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sábado, 30 de junio de 2007

De Arthepius a Cardano

I. Arthepius

Os voy a contar cuatro cosas de aquel eximio exponente de la filosofía hermética que fue el alquimista Arthepius. Las malas lenguas dicen que nació en la primera parte del siglo XII. No las califico de esta manera gratuitamente, puesto que según el testimonio unánime de todos sus muchos discípulos, nació pocos años antes de Cristo. Me parece intuir mientras escribo esto la reacción incrédula de alguno de vosotros. Pero me explico. En realidad –decían sus seguidores- Arthepius no era Arthepius, sino Apolonio de Tiana, cuya vida (es decir, la primera parte de su vida, fue escrita por Filóstrato y está a disposición de quien la quiera leer). Apolonio no murió, sino que desapareció. Me imagino que se dedicaría cautelosamente a sus estudios hasta que en el siglo XII decidió darse a conocer con el nombre de Artephius. Lo cierto es que sus seguidores, que con frecuencia lo interrogaban sobre los detalles de su vida, siempre dieron fe de su excelente memoria. Nuca lo pillaron en un renuncio.

En resumidas cuentas: Arthepius nació a la vez que Cristo y murió hacia mediados del siglo XII.

Escribió varios tratados de alquimia de los cuales los dos más famosos trataban de la piedra filosofal y del arte de prolongar la vida humana.

En la primera obra “El arte oculto & de la piedra filosofal” habla de cosas muy raras, de este cariz tan umbrío:

“…el agua Antimonial Saturnina debe ser Mercurial y blanca, a fin de que ella blanquee el oro sin quemarlo, pero solamente disolviéndolo y después congelándose (coagulándose) como crema de leche”.

La segunda es “De vita propaganda”, es decir, “Del Arte de la propagación de la vida”. En el prólogo de esta obra confiesa que la escribió a sus 1025 años de edad. Es decir, que no era precisamente un novicio en estas lides. Cuando decía que se podía prolongar la vida por medio de procedimientos alquímicos secretos, sabía de qué estaba hablando.

Fue autor también sobre otros muchos libros, por ejemplo de uno dedicado al significado de los cantos de los pájaros.

Como siempre ocurre con los grandes hombres, también respecto a Arthepius hay voces discordantes. Recogeré solamente dos:

La de Restoro d’Arezzo, que en su “Composizione del Mondo” (1282) niega que se tratara de Apolonio. En realidad, dice este autor, era la reencarnación del mismísimo Orfeo.

La de mi admirado y excéntrico Cardano, que sostenía que los libros de Arthepius estaban escritos por un burlón sin escrúpulos que quería divertirse a costa de la ingenuidad de sus lectores.


II. Girolamo Cardano

De Cardano ya había hablado en un blog antiguo que tenía por nombre "El caminante y su sombra" y que se ha perdido entre los meandros de la red. Por ello he decidido recuperar aquella entrada, que tenía la forma de una carta dirigida por Cardano a mi hermana adoptiva Lucila. Decía así:

Querida y no completamente desconocida, Lucila.

Soy Girolamo Cardano Tu hermano me ha hablado tanto de ti que ya es como si te conociera de toda la vida. La última vez que fui a verlo, en uno de sus desvelos (diferentes motivos nos mantienen a ambos en el estado ambiguo de los muertos vivientes una y otra noche), me comentó que habías acudido a una representación de “Hamlet” y, yendo de una cosa a otra, me aseguró que te hará mucha ilusión recibir una carta de un renacentista muerto. Así que tanto por hacerle caso a él como por proporcionarte un ingenuo pasatiempo a ti, vuelvo por un momento a mi condición humana, me recubro de materia y me dispongo a escribirte algunas noticias de mi vida.

Si estuvieras frente a mi te extendería la mano y podrías ver en ella las afiladas líneas que la surcan. Su tamaño y profundidad indican claramente mi temperamento saturnal… Y en esto, creo –o al menos eso me sugiere tu hermano- nos parecemos.

En primer lugar tengo que decirte que el libro que Hamlet está leyendo en la escena séptima del acto II de la obra que contemplaste el otro día, es mi "De consolatione", editado en Inglaterra con el título de "Cardanus comforte". Parece que Shakespeare estaba profundamente inmerso en la lectura de mi libro mientras escribía su obra inmortal.

POLONIO.- ¿Qué estáis leyendo?

HAMLET.- Palabras, palabras, todo palabras.

Quiero comenzar con una confesión de humildad. Hoy yo ya no soy nadie. Únicamente se acuerda de mí algún excéntrico noctífilo, tal que tu laberíntico hermano. ¡Con lo que yo llegué a ser en vida! Para el gremio engreído de los filósofos apenas soy algo más que un repertorio de anécdotas. “¿Girolamo Cardano –comentan entre ellos- no fue el que se pasó la vida mortificándose, mordiéndose los labios, retorciéndose los dedos, atravesándose la piel hasta que le empezaban a asomar las lágrimas?”

¿Cómo puedo explicarles de manera verosímil que si hacía todo eso –que lo hacía- era para poder disfrutar del regocijo que invade nuestro espíritu cuando dejamos de sufrir? Y yo he necesitado en esta vida de todo cuanto pudiera proporcionar un poco de alivio a mi atormentada existencia.

Algunos no venimos al mundo, sino que somos arrojados a él como la basura a un estercolero. Ese fue mi caso. Fui concebido de manera ilegítima. Mi padre, Facio Cardano, además de un famoso jurisconsulto de la universidad de Pavía, era un reconocido matemático, y puedo añadirte en confianza que no era ignorante en las cosas de la magia. Mi nacimiento no podía ser para él más que motivo de vergüenza. Mi madre ensayó toda clase de abortivos para ahorrarle a mi padre el escarnio de mi presencia. Cuando finalmente logró expulsarme de sus entrañas, aparecí en este mundo con un hilillo de vida. Era el 24 de septiembre de 1501. En Pavía. Nunca he conseguido entender por qué aquella mujer que había intentando incansablemente a lo largo de su embarazo deshacerse de mi, una vez que se libró de mi carga sintió piedad por aquel despojo humano. Sea por lo que fuere en lugar de mandarme inmediatamente de vuelta al otro mundo, se dispuso a atarme a este y para reanimarme me dio un baño de vino caliente. ¡Ya me dirás tú qué se puede esperar de una vida que comienza con este prólogo!

