viernes, 30 de abril de 2021

El recogimiento

Me imagino que también hay un narcisismo de la rememoración. Lo digo porque al comenzar a leer La República, ultimo disfraz de la Restauración, de Emiliano Aguado (1972), he sentido un calorcillo íntimo que tenía algo de clandestino. Pero si tras la obvia curiosidad hay una pulsión narcisista, pedante o esnob... ¡qué más da! En todo caso algo en mi se se sublevó hace tiempo contra el imperialismo de lo actual y lo estoy pasando muy bien de sublevado.

Sigo de Rodríguez, así que hoy me he preparado para comer una hamburguesa, gulas y un huevo frito encima. Delicioso. ¡Y la salsilla del fondo...!

Esta mañana me ha llegado esto:

El próximo día 10 de mayo lo presentamos en el Teatro de la Comedia a las 13:00. Están ustedes invitados. Si quieren acercarse, estarán en compañía de los monstruos Lluis Homar y Xavier Albertí. He dicho lo presentamos y debiera decir "los" presentamos porque se presenta también este otro libro, de María Condor.

Son los dos primeros volúmenes de un proyecto ambicioso de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y se pondrán a la venta en el mismo Teatro de la Comedia por 3€.

jueves, 29 de abril de 2021

Sobre tortillas y libros

Acabo de decidir, mientras me ponía a escribir esto, que me voy a hacer para comer una tortilla de patatas con cebolla. Creo que ha sido la decisión la que me ha producido la apetencia. Así que voy a abreviar. Sólo dos cosas.

La primera: Mi artículo de hoy en El Subjetivo trata de un filósofo carabinero que leía a Heidegger en la frontera franco-española de Dancharinea... y de alguna cosa más.

La segunda: He comenzado a leer a la vez dos libros: La abolición del hombre, de C.S. Lewis y Escrito en España, de Dionisio Ridruejo. Del libro de Lewis, que es en realidad una relectura profunda, tengo que hablar el próximo dia 12 en Madrid, en la IV Edición del programa Young Civic Leaders de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno. El libro de Ridruejo forma parte de un proyecto personal que comenzó de una manera hace un par de años y está derivando a otra muy distinta. Me ha pasado más de una vez: tengo una idea en mente y voy acumulando materiales para darle forma precisa, pero a medida que estos materiales crecen me van pidiendo que cambie la forma del proyecto, porque la realidad es más compleja de lo inicialmente sospechado y, sobre todo, más amena. 

Me voy a pelar patatas y cebollas.

miércoles, 28 de abril de 2021

Lanzando monedas al aire

Comida, gratísima, como siempre, con F.,  en el lugar de siempre y, como siempre, hablamos de editoriales, de autores, de libros... y de jóvenes promesas. Hacemos planes y, como diría Herralde, "gossipeamos" un poco. 

F. es una persona que se gana espontáneamente lealtades. Yo quisiera ser él -al menos en este aspecto.

Como llego pronto a Barcelona, entro en el Corte Inglés, donde estoy seguro de que encontraré lo que busco, en la planta de caballeros. Una dependienta muy amable me atiende. Le explico lo que deseo: calzoncillos y camisetas El abanderado, los más clásicos que tenga, los de algodón de toda la vida, sin florituras, estricta comodidad. La chica se me queda mirando y me suelta -ah, la espontaneidad culpable!:

- Está usted muy joven para llevar calzoncillos de abuelo.

Es muy triste lo que estamos haciendo con los jóvenes. No les estamos enseñando las virtudes de la santa hipocresía y sin ella naufraga la civilización.

Antes de volver al tren, me paso por la librería Laie, a ver libros que no leeré. Me compro La mirada cínica, de Ambrose Bierce. Aquí el aforismo con el que me encuentro al abrir el librito al azar: "Si al menos la opinión pública estuviera determinada por el lanzamiento de una moneda, a la larga acertaría la mitad de las veces".

martes, 27 de abril de 2021

Palabras

Escribe B: "Merci à vous amis qui me souhaitent une meilleure santé. J'en suis touché".

Ayer por la tarde mantuve una charla telemática en el Instituto Juan de Mariana con Quintana Paz sobre conservadurismo. Era, de hecho, la continuación de otra anterior que se nos quedó corta. Esto de las pantallas en un sustituto necesario, pero muy torpe y muy limitado, de la relación fundamental, que es la relación cara a cara. Cuando dos personas discuten sobre algo en el mundo real es todo su cuerpo el que se expresa; cuando discutimos mediados por las pantallas, el cuerpo es un testigo no diré que completamente mudo, pero sí bastante tartamudo y excesivamente pudoroso y eso, curiosamente, resta verosimilitud y, sobre todo, presencia, a los argumentos que intercambiamos. Cuando Sócrates dialogaba con los jóvenes atenienses utilizaba con frecuencia dos expresiones: "ponte en tensión" y "volvamos atrás". Con la primera estaba diciendo que nuestra actitud ante el diálogo es la parte esencial del mismo y, sobre todo, aquello que con  mayor claridad nos llevamos a casa; con la segunda, animaba a recuperar la tensión y la frescura inicial que puso en marcha el diálogo y que siempre está amenazada por las divisiones, definiciones, diferencias y sutilezas de la discusión. Parece que quiere decir: o intensidad (y entonces el sujeto que habla es, todo él, el que dialoga) o claridad (y entonces el logos se independiza de nosotros y se acaba perdiendo, hasta el punto de que podemos dudar de si nos reconocemos o no en las palabras que decimos). En el primer caso nos jugamos, sobre todo, el acuerdo o desacuerdo cono nosotros mismos; en el segundo, nos ocultamos tras nuestras palabras.

lunes, 26 de abril de 2021

Sin noticias de B.

El tiempo sigue antojadizo, es decir, infantil, que es lo propio de la primavera. Al generoso sol de ayer le ha sucedido una mañana insípida, de grises desvaídos, azules sucios y lechosos, un vientecillo insidioso que me ha pillado mal abrigado y lloviznas a ráfagas que han dejado una fina película de tierra amarillenta en la terraza. Mi cuerpo, barruntándose el cambio, me ha mantenido toda la noche rondando por la casa, como alma en pena, descentrada e incapaz de dar con su destino. 

