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domingo, 31 de agosto de 2008

Los Rorty

Sigo adelante con la biografía de Richard Rorty.

Sus padres, James Rorty y Winifred Raushenbush, se movían en el entorno de los intelectuales de Nueva York y de Partisan Review, de los que nos hicimos eco hace pocos días. Eso significa que en los años veinte estuvieron próximos al partido comunista, que en los treinta se acercaron al trotstkismo y que finalmente en los cuarenta y cincuenta acabaron siendo radicalmente antiestalinistas y anticomunistas. Si se aproximaron al comunismo por intereses sociales, se alejaron de él por defender la libertad de expresión y la autonomía del arte. Partisan Review no dudaba en publicar autores de calidad, estuvieran o no de acuerdo con sus posiciones ideológicas. Cuando estos intelectuales leían a Marx entendían que la alienación sólo podía combatirse mediante la libertad de pensamiento, por eso lo leían junto a Freud, Dostoievski, Nietzsche, Mann, Rilke, Kafka, Orwell u Ortega.

En 1931 Rorty no tenía dudas de que el partido comunista ruso se había convertido en una estructura piramidal dictatorial y que Stalin, Mussolini y Hitler debían ser juzgados con el mismo rasero. Como otros intelectuales con ideales socialistas (como Max Eastmann o Sydney Hook) buscó durante un tiempo una conciliación entre las ideas de Trostky y de Dewey que poco a poco se fue demostrando imposible. Cuando tuvieron que elegir, se quedaron con Dewey.

Por otra parte Rorty, que se había recorrido el país intentando expandir las ideas socialistas, no tardó en darse cuenta de que los obreros norteamericanos no estaban especialmente interesados en transformaciones sociales radicales.

A finales de los años cuarenta se mostraba como un anticomunista partidario de combatir el estalinismo en todos sus frentes, suprimiendo su “fifth column apparatus” en los Estados Unidos. De ahí su compromiso con el “Comité for Cultural Freedom.”


Winifried Raushenbush llegó al socialismo desde el cristianismo. Lo de "cristianos por el socialismo" tampoco fue una invención europea. Hay abundantes estudios que resaltan la importancia de lo que se ha dado en llamar el “social gospel” en la expansión de las ideas socialistas en los Estados Unidos. En las primeras décadas del siglo XX el cristianismo tenía en los Estados Unidos una amplia lectura de izquierdas,. El "reino de los cielos" era una promesa para el futuro de la tierra. En este sentido la familia de Winifried entendía que el cristianismo y el socialismo compartían los mismos intereses. Su padre, Walter Rauschenbush, vendió más de cincuenta mil ejemplares de un libro titulado Christianity and the Social Crisis.

Pero Winifried, a diferencia de su padre, entendía que la liberación social debía ir acompañada de la personal. Tras conocer a Richard Rorty siguió una evolución ideológica paralela, aunque sin perder nunca su propio acento. Winifried fue una de las pioneras en el estudio de la ecología humana.

El tiempo y nosotros

Gracias, JRMora, por tu optimismo.

jueves, 28 de agosto de 2008

De Weimar a Nueva York


Ayer concluí la lectura de Modern Jewish Philosophy, una relevante obra colectiva editada por Michael L. Morgan y Peter Eli Gordon. Y esta mañana he comenzado Richard Rorty. The Making of an American Philosopher, la biografía de Rorty escrita por Neil Gross.

A medida que me voy adentrando por los vericuetos biográficos de Rorty más claramente voy tomando consciencia de que la filosofía del siglo XX ha tenido dos grandes focos de irradiación: Weimar y Nueva York. Todas aquellas grandes hogueras intelectuales que parecían arder en Gran Bretaña o en Francia se han ido apagando y sus rescoldos nos sirven, sin duda, para amenizar largas tertulias nocturnas y mantener cursos de verano. Pero su moribundo fulgor ya no explica nuestras ideas. La biografía de Rorty, con su giro de la filosofía analítica al comentario de textos literario algo de esto nos insinúa.

No hablaré hoy de Weimar, que de todos es conocida su fecundidad filosófica. Me limitaré a esbozar una teoría sobre Nueva York.