No ha pasado ni un día sin sufrir las más violentas palpitaciones y mi cuerpo ha sido completamente incapaz de retener mis líquidos. Continuamente estoy o regurgitando u orinando. Expelo cuatro litros diarios de orines. Adereza todo esto con ataques de vértigo (sí, como tu hermano y mi amigo) y un insomnio que me mantienes despierto semanas enteras... No es nada raro que me haya sobrado tiempo para escribir doscientos libros.

Dormía, como te digo, poco, muy poco. Casi nada. Pero fue un sueño quien me abrió las puertas del amor. Estaba yo en aquel tiempo ejerciendo de médico en Piove di Sacco, no muy lejos de mi ciudad natal. Y caí media hora en brazos de Morfeo. Inmediatamente comencé a soñar con un jardín y con una joven vestida de blanco. Nada más verla supe que se trataba de mi futura mujer. Pocos días después la reconocí en la calle. Estaba tan entusiasmado con lo que me estaba ocurriendo que apenas di importancia a la segunda parte de mi sueño, que no terminaba bien, porque me desperté sobresaltado por mi incapacidad para encontrar la salida del jardín. Comencé a entender el significado de este enclaustramiento cuando mi mujer murió dejándome con dos niños y una niña.

Desde entonces he hecho siempre caso a mis sueños. A ellos y a un zumbido demoníaco que sin previo aviso se me asoma al oído (sí, también en esto nos parecemos tu hermano y yo). Estoy convencido de que es el susurro de mi daimon. Porque yo, como Sócrates y Plotino, también soy portador de un daimon.

Me gané la vida con las más diversas profesiones. Era lo que tenía que hacer un humanista en el Renacimiento. Había que saber de todo para poder comer un poco cada día. Como se me daba muy bien confeccionar cartas astrales, decidí interrogar a los astros por mi destino. No fue una buena idea, porque me revelaron la hora de mi muerte. Dejé escrito que moriría¡) “all’età di anni settantadue, mesi due e giorni dodici”. A mi la muerte no me visitaría como un ladrón, sino que me había enviado una carta de presentación.

Tu hermano me ha insistido que te hable de mis hijos. Seré breve. A ese gran cornudo que fue Giambattista, mi primogénito, le pasó lo que tenía que pasarle tras envenenar con arsénico un pastel que le ofreció a su mujer. Estaba abrumado por el peso de su cornamenta y la chiquillería ajena que crecía en su casa no contribuía en nada a la tranquilidad de su alma. Fue juzgado, condenado y decapitado. Mi otro hijo fue un criminal que en cuanto salía de la cárcel hacía todo lo que estaba en sus manos por volver. ¡Un vulgar delincuente al que acabé por desheredar! Mi hija, puta, murió de sífilis siendo casi una niña”.

Mi principal profesión fue la de médico, pero no desatendí ninguna afición, y eso que mi curiosidad abarcó desde los dentífricos a la tipografía; de la magia al álgebra; de la moral a los dados. Fui encarcelado por la Inquisición tras hacer el horóscopo de Cristo. Reconozco que no me fue de mucha ayuda ante el Santo Oficio el haber escrito una apología de Nerón.

Decían de mí que tenía un carácter imposible, que era arrogante, sin escrúpulos, hipocondríaco, masoquista, misántropo, polémico, gafe… Pero la verdad es que nunca me faltaron grandes amigos, incluso entre los papas. Y nadie discutió mi genio matemático. ¿Qué soy raro? ¡Soy renacentista! ¿Cómo ser trivial en esta época? Pienso en voz alta, con una voz que no tiene mucha gracia, áspera y fuerte, ya lo sé. Prefiero la soledad a la compañía, porque si son muchos los que se dan de entendidos, bien pocos son los verdaderamente doctos. No digo esto porque el saber sea la virtud que más aprecie en los amigos, sino porque detesto a los que vienen a robarme el tiempo con tonterías. ¡Cuántas incomodidades nos ocasionan los amigos empeñados en darnos conversación! La amistad, para ser virtud, ha de ser juiciosa. Si tengo tiempo libre, prefiero dedicárselo a los dados que a la conversación con pedantes. Los dados son más fieles. Algunos dicen que en el juego he dilapidado mi reputación, mi tiempo y mi dinero. Pero ¿quién no necesita algún tipo de paliativo en el que dilapidar esta vida? Te aseguro que hay en mi pasión por los dados menos amor por el juego que miedo a la vida en común.

Sí, aprecio el silencio como un excelso tesoro y por ello soy incapaz de comprender por qué hay tanto mentecato dispuesto a despreciarlo con comentarios que no son absolutamente esenciales para los asuntos que tenemos entre manos. La sabiduría del saber callar no es menor que la del saber hablar. El silencio nos permite deliberar y escuchar y, sobre todo, nos hace independientes de la memoria ajena.

Un abrazo: Girolamo.

Tras leer esta carta firmada por Cardano, me vi obligado a realizar alguna puntualización y le escribí la siguiente nota a Lucila:

“Querida Luci. Me veo en la obligación, en aras a la exactitud, de completar algo que mi amigo Girolamo, dejándose llevar por la coquetería, ha preferido saltarse. Tiene que ver con su carta astral y la predicción de su muerte. Te ha ocultado que se equivocó en casi tres años. No murió hasta que la peste lo sacó de este mundo a codazos un 20 de septiembre de 1576."

Orgullo, prestigio y juegos de manos

Vía: tsutpen

Define la RAE la palabra “orgullo” de esta manera:

1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”.

Es tan ambigua esta palabra, que uno no acaba de saber si nombra una virtud o un vicio. Para aclararnos debemos atender a lo noble o lo bajo de la causa que provoca este sentimiento de vanidad o arrogancia.

Su origen, en castellano (y quizás eso explique las banderas arcoiris en los edificios de la Generalitat) se encuentra en el catalán “orgull”.

Podríamos decir que el orgullo es legítimo cuando está al servicio de una causa de prestigio. Pero aquí nos volvemos a enredar, porque nada está más próximo a la fantasmagoría que el prestigio.

La palabra “prestigio” se originó en el bajo latín “præstigium”, que significaba -¡fíjense ustedes!- “fantasmagoría” o “juegos de habilidad manual”. De aquí derivó “præstigiator”, que era el que hacía juegos de manos. Y, efectivamente, en español, “prestigio” significó inicialmente “juegos de mano”. Y de aquí pasó a significar la fascinación o ilusión con que se impresiona a alguien.

La RAE recoge esta historia en su amplia -y también ambigua- definición de la palabra. PRESTIGIO:

1. m. Realce, estimación, renombre, buen crédito.

2. m. Ascendiente, influencia, autoridad.