Mi Agente Provocador ha salido a primera hora de la tarde para Pamplona y yo me he prometido aprovechar el tiempo al máximo. Me he programado unos deberes rigurosos que bien sé que no cumpliré. Aquello de Sócrates de que la peor derrota es la que se infringe uno a sí mismo, me resulta tan familiar... Pero el hombre hacendoso que yo quisiera ser se divierte imponiéndole tareas regladas al hombre real que me lleva a rastras y tampoco es cuestión de dejarlo sin voz ni voto.

Me escribe Fernando Savater y me dice que me lea esto. El autor, Shane Trotter, me sonaba... y no he tardado en encontrar la razón. Me lo encontré casualmente hace unas semanas defendiendo en un artículo la fórmula de la felicidad, con lo cual, lo aparté de mí como a un moscardón. Pero el artículo que me sugiere Fernando es interesante.

Aparece una buena reseña de La escuela no es un parque de atracciones en una revista importante, Teoría de la educación. Este libro ha ido haciendo su camino sin prisas, sin aspavientos, de manera silenciosa, pero sin parar. Recuerdo que en el último momento, después de mandarle el texto, le dije al editor que no lo publicara, que no estaba contento con el resultado y que quería revisarlo de arriba abajo. Él, con más sentido común  que yo, me respondió que ni hablar. Esta reacción de pánico ante el "nasciturus" es tan habitual en mí que ya debería estar vacunado contra ella. Pero mis fantasmas se despiertan en cuanto pongo el punto final a un manuscrito con el mismo poder de convicción.

Esta tarde, a las diez, tengo una charla telemática amigable con Quintana Paz en el Instituto Juan de Mariana. Hablaremos de conservadurismo.

Sin noticias de B.

domingo, 25 de abril de 2021

Primeras y segundas manos

Gratísima visita de dos amigos zaragozanos muy queridos, Iris y Rafael, que se presentan con esa inefable felicidad que los recién casados llevan prendida en la piel y en los pequeños gestos. Todo en ellos tienen un aire de cálida intimidad desvelada. Hemos vermuteado en la Plaza de Ocata y comido en casa. Comido y bebido, porque con el transcurso de la comida el vino se nos iba pegando al paladar y a los parpados. Hemos hablado de Marías, de Ortega, de Unamuno y de mil cosas más. ¡Qué cosa asombrosa es la amistad! ¡Qué clima de confianza se crea entre los amigos! ¡Qué bueno sabe el maridaje cordial de vino y risas!

B. me escribe, deprimida, tras la operación, dejándome en el lomo bien clavadas las banderillas de una terrible interrogación: "Franchement, cher philosophe, tout cela vaut-il le coup?" 

Tras mucho rumiarlo, me decido a contestarle que sí, que vale la pena y que tengo dos argumentos irrefutables que lo demuestran:

El primero: Tenemos todavía muchos correos que intercambiarnos y así B. podrá continuar dando envidia a sus amigas con su correspondencia con su amigo filósofo español.

El segundo: Gracias a nuestra correspondencia puedo fardar ante mis amigos de mi amiga B., parisina. Ninguno de ellos tiene una amiga parisina. Es, por lo  tanto, de sentido común querer mantener mi superioridad cosmopolita sobre ellos. La perturbación de nuestra correspondencia me rebajaría al nivel de su miseria relacional, disminuiría mi dignidad y, en consecuencia, implicaría una grave merma de mi amor propio.

He comenzado De historia y política, de Luis Díez del Corral (1956). Lleva una dedicatoria manuscrita del autor: "A Carlos María González de Heredia y Oñate". Me gustan estas dedicatorias de los libros de segunda mano. Me permiten, de alguna manera, situarme a espaldas del receptor original, para prolongar su eco. ¿Dónde acabarán todos estos libros míos cuando sean de tercera mano? ¿Se les brindará la oportunidad de llegar a serlo?

sábado, 24 de abril de 2021

Todo es política

Larga entrevista con un periodista de El periódico. Quiere conocer mi opinión sobre los datos que sugieren que los adolescentes cada vez se muestran más desinteresados por el deporte.

Efectivamente, el desinterés es real y creciente. Los sucesivos estudios del Consejo Superior de Deporte sobre los hábitos deportivos de la población escolar así lo vienen señalando al menos desde el 2011. El sedentarismo crece, especialmente entre las chicas. Parece que el momento en el que el flujo del abandono se convierte en cascada es el de los 12-13 años. Curiosamente, a esa edad los chicos -sobre todo ellos- abandonan la lectura de libros.

¿Por qué? ¿A qué se debe este abandono? Los argumentos que aducen los adolescentes para justificarse son inquietantes porque recuerdan mucho a sus quejas en la escuela: la práctica deportiva es aburrida, no les gusta sentirse humillados cuando pierden, el entrenador no los motiva... Curiosamente, la práctica de deporte parece fomentar tanto la capacidad atencional como el trabajo en grupo.

Desde que en los años 50 el sociólogo norteamericano James Coleman descubrió la emergencia de una específica cultura adolescente, con sus propios rituales, lenguajes, modas, aspiraciones, etc., ésta ha ido, al mismo tiempo, creciendo (cada vez se expanden más sus márgenes cronológicos), diversificándose (se habla de la atomización del ocio adolescente) y buscando su identidad a espaldas de los adultos. Hoy en torno al 40 % de los adolescentes cree que tiene mejores cosas que hacer que practicar deporte o ver deporte en la televisión.

Ha aparecido en El Mundo una entrevista que me hizo el sábado pasado Olga San Martín. Lleva una foto de Javier Barbancho, hecha en la Cuesta de Moyano (creo que, de aquí en adelante, sólo me voy a dejar fotografiar con gafas de sol):

En el suplemento cultural del ABC Luis Alberto de Cuenca reseña el magnífico libro de J.M. Sánchez Galera, La edad de las nueces. Afirma, entre otras cosas, que "está enriquecido con un estupendo prólogo, como todo lo que escribe, de Gregorio Luri". A nadie le amarga un dulce, especialmente si viene de un poeta como Luis Alberto.

Aparece también la segunda entrega de mi Locutori en El Tribú.

Releo despacio algunas páginas de Ideas para una filosofía de la historia de España, de Manuel García Morente (1943) y me quedo, especialmente, con su sutil y clarificadora diferencia entre sujeto y persona.

Comida en familia para celebrar el cumpleaños de mi segundo nieto, Gabriel. Siete años, nada menos nos hace hoy. ¡Santo Dios, los nietos crecen muchísimo más rápido que los hijos!

