A R.M.F.
"Un filósofo que nunca toma parte en las discusiones
es como un boxeador que nunca sube al ring"
(Ludwig Wittgenstein)
Existe un bondadoso relativismo político, muy propio de nuestro tiempo, que defiende que puesto que todos los ciudadanos honestos buscan el bien común, todas las opciones políticas defendidas por ciudadanos honestos son igualmente respetables. Vamos a analizar esta tesis dejando sin considerar a los ciudadanos deshonestos. Imaginémonos, incluso, que vivimos en una comunidad en la que todos los políticos son honestos y que las personas deshonestas se dedican a otros menesteres, qué se yo, al tráfico de drogas, a la trata de blancas o a la especulación urbanística.
En este hipotético país nuestro todas las acciones políticas estarían guiadas por algún tipo de comprensión de lo bueno, tanto las conservadoras como –sigamos utilizando por comodidad este término- las progresistas. Las acciones conservadoras pretenderían preservar algo del presente, mientras las progresistas pretenderían cambiarlo. Los conservadores estarían convencidos de que la modificación de aquello que desean preservar sólo podría empeorar las cosas. Los progresistas desearían cambiar con el convencimiento de que de esta manera se mejorarían las cosas. Ambas posturas estarían guiadas por una comprensión específica y divergente de lo bueno y de lo malo. Hemos de esperar que estos hombres honestos, precisamente por su honestidad, no andarán mercadeando con lo que es más elevado para ellos. Ningún hombre decente aceptaría el sacrificio de lo mejor en aras de un consenso sobre lo malo. Pues bien, esta sociedad de políticos honestos estaría condenada al enfrentamiento cuanto más firmes fueran las honestas convicciones de sus honestos políticos.
Dicho de otra manera: los desacuerdos políticos más grandes, aquellos que acaban dividiendo a las sociedades y enfrentándolas entre sí, son desacuerdos sobre lo bueno y lo justo. Si hay acuerdo sobre lo bueno y lo justo es relativamente fácil alcanzar consensos sobre los medios para alcanzarlo estos fines, pero ocurre que son los fines, en sí mismos, los que están políticamente sujetos a controversias. O sea que no nos enfrentamos políticamente a los demás respecto a la interpretación de datos, sino sobre la relevancia que esos datos tienen respecto a lo justo y lo bueno.
En conclusión: ni en una sociedad de políticos honestos la política estaría exenta de tensiones, y ello porque la convicción firme sobre lo propio no nos permite valorar nuestras convicciones con el mismo rasero con que valoramos las ajenas.
Yo añadiría otro componente en la variable "honestidad" de los políticos de uno u otro signo, la estupidez. Cualidad que germina en esa espesa maleza que es la selva política de estos tiempos; cualidad no tan abundante en el campo de la empresa privada por una razón muy simple: allí arde con los rastrojos de la cuenta de resultados.
ResponderEliminarCordiales saludos.
La política es consecuencia de la deshonestidad. ¿Cree que las ciudades se hiciero por la agrupación libre y voluntaria de humanes bien intencionados?
ResponderEliminarEl nacimiento de la polis es la esclavitud, la degeneración, la prostitución, y la guerra.
La gestión de todo eso es la política ayer, hoy siempre. Por lo demás opino que en el pecado llevan la penitencia.
ResponderEliminar¡Qué aproveche!
Y por lo que escribes, Luri, ese axioma de "todas las ideas son respetables" es una tontería de tomo lomo. Las ideas no son respetables, lo son sus emisores.
ResponderEliminar¡Que casualidad! ANoche publiqué "El candidato"... Un político...
ResponderEliminarCuando leo tus post anteriores, porque vengo siempre atrasadita, me sumerjo en un cócktel anímico, donde gana el fino humor.
Saludos
Petrusdom: ¿Seré yo el único español que cree, sinceramente, en la honestidad de nuestros políticos?
ResponderEliminarTumbaíto: Soy totalmente incapaz de entender tu discurso no sé si anti- o a-político.
ResponderEliminar¿Te molestarás si te digo que me parece groseramente cavernícola?
http://tumbaito.blogspot.com
/2007/10/beatriz-preciados-ii.html
Efectivamente, es el respeto a las personas lo que nos impide ser respetuosos con todas sus ideas. Es lo que me pasa a mi con Tumbaíto.
ResponderEliminarDiana L.: LO sé, te sigo,te sigo. Gracias por lo del "fino humor". El humor es una tabla de salvación cuando al pesimismo de la inteligencia le da por ponerse intempestivo.
ResponderEliminarTanta desconfianza hacia la política es grave, Tumbaíto, para eso, pagar unos gestores y ya está. ¿Dónde queda todo aquello de la ética, la estética y la política? De políticos debe haber de todo, como en todas partes.
ResponderEliminarHay ideas respetables emitidas por personas no respetables, personas respetables que emiten ideas no respetables, personas respetables emtiendo ideas respetables y personas no respetables que emiten ideas no respetables también. La sinceridad de la emisión no la podemos 'saber' con certeza.