3. m. p. us. Fascinación que se atribuye a la magia o es causada por medio de un sortilegio.

4. m. p. us. Engaño, ilusión o apariencia con que los prestigiadores emboban y embaucan al pueblo.

viernes, 29 de junio de 2007

Orgullo y confusión

Leído hoy en “El Periódico de Cataluña”:
EN NUEVE DEPARTAMENTOS
La Generalitat hace ondear por primera vez la bandera arcoíris en el Día del Orgullo Gay
Vamos a ver si me explico. Gay se nace o se hace. Si se nace, hay tantos motivos para proclamar orgullosamente tu condición gay como tu condición de daltónico. Si se hace no parece que haya más motivos para proclamar orgullosamente tu condición de homosexual que la de heterosexual, célibe, etc. Si en una población estadísticamente normal hay, de manera normal, un tanto por ciento -el que sea- de homosexuales, lo lógico sería, digo yo, vivir con normalidad el estatus natural de tu normalidad. Estamos en el año 2007.

Por otra parte, sea la que sea la legitimidad de los homosexuales para serlo públicamente, que no pongo en cuestión, me parece a mí que la familia, la familia tradicional con sus virtudes y defectos, es más necesaria socialmente que las parejas de hecho o derecho homosexuales y, por lo tanto, más digna de proclamar públicamente su orgullo. Pero claro, queda como reaccionario, ¿verdad?, hablar bien de la familia. Proclamar abiertamente y sin complejos su relevancia es casi cosa de fascistas o, al menos de católicos, que es casi peor. No me imagino a la Generalitat colgando banderas en las fachadas de los centros públicos proclamando el orgullo de pertenecer a una familia.

Fijaros si seré reaccionario que si yo, por cualquier razón me viera obligado a dar a mis hijos en adopción, me gustaría que tuvieran la experiencia de un padre y de una madre. Con sus neuras y todo, sus fricciones familiares y demás zarandajas propias de la vida en común.

Estoy comenzando a dejar de entender mi presente. Se me antoja demasiado confuso. En cualquier caso y para ser sincero, esto del orgullo gay me parece que hoy, en el año 2007, es un puro ejercicio de exhibicionismo narcisista al que no entiendo por qué tiene que contribuir la Generalitat.

Curs d'estiu a la Fundació Relleu

Postales filosóficas: La mirada clarividente

Vía: Siroga

En un diálogo de Platón muy poco frecuentado, a pesar de ser una auténtica joya literaria y filosófica, el conocido como Alcibíades I, tiene lugar la siguiente escena:

Sócrates, tras confesarle a Alcibíades que nunca ha dejado de fijarse en él, defiende que la verdadera sabiduría consiste en el conocimiento de uno mismo. “Si no nos conocemos no podemos saber la forma adecuada en la que debemos tratarnos a nosotros mismos”. La mejor manera de favorecer este autoconocimiento es el diálogo puesto que a través de él “el alma de uno habla al alma del otro”.

Alcibíades tras escuchar a Sócrates lo interroga sobre la manera adecuada de conocer la propia alma para poder cuidarse de ella.

En su respuesta, Sócrates comienza afirmando que es posible establecer una comparación entre el alma y la mirada. Una mirada para verse a sí misma necesita fijarse en una superficie reflectante, en un espejo o, mejor aún, en la pupila de aquel con el que estamos dialogando. Los ojos del otro son un espejo para los míos y en ellos pueden verse a sí mismos. De la misma manera, si un alma quiere conocerse a sí misma, debe mirar a otra alma y, más en concreto, debe buscar su reflejo en la sabiduría del otro.

Recordemos que en el Mito de la Caverna los encadenados desde su nacimiento no pueden verse ni a sí mismos ni a los otros. Lo único que son capaces de contemplar son sombras.

El neoplatónico Siriano, maestro de Proclo, comentando este pasaje realza la importancia de «la mirada amorosa» (erotikón ómma). Sócrates sostiene en el Fedro que, en tanto que poseído por el amor, el amante aprende del amado y a través de este aprendizaje se comprende a sí mismo. El alma del enamorado es la principal fuente de intelección de nosotros mismos.

Un párrafo de la Aspasia de Esquines transmitido por Elio Arístides incide sobre esta cuestión. En él Sócrates confiesa lo siguiente: “Nunca he sido útil a nadie aplicando fórmulas. En el caso de Alcibíades la posibilidad de serle útil me fue concedida como una gracia divina. Entre los enfermos, algunos recuperan la salud gracias a un saber humano, otros por una gracia divina. Los que la recuperan gracias a un saber humano son curados por los médicos; los que, por el contrario, la recuperan por una gracia divina, una fuerza interior los conduce hasta la salud. En cuanto a mi, mi amor por Alcibíades me ha permitido experimentar algo similar a lo que experimentan las bacantes. Éstas, cuando están poseídas por el dios, extraen leche y miel allá donde las demás no conseguirían ni sacar agua. A pesar de no poseer ningún saber con cuya transmisión pudiera ser útil a alguien, pensaba que frecuentando a Alcibíades podría hacerlo mejor gracias a mi amor por él".

Vía: Riot

Conclusión: La del amor es la mirada más clarividente. Y sólo a través de ella podemos conocer quiénes somos. Ficino recogió íntegra esta teoría, y de él Shelley y su compañera, Mary. Observemos que lo que a la criatura de Frankenstein la convierte en monstruo es que no haya a nadie que quiera verse a sí mismo en su mirada. Entre nosotros el teórico del amor clarividente es Ortega, en sus Estudios sobre el amor.

jueves, 28 de junio de 2007

Para ser adorado como Dios manda ...

Vía: 2photo.ru
... adopta un perro

Este post va dedicado al Pancho, ese perro que idolatra a mi hijo desde que lo liberó de la perrera.

¡Ay!

Garry Simpson. Vía k17k
"Que no me quiero enterar,
no me lo cuentes, vecina,
prefiero vivir soñando
que conocer la verdad"

Doña Concha Piquer

Postales filosóficas: La mirada II

Inges Idee. Vía: andreaxmas


I

En hebreo la pupila se llama “eshon ayin”, que literalmente significa “hombrecillo del ojo”.

II

La palabra latina "pupilla", origen de nuestra "pupila", es el diminutivo de “pupa”, que significaba tanto ‘muñeca’ como ‘niña’.

III

En griego “kore” significaba al mismo tiempo "muñeca", "niña" y "pupila".

IV

Platón, Fedro, 255d: "El amante se ve a sí mismo en el enamorado como si se reflejase en un espejo. Esto es debido a que busca un alma dominada por el mismo impulso divino que guía la suya".