Mientras Weimar se precipitaba hacia el desastre, en Nueva York iba apareciendo un grupo de intelectuales formado por personalidades tan relevantes como Elliot Cohen, Meyer Schapiro, Saul Bellow, Bernard Malamud, Irving Howe, Daniel Bell, Irving Kristol, Nathan Glazer, Gertrude Himmelfarb, Norman Podhoretz, Susan Sontag, Norman Mailer, Philip Roth, etc, que se organizó en torno a dos medios de expresión, Partisan Review y Commentary. La mayoría eran judíos que sentían la tradición cultural europea como propia y que entendían que el proyecto del "New Deal" podía cuajar en una vía intermedia entre el capitalismo y el comunismo. Pero siendo sus nombres relevantes, lo que da a Nueva York su categoría filosófica es el encuentro de todos ellos con los intelectuales europeos exiliados que fueron llegando a la conocida como "University in Exile"¸ fundada en 1933 por Alvin Johnson gracias al apoyo económico de Hiram Halle y la Rockefeller Foundation. Entre ellos se hallaban Max Wertheimer, Karl Brandt, Hannah Arendt, Leo Strauss, Hans Jonas, Karl Löwith, Arnold Brecht, Adolph Löwe, Kurt Riezler, Eric Fromm, Hans Speier, Max Ascoli, Mario Einaudi, Alexander Koyre, Claude Lévi-Strauss y, también Fernando de los Ríos y Salvador de Madariaga. Con ellos llegaron a los Estados Unidos las obsesiones europeas, que fueron comprendidas y aclimatadas gracias a que había ya en Nueva York un grupo nutrido de intelectuales familiarizados con ellas y dispuestos a difundirlas.

Mientras Nueva York tomaba el testigo de Weimar, Koestler en París y Orwell en Londres eran dos excéntricos. Ninguno de los dos tenía buena prensa entre los Merleau-Ponty, los Sartre y las Simone de Beauvoir. Para estos últimos la grandeza de Stalin se encontraba precisamente en todo lo que criticaban Koestler, Orwell y los intelectuales judíos de Nueva York: en su decisión de subordinar la moralidad a la historia. Con frecuencia me he preguntado si se pueda ser cabalmente progresista si no se tiene más confianza en la historia (y en su absolución) que en la moralidad.

Saul Bellow rememoraba sus años juveniles en su discurso de recepción del Premio Nobel de la siguiente manera: “Teníamos acceso a los europeos contemporáneos más importantes: Silone, Orwell, Koestler, Malraux. André Gide y Auden. Los principales colaboradores americanos de Partisan eran marxistas; críticos y filósofos como Dwight Macdonald, James Burnham, Sidney Hook (...). [pero todos ellos] de la manera más natural, tomaron partido por Trotski durante los procesos de Moscú. Hook covenció a su profesor John Dewy, para que encabezara una comisión de investigación en México”.

Bellow fue uno de los marxistas americanos que viajó a México a entrevistarse con Trotsky. Llogói su casa poco después de que Ramón Mercader le hubiera clavado la pica de un piolet en la cabeza. Alcanzó a verlo, ya cadáver, en el hospital.

miércoles, 27 de agosto de 2008

The burning man

En estos momentos está teniendo lugar en el Black Rock Desert de Nevada "The Burning Man Festival". Y yo no estoy allá.
Pero si me paso con frecuencia por aquí, por aquí y por aquí.

martes, 26 de agosto de 2008

Obama, sobre fondo gris.

En el programa educativo de Obama hay una propuesta que me llamó especialmente la atención: la de ofrecer a los niños y adolescentes con dificultades académicas, oportunidades de estudio durante el verano. O sea, clases de repaso.

Aquí, desde luego, si a un político se le ocurriera insinuar algo semejante lo desollaríamos vivo. Las vacaciones infantiles son tan intocables que incluso hemos suprimido los exámenes de septiembre. El fracaso escolar ya sabéis que está prohibido por ley.

Si la propuesta de Obama no resulta llamativa en los Estados Unidos es porque no es inusual que los ayuntamientos organicen actividades diversas durante el verano para niños y adolescentes. cuya oferta va mucho más allá del entretenimiento. Conozco con cierto detalle lo que ocurre en la ciudad de Page, en Arizona. Las autoridades educativas organizan equipos de trabajo de adolescentes durante los meses de verano. Se trata de un trabajo real, y duro, que no tiene nada de simulacro, aunque está orientado hacia fines sociales más que estrictamente productivos, como arreglar el mobiliario urbano o colaborar en el cuidado de los jardines de los jubilados. Los adolescentes que se apuntan han de superar una entrevista minuciosa que, entre otras cosas, sirve para explorar sus intereses vocacionales. Lo que más me llamó la atención de este programa es que, aunque está organizado por las autoridades educativas, está supervisado por la policía local, y lo hace gratuitamente, aunque ello supone dedicar más horas de trabajo durante los meses más duros del año, los de verano.