Todo es política. Nadie está más convencido de eso que yo. Pero la vida no cabe en los esquemas de los debates políticos habituales. Hay que reducirla mucho para hacerla encajar allí. La política es inevitable, pero la vida personal tiene más dimensiones políticas que lo que se suele entender por política. Y hay que preservarlas.

viernes, 23 de abril de 2021

De Valera a Balmes

Día de sol generoso, potente, hiriente, incluso, que arranca blancos de las paredes encaladas que han permanecido durmiendo hasta ahora. Y cielos azules, protectores de sueños que hacen creíble aquella vieja definición del hombre como árbol inverso, con las raíces hacia el éter. Día de Sant Jordi, de Cervantes, del libro y de la lengua española. He dedicado la mañana a la lectura de la Antología de Valera de los Breviarios del pensamiento español (1944).

Lo sorprendente de este libro no es que nos muestre un Valera liberal, socarrón y escéptico en pleno dominio del nacionalcatolicismo, sino que petenezca a una colección pensada para alumnos de bachillerato.

La mañana, curiosa, ha comenzado con una llamada desde las Cortes y ha acabado con otra de un periodista que me entrevistará a las 17:30.

Cada vez me interesan menos las novedades literarias. Prefiero dejarme llevar por la lectura que se insinúa en el libro que estoy leyendo, es decir, me gusta que las lecturas futuras respondan a un reclamo de las presentes. Cada libro convoca a otros y así se va estableciendo un diálogo entre ellos. Leer sin intención de novedad no significa que no encuentre en los libros insinuaciones muy potentes de algo nuevo. Lo que se ha quedado atrás no ha exprimido, en modo alguno, todo su significado; muchas veces recluimos a las estanterías de lo viejo a autores que dejaron insinuadas en sus obras ideas que en su tiempo no encontraron la posibilidad de desarrollo y que ahora, vistas desde el presente, ofrecen pistas interesantes para la comprensión de lo que nos pasa. Se trata pues, de ir tirando de los hilos sueltos de los libros viejos. La experiencia, lo aseguro, merece la pena. Te permite liberarte del círculo encantado de las palabras en boga, que acaban imponiendo su propio horizonte de sentido.

Tras dejas a Valera he tomado el tomo de Balmes de la Nueva Biblioteca Filosófica (1932).

jueves, 22 de abril de 2021

La cortesía

Hay un singular placer en hablar bien en público de alguien que ha hablado mal de ti en privado... y que seguramente te está oyendo. Es una especie de venganza que parece indicar que se puede utilizar la bondad para humillar. Se puede ser malo siendo bueno... pero no creo que se pueda ser bueno siendo malo... aunque a veces nuestras malas intenciones tengan efectos inesperadamente beneficiosos para aquel a quien pretendemos perjudicar. 

Dos versos de Fernando de Herrera:

Ya siento el dulce espíritu del alba

que mansamente murmurando expira.

Y otros dos de Lope:

Estaba el sol apenas matizando

las plumas de las alas de los vientos.

Ayer mantuve una agradable tertulia pedagógica con los profesores de la Escuela Universitaria de Osuna. Buena gente y profunda añoranza de Andalucía. Nos lo pasamos bien aunque el acto comenzó con cierta tensión. El presentador comunicó a los telemáticamente presentes que, con mi permiso, la sesión comenzaría cinco minutos más tade de la hora indicada, por los famosos cinco minutos de cortesía. Protesté inmediatamente y dije que tal cosa se haría, en todo caso, sin mi permiso. Si íbamos a hablar de educación debíamos dar ejemplo tomándonos en serio los horarios y la cortesía con los puntuales. 

Encuentro en Felipe Vivanco una idea poderosa que me obliga a rumiar: "La emoción es sedimentación".

He enviado mi segunda colaboración para el Tribú, la revista digtal de Feran Caballero. Me gusta cómo va quedando mi sección.

miércoles, 21 de abril de 2021

Portez-vous bien

Me escribe B:

On m’opère à 13h. La hâte que ce soit fait est plus forte que la peur de passer sur le ‘’billard’’.  Ces dernières journées, et surtout les nuits, ont été cauchemardesques. 

Voilà, ‘’alea jacta est’’!

Portez-vous bien. Salud!

A mí, B., no me importaría portarme mal de vez en cuando, pero no se me presenta la ocasión. Suelo ser bueno no tanto por mérito propio como porque me ha tocado en suerte un demonio perozoso que con tal de no trabajar, ni me tienta. Soy bueno sin mérito. Claro que mi edad -¿para qué engañarnos?- algo tiene que ver con la mandra del demonio.

A primera hora de la tarde he acompañado a mi mujer a Badalona. Le han puesto la vacuna contra la Covid. Por ahora, sin problemas. En casa respiramos un poco más profundamente.

He comenzado a leer La España real de Julián Marías. Tengo amigos muy apreciados que son entusiastas de Marías y entre ellos uno, especialmente querido porque nos une San Miguel de los Navarros, que es biógrafo suyo. A todos les parece muy razonable y a mí es eso, precisamente, lo que me aleja de él. Efectivamente: todo en Marías es razonabilísimo. Todo convence. Todo es mesurado, sensato, tranquilo. Todo está bien argumentado y bien escrito... pero nunca te pone una zancadilla, nunca te da un susto, nunca te asoma al abismo, nunca te provoca una malestar, te contagia una perplejidad, te obliga a apartarte de su escritura para emerger y tomar una bocanada de aire...

martes, 20 de abril de 2021

Malo con templanza

Día frío, desangelado. Llovizna intermitente y un cielo sucio y bajo. Ni un rayo de sol. Mi cabeza se empeña en dar vueltas por entre las líneas del libro de Eugenio Noel que intento leer, sin éxito.

Mail de B., que espera ser operada mañana: "Quoi qu’il en soit, je veux vous dire à quel point j’aime notre correspondance, et qu’elle a été toutes ces dernières années un vrai rayon de soleil dans ma vie". Emocionado, le contesto inmediatamente, para asegurarle que una amiga es aquella persona que tiene plena autorización para llamar a la puerta de casa a cualquier hora del día o de la noche. Y siempre será bien venida.