V

Platón, Leyes, 738e: "No hay mayor bien para las ciudades que el que los ciudadanos resulten conocidos entre sí, sin que haya tinieblas entre ellos. Por eso todos deben procurar no presentarse falsos ante los demás, sino sencillos y verídicos".

VI

Sófocles, Electra: "Todos gustan de poner sus ojos en las almas nobles"

VII

Abuchafar Abentofail, El filósofo autodidacto: "... y se abrieron los ojos de su corazón, se iluminó su inteligencia..."

VIII

Ibn Arabi: "Como dice Al-Hallaj: Yo soy Aquel a quien amo y el que amo es yo. Si me ves, le ves."

IX

Ficino, De Amore, 7.10: “… sólo hiere el encuentro de los ojos al que se detiene

X

Yehuda ha-Levi:

Un día que lo acariciaba sobre mis rodillas

Vio su imagen reflejada en mis pupilas;

Me besó en ambos ojos con engaño:

¡besaba su figura, y no mis ojos!

miércoles, 27 de junio de 2007

Rosenzweig y Heidegger

¡Qué aventura magnífica es una buena lectura!

He abierto el libro esta mañana, con un café con leche humeando sobre la mesa, en la Plaza de Ocata, e inmediatamente he ido notando cómo la lectura se iba apoderando de mí, hasta convertirme en un títere de su fuerza de gravedad. ¡Bendita perversión! (aunque tan cara...).

El libro, que quizás nunca se publique en español, es Rosenzweig and Heidegger. Between Judaism and German Philosophy”, de Peter Eli Gordon (University of California Press, 2003). Entre sus virtudes no es la menor la de proponer una lectura inédita de Heidegger: la que nos ofrece la mirada de Franz Rosenzweig, probablemente el pensador judío más importante del siglo XX. Digo esto pensando que también los filósofos han de pasar los filtros de la historia para valorarlos en su justa medida. Algunos contemporáneos de Rosenzweig, como Buber, que parecían tan grandes, se van empequeñeciendo poco a poco, mientras que otros no paran de crecer. En la recuperación de Rosenzweig ha tenido mucho que ver su reivindicación por parte de Levinas, que se consideraba heredero directo de él. Pero hay otro factor de mayor calado: Su “Estrella de la Redención” (1921) da cada vez más luz y parece capaz de iluminar alguna salida cabal a nuestra perplejidad presente.

Rosenzweig nació en 1886 y murió, tras sufrir una larga enfermedad que lo fue paralizando poco a poco, en 1929. Por lo tanto no conoció la deriva de Heidegger hacia el nazismo. Por ello mismo es de suma importancia su toma de partido por Heidegger y contra Cassirer en el famoso debate de Davos (probablemente fue Leo Strauss el que lo mantuvo informado de los detalles del mismo). En el combate de Heidegger contra la metafísica tradicional, Rosenzweig encontró su propio combate. Pero lo más curioso es que creía compartir también con él una deuda con las posiciones del último Hermann Cohen. Para los que se sorprendan, conociendo la oposición de Heidegger al neokantismo, hay que decir que los últimos textos de Cohen superan sus posiciones anteriores para llevar a cabo una reflexión sobre la singularidad y finitud del hombre que no dejó indiferente a nadie.

La afinidad que reconoce Rosenzweig con Heidegger pone en cuestión las teorías que consideran que la filosofía del autor de Ser y tiempo (especialmente su sentido de la temporalidad) conducían inevitablemente hacia el nazismo.

No sigo. Tengo que hacer la comida. Voy por la página 27 y el libro tiene 314. Me espera una orgía.

Mito y fe



Allá por mi adolescencia, andaba yo pensando que estaba perdiendo la fe y, de repente, descubrí a Led Zeppelin. Y entonces me di cuenta que no se puede vivir ni sin fe ni sin esperanza (de la caridad es más fácil prescindir, perdonad el cinismo). Es decir: que no se puede vivir sin dioses y sin conciencia del pecado. Y, por supuesto, tampoco va mal un poco de racionalidad. Ya se sabe: somos hijos de Jerusalén y Atenas.

martes, 26 de junio de 2007

Postales filosóficas: La mirada

Serena. Vía: Hugo Strikes Back!
Platón, Timeo, 47 a-c:

"La vista [o la mirada, o el ojo: ópsis] nos ha sido obsequiada por el dios teniendo en cuenta la gran utilidad derivada de su función. Sin ella no hubiéramos podido comprender el cielo. De la contemplación del desarrollo de la dinámica celeste hemos obtenido el número, así como la noción del tiempo y el deseo de comprender la totalidad de la naturaleza. Así se ha generado la filosofía. Este es el mayor bien que nos proporcionan los ojos. Dios al concedernos el don de la mirada nos ha permitido comprender lo que tiene en común nuestro entendimiento con las revoluciones del cielo. Así podemos ordenar nuestra inteligencia orientándola hacia lo alto"

Anónimo, Perì hýpsous, 35, 2-3:

“La naturaleza no nos ha creado a los hombres como un ser bajo y vil; nos ha traído a la vida y al mundo como a un enorme espectáculo, para erigirnos en espectadores de todo lo que en ella ocurre y para participar en sus torneos llenos del más alto espíritu de emulación: para ello hizo brotar en nuestras almas un anhelo sin par por todo lo grande, por todo lo divino. Por ello ni el universo entero basta para satisfacer las ansias de contemplación del espíritu humano”

Cicerón, De natura deorum II, 140:

"Los ojos nos han sido colados en la cabeza no por casualidad, sino porque corresponde a su naturaleza estar más pendientes del cielo que de nuestro trasero."

Séneca, De otio:

La naturaleza, consciente de su propia belleza, nos engendró para que pudiéramos ser sus espectadores. Además de ponernos rectos sobre nuestros pies, nos añadió una cabeza sobre un cuello flexible, capaz de seguir el curso de los astros, desde su salida hasta su ocaso.

