir a espacios abiertos, a paisajes diferentes en los que soy un visitante fugaz y voraz y a los que no estoy seguro de regresar.  Ya no me queda tiempo para volver a todos los lugares a los que quisiera. 


No sé si la catedral de León es la más hermosa del mundo. Sé que es la que más me ha impresionado de todas las que he visto. Aquí no pesa la piedra, lo que cuenta es la luz, el espacio interior, la plegaria del asombro. 

IV

Salí en tren de Barcelona a las 9:05 y llegué a León a las 18:30. Me dio tempo para hacer muchas cosas. Incluso casi acabé el artículo sobre los estoicos. Pero qué largo... 

V

Estoy alojado en la Real Colegiata, sobre las murallas romanas, al lado de San Isidoro, a cinco minutos de la catedral. Todo está en su sitio. Todo está bien.

VI 

Mañana visito la Fundación Sierra-Pambley.


VII
Me sigue pareciendo un milagro que un desconocido se me acerque a pedirme que le dedique el libro que acaba de comprar. ¡Con la de libros que hay por las librerías, y ha elegido uno mío! Intento huir de las fórmulas vacías y escribir algo sincero, pero casi siempre pienso que no estoy a la altura de la mirada que tengo en frente.

domingo, 24 de noviembre de 2024

Perillán

 I

Contestándole un mensaje a Jorge Freire me emerge espontáneamente de no sé donde, pero directo y contundente, el adjetivo "perillán", que no utilizaba desde hace decenios. Y de repente la memoria me ha comenzado a hervir con recuerdos de mi infancia en mi pueblo, cuando "perillán" era un término común, uno de esos que sin ser un halago, todos queríamos merecer, porque el perillán es el pícaro, el tuno, el bachiller... astuto al que sus fechorías le salen endiabladamente bien. Hay -o había- un maquiavelismo de aldea que ha sido muy nuestro, pero que se ha ido quedando sin nombres.

II

Escribo en un artículo el adverbio griego "exaiphnês" (de repente). Y a las pocas horas recibo un correo de una institución cultural que me indica que puede ser de mi interés un artículo académico titulado «Conference: Now, Exaiphnês, and the Present Moment in Ancient Philosophy». Bien por el artículo, que es interesante, mal porque el envío pone de manifiesto que no conozco los ojos que me vigilan.

III

Posiblemente no haya progreso sin pérdidas.

IV

Recibo la invitación a escribir un artículo sobre las razones por las que se ha puesto tan de moda el estoicismo. Lo acepto encantado. Lo primero que pienso es que lo que se ha puesto de moda no es el estoicismo, que fue una filosofía de sutilezas, sino algunos fragmentos del estoicismo imperial, que fue el estoicismo de personas tan poco estoicas como Séneca. Lo que parece estar en auge es un estoicismo fragmentario, de citas sueltas, carente del rigor dialéctico con el que los estoicos genuinos pensaban sobre las tres partes de su filosofía, la física, la lógica y la moral, que en conjunto formaban un sistema coherente al que daban el nombre de Logos (o de Dios: de un Dios inmanente al mundo físico). La inquebrantable voluntad de sistema que caracterizó a los estoicos no está, en modo alguno, de moda.

viernes, 22 de noviembre de 2024

Un amor perdurable a fuerza de no serlo

I

En las últimas décadas del siglo XIX vivió en Oviedo un hidalgo llamado don Pepito Alegre, considerado unánimemente como «cumplido caballero, honra y prez de enamorados».

En su mocedad se enamoró y tan excelsa le pareció la experiencia que decidió mantenerla viva como «amor de enamorados». No permitiría que su amor se rebajara a las oscuras maniobras del deseo. Fue este amor puro y limpio lo que dio un sentido omnipresente a su vida. 

