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lunes, 8 de octubre de 2007

Ocata tras la lluvia. Esta tarde.




10 comentarios:

  1. Cuando llegaba a casa, me ha pillado la tormenta, en la ciudad. Me refugiado junto a la entrada de un cajero de la Caixa, esperando que rebajara la virulencia de los rayos que parecían caer a nuestro lado. Digo a nuestro, porque junto a mí se han refugiado dos mujeres y un hombre, todos ellos de más de sententa años. He pasado veinte minutos escuchando sus historias sobre "cuando los rayos caían en el pueblo y se refugiaban entre las caballerizas..." Han sido veinte minutos de pura novela.

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  2. Tenía yo 20 años cuando estuve trabajando con un buen hombre de un pueblo de Logroño, Rincón de Soto. Estaba trabajando en el campo cuando se destapó una tormenta fenomenal. Este buen hombre fue a refugiarse a un cobertizo de cañas próximo, donde se encontró con cuatro más. En el suelo había una plancha metálica. Cayó un rayo sobre la plancha y cuatro de los cinco murieron carbonizados. El que sobrevivió, que era evidentemente mi compañero de trabajo, era el único que llevaba botas de goma.

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  3. Claudio

    Hace pocos días escuché en un concurso televisivo (QI,BBC2 con Stephen Fry) que a un hombre, guarda forestal de uno de los parque nacionales de EEUU, le habían alcanzado a lo largo de su vida SIETE rayos.
    Ninguno le mató. Murió más tarde por 'propia mano'.

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  4. Cuando mi amigo Jaume Marzal vivía en Ocata sucedió que comenzó a jurar contra los rayos y los truenos que se desataron sobre el pueblo. Su mujer le dijo: "No jures que Dios nos castigará". El, que es un ateo de tomo y lomo, al oír esto se enfadó más y comenzó a jurar con más furia. Cayó un rayo sobre su antena de tv (creo) que como era común para todos los vecinos, fue pasando de casa a casa haciendo explotar todos los electrodomésticos que estaban conectados a la red. Un desastre homérico.

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  5. ¿Y no sería que en ese momento estaban dando ese fabuloso espacio de variedades de Jose Luís Moreno? Porque en tal caso la ira divina está plenamente justificada.

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  6. Arrebatos, tenga cuidado con la próxima tormenta.

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  7. pues yo vi la lluvia desde el bar del 4º piso de un edificio de la UPC, con enormes ventanales, que miran a la diagonal, el Bruch y Collserola. En un momento, se hizo la oscuridad (se veía con dificultad la diagonal) y cayó una tromba de agua. Todo el bar se concentró en los ventanales. Hay cosas que parece que nos fascinan por igual. Pasado un rato, los comentarios jocosos se dirigían a localizar motoristas en apuros, abordados y medio ahogados por los otros vehículos y por el nivel del agua.

    cuando ya nadie miraba, por el final de la diagonal se veían entre las nubes que ya desaparecían unos reflejos amarillentos y anaranjados.

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  8. Peggy: tiene usted razón... pero del las acuarelas del Turner de Venecia. Me parece que ha hecho usted una comparación precisa y preciosa.

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  9. RMF: En cuanto amainó la tromba de agua, me puse las botas, un impermeable y cogí el paraguas en una mano y la cámara en la otra. Al llegar a la playa, desierta, me encontré con el espectáculo siempre fascinante de un enorme y diáfano arco iris que nacía en el horizonte y se perdía en la intensidad de las nubes cenitales. A veces algún viajero del tren, al descender en el apeadero de Ocata se detenía a admirarlo, pero eran los menos. El contraste entre los azules intensos del cielo sobre Collserola y los grises compactos, negruzcos y espesos sobre la Serralada Litoral estaba mediado por un cielo empedrado de azules de todas las tonalidades, blancos purísimos y, efectivamente, reflejos amarillentos y anaranjados. Caminé por El Masnou absolutamente feliz y, literalmente, entusiasmado.
    Hay momentos en que la Teodicea de Leibniz parece elemental, yo no tendría dudas de que vivimos en el mejor de los mundos posibles si no fuéramos tan pocos los que nos perdemos por el cielo.

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