La supervisora del programa, una policía, asegura que este trabajo permite a los adolescentes una mejor integración en la comunidad, aumentar su autoestima, afinar su orientación vocacional y trabajar en equipo.

lunes, 25 de agosto de 2008

Obama, sobre un fondo negro

Me encontraba en los Estados Unidos cuando Barack Obama dirigió varios discursos a los afroamericanos para criticar crudamente la falta de sentido de la responsabilidad paterna de muchos de sus hombres. Lo hizo con tanto de énfasis que inmediatamente fue acusado por algunos líderes negros, como el singular Reverendo Jesse Jackson, de comportarse como un blanco. Jackson insinuó que Obama estaba faltando a la lealtad con su pueblo por osar poner de manifiesto algo que, en todo caso, no admite réplica, porque se ponga Jackson como se ponga, si un niño nace con la piel negra en los Estados Unidos tiene muchas más posibilidades de crecer sin tener ningún trato con su padre que si nace con la piel de cualquier otro color. Sólo uno de cada dos niños negros mantiene algún trato con su progenitor. Los negros son el grupo más reticente a la hora de casarse y el más decidido a la hora de separarse.

Lo que me parece más digno de señalar de los discursos de Obama no es que haya recordado estos datos, bien conocidos, sino su rotunda negativa a justificarlos recurriendo a las explicaciones tradicionales. Insistió en que sean cuales sean las condiciones económicas, sociales o culturales, el compromiso de un padre con su hijo es, simplemente el resultado de una elección voluntaria. Cuando un padre piensa cómo pasar el tiempo o cómo gastar el dinero, es libre para organizar sus prioridades y, por lo tanto, es responsable del lugar que ocupan en ellas sus hijos. Nada le impide –a no ser que sea un idiota moral, cosa que no creo que Jackson esté dispuesto a aceptar- dedicar una parte del tiempo que se dedica a sí mismo a sus hijos. No hay excusas. Quién no se responsabiliza de la educación de su hijo es porque no quiere.

No es nada probable encontrar un comportamiento como el de Obama en una campaña electoral europea, donde, más bien, los políticos tienden una poco impúdicamente a ganarse el favor del electorado proclamando abiertamente sus virtudes y pasando por alto sus defectos. Pero Obama decidió revelarse contra el victimismo de los negros americanos, contra su tendencia a justificar sus actos por el hecho de ser supuestamente víctimas de un sistema político.

Efectivamente, si excusamos la conducta de quién asume la condición de víctima para ganar una cierta impunidad, lo estamos condenado al infantilismo moral.

“Tenemos que pedir más responsabilidad en Washington –defendió Obama ante la asociación de derechos civiles más antigua de los Estados Unidos-, y tenemos que pedir más responsabilidad en Wall Street, pero, ¿sabéis qué? Tenemos que exigirnos también más responsabilidad a nosotros mismos, porque no importa cuánto dinero invirtamos en nuestras comunidades. Si no incrementemos también nuestro sentido de la responsabilidad, será un dinero inútil.” Y concluyó de esta manera: “Aquello que nos hace hombres no es la destreza para tener un hijo, sino el coraje para educarlo”.

Al enfrentarse a la seductora lógica de la victimización, Obama puso de manifiesto que hay un peligro que es, al menos, tanto grande como el racismo: el cinismo que defiende sin ninguna vergüenza que, por ejemplo, el niño negro que lleva un libro en la mano, ya se está comportando como un blanco. Y cosas como estas se defienden en algunos círculos negros.

A mi todo esto me sonaba a música celestial. Pero pronto me di cuenta de que a muchos americanos les sonaba a táctica, a maniobra política. Les parecía que Obama se estaba enfrentando con los negros para poderse presentar con las manos más libres ante los blancos. Y entonces comencé a comprender lo cruda que sería su carrera electoral.

domingo, 24 de agosto de 2008

Pekín, Píndaro y los nuevos dioses

Y la tarde

aclaró, de la bella

luna, el fulgor apasionado,

y todo el recinto sagrado resonaba

con alegres celebraciones,

tal como se acostumbra en los triunfos olímpicos.

Píndaro, Olímpica X 73-77


En Olimpia el estadio era un recinto sagrado.