La mirada se me clava, de sopetón, en esto de Eugenio Noel: "Quevedo, el enorme Quevedo, más grande a medida que se le va olvidando, decía en aquella lengua insuperable suya: ... y Bruto se perdió porque quiso ser malo con templanza" (España, fibra a fibra, 1960). A la cita le falta la primer aparte. La busco en la Vida de Marco Bruto y no tardo en dar con su despiadada clarividencia: "Y al fin Antonio prevaleció contra Bruto, porque supo ser malo en extremo; y Bruto se perdió, porque quiso ser malo con templanza". Quevedo es un enorme filósofo político.

lunes, 19 de abril de 2021

La sabiduría de las cerezas

Lectura intensa. Sol contundente. Sobre la mesa, en la plaza de Ocata, la taza del café con leche se ha juntado con la copa de cerveza. Leer es ir ampliando las dimensiones de la propia ignorancia. Afirmar, entonces, como a veces he afirmado con vehemencia, la necesidad de disponer de una imagen fiable de la propia ignorancia es una quimera. La ignorancia es la materia oscura. Está rodeándote, pero también anda acechando en el corazón mismo de cuanto crees saber. Sólo tienes de ella noticias epidérmicas, algo así como una sombra. La salud está en el hombre sencillo que sabe lo que sabe y lo que ignora porque no se ha problematizado ninguna de ambas cosas. La sabiduría consistiría, entonces, en encontrar el camino de regreso a ese hombre. Es, claramente, un proyecto imposible. Cada libro que abrimos nos aleja un poco más de él pero, al mismo tiempo, nos hace comprender la importancia de los prejuicios terapéuticos de la gente corriente. 

Se detiene a junto a mi mesa un vecino grande con alma de niño. Me dice que me ve leer y que quiere darme un aplauso, porque no hay nadie que lea más que yo. Le digo que en vez de un aplauso me gustaría un cesto de cerezas, que sé que tiene un cerezo magnífico en las afueras de Ocata. Me contesta, airado, que ni hablar, que "las cerezas valen dinero".


domingo, 18 de abril de 2021

Regreso

Regreso a casa y reencuentro con las cosas. 

Los objetos familiares que me rodean, con su sencillez, su docilidad, su asequibilidad, forman un horizonte protector en cuyo interior siento más leve el peso del mundo. Aquí están mis libros esperando que les llegue su turno de lectura, mi sofa, mis zapatilas, los recuerdos que he traído de algunos viajes, las fotos, mi mesa de trabajo, las ventanas... los lápices que me gustan, el mar, allá... El baúl del tesoro, que sólo podemos abrir mis nietos y yo. Sólo nosotros podemos gozar de sus tesoros. Todo está como acomodado a mi cuerpo y a mis dimensiones. Todo está tan domesticado que parece que me estaba esperando y cuando abro la puerta de mi estudio siento como una alegría de bienvenida en el silencio acogedor.

Me escribe B., que en los días pasados me ha echado unas broncas considerables por mi frecuentación de Ruano, hasta el punto de hacerme sentir un poco culpable por andar reviviendo su vida entre las páginas de sus libros. Me dice: "Cher G. Je suis à l’hôpital depuis ce matin. Je suis tombée et me suis cassé le col du fémur." Quisiera poder dar forma material a mi dolor solidario y enviárselo tal cual, casi como un complemeto del suyo. Pero lo único que consigo hacer es redactar frases que no sé cómo evitar que parezcan de compromiso. Aunque por otra parte, pienso, también es importante saber que cuentas con las sinceras frases de compromiso del que lejos de ti vive su vida sin tus dolores pero pensando en ti.

sábado, 17 de abril de 2021

Circunnavegadores del alma

 

 

Día largo y provechoso. Hasta me ha dado tiempo para subir la cuesta de Moyano, echar una ojeada a los puestos de libros de viejo y hacerle una visita a don Pío, que está, donde debe, en lo alto.

No voy a repasar todos mis trajines. Me limitaré a señalar que he comenzado la mañana, a las 8:30 con una entrevista de la periodista Olga R. San Martín, que he tenido que interrumpir para viajar al Juan Pablo II de Parla, y que he recuperado a las 19:00. Quería Olga, entre otras cosas, que le contase una experiencia escolar de éxito. Le he hablado, para no señalar a nadie de por aquí, de la New Dorp, de Staten Islan (un centro cuya trayectoria sigo desde hace tiempo), de la Writing Revolution y de Judith Hochman. Otro día comentaré despacio por qué la New Dorp representa perfectamente lo que para mí es una escuela que domina su oficio.

He comenzado a leer Descargo de conciencia, de Pedro Laín Entralgo y he enviado a la CNTC este texto corto para la contraportada de mi ensayo sobre el Siglo de Oro:

Este libro es una invitación cordial a mantener vivo un patrimonio del que somos inevitablemente descendientes, pero quizás, también, unos herederos descuidados, ya que no parecemos muy predispuestos a pleitear contra el olvido en defensa de nuestros derechos de sucesión. Se trata del increíble patrimonio de nuestro Siglo de Oro. 

La perspectiva elegida para mostrar esta herencia es la del recogimiento, entendido como una apasionada exploración colectiva del yo. España era un hervidero de adelantados en la conquista del alma. De ahí el clamor de yoes que nos llegan desde el pícaro, el místico, el filósofo o el conquistador y que culmina en las páginas del Quijote con la más orgullosa autoproclamación del yo de toda la literatura del Siglo de Oro: «Yo sé quién soy».

Sostenía Valera que la edad de la razón no empieza ni con Bacon ni con El discurso del método, sino el día en que Juan Sebastián Elcano llegó a Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522. No le falta razón precisamente porque Elcano es el símbolo de tantos circunnavegadores del alma como había en España.

jueves, 15 de abril de 2021

Encuentro con lo inesperado

Hoy he estado en un centro educativo de 1.300 alumnos en el que no he visto ni un papel por el suelo ni una raya en las paredes y, lo más soprendente: los alumnos se levantaban cuando entraba a una clase y me hablaban de sus ambiciosos proyectos con toda naturalidad. Pensaba que cosas así ya no existían.

Intermedio taurino

 Hoy en El Subjetivo hablo de toros y de ti.

miércoles, 14 de abril de 2021

Sobre la soberanía

Estaba sepultado por una tonelada de trabajo, aislado del mundo y abducido por la pantalla del ordenador, cuando han vuelto a visitarme de improviso los mareos y vómitos. El hombre propone y la naturaleza, que es la propietaria en exclusiva de toda soberanía, dispone. En cuestiones de soberanía, lo que no es la naturaleza es una vicaría. Cuando me encuentro atravesando estos episodios me siento tan frágil, tan poco dueño de mí mismo, tan en manos de la debilidad, que el horizonte vital se me restringe hasta las siguientes náuseas. En estas circunstancias un sentimiento de agradecimiento se apodera de mí, por la suerte que tengo de no estar solo, de tener a mi mujer al lado. Pero, al mismo tiempo, me pregunto si el amor del débil es fiable. Posiblemente el amor de verdad, el que vale, es el que no está enmascarado en la necesidad, el amor de la salud, el amor que expresas cuando te sientes fuerte y dueño de ti mismo y amas no porque necesites la ayuda de quien amas, sino porque la salud es eso: amarla.