Ovidio, Metamorfosis I, 69-78 (traducción de J. Manuel García de la Mora: ¿por dónde andarás, maestro?):

Apenas había separado todas las cosas con límites definidos
Cuando las estrellas, ocultas tanto tiempo bajo aquella masa que las oprimiera
Comenzaron a titilar en todo el cielo.
Y para que no hubiese ninguna región privada de seres animados,
Los astros y las formas de los dioses ocuparon el suelo celeste,
Las ondas cedieron paso a los nítidos peces para que las habitasen,
La tierra acogió a las fieras, a las aves el aire agitable.
Faltaba todavía un animal más noble, más capaz de pensamientos hondos
Y para que pudiese dominar a los demás seres.
Nació el hombre, ya fuera que aquel hacedor de las cosas (opifex rerum),
Origen de un mundo mejor, le hiciese de alguna semilla divina (diuino semine),
O ya que la tierra, separada hacía poco del éter sublime,
Retuviera aún simientes (semina) de su allegado el cielo
Y que el hijo de Jápeto, después de mezclarlo con agua de lluvia,
La modelase a imagen de los dioses (in effigiem deorum) que lo gobiernan todo;
Y, siendo así que los demás animales miran inclinados hacia la tierra,
Al hombre le dio un rostro levantado y le mandó
Contemplar el cielo y alzar hacia los astros erguido el semblante.
De esta suerte, la tierra, que antes había sido tosca e informe

Se revistió, metamorfoseada, de las figuras de los
Hombres, hasta entonces desconocidos.

Schelling recogiendo esta antigua tradición sostenía que en el hombre la naturaleza se contempla a sí misma. Al observarse a través de nuestros ojos se hace presente. Retomando este hilo de las manos de Heidegger, Kojève añadirá que "sin el hombre el ser sería mudo: estaría ahí, pero no sería lo verdadero".

El beso

Dan Colen: Tinyvices

lunes, 25 de junio de 2007

El cine sólo se descubre una vez

Vengo del cine de reñir con Takeshi Kitano. No me ha gustado nada su última película en la que supuestamente se parodia a sí mismo. A mi me gustaba Kitano. Sentía debilidad por su romanticismo de afilador de cuchillos de carnicero y su lirismo de cirujano destralero. Me había enganchado a sus historias, a su cara, a sus tics, a sus gestos, a sus silencios, a su laconismo e incluso a su manera de tratar a las mujeres. A su lado Harry el Sucio parecía un boy scout. Así que he ido hoy con toda la ilusión a ver su «Takeshi´s» y me ha pasado lo peor que me podía pasar: me he aburrido. Si de verdad pretendía reírse de sí mismo, lo ha hecho con muy poca gracia. Y si lo que quería era decirnos que ya está cansado de ser lo que representa, el silencio hubiera sido una buena alternativa.

De vuelta a casa pensaba que hace mucho, mucho que el cine no me deja boquiabierto. Es cierto que veo películas interesantes de vez en cuando y algunas de ellas me parecen muy buenas. Pero la magia del cine, esa mezcla de la inmediatez de la aventura y de la inminencia del descubrimiento que se apropiaba de mi de arriba abajo y me sumergía en la acción hasta dejarme sin aire, hace mucho tiempo que dejé de sentirla.

Me imagino que eso es hacerse viejo. Cuando uno comienza a intelectualizar el cine es que hay demasiada distancia entre su butaca y la pantalla. Y eso es, sobre todo, triste. Me he puesto a mirar atrás de cuando el cine era lujuria y pecado y he recordado la danza de la Saraghina del "" de Fellini, con la música de Nino Rota. La sigo viendo con la boca abierta. ¡Dios mío, qué escena!


Viva la evolución

Vía: EcoFosil

Vía: rsf

¿Nuestros soldados?

Leído hoy en el New York Times: “From the north to the south, the whole country is now engaged, and the worst is to come,” said Hilal Khashan, a political analyst in Beirut.

Quiero hablar de nuestros soldados muertos en el Líbano. Y me gustaría poder afirmar rotundamente que son “nuestros”. Pero no sé muy bien cómo hacerlo y, sobre todo, no sé muy bien cómo creérmelo.

Siento que hablar de “nuestros” soldados es defender una causa que no está de moda, poco glamourosa, muy poco de diseño, y que por ejemplo, no luce nada cuando desfila en ciudades como Barcelona.

Aquel gran reaccionario que fue Donoso Cortés acertó plenamente al definir la burguesía como una clase discutidora. Hoy esta clase se ha apoderado completamente de la política. Y no es que esté mal discutir, pero es de ciegos mentecatos pensar que prolongando la discusión se puede postergar indefinidamente la toma de decisiones dolorosas y las más dolorosas son las que tienen que ver con la claridad moral respecto a nuestros amigos y enemigos. Las que tienen que ver, en definitiva, con la cesión de la palabra a la acción de los militares. Que son los que defienden con su vida nuestro derecho a ser políticamente burgueses.

Han muerto seis soldados españoles. Tres de ellos de origen colombiano. Punto.

Han muerto porque los han asesinado en un ataque premeditado. Han muerto porque están al servicio de una organización, la ONU, que les impide defenderse, aunque están rodeados de milicianos armadas hasta los dientes que no quieren de ninguna manera la paz posible. Han muerto porque los que los han matado (en la hipótesis de que los autores hayan sido los de Hizbulá, que, en cualquier caso son los que controlan todo lo que ocurre en el sur del Líbano) están protegidos por un gobierno amigo de nuestro gobierno. Pero supongamos que haya sido Al Qaeda. Es necesario recordar entonces los intentos de esta organización por desestabilizar el Líbano y las feroces críticas que ha recibido por parte de cierta prensa la acción del ejército libanés por pretender acabar con ellos. Reconozcámoslo: en un caso o en otro, la causa que defienden los asesinos no carece de eco en nuestro país.

Los soldados fallecidos son Jonathan Galea García, natural de Madrid y de 18 años de edad; Juan Vidoria Díaz, de 20 años y nacido en Ávila; Manuel David Portas Ruiz, de 19 años y natural de Sevilla, y los colombianos Jefferson Vargas Moya, de 21 años; Jackson Castaño Abadía, de 20 años; y Juan Erickson Posada, de 20 años.

¿Los sentimos, de verdad, como nuestros soldados?

domingo, 24 de junio de 2007

Los Beatles en la India

Vía: Zelfov

Esta es un rarísimo documento, grabado en su tiempo por un grupo de italianos que, amigos, os aseguro que no tiene pérdida.

Renton

Como Renton, el escritor más iconoclasta y dirty-post-moderno de la red me echa la bronca porque no lo linkeo, que sirva este post como muestra de mi dolor de los pecados y propósito de enmienda.