En Pekín, también. En cuanto se arrió la bandera, aparecieron los dioses. Primero un decrépito Jimmy Page, al que el comentarista de TVE ha presentado como representante del rock sinfónico, interpretando un “Whole lotta love” desgraciado por la ausencia de Robert Plant. Así como los chinos sustituyen a sus niñas cantantes feas por simulacros hermosos, los ingleses sustituyen la vejez de un rockero por una niña hermosa de cuyo nombre no me da la real gana acordarme. Y, después, David Beckam, que "cruzó el circo entre el vocerío" y "breve gozo ganó con su fatiga".


...

y danos, Zeus generoso, la modestia

y la fortuna dulce de lo grato.

Píndaro, Olímpica XIV 114-115.

sábado, 23 de agosto de 2008

Borges

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

Tengo este haiku de Borges por las tres líneas más geniales de la literatura universal.

jueves, 21 de agosto de 2008

Pigmalión

Jean-León Gérôme, Pigmalion y Galatea c. 1890.

Rousseau escribió en 1762 una “escena lírica” titulada “Pigmalión”. Es una de sus obras menos conocidas, pero a mi modo de ver en ella se condensa buena parte de su pensamiento.

Nos sitúa en el taller del escultor Pigmalión, justo cuando está dando los últimos retoques a su obra maestra, una estatua que representa a Galatea, tan perfectamente realizada que parece que tiene vida propia. Pigmalión la observa con detenimiento. Deposita el martillo y el cincel en el suelo y toca ligeramente con la yema de sus dedos la superficie de mármol. Inmediatamente siente que algo así como el rayo de una emoción profunda y desconocida atraviesa su alma, como si se hubiera puesto en contacto con alguna divinidad. Pero Galetea es de piedra, se trata de su propia obra, no de un ser celestial. Siente vergüenza de su orgullo. Esa emoción sólo reflejaba su amor propio. Se estaba alabando a sí mismo en su obra... pero quizás tiene razones para sentirse íntimamente satisfecho. Galatea es realmente hermosísima. De nuevo se detiene. Por un instante cree percibir un pequeño defecto. Quizás el vestido cubre en exceso su desnudez. Su cuerpo debería mostrarse sin vergüenza. Coge el martillo y el cincel. Pero duda. Alza el martillo. Vuelve a detenerse. No se atreve a modificar nada. Finalmente da un pequeñísimo golpe y siente, confundido, que el mármol ha palpitado bajo el cincel. Le cuesta reponerse de la emoción. Pero no, el mármol continúa siendo mármol. A Galatea le falta un alma. Se vuelve a detener, meditabundo. Qusiera que su corazón abandonase su cuerpo para ir a latir al de Galatea. No le importaría morir si con su muerte cobrase vida. Pero en este caso dejaría de verla y de quererla. No. Lo que desea es vivir al lado de una Galatea viva. Ser siempre otro para ella. Verla, quererla, ser querido. De nuevo cree ver un movimiento en el mármol y de nuevo duda. Quizás sea una ilusión provocada por el delirio. Pero el movimiento se repite. Galatea, efectivamente, respira, se mueve, baja del pedestal y tocándose el pecho, dice.

- ¡Yo!

- ¡Yo! -exclama a su vez Pigmalión.

- ¡Soy yo! –repite Galatea volviéndose a tocar. Después da unos pasos y toca un bloque de mármol- Ya no soy eso.


Pigmalión, que a duras penas puede contener la respiración, sigue todos los movimientos de Galatea. La observa con una atención tan ávida que incluso le cuesta respirar. Galatea se le acerca y lo mira. El coge su mano marmórea y la lleva hasta su corazón de escultor. Después la besa ardientemente.

- ¡Ah! Todavía soy yo -exclama Galatea con un suspiro.

sábado, 16 de agosto de 2008

Sant Ildefons

Hoy como tenía ganas de hacer algo exótico, en lugar de ir al cine me he ido a Cornellà, hasta la Iglesia de Sant Ildefons. He aprovechado para dar una vuelta por el barrio y hasta he asistido un poco a misa, porque la iglesia me traía recuerdos de alguien apreciado y ya desaparecido. Cuatro mujeres muy mayores y varios matrimonios sudamericanos con muchos niños pequeños formaban el Pueblo de Dios.

Miren les voy a resumir la experiencia en pocas palabras: Hay otros mundos, pero son más baratos.

