Buscar este blog

jueves, 18 de octubre de 2007

¡Qué raro es el amor!

El País de ayer recogía el caso de un hombre y una mujer que se conocieron a través de Internet, se abrieron sus corazones, se contaron sus miserias existenciales, especialmente las matrimoniales, y se comprendieron tan bien que creyeron estar enamorados. Chateando habían descubierto que estaban hechos el uno para el otro y que, en consecuencia, era imprescindible dar el paso de la realidad virtual al cara a cara de la realidad real. Así que establecieron una cita y a ella se presentaron rebosando esperanza. ¿Cómo iban a sospechar al verse uno frente al otro que eran marido y mujer? Una vez descubierta su verdadera identidad, presentaron una demanda de divorcio.

Soy incapaz de añadir nada que esté a la altura de los hechos. Paso pues al siguiente hecho, extraído del suplemento cultural de La Vanguardia. En una reseña de Jordi Galves a la biografía de Proust escrita por William C. Carter (“Proust enamorado”) leo algo que casi me hace saltar del asiento. El Proust maduro visitaba en París un prostíbulo masculino en el que no era conocido precisamente por sus obras literarias, sino por sus excéntricos gustos sexuales. Tras elegir a un muchacho le daba instrucciones precisas para que se presentara en la habitación en la que él lo esperaría metido en la cama y tapado hasta la barbilla. El muchacho debía entrar, desnudarse y masturbarse mientras Proust, sin descubrirse, intentaba hacer lo mismo. "Si la manipulación no llegaba a una feliz conclusión", el muchacho se retiraba y aparecía el propietario del prostíbulo con "dos jaulas, cada una de las cuales contenía una rata hambrienta, las colocaba juntas y abría las puertas. Las dos bestias muertas de hambre se atacaban haciendo chillidos agudos mientras se clavaban mutuamente las zarpas, un espectáculo que permitía a Proust alcanzar el orgasmo”.

Para no concluir con esta desagradable imagen, recupero la “manipulación” proustiana, que me ha recordado a una propuesta de ley que llevó al parlamento regional de Santander el muy singular Juan Hormaechea. Pretendía supervisar las condiciones higiénicas y sanitarias de las prostitutas de la comunidad santanderina mediante el original procedimiento de obligarles a sacarse el título de “manipuladoras de alimentos”. Desgraciada e incomprensiblemente la medida no prosperó.


Añadido a as 16:52

Siguiendo con la misma tónica, adjunto la imagen a las palabras:

Vía: A fundasao

Y a las 17:31 y a las 17:36 ...

Vía: Kuteev

Vía: Pericotera

16 comentarios:

  1. O es muy temprano o es todo muy surrealista.

    ResponderEliminar
  2. O es todo muy surrealista o es que para las cosas del amor (casi) todo vale. Incluido el sonido de dos ratillas, sonido ciertamente desagradable, peleando.

    ResponderEliminar
  3. Para surrealista, Kasandra, Magotago, la conversación que tocó escuchar, quisiera o no, ya que hablaban a gritos, entre dos chicas de unos 25 años que iban sentadas junto a mi en el tren que me traía de Barcelona a Ocata, transcribo algunas frases, completamente literales, que recogí directamente ante ellas (todas son dichas por la misma chica):
    "Es que no quiere que todo el mundo se entere de lo nuestro (...). Yo cuando estoy con él es superfrío como si fuera una amiga, pues no sé... (...) Estoy de una mala leche en casa... Mi padre me pilló llorando el otro día (...). Me da que a va a ser como mi padre. Tú ya lo conoces, y no es porque sea mi padre, pero está bien, se cuida y eso. Ha tenido un montón de novias y todas al principio, qué bien, pero en cuanto lo conocen más a fondo, se van espantadas. (...)A él le molesta que yo te lo pueda contar a ti, cuando él se lo cuenta a todo el mundo (...). Es muy orgulloso, pero es que a mi los orgullosos no me van (...). Que yo no entiendo por qué son así"

    ResponderEliminar
  4. Ahora entiendo algunas cosas, por ejemplo la gran extensión de su obra. Y es que me temo que Proust perdió mucho tiempo.

    ResponderEliminar
  5. Hace años ya había leido un semblante de Proust en que se contaban este tipo de aficiones. Pensé, como Arrebatos, en la gran extensión de su obra, y en su minuciosidad, en ir jugando con el detalle, atrapándolo... Algo sádico, ciertamente. Pero, caramba, qué bien escribe.