Cada tarde, a las siete en punto, después de dar un paseo por el balneario de las Caldas, don Pepito se dirigía en coche a un portal de la calle de Gastañaga, donde esperaba la aparición de su novia que, siempre acompañada, se dirigía a él apoyada en un fino bastón. El amor se mantenía intacto, pero la edad no, y a los 70 años era imprescindible la ayuda de alguna prótesis para encarar el ideal.

Don Pepito la recibía ceremoniosamente, con gestos invariables. En la mano izquierda sujetaba su sombrero y su bastón, mientras con la derecha le entregaba a su amada un ramo de flores. Y a continuación repetían, idénticas, las palabras de cada tarde:

- ¡Ah! ¿Qué horas son estas de llegar, mi señor don José?

- La tarde estaba deliciosa, mis señora Margarita. Me entretuve en el jardín. He aquí que os traigo la recompensa por mi tardanza.

Pasaban media hora justa en la chocolatería y tras beber medio pocillo de chocolate,  los sexagenarios se despedían hasta el día siguiente.

Encuentro esta historia de amor, que reescribo con cierta libertad, en la biografía de Clarín escrita por Juan Antonio Cabezas, que la concluye así: «Fue el de don Pepito y doña Margarita un amor perdurable a fuerza de intentar no serlo".

II

En realidad la Luna simplemente no oye a los perros.

III

Una cita de Clarín: «No, no desesperemos; los pueblos no deben ser viejos; no deben contar sus años, aunque deben amar su historia; no está probado que no sea posible una resurrección».

jueves, 21 de noviembre de 2024

Las águilas no cazan moscas

 I

Respuesta de Rémi Brague al periodista que le pregunta cómo logra un estilo tan claro: «El bolígrafo rojo de mi mujer»

II

Viaje casi relámpago a Mallorca que, sin duda alguna, ha merecido mucho la pena. Ha sido un placer viajar con Sergio Vila-Sanjuán y ser introducido por él en la Fundación Juan March y me voy con un recuerdo agradabilísimo del clima que conseguimos crear. Podría mentar también la comida y la cena...

III

He aprovechado la ida y la vuelta para darle un buen bocado a la biografía de Clarín de Espasa-Calpe, irregular, pero, en conjunto, muy interesante. A los autores de estas biografías parece a veces que les pagaban por hoja, pero, en conjunto, son ejemplares.

IV

Si los latinos decían que «Aquila non capit muscas», Clarín, más poético pensaba que si bien estaba en la naturaleza de los perros ladrar a la Luna, ésta, la Luna, nunca ha considerado necesario ladrarle a un perro. 

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Que es verdad tanta belleza

 I

Día tranquilo. Una entrevista por zoom a las 11:30, un par de artículos adelantados, unas páginas de una biografía de Clarín.

II

Hace unos días me llegó por correo una tarjeta VISA. Me puse a activarla y acabé eliminándola. Así que pasé por la oficina a pedir una nueva. Ayer la recogí y le pedí a la persona que me atendió que me la activara ella. Sentí una íntima satisfacción cuando se equivocó. La equidad en la ineptitud, aunque sea circunstancial, tiene también fomenta la autoestima.

III

Al volver a casa con mi mujer, pasado ya el mediodía, nos sorprendió un cielo de un azul tan nítido, tan hermoso, tan acogedor que parecía una invitación a la ascensión. Somos seres que nos dejamos seducir facilmente por la verticalidad. Un cielo así, tan obviamente bello, desmiente con su contundente presencia a Bartolomé Leonardo de Argensola -¿recuerdan?: «Pues ese cielo azul que todos vemos / ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande / que no sea verdad tanta belleza!»

IV

Dentro de unas horas me subiré a un avión que me llevará a Mallorca. Sergio Vila-Sanjuan me lleva a la Fundación Juan March. Hablaremos, comeremos, beberemos y volveremos mañana a casa. Mientras escribo estas últimas palabras recuerdo a R. L. Stevenson: «Nos enamoramos, bebemos mucho, corremos aquí y allá sobre la tierra como ovejas asustadas».

martes, 19 de noviembre de 2024

Caridad Mercader, de nuevo.