Son tan baratos que no los quiere casi nadie. Ahora en Sant Ildefons ya apenas ni se ven murcianos o andaluces. Los que abundan son sudamericanos, magrebies y, por el aspecto, eslavos venidos del frío.

En cualquier caso no se puede decir que se conoce Cataluña si no se toma la línea cinco del metro y se la recorre de parte a parte, de Horta a Cornellà. No es un recorrido para turistas, pero es imprescindible, repito, para quien quiera trasladarse muy lejos muy lejos por poco más de un euro.

viernes, 15 de agosto de 2008

Toda la noche soñando con portazos

Toda la noche soñando con portazos. Y toda la noche despertándome sobresaltado. Yo a los sueños les doy mucha importancia, no por lo que puedan significar, que me importa poco (el psicoanálisis siempre me ha parecido un ejercicio de claudicación de la inteligencia), sino por lo que tienen de aventura. Y desperdiciar una aventura soñando con portazos se me antoja un derroche onírico imperdonable. A veces cuando me despierto en medio de un sueño aventurero lo paladeo durante unos segundos, disfrutando de esa penumbra de la vigilia en la que la verosimilitud de lo recién soñado aún no se ha evaporado en la consciencia, y me apresuro a dormirme, con la esperanza recuperar el hilo.

¿A quién se le ocurre soñar con portazos?

Al enésimo portazo, tengo que confesarlo con vergüenza, he estado a punto de caer en la tentación freudiana. Me ha salvado del pecado un trueno que ha estallado en la noche.

Y así me he vuelto a dormir, en paz conmigo y con mi subsconsciente.

lunes, 11 de agosto de 2008

La rutina de la excepción

Lo de Rusia en Georgia no es la excepción, sino la normalidad a cara descubierta. Quiero decir que en política la excepción siempre lleva a la superficie la auténtica realidad de las cosas. Hoy, como ayer, es soberano el que tiene la potestad de imponer el estado de excepción allá donde le parece adecuado. Rusia nos está diciendo a todos que es un país soberano y que su política sólo está sometida a la gestión de sus propios intereses. Y sabe perfectamente cuales son. No ha esperado, obviamente, a que la ONU declarase públicamente que su guerra era justa.

El política internacional, hoy como ayer, el pez grande se come al chico. Y si es lo suficientemente grande, nadie se atreverá a reprochárselo directamente. Incluso abundarán los que le deseen una buena digestión. De hecho, que yo sepa, solamente el malo malísimo de Dick Cheney, cuyas guerras ilegales sí que nos indignan moralmente, se ha atrevido a decir, y además se lo ha dicho al Presidente de Georgia, que los rusos son unos matones de patio: “Russian aggression must not go unanswered, and that its continuation would have serious consequences for its relations with the United States, as well as the broader international community.” No es mucho, pero es mucho más de lo que se ha atrevido a decir ningún político europeo. ¡Qué ocasión perdida para manifestarle al mundo nuestra superioridad moral!

Me quedo con la imagen del patio de escuela. No sé porque las facultades de ciencias políticas no tienen un patio de escuela como laboratorio de la realidad. Si el profe está presente, es decir, si hay alguien vigilando con más poder que los alumnos, entonces los conflictos se resuelven o de manera discreta o acudiendo a la mediación de la autoridad; si no hay nadie presente, entonces aparece la naturaleza hobbesiana de la realidad política y el que más puede decide a qué se juega y quienes tienen derecho a jugar.

¿Creen ustedes que hay cinismo en mis palabras? ¡La cínica, en todo caso, es la realidad!

Insisto: Rusia nos está diciendo cómo son las reglas de juego.

Lo que hace falta saber es si nosotros, los europeos, estamos dispuestos a hacernos un sitio en el patio de la escuela o nos vamos a dedicar a despotricar contra el profe a sus espaldas mientras los matones campan a sus anchas.

Europa no tendrá legitimidad para sentirse moralmente ofendida hasta que no esté dispuesta a mandar.

O sea: hasta que no esté dispuesta a imponer los estados de excepción necesarios allá donde sus intereses lo aconsejen.