Verbena de San Juan

Verbena de Sant Joan en la terraza (¡como debe ser!) de Oriol y Brigitte. Con una cocinera como Brigitte y una generosidad como la de Oriol, el éxito estaba garantizado. Pero no quiero andar contando chascarrillos de la verbena, sino hacer algo así como el temario de las discusiones y conversaciones de la noche, y que cada cuál nos juzgue como mejor le parezca.
Ahí van:

  1. Qué terraza magnífica. ¡Qué vistas!
  2. Pascua Granada es la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo.
  3. El cráneo de su abuelo que alguien tiene en casa (y que por lo visto es cosa de enorme ilegalidad). De la cripta de los capuchinos de Palermo y la cadaverina.
  4. De qué bueno está todo.
  5. De la extraña muerte de Le Courbusier. Y de las maravillosas obras de ciertos arquitectos de los que yo oía hablar por primera vez.
  6. Si tiene o no tiene morbo un viaje a Mongolia.
  7. De accidentes laborales de los cámaras de cine porno.
  8. De viajes futuros y pasados.
  9. De Tony Ronald, de los Brincos, de los Sirex, de Eva María que se fue, de los Bravos, de los Canarios y su “extracto de pollo en lata”.
  10. De cómo Raphael atentó contra nuestra salud mental y nuestra identidad con su “Yo soy aquel”.
  11. De cuando en los 70 los Mustang hacían música progresiva-psicodélica-conceptual con su “Mustang. Reino Prohibido Del Himalaya” (partes I y II), donde pasaron de copiar “El submarino amarillo” a recitar las teorías cosmogónicas de Hörbiger.
  12. De El café de Ocata.
  13. De “no bebas más, que tienes que conducir”.
  14. De A.C. que dormía junto a una momia peruana. La puso en su dormitorio porque era el lugar más adecuado de su casa, y estaba, justo, a la altura de la cama.
  15. De que bueno está todo. Y la de la cantidad de coca que va a sobrar. Y de que no hay manera de servirse cerveza de barril sin que el 90% sea espuma.
  16. De hijos, de madres, de abuelos y abuelas.
  17. De lo imprescindible que es comenzar a tirar nuestra memoria material, sin complacencias: Libros que nunca volveremos a leer, por ejemplo. ¿A qué se debe el fetichismo del libro?
  18. De quedarse encerrado en el interior de un museo (dos casos conocidos).
  19. De Kasandra.
  20. De cuando el periodista José María Íñigo, responsable del debut televisivo de El Fary en 1980, hizo una crítica de Led Zeppelin con estas palabras: “Abandonan la estética para hundirse en lo real”
  21. De un inmediato viaje a Alicante y de otro mediato a Valencia.
  22. De las altísimas posibilidades existentes de que Pedro Azara sea de la CIA , o al menos, un aliado de las fuerzas caóticas del universo.
  23. Del miedo que pasamos mientras Brigitte nos lanzaba infernales máquinas incendiarias de recorrido errático sobre nuestras cabezas. De lo previsor que es Oriol tirando cohetes. De las risas gratuitas y magníficas.
  24. De lo bueno que está esto… ¿pero qué será?
  25. De las Spice Girls, de Mujeres desesperadas, de otros programas televisivos innombrables.
  26. De una futura sardinada en la playa de Ocata.
  27. Y de tantas y tantas cosas de las que ahora no me acuerdo, pero que con ayuda de los presentes estoy dispuestos a completar.

Un abrazo a todos.

sábado, 23 de junio de 2007

Postales filosóficas: Diógenes el Cínico

Diógenes divisó un día a una mujer prosternada ante los dioses de una manera inconveniente. Queriendo arrancarla a la superstición, se acercó a ella y le dijo: "¿No temes, hija mía, que un dios venga a colocarse por azar detrás de ti –pues todo está lleno con su presencia-, en cuyo caso tu postura será inadecuada?"

Durante un banquete, algunos comensales le echaron huesos como si fuera un perro: él resolvió la situación yendo a orinar sobre ellos como un perro.

En verano se revolcaba en la arena ardiente y en invierno se abrazaba a las estatuas cubiertas de nieve, ejercitándose ante todo tipo de adversidades.


John William Waterhouse, Diógenes

Habiéndole uno invitado a entrar en su lujosa mansión, le advirtió que no escupiese en ella, tras lo cual Diógenes arrancó una buena flema y la escupió a la cara del dueño, para decirle después que no le había sido posible hallar lugar más inmundo en toda la casa.

Observando cierta vez a un niño que bebía con las manos, arrojó al suelo el cuenco que llevaba en la alforja, diciendo: “Un niño me superó en sencillez”. Asimismo se deshizo de su escudilla cuando vio que otro niño, al que se le había roto el plato, recogía sus lentejas en la cavidad de un pedazo de pan.

Platón había definido al hombre como animal bípedo implume, y su definición obtuvo gran fama. Diógenes desplumó un gallo y lo introdujo en la escuela, diciendo: “Este es el hombre de Platón”. A consecuencia de ello, se añadió a la definición: “Con uñas anchas”.


Diógenes, en la Capilla Sixtina -¿leyendo, quizás, un diálogo de Platón?

Proclamaba que los dioses habían otorgado a los hombres una vida fácil, pero que estos lo habían olvidado en su búsqueda de exquisiteces. Por eso, a uno que estaba siendo calzado por su criado, le dijo: “No serás enteramente feliz hasta que tu criado te suene también las narices, lo que ocurrirá cuando hayas olvidado el uso de tus manos”.

Estaba en una ocasión pidiendo limosna a una estatua. Preguntándole por qué lo hacía, contestó: “Me ejercito en fracasar”.

A quien le dijo: “Muchos se ríen de ti”, le contestó: “Pero yo me tomo en serio”.

Preguntándole uno de dónde era, respondió: “Ciudadano del mundo”.

A uno que le reprocho: “Te dedicas a la filosofía y nada sabes”, le respondió: “Aspiro al saber, y eso es justamente la filosofía”.

"Diogenes", Jean-Léon Gérôme, 1860, Walters Art Museum, USA

Solía hacerlo todo en público, las obras de Deméter y las de Afrodita. Y lo justificaba argumentando que, si comer no es un absurdo, no es absurdo hacerlo en la plaza pública; y como resulta que comer es natural, también lo es hacerlo en la plaza pública. Se masturbaba en público y lamentaba que no fuera tan sencillo verse libre de la otra comezón del hambre frotándose las tripas.

Ridiculizaba la nobleza de cuna, la fama y distinciones similares. La verdadera ciudad es el universo. No reconocía el matrimonio, sino la unión libremente consentida entre hombre y mujer.