 I

El folclorista norteamericano Gershon Legman resume lo que aprendió de su trato con las cosas humanas de esta manera en su libro «Love and Death: A Study in Censorship» (1949): «El asesinato es un crimen. Describir un asesinato, no. El sexo no es un crimen. Describir conductas sexuales, sí».

II

Viene lo anterior a cuenta de mis espías. Caridad Mercader continúa asaltándome en los recodos más inesperados del camino para dejarme constancia de que su historia sigue viva y de que aunque asesinar a Trotsky estuviera mal, somos muchos los que nos hemos ganado honorablemente algún cuarto hablando de este crimen. 

III

Sé muchas cosas de Caridad Mercader y no hay año que no me entere de alguna cosa más, pero son muchas más las que no sé. Por ejemplo: Lee Oswald, el asesino de Kennedy, entró el 1 de octubre de 1963 en la embajada cubana de México, donde se reunió con una íntima amiga de Caridad, Teresa Proenza. Curiosamente, a la salida de la embajada se cruzó con Pedro Gutierrez Valencia, que había sido carcelero de la prisión de Lecumberri. Aparentemente, Pedro Gutiérrez Valencia había impedido la fuga de Ramón Mercader. En la práctica le daba permiso para salir de la cárcel e ir, por ejemplo, a cenar con sus amigos, siempre que se lo pedía. 

IV

Me han enviado algo que no esperaba, una historia en cómic de Caridad Mercader. Está en proceso y me gusta. Me he comprometido a escribir un pequeño prólogo.


lunes, 18 de noviembre de 2024

Gol

 I

En una entrevista que le hizo el inolvidable Joaquín Soler Serrano -¡aquellas impecables entrevistas en la televisión en blanco y negro!-, Juan Larrea dejó ir esta confesión: «Uno no es más que un balón, recibe patadas de un lado y de otro hasta que alguien un día grita gol»

II

Yo me siento desde hace algún tiempo ese "uno" del que habla Larrea. Recibo las propuestas más dispares para participar en proyectos interesantísimos... pero no me da la clepsidra para tanto.

III

Hoy he mantenido una reunión, muy agradable, con unas personas que utilizaban el verbo "prototipar" con tanta liberalidad que he acabado desconfiando de ellas.

domingo, 17 de noviembre de 2024

Sobre el romanticismo pedagógico

I
Tras enviar un epílogo para la edición en castellano del libro de Damià Bardera Incompetencias básicas, pienso en el mal que está haciendo el romanticismo educativo en Cataluña. 

II
Básicamente este romanticismo sostiene que todo lo que va bien en la educación de un niño es gracias al niño y lo que vaya mal, culpa del maestro. 

III
El niño es bueno y el adulto es un niño degradado.

IV
Si fuera verdad que el niño es bueno y el adulto es un niño pervertido o degradado, la mejor manera de educar sería la que impidiese la educación. Y a veces pienso que esta es la conclusión lógica de las premisas de los románticos.

V
La buena educación sería aquella que mantiene a un niño enclaustrado en su infancia, cerrándole las puertas que lo podrían llevar a la edad adulta.

VI
El romanticismo sostiene que todos los niños, además de buenos, son científicos, inquisitivos, curiosos, exploradores.... que no hay niño que carezca de algún notable talento. Esto estaría muy bien si sirviera para el fomento del talento. Pero, en la práctica, el talento está visto en la escuela como un agravio comparativo.

sábado, 16 de noviembre de 2024

De memoria

I
Mientras escribo una reseña me quedo mirando al techo. Tras unos segundos con la mirada perdida, me fijo en el lomo de un libro que leí hace años. Me levanto, lo ojeo y encuentro dos citas subrayadas.