Los grandes países pueden permitirse el lujo de tener intereses ideológicos; los países pequeños han de contentarse con tener intereses comerciales, es decir con intercambiarse cromos pagando el impuesto correspondiente a los matones del patio.

domingo, 10 de agosto de 2008

Escondido en Ocata

Resulta que como cada agosto pasado, vuelvo en el presente a experimentar la dura prueba de sentirme arrojado a la soledad del tálamo nupcial. Vaya, que estoy de Rodríguez. Y en estas aciagas circunstancias el tiempo transcurre de una manera caprichosa, de manera que uno se encuentra a las cinco de la tarde sin haber comido o a las cuatro de las mañana practicando la gastronomía arqueológica, untando, por ejemplo, un trozo de pan pétreo en la yema de un huevo auriñaciense. No es que no sepa cocinar. En casa soy yo el que cocina. Es, simplemente, que se me pasa el tiempo haciendo otras cosas.

Ayer a las siete de la tarde apagué el ordenador, agotado de buscar inútilmente un final adecuado para un ensayo que tenía que haber entregado ya. Cogí el coche y me fui a los cines Icaria, dispuesto a entrar en la primera película que comenzase. Llegué a menos veinticinco. Había un par a las ocho menos cuarto y varias más a las ocho en punto. Mientras me decidía bastante desorientado, una mujer me sacó de dudas: “Si quieres una buena, ésta”. Y así fue como vi “Escondidos en Brujas”.

La sala estaba casi vacía y, como es normal en los cines hispanos, el aire acondicionado estaba a la temperatura adecuada para mantener las coca colas congeladas. Me gustó (la peli, obviamente). Me gustó mucho, a pesar de que Colin Farrell no es precisamente un santo de mi devoción. Me gustó porque Brendan Gleeson sí que lo es, y aquí está en su mejor momento. Me gustó por comprobar que hay directores que se atreven a jugar con metáforas y lo hacen perfectamente. Me gustó porque es ambiciosa y un poco surrealista, como la vida misma. Así que me apunto el nombre del director, Martin McDonagh. Intentaré seguir sus pasos.

Al llegar a casa encendí el ordenador. Visto que los silogismos parecían agostados, puse atención a ver si escuchaba el zumbido, aunque fuese lejano de la inspiración y sólo me llegó el de mi inseparable tinitus. Así que cambié el ordenador por la tele y tuve la fortuna de ir a parar a dos largos episodios de Dexter, el forense asesino. Finalmente, no sé a qué hora, al constatar que mi alma estaba en sazón, me fui a la cama acompañado por Chesterton, que nunca me deja solo.

¿Qué por qué os cuento esto?

Porque sigo delante del ordenador y nada. Debe haber por aquí alguna metáfora escondida, pero no logro encontrarla.

sábado, 9 de agosto de 2008

Barbarismos de Andrés Neuman

Me voy a limitar a copiar algunos geniales "barbarismos" a Andrés Neuman, tal como aparecen en el suplemento cultural del ABC de hoy mismo.
FELACIÓN: Costumbre de cortesía practicada entre el miembro de una comunidad y algún otro miembro.

INEXISTENCIA: Ser sin angustia.

REALIDAD: Hipótesis convincente.

REFRÁN: Filosofía sin encuadernar.

SANTO: Individuo corriente dotado de un don divino para elegir a sus biógrafos.
Sin duda la ironía de la cultura es la mejor arma para hacer frente al cinismo de la naturaleza.

viernes, 8 de agosto de 2008

Á la recherche du temps qui reste

Ando sumido en la melancolía de mi laberintitis. Comprendo perfectamente a Sócrates cuando en un pasaje especialmente difícil de un diálogo platónico exclama: “Es como si me hubieran lanzado a un laberinto”. Los cambios de presión atmosférica, y creo que estamos asistiendo a uno de importantes proporciones, me dejan el alma descuartizada en mil partículas girando atolondradas en el remolino de un desagüe.

Yo me había prometido a mi mismo una jubilación feliz, dedicada por completo “á la recherche du temps qui reste”, rodeado de amigables coetáneos con alzheimer, parkinson y otras polipatologías propias de la vejez, empeñados en tener más conocidos en las salas de baile que en los cementerios. Me imaginaba saliendo a bailar cada día con una desconocida de la que al día siguiente ya no me acordaría si la conocía o no. Y recuperaría todos los vicios abandonados por el camino, incluido, claro está, el de fumar, decidido a no resignarme a ser como un muro viejo y desconchado que aguanta a duras penas la retirada del sol y el ascenso de la sombra.

Lo que no me imaginaba era una vejez con laberintitis.