He salido un poco esta mañana a la Plaza de Ocata, pero sin ganas de leer, ni de hablar, ni de desayunar. Por eso cuando el llorón (algún día, quizás, contaré su historia) me ha venido a saludar, lo he recibido sin simpatía. No ha servido, por cierto, de nada. Además, un anciano que andaba merodeando por la plaza sin mascarilla se nos ha acercado para contarnos que nació en el 29.

Me llegan a la vez las galaredas de La mermelada sentimental, que publicará Encuentro a principios de junio, y de El recogimiento, subtitulado La aventura del yo, que, si todo sale como está previsto, se presenta el mes que viene en Madrid. Del primero no me acaba de convencer la portada. Del segundo, me decepciona la maquetación. Hay que revisarlo de arriba abajo. Es lo que haremos. Tiene que salir un buen libro y estamos empeñados en que así sea.

He tenido fuerzas para escribir el artículo para El Subjetivo. Se titula Intermedio taurino. Lo acabo de enviar. Espero que no se note demasiado mi debilidad.

Se pone en contacto conmigo un ya viejo amigo del que siempre me he sentido muy cerca, J.S.M., inmenso poeta sevillano. Nos intercambiamos los cromos de nuestras penas y nos prometemos mantener abierto entre nosotros el teléfono rojo.

Esta tarde me ha llegado un ejemplar de la segunda edición de mi ¿Matar a Sócrates? Salió en octubre pasado y hasta hoy no la he tenido en mis manos. Efectos secundarios de la pandemia. Le añadí un epílogo que he vuelto a leer y me ha gustado. Son tres páginas, pero tres páginas sinceras que creo que le dan un tono diferente al conjunto del libro.

Me han pasado más cosas estos dos días, pero tengo que parar aquí. Me he comprometido a escribirle un prólogo a un buen amigo soriano, Borja. Un amigo sólo es amigo de verdad si lo consideras con derecho a llamar a tu puerta de madrugada para pedirte cualquier cosa.

lunes, 12 de abril de 2021

Hasta mañana

Aplastado por una tonelada de trabajo insperado y urgente que me ha caído encima paso por aquí para decir "¡Hasta mañana!". Hay que pasar porque un diario muere cuando lo abandonas un par de días.

domingo, 11 de abril de 2021

Menudencias sabáticas

Cada vez me resulta más insoportablemente aburrida la televisión. Eso tiene un aspecto malo y otro bueno. El malo es que, como la televisión juega en nuestros tiempos el mismo papel que el hogar encendido en las casas de los abuelos, si te alejas de la pantalla te alejas también de la convivencia familiar. El bueno es que es una maravilla irte a la cama a las diez de la noche con un libro en la mano. Esas horas de lectura iluminadas con la luz de la mesilla de noche son las más provechosas del día. Más provechosas, incluso, que las de la mañana en la Plaza de Ocata con sol y café con leche.

Gracias a mi abandono de la televisión y a mi lejanía de la prensa he acabado las Notas de mi vida, de Juan de la Cierva, y dos más que interesantes libros de un intelectual conservador hoy ya olvidado, don Severo Catalina, a pesar de que en sus tiempos parecía formar la santa trinidad del conservadurismo intelectual hispano, junto a Balmes y Donoso. Son La verdad del progreso y La mujer. Además, he repasado un capítulo de la Experiencia de la muerte, de Landsberg, el titulado Intermedio taurino, que quizás aproveche para mi próximo artículo para El Subjetivo. Para no tener los ojos desocupados, recupero la biografía de Juan Valera escrita por Carmen Bravo-Villasante. La aparté en su momento por decepcionante, pero quiero acabarla. Don Juan y mi autoestima se lo merecen.

Ayer decidí, de repente, que quería tener un objeto de valor de alguna cultura precolombina mexicana. Por supuesto, adquirido de forma intachablemente legal. Parece que no es fácil, pero vamos a probarlo. El afecto que siento hacia ese país inabarcabe que es México, me anima a este gesto. ¡A ver si es posible!

sábado, 10 de abril de 2021

Un aire estoico

Debiera existir la palabra "grisantemo", porque hoy es un día que no tiene otro calificativo. Hoy es un día nítidamente grisantemo, día de caminar con pasos rápidos, encogido de hombros, refugiado bajo el paraguas.

En el diario ARA, de muy grato recuerdo personal, publican un reportaje sobre la memoria en el que algo digo de todo cuanto quisiera decir. Pero lo biográficamente noticiable de este día es que comienzo mi colaboración quincenal en El Tribú, una revista digital que ha puesto en marcha con mucho entusiasmo mi admirado Ferran Caballero. Mi sección se llama "El lucutori" y tengo la intención de ir desplegando -en catalán- un "diccionario filosófico" personal que califico de entrada, para dejar claras mis intenciones, de "capcioso, sesgado y caprichoso":

Creo que en la foto aparento de manera verosímil un aire estoico.
 

Hoy he comenzado con Abelardo y he seguido con Absoluto y Academia.

viernes, 9 de abril de 2021

Otro día gris

Vuelven los cielos cenizos, la llovizna intermitente, el cuerpo que busca el abrigo de la ropa gruesa y los cafés muy calientes. Un realista me objetará que la primavera es eso: tiempo voluble. Lo sé. Pero prefiero la otra cara de la volubilidad: la de la cerveza helada en la mesa y los cielos nítidamente azules.

Todo el mundo está hablando de vacunas. Creo que hay, de mar de fondo, una histeria comprensible por la debilidad de nuestros políticos, que no queriendo meter la pata, se han vuelto tan timoratos, que se incapacitan para acertar. No saben cómo afrontar la incertidumbre cotidiana. Abundan las opiniones sin fundamento y faltan las autoridades que hablen con rigor. A mí todo esto me ha permitido descubrirme por primer avez y de forma inapelable, en el grupo de los viejos. En la estabulación terapéutica de la sociedad estoy en el corral de los viejos porque me han puesto ahí. Y de allí ya no saldré.