II
El libro es el «Diccionario del dandi» de Giuseppe Scaraffia. Primera cita: «A una dama que, percatándose de su palidez, le preguntó si se encontraba bien, Oscar Wilde le respondió: "Sólo estoy cansado. Ayer en el bosque recogí una prímula, pero era tan débil que la he tenido que cuidar durante toda la noche"»

III
Segunda cita: Baudelaire le preguntó a Nadar: «¿No crees tú también que el cerebro de los niños debe tener un gusto parecido al de las avellanas?»

IV
Lo que me ha hecho mirar al techo no ha sido nada relacionado con la reseña que estoy intentando escribir (y que se me resiste) sino el súbito recuerdo de lo que ayer me contó R. sobre un político famoso al que le está abandonando la memoria. Este político a veces llama por teléfono a R. para preguntarle qué tal le caía esta o aquella persona. Va a encontrarse con ella y no recuerda cómo se llevaron en el pasado. Lo que no sé es por qué me he fijado en el libro.

viernes, 15 de noviembre de 2024

Una gotera

 I

Hoy he llegado puntualísimo a la cita a la que ayer llegué con un día de antelación. He salido de casa al mismo tiempo, pero he ido andando desde la estación de Sant Adrià hasta mi destino, la sede de Enciclopèdia Catalana, en Venezuela 105, y he vuelto de la misma manera, pero caminando a paso lento, porque así lo requería mi amigable compañía.

II

Las casas se habitan y como se habitan se degradan. De repente una puerta cierra mal. Al principio te molesta y te dices que hay que llamar a alguien para que la arregle, pero pasa el tiempo y te acostumbras a la puerta que cierra mal... como te acostumbras a la ducha que gotea cuando quiere, a la bombilla que ya no obedece al interruptor, a la cisterna que se muestra caprichosa, a esa madera que necesita un carpintero, a la marca en la pared que dejó un nieto... y así, sin darte cuenta, tu casa se convierte en la casa de los abuelos, que es la casa en la que todo funciona sui generis, cada vez más sui generis.

III

Hay como una solidaridad empática en el envejecimiento entre tu casa y tú. Nos comprendemos mutuamente y nos reconocemos en nuestros mutuos achaques.

IV

Pero hay goteras a las que hay que poner arreglo por el riesgo de que vayan a más. Hoy ha venido un albañil de confianza. Ha mirado lo que tenía que mirar con ojo de escrutador avezado y ha decidido que la causa de la gotera y la humedad del techo del cuarto de la lavadora estaba en una bajante del tejado. Se ha subido, ha estado escudriñando y ha aparecido con una pelota de fútbol casi completamente desinflada que tapaba la entrada de un desagüe y que ya había dado lugar al crecimiento de varias plantas, cuyas raíces parecen ser la causa inmediata de las humedades. La causa remota son, claro está, mis nietos.

jueves, 14 de noviembre de 2024

Añoranza del lago de Brienne

 I

Cono soy un neurótico, he cogido el tren de las 9:30 en Ocata para llegar con holgura de tiempo a la reunión que tenía prevista a las 11:30 en la sede de Enciclopedia Catalana, en la calle Venezuela de Barcelona. Para las 10:10 ya estaba en la puerta. Como la mañana era una de esas espléndidas mañanas de otoño que parecen de primavera, he aprovechado para desayunar (mal) en un bar y dar una vuelta por el barrio. A las 11:30, con rigurosa puntualidad, he hecho acto de presencia. Puntual, sí, pero con un día de adelanto. La reunión no era el jueves sino el viernes. Me pasan cosas de este tipo con frecuencia. Gracias a Dios peco de un marcado exceso de puntualidad y no de impuntualidad. Para sacarle partido a la mañana me he cortado el pelo, me he arreglado la barba y he ido andando hasta la estación de Sant Adrià.

II

A resaltar los juegos de sombras de los plátanos medio deshojados proyectadas sobre las paredes de las casas y la superficie de las aceras.