Advertencia: La laberintitis me pone hiperbólico. No me hagáis mucho caso. En cuanto la presión atmosférica se estabiliza vuelvo a ser el doctor Jekyll.

jueves, 7 de agosto de 2008

Primitiveces

He entrado en el estanco de Ocata esta mañana a hacer la primitiva, porque desde hace tiempo vengo invirtiendo mi fe en varios altares, por si acaso. Y nada más cruzar el umbral me ha asaltado una jovencita pizpireta y peripuesta que con una sonrisa de anuncio me ha preguntado con voz muy ensayada: “¿Usted fuma?”.

Y claro, uno que tiene sus automatismos, ha saltado.

“Fumar no, maja, pero los demás vicios los tengo todos, así que sigue.”

Pero no ha seguido. Se ha acobardado y ha ido a refugiarse en silencio, confundida, detrás del aparador de la conocida marca de tabaco de la que hacía publicidad.

Me he arrepentido inmediatamente de mis palabras.

¿Qué necesidad había de meter a la criatura en un aprieto?

Algún día, lo juro, algún día de estos aprenderé a dominar estos prontos y a comportarme como una persona seria, madura y responsable.

Amén.

Olé! This Spanish Summer

Roger Cohen, hoy en "The New York Times":

Even before the Beijing Olympics begin on Friday, it’s clear which country has run away with the 2008 sports summer: Spain. With class and majesty, the Spanish have swept all before them.

Rafael Nadal, he of the ridiculous angled forehand and bullet backhand, has taken the French Open and Wimbledon and, soon, the No. 1 world ranking in men’s tennis from Roger Federer. The Wimbledon final was a demonstration of raw power overcoming silken perfection that will live in memory.

At the European Championship, the Spanish soccer team of Luis Aragonés marched to the country’s first major title in 44 years with displays of breathtaking mobility and precision.

Marshaled by the imperious Carles Puyol at the heart of an impenetrable defense, the Spanish were irresistible. I’ve seldom witnessed a more complete humiliation of an opponent than the Spanish dismemberment of the lumbering Germans in the final.

Most recently, Carlos Sastre has won the Tour de France, adding to his compatriot Alberto Contador’s victory in the Giro d’Italia. Spanish domination of cycling has contained its measure of doping scandals, but remains extraordinary.

It’s interesting that this victory march from a nation of 45 million people has occurred just as the Spanish economy has gone into a free fall.

I don’t know if there’s a connection between the two phenomena. Perhaps Spain’s acute sense of honor — Hemingway called honor as real a thing to a Spaniard as “water, wine or olive oil” — has been piqued into victorious defiance by economic humiliation.

Certainly, the repeated demonstrations of sports prowess have afforded José Luis Rodríguez Zapatero, the prime minister, some breathing space.

Spain, which accounted for a third of job creation in the euro zone over the past five years, is now overborrowed and overbuilt. The country is reeling in a mortgage morass familiar to that of the United States.

But national triumphalism, stronger for once than contentious regionalism, has tended to crowd out distress. After the Tour de France, El País trumpeted that “It seems France only organizes sporting events so that Spain can win them.” Take that, haughty neighbor!

I confess, I’ve been moved by the Spanish victories. George W. Bush nixed the country after Zapatero withdrew Spanish troops from Iraq, but below the American radar Spain’s rise — current difficulties notwithstanding — has been one of the most striking European success stories of recent decades.

Seeing Puyol rise defiant like a wounded bull after being fouled in the European Championship, or watching Nadal will himself with mind and muscle beyond Federer’s Wimbledon domination, I could not help sensing a unique Spanish pride and reflecting on my own feelings about the country.

We all have our Mediterranean favorites. Mine has long been Italy. When I lived in Italy in the 1980s, a friend said something that stuck in my mind: “You know, the Italians have the art of life, and the Spanish have the art of death.”

There’s truth in that. Italy sees Spain’s dangerous honor with its irrepressible instinct for beauty. Spain fights a civil war; Italy, late-born, and awkwardly so, as a modern nation, accommodates itself to differences.

De Chirico was an Italian painter, but his harsh delineation of light and shadow are more of Spain’s brutal demarcations than Italy’s subtle marriages of the elements. In Italy, life is dedicated to pleasure; in Spain, it is never quite devoid of the tragic.

Living in Rome, it seemed to me that the city was a waif in an extravagant gown. Its thing was luxury not exertion. Its greatest gift, all ambition exhausted, was beauty. Its streets were a labyrinth of delight, in contrast to the broad, straight avenues of Madrid straining toward order.

