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Aunque, sin duda aparecerá más veces por este Blog, valga lo siguiente como una presentación de disculpas ante su memoria. Pero, pensándolo bien, ¿aceptaría ella mis disculpas? ¿No fue Lou Andreas Salomé quien dijo aquello de "Yo siempre soy fiel a los recuerdos; a las personas, jamás"? Si, efectivamente, consiguió ser infiel a las personas y fiel a su biografía, entonces logró realizar algo que para mi es monstruoso, por incomprensible, pero precisamente por ello más atractivo. ¿Cómo desligar esas dos fidelidades?
Hasta los 35 años no tuvo Lou relaciones sexuales, y no precisamente con su marido
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Esta singular Penélope moderna, en lugar de recluirse a tejer la tela de sus sueños con los colores del muestrario de la tienda de la esquina, se empeñó en navegar con su virginidad por todos los mares, rechazando pretendientes como circes, mientras buscaba un Ulises desconocido y, paradójicamente, añorado.
¿Y si, simplemente, Lou no estaba especialmente interesada en el sexo? ¿Cómo interpretar su relación con Rilke, entonces? No lo sé, pero parece que él estaba mucho más interesado que ella en su relación. Lou le censuraba sus poemas eróticos. ¿Y si se añoraba a sí misma? Buscaba Ítaca y en cada isla a la que Poseidón la arrastraba sólo encontraba, sí, lestrigones eruditos, pero cíclopes afectivos.
Para terminar con una nota de ironía optimista, permitidme que os refiera otro encuentro: el de Loos con su mecenas Wittgenstein. En cuanto lo vio, exclamó: “¡Usted es yo!”.
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