III

Necesitaría una semana entera de plácida indolencia, en una cabaña en la montaña con vistas maravillosas, nubes rimbombantes pasando sobre mi cabeza y mañanas regaladas como la de hoy. Y no leer, no escribir, no contestar al teléfono, y dedicarme por entero a ver pasar nubes, como Rousseau en el lago de Brienne, de famosas aguas cristalinas. Dicen que esas aguas alivian penas y amarguras, aligeran el espíritu y esponjan el alma.

IV

Vivo estos cambios turbulentos de la presión atmosférica con molestias diversas en el estómago y en los oídos. Las gotas frías pasan por mi cuerpo como una onda radiactiva y me dejan encogido y triste... pero no he de dejar que me venzan. El mejor argumento contra la derrota es una agenda activa.

Los extrañados

 I

Camino de la librería La Central recordé de repente que allí cerca hay una pastelería con nos dulces buenísimos de cabello de ángel. Y allí me fui. Había previsto otra cosa: pasar por una librería de viejo cercana, pero la memoria del paladar impuso su autoridad y acabé entre los dulces. ¿Estoy moderando mi fidelidad a las librerías de viejo?

II

A la salida me encontré con una joven a la que había conocido en Molpeceres en una especie de seminario que impartí sobre el Frankenstein de Mary Shelley. Fue ella la que me reconoció a mí y estuvimos hablando de las casualidades de la vida. Me contó que estaba haciendo un master en la UB y los apuntes que tomó en Molpeceres le estaban sirviendo de mucho. Le explique que iba a la presentación de Los extrañados, de Jorge Freire.

III

Tras abandonar a la joven me encontré con Teresa Sala, profesora de la UB, a la que hacía un montón de años que no veía. Por supuesto, hablamos de las casualidades dela vida.

IV

La presentación del libro creo que fue amena y ágil. Era la primera vez que veía a Jorge Freire cara a cara, pero curiosamente nuestros caminos se habían cruzado, sin permitirnos encontrarnos, una enorme cantidad de veces. Nos conocíamos a distancia. Salieron a relucir, por supuesto, las casualidades de la vida. Entre los asistentes, Miquel Seguró y la joven de Molpeceres.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

En detrimento de lo real

 I

Anda el invierno enseñándonos las orejas entre amenazas de tormentas. Llevamos semanas bajo cielos revueltos y amenazas de gotas frías y tras el desastre de Valencia nadie parece dispuesto a jugar con los avisos de alarma. Estamos condenados a vivir cada vez más asustados, porque estamos condenados a advertirnos de las acechanzas de lo posible. Y lo posible siempre crece en detrimento de lo real.

II

Llovía ayer por la tarde cuando llegué a la estación de Sants y decidí ir andando hasta Catalunya Ràdio, donde me esperaba un reencuentro con Sílvia Cóppulo para una larga entrevista para su programa El divan. No sé si los que lo oigan lo encontrarán o no interesante, pero lo cierto es que nos reímos mucho. Es extraña la afinidad, la proximidad, incluso, que sientes con ciertas personas. Son presencias que cobijan.

III

Esta tarde le presento a Jorge Freire, a quien tanto aprecio, su último libro, Los extrañados. Es un libro magnífico. A ver si la gota fría nos deja en paz y podemos hacer la presentación que el libro merece porque aquí, en Cataluña, cuando hay tormentas lo primero que se resiente es el transporte público.

martes, 12 de noviembre de 2024

El Machu Picchu

 I.

Me pregunta B. desde París por qué me he saltado en este casi-diario la experiencia del Machu Picchu, que, a su parecer, fue el punto culminante de nuestro viaje al Perú. La respuesta es que cuando vives con rapidez, la memoria va empujando a lo vivido hacia atrás. Pero hay otra razón y es que el Machu Picchu, con toda su monumental grandeza, fue un pelín decepcionante.