Se dice que estaba cercano a los noventa años en el momento de su muerte. Respecto a la misma, corren diversas versiones. Según una, le sobrevino un cólico a consecuencia de la ingestión de un pulpo crudo, hallando así la muerte. Según otra, acabó con su vida voluntariamente, mediante la contención de la respiración. Esta versión es la seguida por Cércidas de Megalópolis que escribió:

El en otro tiempo ciudadano de Sínope,
el hombre insigne que usó bastón, dobló su manto y vivió al aire libre, ya no existe.
Marchó, contra los dientes apretando los labios,
conteniendo así el aliento. Eras, Diógenes, verdadero vástago de
Zeus, celeste perro.

Aún otra versión asegura que, mientras echaba un pulpo a los perros, uno de éstos le mordió en el tendón del pie, y esta mordedura le causó la muerte. Sus amigos, sin embargo, creían que había muerto por retención del aliento.

Se originó, según cuentan, una disputa entre sus amigos, respecto a quienes habían de enterrarlo, y hasta llegaron a las manos. Al fin, se presentaron los ancianos y notables de la ciudad y fue enterrado por éstos junto a las Puertas que conducen al Istmo. Sobre su tumba colocaron una columna y, sobre ésta, un perro de mármol de Paros. Más tarde, sus conciudadanos honraron su recuerdo con estatuas de bronce, en las que inscribieron estos versos:

Hasta el bronce envejece con el tiempo.
Pero tu fama, Diógenes, pervivirá eternamente.
Pues tú sólo enseñaste a los mortales la doctrina de la autarquía
y les mostraste la manera más sencilla de vivir.

Algunos aseguran también que, al morir, expresó su deseo de quedar insepulto, para que todos los animales pudieran alimentarse de él; o bien le echaran a una fosa y esparcieran un poco de polvo sobre su cadáver. De acuerdo con otras versiones sus instrucciones fueron que se le arrojara al río lliso para poder así ser útil a sus hermanos (¿?).

Demetrio, en sus "Homónimos", afirma que murió en Corintio el mismo día en que Alejandro moría en Babilonia. Era ya un hombre anciano.

Postales filosóficas: La realidad


Decía Pla, que de esto sabía, que ante la realidad siempre se está en primera línea. Pero no las tengo todas conmigo... A veces me parece que la realidad no se sostiene por sí misma, que hay que acudir a mantenerla en pie y a impedir que se desmorone reforzándole los cimientos con lo que menos parece ser ella: con las palabras.

viernes, 22 de junio de 2007

Memorias de un hombre con alzheimer II

Mi madre era una persona sensata. Su máxima era que “el agua siempre va a lo hondo”. Me ha costado comprender que en estas siete palabras está recogido todo lo esencial de la sabiduría humana. Era, como podéis ver, una Navarra que llegó por sus propias vías al zen. Yo sé que estaba orgullosa de mí, pero no del todo. A ella lo que le hubiese gustado, de verdad de verdad, es que hubiese estudiado algo con un nombre claro, rotundo y comprensible, de manera que pudiera decírselo con cierta altivez a las vecinas. A ella le hubiera gustado que yo fuera “perito”, que en su escala de valor yo creo que estaba, en lo civil, a la altura de lo que es un obispo en lo religioso. Sin embargo me empeñé en estudiar cosas raras que a mi madre le costaba pronunciar y por eso tenía que callárselo ante las vecinas. ¿Cómo les iba a decir que me había venido a Barcelona a estudiar "pedagogía"? ¿Qué demonios podía ser eso de la pedagogía? ¿Y cómo se iba a alegrar cuando le dije que tras licenciarme en pedagogía me pasaba a la filosofía? Estaba deseosa de poder alegrarse conmigo, pero no podía hacerlo de una manera espontánea. ¡Menuda confusión que le creé al decirle que era doctor en filosofía!. “¡Pero hijo mío! –se me lamentaba-, ¿cómo es que no has querido ser perito?”. La verdad es que en lo más profundo de mí hay una envidia hacia los peritos que un día u otro acabará explotando, no por lo que hagan o puedan dejar de hacer, sino por lo felices que tienen que tener a sus madres.

Hoy me ha traído el cartero varios paquetes con libros. Y cada uno de ellos me ha hecho pensar en mi madre. En el primero, “Rosenzweig and Heidegger”, de Meter Eli Gordon; en el segundo la revista de la Asociación Internacional de Plutarquistas, a la que pertenezco (esto me cuidé muy mucho de decírselo a mi madre, ¿qué hubiera pensado de saber que tenía un hijo plutarquista?). El tercero, el último número de “La Torre del Virrey”, que sigue superándose a sí misma. Tengo todo esto abierto sobre la mesa mientras escribo estas líneas y no puedo evitar pensar que el vicio por estas cosas no es una virtud, sino una manía. La virtud, la virtud verdadera, es ser un buen perito.

De amigos y enemigos

Ha levantado considerable revuelo entre los bienpensantes el reciente trato dado al déspota saudí por nuestras máximas autoridades. De hecho regresa a sus arenas de oro y sangre con un Toisón de Oro que le ha impuesto nuestro rey. No es un regalo cualquiera. Se lleva la condecoración mayor de la monarquía.

Que quede claro que no soy para nada simpatizante de ese país de cimitarras sangrantes y justicias incomprensibles. En cuestiones de la política exterior, ustedes me perdonarán, soy cada día un poco más hobbesiano. Los años no ayudan a mantener intactas las utopías. Tiendo, incluso, a desconfiar de quienes se jactan de querer hacer política exterior a base de armamentos morales y exportaciones masivas de códigos éticos. Fíjense ustedes si soy simple en estas cuestiones, que considero que son mis amigos aquellos países en los que no me importaría ir a vivir y enemigos aquellos otros en los que no se me ocurre ni ir a hacer turismo. He generado así una relación de filias y fobias que a mi me sirve para ir tirando. Por ejemplo: antes vivir en Tel Aviv que en Riad y, desde luego, mi hija me daría un tremendo disgusto si me dice que se casa con un talibán o un chico de Hamás, mientras podría hacerme hasta ilusión que se casara con uno de Nueva York, fuera republicano o demócrata. ¡Ya veis qué simpleza!

Pero si como ciudadano puedo permitirme tener preferencias y decidir quiénes son o no los míos; los países prudentes tienen la obligación de actuar de otra manera. Los países serios no tienen amigos, sino intereses. Y estos intereses se definen de acuerdo con relaciones de fuerzas, no por afinidades éticas. Yo ya sé que otro mundo es posible. Y eso me da bastante miedo.