    Lola

    ResponderEliminar
  6. ¡Lo que saben los que llevan prostíbulos!

    ResponderEliminar
  7. Leí ayer lo de la rata, ya no leeré a Proust con la misma afición, la verdad, se me indigestará, es que soy muy impresionable...

    Antes las chicas querían un novio que fuese como su papá, ahora parece que no tanto. Los papás tampoco son lo que eran -o parecían-.

    Los medios de transporte públicos son una mina. Hace unos días, una chica bastante jovencita, hablando por el móbil en el autobús, sin demasiado recato, aunque admito mi curiosidad innata (con quien? no lo sé, supongo que una amiga):
    -Pues claro que hace guarradas con su novio, con quién las va a hacer, con el perro?

    ResponderEliminar
  8. Pobre chica, le intuyo un destino similar al mío. No es que sea malo o deje de serlo. Es que es Duro.

    Yo también escuché esta mañana... todo más o menos audible... al loro ;)

    besos

    ResponderEliminar
  9. Tras analizar el hombre de las ratas de Freud, y paralelamente leer tan solo las cinco primeras páginas de una obra, que ahora no me acuerdo, de Proust, llegué a la misma conclusión que Lola.

    ResponderEliminar
  10. Lo curioso de Proust es que en su obra seudo-autobiográfica trasladó a otro de los personajes (el Barón de Charlus)todas sus parafilias. De hecho, hay un momento mítico hacia el final de la obra en el que se oye al anciano barón exclamando tras el tabique de un prostíbulo: "¡Pero cómo! ¿Sólo tiene 13 años?". De todas formas nada de eso detrae del valor de sus obras. Solo para lectores farisaicos que hagan la vista gorda con su propia podredumbre, claro está. Otro cantar sería si Proust fuera un Rousseau abandonando a sus hijos.

    ResponderEliminar
  11. Recomiendo una película de Ventura Pons que se estrenará en breve, al menos en Barcelona ya que está rodada en catalán, que se llama precisamente "Barcelona (un mapa)" He tenido ocasión de verla en preestrena y me ha parecido extrañamente agridulce y cercana.

    Se podría decir que trata de las inclinaciones íntimas no confesables, parecidas a la de Proust, aunque en este caso de esos personajes tan reales que aparecen en telenovelas del tipo "Ventdelplà".

    Una pequeña joia.

    ResponderEliminar
  12. En aquel tiempo les dijo Jesucristo a sus discípulos señalando a los fariseos: "Haced lo que ellos dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen".

    O sea: Leed lo que ellos escriben, pero no confundáis su genialidad con su vida.

    ResponderEliminar
  13. Otra para la colección:

    Un amigo separado recientemente de su mujer se apuntó a una agencia de ésas que hay en Internet "para encontrar pareja" (¿encontrarían arena en una playa?). Cuál fué mi sorpresa cuando me comentó -sin saberlo él, claro- que una de sus "sorprendentes" (según sus palabras) citas fué con mi "ex", tambien apuntada a la misma agencia "sentimental". Todavía no he salido de mi asombro.

    ResponderEliminar
  14. Conocí una vez a una pareja que quiso celebrar su boda en un famoso hotelito en las cercanías de Pamplona. Como de vez en cuando todos somos un poco cotillas, me enteré de que cada uno ya había estado casado antes y lo suyo fue un romance en la sombra durante varios años.

    Mi curiosidad me llevó a preguntarles porque habían elegido ese hotel para la celebración del evento y la respuesta fue clara:

    "Con la de noches prohibidas que hemos pasado juntos en las habitaciones de este hotel, no se nos ocurría mejor lugar para hacerlo."

    ResponderEliminar
  15. Anónimo, Anderson: Os agradezco las historias. Ya se sabe que no para todas las cosas humanas hay enmienda. Como decía un señor de Azagra ante una imagen del Corazón de Jesús colocada sobre una peana: "¡No te jode! ¡Santo de cintura pa'arriba, cualquiera!"

    ResponderEliminar
  16. olsu
    ... vamos! y quien no saca al sol de vez en cuando sus demonios ocultos?...

    ResponderEliminar

Las águilas no cazan moscas

 I Respuesta de Rémi Brague al periodista que le pregunta cómo logra un estilo tan claro: «El bolígrafo rojo de mi mujer» II Viaje casi relá...