Dejo a Ruano para ponerme con otra biografía completamente distinta, Las notas de mi vida, de Juan de la Cierva, el político conservador que fue padre del inventor del autogiro. Me gustan estas biografías que no ocultan las mezquindades y heroismos cotidianos que constituyen el microclima propio de la vida política. Las historias académicas suelen ser relatos a los que se les ha extirpado el día a día. 

El número de libros por leer crece mucho más aceleradamente que mi ritmo lector. Hoy me han llegado dos libros que he buscado durante mucho tiempo. El primero, Experiencia de la muerte, de Landsberg, publicado por Cruz del Sur en 1962. El segundo, La mujer, del político conservador Severo Catalina, cuya primera edición es de 1858. Se trata de una firme defensa de la educación femenina.

Ignacio Peyró me pide dos párrafos de urgencia sobre la muerte del duque de Ediburgo. Por supuesto, le obedezco: este es el resultado.

jueves, 8 de abril de 2021

Estoy bien, gracias

Estoy bien. 

Estoy bien a pesar de que el jaleo armado en los medios sobre los efectos secundarios de la vacuna Astra Zeneca y las posturas contradictorias de los responsables políticos me hacen sentirme un poco como un animal de laboratorio. He dormido perfectamente. No he tenido ni fiebre, ni dolores en las articulaciones. Pero después uno pone la televisión... y el derecho a la información me deja perplejo.

Pero estamos mal. La pandemia ha demostrado ser un fenomenal test de estrés para la Unión Europea y parece claro que no lo estamos sabiendo superar. Voy a ser optimista: Quizás los europeos tengamos que fracasar para poder avanzar. Quizás al ver el ridículo que estamos haciendo nos hierva un poco la sangre. ¡Qué triste la imagen de Ursula von der Leyen ante Erdogan y qué lamentable la falta de reacción de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo! ¡Cuánto se tiene que estar divirtiendo Putin con nuestra reiterada torpeza!

En la plaza de Ocata me encuentro con una de las grandes figuras del periodismo español, Eduardo Álvarez Puga, al que la edad parece ir clavándole los pies al suelo. ¡Tantas tertulias como hemos compartido! Me ve leyendo a Ruano y se sorprende. "¡Qué facha!", exclama. Inmediatamente añade que "se pintaba las uñas". Pero reconoce que escribe bien. Ahora mismo he terminado sus Memorias. Creo haber encontrado una parte de lo que buscaba: notas para un futuro ensayo sobre las estrategias de la autopercepción. 

La política doméstica. Seguimos con la jeremiada de escandalizarnos con lo que siempre ha sido así. La política tiene algo de esencialmente infantil. Basta prestar un poco de atención para escuchar argumentos propios de patio de escuela: los "¡Y tu más!", los "¡Pues ahora vas a la seño!" (que en nuestros días son los jueves y la prensa), los "¡Ya no soy tu amigo!" ("¡Ya no te ajunto!", decíamos en mi pueblo). La política, para entenderla, hay que observarla desde cierta distancia... desde la paradójica distancia que te condenaría, de presentarte a las elecciones, a no llevarte ni un voto.

En Gracia y justicia, del 17-10-1931.

miércoles, 7 de abril de 2021

Estoy vacunado

Me llama un periodista de El País que está haciendo un reportaje sobre la lectura. Le pido que, por favor, me vuelva a llamar más tarde. Ahora estoy intentando leer yo en la Plaza de Ocata. Hace un frío casi invernal que nos ha pillado de sorpresa, como un ataque de una plaza que hemos dejado atrás porque creíamos conquistada. Pido un café con leche bien caliente para compensar lo cenizo del día. Unos niños gritones corretean por la plaza y se persiguen por los lugares más divertidos, es decir, por entre nuestras mesas. Tiembla mi café con leche con sus voces agudas, de hojas de afeitar. Sus maestros, un hombre y una mujer de unos treinta años, están en medio de la plaza, hablando entre sí con las manos en los bolsillos y helados, también, de frío.

El periodista me vuelve a llamar cuando estoy haciendo cola en un centro municipal de Badalona para vacunarme. Tengo hora a las 15:00, he llegado media hora antes y me he encontrado con quince personas más madrugadoras que yo. A mis espaldas, la fila va creciendo a un ritmo muy vivo. El sol se asoma a consolarnos de forma intermitente, cosa que es muy de agradecer. Se supone que no hay nadie de más de 65 años entre los que esperamos. Me fijo en cada uno de ellos y concluyo que hago bien en sentirme el más joven de todos. ¡Hay que ver cómo maltrata la edad a los de mis años! Mi hija me llama para advertirme de los efectos secundarios de la vacuna de Astra zéneca. Teme que mañana pase un mal día, pero yo soy experto en malos días. El sol se acaba imponiendo. Al periodista le pido que me llame a partir de las 17:00. Él me cuenta que a su padre lo vacunaron ayer en Madrid y me da la enhorabuena.

Todo ha ido bien. La verdad es que la inyección, en sí, no poduce molestia alguna. Un pinchazo de mosquito desganado. Mi mujer me está esperando en la calle. A ella aún no la han llamado. Le comento mis impresiones. Todo ha funcionado de manera rápida y eficiente. Estricta estabulación terapéutica. Hemos entrado en fila, nos han pedido datos, nos han vuelto a poneer en fila, nos han preguntado si teníamos alguna enfermedad o tomábamos algún medicamento, nos han puesto la vacuna de pie, nos han aconsejado que en casa nos pongamos hielo en el brazo y tomemos paracetamol. Hemos pasado a una sala donde se nos ha aconsejado esperar diez minutos para ver si nos encontrábamos bien y donde cada uno ha esperado lo que ha considerado conveniente. Dentro de diez días nos avisarán para la siguiente dosis. Había en los estabulados una evidente confraterización en la esperanzada fragilidad. Hemos ido saliendo con caras de alivio y una cierta levedad en los cuerpos. Diría que hemos vuelto a casa un pelín más jóvenes... aunque quizás fuera porque la experiencia recordaba un poco a la mili.

Estoy ahora esperando la llamada del periodista.

martes, 6 de abril de 2021

¿Cómo se pronuncia el caos?

Ha cambiado el tiempo. Nada extraordinario, estando en primavera, la estación voluble, pero uno se había hecho a la idea de los desayunos soleados y esta mañana se echaba en falta un poco más de ropa.