II

El día comenzó con un madrugón. Nos levantamos a las 4:00 porque un coche tenía que llevarnos hasta la estación del tren de Ollantaytambo para coger allí el tren panorámico que nos llevaría lleva al pueblo de Aguas Calientes, un pueblo invadido por el turismo (por ese turismo que pretendemos no encontrar cuando hacemos turismo). El viaje en tren, remontando la orilla izquierda del río Vilcanota mereció la pena porque era una entrada progresiva en la selva. A nuestra derecha una joven española estuvo todo el trayecto pendiente de su móvil. No recuerdo haberla visto ni una vez mirando por la ventana. A nuestra izquierda, al otro lado del río Vilcanota, veíamos caminar con envidia a los esforzados aventureros que hacían a pie el camino inca para llegar a Machu Picchu como hay que llegar, andando. Ellos entraron a la ciudad por su puerta natural, en lo alto de una montaña, de manera que se encontraban a la ciudad a sus pies. Nosotros tuvimos que subir a un autobús en Aguas Calientes para llegar a la entrada adaptada a los turistas.

III

Sí, sin duda, el lugar impresiona, sobre todo por la relación que mantiene con las cimas de las montañas que lo rodean. Es un lugar para mirar hacia arriba, hacia el cielo, y sentirte un poco un ave que anida en el nido sagrado de los Andes. Pero yo no tuve tiempo de abandonarme a la imaginación, porque algo muy concreto me mantuvo muy pegado a mi estricta realidad: los voraces mosquitos, que me acribillaron. Habitualmente suelen pasar de mí y prefieren otras sangres. Los de Machu Picchu se cebaron en mí, dejándome los brazos como un campo de batalla.

IV

Con respecto a los incas, tuve siempre la impresión de que lo que nos contaban con vehemencia los guías turísticos era en gran medida una invención de su propio mito del buen salvaje.

V

Represamos al hotel cuando ya era noche cerrada, agotados. En fin, que nos sometimos a la maldición del turista moderno.

domingo, 10 de noviembre de 2024

A veces te echo de menos...

 I

El sábado pasado mi mujer y yo fuimos en coche hasta Lérida. Esta es una época ideal para viajar en coche por las carreteras de la Cataluña interior. El otoño tiñe los paisajes con una dulce luz pastel y entre los verdes vivos de los pinos, los verdes amarillentos cansados de las hojas de los olmos y abedules y los brotes nuevos de los cereales, todo parece estrenarse. Además la luz, que ilumina en noviembre con discreción, alarga los paisajes hasta horizontes remotos y algo irreales. Hay como un toque de fantasía en la realidad.

II

Nos paramos a comer en Cervera, que nos recibió envuelta en una niebla espesa. Es un placer viajar sin prisas, pararte a tu antojo, detenerte en lo pequeño para admirar lo grande. Sentir a la camarera (que carecía de cualquier atisbo del sentido de la prisa) ofrecerte "lo pa, carinyos", y disfrutar de una "escudella" calentita mientras afuera la niebla sigue su curso. Al dejar Cervera volvió la luz de la tarde y con ella la alegría del viaje.

III

Lerida nos recibió con un frío soportable. En el Carrer Major, a rebosar de gente, una castañera colombiana -sí, colombiana- nos vendió un cucurucho de castañas (las primeras del año). Poco antes habíamos pasado por delante del restaurante Paisa, que sirven comidas típicas de Colombia. Muchos negros jóvenes y muchas familias de marroquíes.

IV

Hoy he pasado la mañana en Almenar, un pueblecito al norte de la ciudad de Lérida, entre gente amable y magníficos profesionales, hablando de la lectoescritura, defendiendo que hay que leer en defensa propia y desarrollando mi tesis de que leer es situar un texto en su preciso contexto. Sin información contextual (lo que no está en el texto, pero lo explica) no hay comprensión lectora:

V. 