Es evidente, Don Gregorio, que soy un agustiniano. ¿Recuerda la razón que le llevó al santo a defender a las puta?
ResponderEliminarLo más divertido de los desprecios que hacia la doctora Beatriz hubo en su blog es que usted está obligado a comulgar con ella para salvar la política. Supongo que ella ya es consciente de que si dice exactamente lo mismo pero hablando qué sé yo... de la ética, los "políticos" no disentirán.
La verdad es que mala. Les obliga a disentir agrediendo su "masculinidad". A mí me cayó bien precisamente por la mala hostia que esconde.
Pero es que no puedo, Doña Julia, contratar gestores. No me dejan. No puedo salirme de la seguridad social. El gobierno puede entrar en mis campos cuando quieran. Los ecologistas ni me dejan pasear por los campos donde mi familia durante siglos recogió leña para los braseros. Todo lo que tenga o pueda tener está sujeto a la expropiación y, además, el resultado de mi trabajo se lo queda en casi la mitad de su parte el Estado.
Una respuesta a dona Beatriz:
ResponderEliminarhttp://www.ffk-wilkinson.com/
Tumbaíto: Me cuesta comprender su lamento por el fin del Antiguo Régimen con su aprecio iconoclasta por doña Beatriz. Yo no veo en ella más que ese fenómeno, tan propio de nuestro tiempo, tan de Nuevo Régimen, que consiste en hacer pasar las anécdotas por categorías travestinlas con palabras graves de significado nimio: El vicio de pensar que se piensa.
ResponderEliminarQuizás exista algún político honesto, quizás. Aunque esa virtud no lo exime de la incompetencia.
ResponderEliminarPor otra parte, hoy en día ¿quién es político? Yo lo que veo mucho son empresarios (y otros) metidos en política.
De hecho conozco a un militar que se pasó a la reserva para afiliarse a un partido político (no diré cual), porque en el ejército cada día estaba más complicado robar.
¿Me pone un ejemplo de esa evidente nimiedad?
ResponderEliminarBien sabe usted don Tumbaíto es que precisamente ahí donde comenzamos a vivir en mundos distintos. Lo que me parece incoherente es mantener al mismo tiempo una teoría de lo "performativo" (que si es impuesta por el poder es mala pero si la decide el individuo es muestra de rebeldía) y un discurso anti o apolítico. Pero, en fin, yo sigo al viejo Aristóteles en que el hombre es animal político. No hay "performatividad" posible más allá de la "polis".
ResponderEliminar¡Lo ve! ¡Lo ve! ¡Más allá de la polis! ¡Pero según usted lo hay! Ahora bien, si usted debe ser operado que preferiría ser operado por un médico mediocre o por mil médicos geniales que decidan colegiadamente?
ResponderEliminarSi "la teoría performativa" es algo así como una creación artística, entonces la polis no tiene nada que hacer contra los individuos porque estos crearán más rápido y mejor.
Además Aristóteles -el inmenso maestro- nos enseñó que la naturaleza política de algunos hombres, implicaba la esclavitud natural de otros. La creación -¿performativa?- del político implica la "creación" del esclavo. Son las dos caras de una misma moneda.
En primer lugar, le agradezco mucho la dedicatoria.
ResponderEliminarEncuentro muy buena la cita de Wittgenstein, y muy de acuerdo con la línia de este café (más con el baile clasuscleiano que con el tortazo tysoniano, dicho sea de paso).
No iba yo tan lejos en mi intervención anterior. Ahora, ya que habla de ello, diré más, la convicción firme sobre lo propio nos lleva a valorar negativamente las convicciones de los otros, porque vemos en las erróneas convicciones ajenas el síntoma de que los otros son seres extraños, malignos, inferiores incluso y, por lo tanto, sus convicciones, buenas o malas, no deben ser tenidas nunca en cuenta (véase, por ejemplo, cómo el PP condena toda "propuesta" abertzale, porque procede de un sujeto maligno, aunque sea sobre el alcantarillado municipal; de la misma manera, en Catalunya, mucha gente estigmatiza cualquier propuesta del PP por su procedencia, y no tanto por su contenido. Donde digo PP, puede leerse ICV, CiU, ERC, pero creo que con el PP más).
En cualquier caso, sobre el tema en concreto que tratábamos, el referendum constitucional, y dejando de lado la ignorancia que muchos tienen de los datos, creo que el posicionamiento sobre los datos electorales forma parte de "las convicciones" que uno tiene. Dicho con sus palabras "la relevancia que esos datos tienen respecto a lo justo y lo bueno" forma parte de las convicciones políticas de cada uno. Y eso es esencial para saber quienes son de los míos, y quienes no. Y por ello, entre otras cosas, ni los del PP ni los abertzales radicales pueden ser nunca de los míos, porque ambos niegan otras lecturas prefectamente legítimas.
Y acepto que mi convicción en la "relevancia de los datos" me aleja irremisiblemente de los mundos que representan esas opciones políticas.