A mi amiga B., crecida en una familia judía, le sorprende y creo que también le decepciona mi interés por Ruano. No es que me interese. Me intriga. Muestra con claridad que la sutileza para poner nombre a los rumores del mundo interior no garantiza, por sí misma, un alma ordenada. Para ello se necesita algún principio no emocional -es decir, moral- que sirva de guía y jerarquice lo emocional. Y me temo que ese principio, para ganarse nuestro respeto y obediencia, no debe de ser -o, al menos, no debe serlo por completo- una obra nuestra. Cuesta obedecer a los ídolos que uno mismo ha forjado. Obedecemos a lo que, por una u otra razón, consideramos que es superior a nosotros mismos. Obedecemos a aquello ante lo cual nos parece digno doblar la rodilla.

Ruano se empeñó en construir autónomamente una imagen de sí mismo que, siendo obra suya, dignificase literariamente su vida de escritor, que era la única que consideraba digna de ser vivida. 

Un escritor no era para Ruano alguien que se limita a escribir bien. Era alguien que vive literariamente. Ser un escritor era ser un personaje de la novela -nada trivial, por supuesto- de la propia vida. Y puso a disposición de su protagonista cada uno de los días de su vida. Sólo al final -me parece- descubrió que con ello no tenía suficiente para morir con la certeza de haber vivido.

Quiero pensar bien todo esto porque cuando hablo de "lo más alto que podemos llegar a ser" tiendo a olvidarme de lo diversas que pueden llegar a ser las aspiraciones a "lo más alto". 

Permítanme, para cambiar de tercio, una anécdota que ayer conocí gracias a mi admirado Ángel Ruiz. Un profesor norteamericano fue a una conferencia de Derrida. Por lo que podía entender, toda ella versaba sobre vacas (cows). Eso le desconcertaba, pero, como el resto de asistentes no paraba de tomar apuntes, los imitó en su seguimiento vacuno. Tras un breve descanso, Derrida volvió a tomar la palabra y comenzó diciendo: "Me han dicho que se pronuncia 'chaos.’”

lunes, 5 de abril de 2021

Ruano

Acabo el Diario  íntimo. La penúltima anotación es del 29 de noviembre de 1965: “Tarde: dos horas solo. Apiádate, Señor, de mi inmenso y miserable miedo. El miedo me une a Ti como un animal necesitado. He rezado largo tiempo". La última es del 30 de noviembre: "El terror es blanco. La soledad es blanca". César González-Ruano murió dos semanas después, el 15 de diciembre. 

 

Cierro el Diario íntimo y comienzo las Memorias. 

 

Ruano no era un santo. Ni mucho menos. Su narcisismo y su nihilismo, su dandismo y su necesidad imperiosa, por infantil, de aprecio se traslucen en cada una de sus páginas. Es imposible estimar al personaje. Por eso es más inquietante el magnetismo de su prosa micrológica.

 

Fue un gran escritor atrapado en un alma de protección oficial en la que vivían mal avenidos sus diferentes yoes: el de aristócrata, el de hampón, el que lo azuza moralmente... Tengo la impresión de que quería hacerse con una personalidad, un estatus, un dominio de sí... pero todo lo que pudo conseguir fue una pose inestable y muy cara, que sólo se podía mantener en pie ocultando una parte importante de lo que era o había sido y sableando a los amigos.

 

Era un dandy en busca de Guermantes en los escaparates caros y en las sombras de las amistades de renombre. En sus ojos necesitaba ver reconocido el valor de su posee. Aspiraba a que aquellos a los que admiraba vieran en él lo que a él le hubiera gustado ser. 

 

La guerra mundial lo pilló en París y, según han contado Haro Tecglen, Eduardo Pons, José Carlos Llop, Rosa Sala y otros, los alemanes lo encerraron en la prisión de Cherche-Midi porque sospecharon que estaba ayudando a los judíos a viajar a España clandestinamente. En realidad los estaba explotando miserablemente. Les vendía a precio de oro un pase asegurándoles que alguien los estaba esperando en un punto determinado de los Pirineos para pasar la frontera. Cuando llegaban, no había nadie y acababan en los campos de concentración. Los alemanes lo soltaron cuando comprobaron que "solo" era un estafador.

 

Es cierto que su hijo lo defendió sosteniendo con firmeza que "sus familiares sabemos que [esos hechos] nunca sucedieron". Pero las sospechas acumuladas son abrumadoras. Eso no evita que Francisco Umbral reconociera que "para Cándido o para mí, que aprendimos a escribir en él (y luego nos hemos alejado tanto), que nos lucramos de su amistad y su sombra protectora de ciprés galante, César es un maestro de juventud y una referencia entrañable".

 

Seguiré con Ruano intentando descifrar su alma narcisista tal como se intuye en su literatura y, sobre todo, en ese "inmenso y miserable miedo" que acabó acorrándolo. Si he de decir la verdad, añadiré también que siento una ligera afinidad con sus ataques de vértigo, episodios en los cuales, según reconoce, "se me pone la Cibeles al revés y me caigo al suelo”.

domingo, 4 de abril de 2021

Mañana larga

Mañana larga de lectura en la plaza de Ocata. Constato de nuevo que la mejor manera de leer es con un café con leche al lado. Incluso la taza vacía sobre la mesa resulta estimulante. El sol andaba jugando al escondite con las nubes, pero cuando brillaba, lo hacía casi con saña. He acabado con la cara quemada y la frente tostada.

No sé por qué pienso en un cementerio de altísimos cipreses en el que sea prescriptivo enterrar a los muertos vestidos de etiqueta. Subterráneos influjos de Ruano, supongo. ¿Es sólo el pudor lo que nos empuja a enterrar a la gente bien vestida? A una amiga de mi madre sus hijos la enterraron con sus mejores joyas. El ataud era metálico. Mercedes, se llamaba. Me contó mi madre que vieron juntas el mar por primera vez y que la Mercedes creía que el agua del mar era el cielo que en el horizontte se plegaba y se podía tocar en la playa con la mano.

Dejamos la plaza de Ocata a eso de las dos. Yo tenía la sensación de haber leído bien y, por lo tanto, de haber aprovechado bien el tiempo. Se puede leer mucho y leer mal. A mí me pasa a veces. La mala lectura no depende del libro, sino del estado del alma. Es una lectura de surfeo, superficial, que discurre por las palabras de un libro sin detenerse en ninguna y sin encontrar ningún pensamiento que rumiar.