Como ayer apareció en el diario ARA un artículo mío titulado Elogio del ladrón de peras, me esperaba alguna broma en esta tierra de hortelanos y frutales, pero no me que regalaran una caja de peras. Ha sido un detalle no carente de emoción.






viernes, 8 de noviembre de 2024

Entre el exceso y la locura

 I

Cena en el restaurante El Deseo de Madrid tras la presentación, amenísima, del libro de Nuno Crato Elogio del libro de texto en la universidad Camilo José Cela. Buena gente, buen ambiente, buena cena e, inevitablemente, Trump sobre la mesa. Alguno de los presentes explicaba su triunfo electoral por la falta de educación del electorado norteamericano. Si no, no entendía como un patán como él podía haber dado una paliza electoral a Kamala Harris. Se me ocurrió decir que el electorado norteamericano ha tenido tradicionalmente mucho mejor olfato electoral que el europeo y que, en todo caso, los que le han dado el triunfo a Trump son, mayoritariamente, los que le dieron el triunfo a Biden hace 4 años. Si eran inteligentes al elegir a Biden, ahora lo son con más experiencia. 

II

Cuando más hablo sobre las elecciones norteamericanas con unos y con otros más clara veo la disyuntiva a la que se enfrentaron los electores: tenían que elegir entre el exceso y la locura. El problema el que para unos era el exceso para otros era la locura. 

III

Conté la anécdota de aquel político que tras dar un mitin electoral fue efusivamente felicitado por una de sus entusiastas seguidoras que le dijo. «Toda la gente de bien está con usted», a lo que el político respondió «Pues con ellos no tengo suficiente»

IV

A muchos europeos parece que les gustaría que los americanos delegaran sus votos en ellos porque, por lo visto, conocemos sus intereses mejor que ellos.

V

Y hablando de libros de texto, esta joya:



A resaltar: 




miércoles, 6 de noviembre de 2024

Por de pronto...

I

Según Maeztu, de haber padecido los franceses un 98, «habrían gritado: "¡Nos han hecho traición!" Los alemanes hubieran demostrado la decadencia de la civilización [...]. Alguna aristocracia anglosajona nos dejaría dicho que el mundo, ingrato, no la merecía. Cuando a los españoles nos acontece algo grave, lo primero que se nos ocurre es echarnos, por de pronto, la culpa».

II

Y hoy no tengo ganas de añadir nada más.

martes, 5 de noviembre de 2024

Pobre pueblo, el que se cree superior a sus políticos.

 I

Pobre pueblo, el que se cree superior a sus políticos.

II

El pueblo que se cree superior a sus políticos está condenado a vivir en una curiosa mezcla de entusiasmo narcisista y decepción consigo mismo.  

III

La indignación es una muy singular categoría política. Para ser constructiva tiene que negarse a sí misma y convertirse en acción.

IV

La acción colectiva no es eficiente sin una forma u otra de delegación y jerarquización  de la propia capacidad de actuar, lo cual somete a tensiones obvias al colectivo que se cree superior a sus gestores.

V

Estamos en vísperas del duelo en el OK Corral; Harris vs. Trump. Se insiste en que las fuerzas están muy equilibradas y que el resultado final depende del partido que tomen los indecisos. ¡Pobre pueblo el que está en manos de los indecisos!

VI

De una manera u otra todos nosotros estamos en manos de los indecisos norteamericanos. Su voto tendrá repercusiones en nuestras vidas.

VII

Siendo Trump tan evidentemente grosero, ¿por qué hay tanta gente que lo considera superior a Harris? 

VIII

En unas elecciones no tiene garantizada la victoria el que es más sabio o más honesto, sino el que es capaz de generar consensos más amplios en torno a sí mismo. En este sentido el consenso es siempre la prueba de que la política es inevitablemente sofística.


lunes, 4 de noviembre de 2024

Toneladas de lodo y lágrimas

 I
Sigo con el desastre de las inundaciones de Valencia en un momento en que hay amenazas de nuevas tormentas.