Claro que sé que no todo el mundo está de acuerdo conmigo. Son, por lo que parece, muchos los que consideran que la ética debe ser el criterio primero de la política exlas 12:00terior y parecen convencidos de la posibilidad de crear un gobierno universal de las buenas voluntades. Lo suelen poner de manifiesto ruidosamente cuando nos visita algún presidente norteamericano. Lo que me sorprende es que no sean coherentes y se lancen a la calle cuando nos visita el monarca saudí.

Añadido:

A las 12:00 vuelvo a leer este post y me doy cuenta de que peca de ingenuidad. Para decir las cosas como son hay que añadir algo más, algo que, precisamente, es lo sustancial: Sólo los países grandes pueden permitirse tener intereses ideológicos en su política exterior. Los países pequeños no puedes sufragarse estos lujos. Bastante tienen con gestionar con criterios empresariales sus intereses económicos.

jueves, 21 de junio de 2007

Postales filosóficas: Hegel

Comentando la comicidad del Sócrates de Aristófanes, Leo Strauss suelta esta maldad: "Hay una historia que cuenta que Hegel prefería la compañía de un hombre particularmente estúpido a cualquier otra; se ha explicado astutamente esta preferencia por el hecho de que Hegel era incapaz de comprender a este hombre."

L. Strauss, "Socrates and Aristophanes"

Una voz que susurra en la noche

Capilla d'en Marcús (Barcelona)

Leí ayer por la noche un breve poema persa que decía: “Anoche una voz me murmuró al oído: ‘Una voz que por la noche te murmura al oído no existe’”. Y esta mañana al ponerme frente al ordenador he pensado en Bernat Marcús y en Joan Canyamars, cuyos nombres, seguro, alguna voz me habrá susurrado esta noche.

Bernat Marcús, ciudadano de la Barcelona del siglo XII, cada noche soñaba con una voz que lo animaba a viajar hasta Narbona. Una vez trasladado oníricamente a esta ciudad, escuchaba otra voz que le decía: “Voy a Barcelona a decirle a Bernat Marcús que tiene un tesoro extraordinario escondido en su casa”. Con tanta insistencia se repetía el sueño, que finalmente Bernat decidió tomárselo en serio. Revisó su casa de arriba abajo, derribó paredes y excavó entre los cimientos y, finalmente, dio con el tesoro. En agradecimiento levantó una capilla en el que entonces se llamaba “Camí de Sant Pere”. Aún se conserva en Barcelona, con el nombre de Capella d’en Marcús”.

A quien quiera visitarla le propongo un recorrido. El punto de partida ha de ser las escalinatas que ascienden al Saló del Tinell, en la Plaça del Rei. Os sentáis allí unos minutos e imagináis a un campesino del Maresme, Joan Canyamars, abalanzándose sobre Fernando el Católico y clavándole un cuchillo en el cuello. El rey se salvó de milagro. Y ahora os propongo que sigamos el camino que siguió Joan Canyamars, una vez condenado a muerte, desde esta misma plaza hasta el Portal Nou.

Desde la plaça del Rei os dirigís a la Laietana y tomáis el Carrer de la Bòria. Por aquí conducían a todos los condenados a muerte. A Joan Canyamars le cortaron una mano justo al salir a la actual Laietana. En el Born, donde murió a causa de la mucha sangre derramada por el camino, le cortaron la otra. No por eso dejaron de desmembrarlo. En la Plaça de Santa Anna le cortaron una pierna y en la Plaça Nova la otra. Finalmente prendieron fuego a sus restos ante el Portal Nou.

Por la Calle de la Bòria que hemos tomado siguiendo el cortejo imaginario de Joan Canyamars, alcanzaremos la Plaça de la Llana, el Carrer de Corders y la Plaça d’en Marcús, donde se encuentra la capilla que hemos mencionado anteriormente. Yo siempre que paso por allí presto atención, por si acaso alguna voz me quiere deparar una agradable sorpresa.


miércoles, 20 de junio de 2007

Roman Ondak

Vía: VVORK
También AQUI

Daniel Dennett: "Recuerdo que asistimos juntos [Denett y Rorty] a una conferencia en la UNESCO. Escuchando a algunos floridos filósofos franceses argumentando a la típica manera gala, se acercó a mí y me susurró: ¡Piensan que piensan!..."

He tomado prestada esta anécdota de El tiempo y el espacio.

Pero atención: Una advertencia decisiva a la hora de condimentar: Camus no se puede mezclar con cualquier cosa.

Crafting humanity


En "El Malestar de la cultura" escribe Freud una frase que, en cierta forma, desmiente todo el psicoanálisis: "El hombre es un dios con prótesis". El caso es que en Occidente llevábamos desde Sócrates intentando diseñar prótesis para el alma... pero finalmente hemos abandonado la empresa una vez que hemos dado con el Prozac. Quizás la combinación de Prozac y prótesis estéticas corporales haya sido el último regalo de Prometeo a los humanos. Dios, finalmente, se hace carne.

Postales filosóficas: La abeja

“Quienes se han ocupado hasta ahora de las ciencias han sido empiristas o racionalistas. Los empiristas, a la manera de las hormigas, se conforman con reunir y utilizar lo reunido; los racionalistas, a la manera de las arañas, tejen las telas a partir de su propia substancia; pero el método de la abeja es el mejor: recoge su materia de las flores de los jardines y los campos, pero la transforma y la digiere por una facultad que les es propia”.

FRANCIS BACON, Novum organum

martes, 19 de junio de 2007

Postales filosóficas: El árbol torcido

Vía: Aqua

La imagen del árbol torcido, que de joven no quiso dejarse enderezar y de adulto simplemente ya no pudo, ocupa la plaza central del imaginario ético de mi infancia y mi adolescencia. ¿Cuántas veces me vi tropezando en ella? Después, de repente, resultó que lo correcto era ir de árbol torcido, y todos salíamos a la calle con ese uniforme. Más tarde aún me encontré con Heidegger y descubrí que todos somos posesión del viento que nos conforma. También lo dijo Bécquer en un cuento. Dos hojas secas son arrastradas por la corriente de un riachuelo, que discurre paralelo a un camino que lleva a un lugar del que "siempre regresan menos de los que van". Al encontrarse, una hoja le pregunta a otra: "¿De dónde vienes? ¿A dónde vas?". La respuesta que obtiene, tan becqueriana, es la siguiente: "¿Lo sabe acaso el viento que nos guía?."

¿Qué imagen ética ocupará el imaginario de mis hijos?

El árbol de la ciencia y el árbol de la vida

I Byron, Manfred : «El árbol de la ciencia no es el árbol de la vida».  II Me molesta mucho, cuando un periodista me entrevista, que dé por ...