Loving Italy, I found it hard to make room for Spain. Oh, I went to the corridas and found this confrontation of man and beast — perhaps the last left to us — overwhelming in its splendor. That I could only glimpse all I did not grasp about the bullfight — all that the Spanish aficionados knew in their blood — made it the more haunting.

Perhaps such knowledge resides in these remarkable Spanish victories: the visceral sense that sports may be ennobling but they are also a fight to the death. Nadal had to kill something in Federer to overcome him.

That, and the knowledge that victory is lonely. An Italian artist, Antonio Recalcati, told me that after a boozy lunch in New York, the matador Antonio Ordoñez once said to him: “Antonio, you’re an artist; you can go to your studio now. But I’m a matador, where do I go?”

The road to this victorious Spanish summer has been lonely. The Spanish also had to kill a complex in themselves.

Where Italy overcomes frivolity for force is on the soccer field. The Spanish had not beaten them in a major competition for decades when they confronted their nemesis in the European Championship quarterfinals. Watching that victory, one of darting artistry over desperate defensiveness, I felt something in me give:

Perhaps, after all, there’s room for Spain and Italy in the loves of a single life.

Blog: www.iht.com/passages

Solschenizyn y nosotros


Tengo desde hace tiempo claro que es necesario completar la primera transición democrática, que tuvo por objeto liberarnos del franquismo, con una segunda que se proponga liberarnos del antifranquismo. He vuelto a darle vueltas a esta idea a lo largo de estos días en los que la prensa de todo el mundo ha recogido amplias necrológicas de un hombre fundamental para comprender el siglo XX: Alexander Solschenizyn.
En los años setenta estábamos tan cegados por las promesas emancipadoras del antifranquismo que leíamos a Foucault como corderos y despreciábamos a Solschenizyn como lobos. La segunda transición, tal como yo la imagino, no tendrá por objeto desleer al francés, sino leer al ruso.
Por mi parte, no tengo ninguina duda de que se aprende mucho más sobre el poder en las páginas de Archipiélago Gulag que en las de Vigilar y castigar.

martes, 5 de agosto de 2008

Amor y epistemología científica


Ayer, cuatro de agosto, alcancé, invicto, los 29 años de matrimonio. A mi no me pesan en absoluto, pero mis hijos a veces bromean diciendo que son los únicos entre sus amigos que tienen solamente un padre y una madre. Es este un estigma que, me parece, aún deberán soportar unos años más. ¡Ya veremos qué pasa cuando el INSERSO nos acoja entre los suyos, que por lo visto lo hace de manera muy loca!

Los cínicos sostienen que el amor es ciego y los platónicos suelen contestarles que no, que en realidad es clarividente, porque la mirada enamorada saca a la luz lo que de otra manera permanecería en la penumbra del otro. El amor es muchas cosas, pero cuando sustenta una vida en común es también una forma -y de las más fuertes- de la confianza. O de la fe, si se quiere.

El amor y la lógica, como sabe bien cualquier enamorado, no se llevan demasiado bien. No hay lenguaje menos lógico que el de los amantes en la intimidad. Pero es que la manifestación del sujeto hablante en su lenguaje es inversamente proporcional al grado de formalización del mismo (presto gratuitamente la frase a quien quiera hacer uso de ella). El lenguaje formal (denotativo) nos informa sobre las cosas, el informal (connotativo) nos muestra al hablante.

Si aplicásemos al lenguaje amoroso las características que, según Popper, debe poseer el lenguaje científico, descubriríamos que el único amante auténticamente científico es el celoso, porque siempre desconfía de las apariencias, siempre quiere ponerlas a prueba, siempre intenta refutar las teorías del otro.

Pero claro, si el celoso es el ejemplo de amante científico, mejor mantener ese rigor metodológico muy lejos de los asuntos amorosos y confiar, pura y simplemente, en un acto de fe gratuito, que cuando el otro nos dice "te quiero" sabe lo que dice y lo dice con sinceridad.

Claro está que la fe nos sobreexpone y nos deja indefensos cuando las cosas se tuercen. Y entonces aparecen las múltiples formas del desamor.

Si tuviera valor para decirlo, diría que eso que tan aparatosa y perniciosamente se llama violencia machista, no es fruto de la agresividad del poderoso, sino de la desesperación del débil.

El árbol de la ciencia y el árbol de la vida

I Byron, Manfred : «El árbol de la ciencia no es el árbol de la vida».  II Me molesta mucho, cuando un periodista me entrevista, que dé por ...