II
Se piden grandes máquinas, que llegan -parece- a cuenta gotas. Grandes máquinas para paliar los efectos de la naturaleza desbordada.

III

"Solo el pueblo salva al pueblo", oigo decir. Pero se pide más ejército y más tecnología. Todo es comprensible. 

IV

¿En una guerra civil en qué lado están los salvadores?

V

Hay una verdad de la política que se muestra en los momentos de solidaridad ante los desastres colectivos y otra verdad que se muestra en los momentos de enfrentamiento civil (esbozados en los enfrentamientos a pequeña escala en las zonas oscuras de la solidaridad: los robos). Y aún hay otra verdad: siempre es posible el paso de la solidaridad al enfrentamiento.

VI

Hay como una pulsión creciendo entre las toneladas de lodo y lágrimas: la de hacerle algún sacrificio humano a la naturaleza.

VII

No tiene nada que ver con lo anterior, pero me temo que cuando comenzó a llover el día del diluvio universal probablemente más de uno celebrara que, al fin, llegaron las lluvias.

domingo, 3 de noviembre de 2024

Exagerar

 I
Lo he dicho varias veces, pero volveré a insistir en ello muchas más: lo nuestro es la exageración. Exageramos nuestros bienes y nuestros males, nuestras virtudes y nuestros vicios con las palabras más tremendas. Lo que ocurre es que las virtudes exageradas pierden pronto credibilidad, mientras que los vicios exagerados dejan un poso de frustración y amargura.

II

Vivimos días de exageración mayúscula. Las desgracias son reales y muy dolorosas. Están ahí. Hay cientos de cadáveres en Valencia, miles de personas sin consuelo, un panorama desolador. Y como ni las cosas se resuelven con la diligencia que nos gustaría ni las autoridades explican claramente a qué es debida esta falta de diligencia, concluimos que «España es la vergüenza de Europa».

III
Como las exageraciones son sustituidas pronto por otras exageraciones, lo que queda es el tono, mientras el contenido varía. La exageración acaba aburriendo al espectador.

sábado, 2 de noviembre de 2024

El culpable es el/lo otro

 I

Las grandes catástrofes, como la guerra o los desastres naturales, muestran verdades políticas que la normalidad tiende a ocultar. 

II

Por una parte, lo más miserable se pone de manifiesto sin máscaras. Pienso, por ejemplo, en el vecino que sale a ayudar y los ruines aprovechan su ausencia de casa para ocupársela. Pero pienso también en tantas personas como se han jugado la vida en situaciones de extremo riesgo para ayudar a sus semejantes. Y en los que se limitan (nos limitamos) a ver el espanto con nuestra conciencia en nuestras inútiles manos caídas.

III

Y pienso, sobre todo, en los más que comprensibles cabreos. La desesperación política necesita responsables políticos. No digo que no los haya. Probablemente los hay, y deberán, si es así, rendir cuentas. Pero la inevitable y políticamente necesaria exigencia de responsabilidad a las personas nos permite ignorar la imposibilidad de pedir responsabilidades a la naturaleza. Nadie pudo prever que caerían más de 400 litros por metro cuadrado en tan poco tiempo.

IV

En definitiva, es más consolador sospechar que el culpable es el otro que lo otro. Ante el otro, mi desgracia era evitable; ante lo otro, mi vulnerabilidad es absoluta. Ante el otro, el consuelo (por precario que sea) de la ley; ante lo otro, la fragilidad sin consuelo.

V

Si soberano es quien tiene capacidad de decretar el estado de excepción, la naturaleza es más soberana que la política. Y por eso mismo es más irracional.

El cielo trabaja por nosotros

 I Estoy ya acostumbrado a tratar con jóvenes que reconocen, sin el más mínimo rubor, que no leen. Ni sienten atracción por la lectura ni le...