Regresamos a casa dando un rodeo. En la playa hay una clara sensación de verano.

sábado, 3 de abril de 2021

Diarios y literatura

Deberían ser estos unos días de paz, lecturas, paseos largos y sosiego, pero con el kakodaimon dentro todo se altera y el horizonte se encoge hasta casi el límite del cuerpo. De esta reclusión me han sacado esta mañana las voces de unas niñas correteando en la plaza de Ocata. Viéndolas tan felices pensaba que tarde o temprano se pondrán de moda los cuentos para niñas en los que habrá princesas que no quieran ser heroinas, que es la tarea mayúscula que les imponen ahora las películas infantiles, sino princesas bien vestidas, de surtidísimo ropero, que eligen al mejor de sus pretendientes para marido y disfrutan intensamente de las delicias de la vida cortesana.

Hace calor. Es el primer día en que el sol empequeñece y la ropa sobra. El sudor asoma por las junturas del cuerpo con el simple caminar. La dejadez licenciosa de las glicinias se ha convertido en flaccidez. Las buganvillas acuden al relevo. Y las rosas, esas flores tan egoístas que prefieren pudrirse en el rosal antes que brindarle al aire gratuitamente sus pétalos, como hace el generoso almendro.

Al ponerme a escribir estas cuatro líneas pienso que llevar un diario es una forma de vivir el día que exige ir transformando cada asalto de la experiencia en literatura, pero al convertirse uno en espectador de sí mismo se vuelve también, y de manera inevitable, selectivo, o sea, hipócrita. La espontaneidad de la vida, ese vivir en el que la vida consume toda tu atención, se queda para lo que no se cuenta. Hasta del kakodaimon intenta uno hacer literatura.

viernes, 2 de abril de 2021

Viernes Santo

Un duende bueno era para un griego un "eudaimon" y un duende malo, un "kakodaimon". Llamaban felicidad (eudaimonía) a estar habitado por un duende bueno, que es como he estado yo durante estas últimas semanas. El cuerpo no me exigía -caídas puntuales aparte- ningún protagonismo, las horas pasaban plácidamente, leía, escribía, paseaba, comía con los amigos, hacía planes para el regreso de mi Agente Provocador... Pero ayer por la tarde a mi intermitente kakodaimon le dio por venir a visitarme y se trajo con él los mareos, las náuseas y los vómitos habituales. En estas circunstacias el invasor de mi cuerpo ocupa toda mi atención y me esfuerzo para encontrar consuelo en la esperanza de que esto no durará más allá de dos o tres días....

Viernes Santo. Recuerdo aquella Semana Santa de mi infancia, que parece, vista desde aquí, como de otra época histórica. En mi casa se hablaba con la mayor naturalidad, aunque teñida con un punto de tragedia, de que "Dios ha muerto" y comíamos torrijas. Y nadie había leído a Nietzsche. La muerte de Dios, en realidad, forma parte de la esencia de Occidente. Siempre he pensado que el Viernes Santo -al que alguna vez le he dado el nombre de San Nihilismo- hay que vivirlo como lo vivieron los discípulos más cobardes, sin sospechar lo que pasaría el domingo. Vivir la muerte de Dios sabiendo que el domingo resucitará sin falta no es vivir la muerte de Dios, pero ¿acaso la podemos vivir de otra manera? En consecuencia, nuestro nihilismo es un nihilismo un poco gesticulante, pero manso.

jueves, 1 de abril de 2021

Jueves Santo en Ocata

Curioso sueño el de esta pasada noche. Llego con mi mujer en autobús a un lugar donde no he estado  nunca, pero que es la ciudad mexicana de Jalisco. Entramos por una especie de desfiladero rocoso que va a parar  a unas amplias avenidas por las que empujan un carrito de bebé una pareja de Ocata, amigos nuestros y de nuestra edad. De repente me asalta una preocupación. Cuando despierte me olvidaré de esto y no lo podré recoger en este diario. Como descubro en el transcurso del sueño, he ido a Jalisco a dar una conferencia sobre las personas que se definen como no binarias. Sostengo en ella que estas personas dividen al género humano en dos grupos: el suyo y el de los binarios. Me he despertado y me he apresurado a garabatear dos líneas para rememorar lo soñado.

El Subjetivo publica mi artículo Jueves Santo en Orianenburg. La exministra Ana Palacio escribe en twitter: "Si leen un artículo hoy, no se equivoquen, elijan éste", lo cual, por supuesto, le agradezco sinceramente.

Me llegan las Memorias de Ruano cuando aún no he alcanzado el ecuador de su Diario íntimo. Ayer confesé aquí un cierto cansancio con su lectura. Sin embargo hoy me he reconciliando con ella. ¿Cómo no reconciliarse con un escritor que describe así a Jean Cocteau, a quien entrevistó en Madrid en noviembre de 1953?: "Menudo, inverosimilmente delgado, espiritado y espiritual, es una delicia de inteligenca sutil, de fortuna de palabra, en un clima siempre intermedio entre la poesía y el humor. No es Jean, sin embargo, ningún desorbitado. Tiene una cabeza muy bien organizada, muy clara, algo así como un cartesianismo inclinado a posiciones mágicas y a la sensibilidad afilada. Su conversación es firme y a la vez sonámbula. Cocteau es también hombre de extraordinaria simpatía humana y como de una afectación sencilla [...]. Tiene algo de hermano mayor de sí mismo, aspecto de guillotinado, un viejo 'chic', un dandismo muy Europa 1920. Su nariz parece estar siempre de perfil. Sus ojos son vivísimos. Sus labios, demasiado finos y crueles. " ¿Ustedes me entienden?

Creo -me voy a poner binario- que existen dos tipos de buenos escritores: los que tienen voluntad de estilo y los que tienen estilo. La voluntad de estilo es algo así como el estilo condenado a trabajos forzados.

Me envía mi muy querido Borja Lucena el texto de un libro que publicará próximamente sobre Hannah Arendt. Me he comprometido a escribirle el prólogo, cosa que haré encantado. Borja es para mí Soria, es decir, el paseo por la ribera del Duero desde San Saturio a Numancia y Garray y, sobre todo, el alma del Círculo Filosófico Soriano, un espacio tan singular que sólo podían cruzar sus umbrales los interesados únicamente por lo eterno.

El guionista caprichoso

 I A eso de las cuatro de la tarde ha sonado el teléfono. Era una de esas llamadas que esperas que nunca lleguen y que cuando llegan, siempr...