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lunes, 10 de enero de 2011

Al pasar por un hermoso pueblo catalán...

... no he podido reprimirme la vena lírica:


... mientras el caballo bebe
se oye un hermoso cantar:
"Dios nos libre, alazán mío,
de mal viento en alta mar
y de estos diseñadores
de farolas de ciudad".
Las musas que iban volando
se paraban a llorar.


He dicho

domingo, 30 de septiembre de 2007

España, 1969


Comentaba Joseph T. en Del tiempo y del espacio: "El otro día un amigo me confesaba la envidia que sentía de nuestros padres. Se lamentaba de no haber vivido la transición, los grises y todo lo demás". Joseph a mi también intentan mentirme algunos desmemoriados de mi generación que vivimos juntos esa epopeya. La realidad, sin embargo, fue mucho más de andar por casa. El sesentayochismo hispano es una utopia retrospectiva. Aquí no vivimos nada semejante. Los cuatro gestos que hubo fueron, si los examinamos objetivamente, cuatro brindis anecdóticos a la autoconciencia militante, que era bien marginal. La verdad verdadera es que en 1969 eran muy pocos los que se sabían la letra de La Internacional, mientras todo el mundo tarareaba un himno tan escasamente épico como el "Canta con nosotros" de Voces Amigas. ¿Hay alguien que se siga acordando de Voces Amigas? Ellos eran el fenómeno sociológico. Y es que el país -es decir, todos nosotros- no dábamos para más.

Las utopías con sentido son las que funcionan como ideal. Y nuestro ideal era el seiscientos o, si se era de posibles, el ochocientos cincuenta de cuatro puertas. Las utopías que no movilizan el interés de nadie sino simplemente la curiosidad, son simplemente atopías, como ésta:

Así se imaginaban en 1910 la escuela del año 2000.

Las utopías que se sitúan en el pasado, como una especie de Arcadia perdida o Tiempo de Oro de la melancolía, son meras ucronías. Humo narcisista que expelen los descontentos con lo que son para mentirse a sí mismos lo que han sido.

jueves, 22 de junio de 2006

Teoría de la no-cosa

Me ha impactado profundamente la campaña que viene realizando la Agència Catalana de l'Aigua con el lema "Les espècies més perilloses del mediterrani". No sabía, por poner unos pocos ejemplos, que una botella de plàstico puede tardar en degradarse 600 años y que los peces (quien sabe si la última lubina a la sal que nos comimos) ingieren los preservativos que lanzamos por los váteres o las bolsas de plástico, que confunden con medusas.
Me ha servido también para recuperar algunas ideas de una conferencia que di hace dos años en la Universidad Mazarik de Brno (Republica Checa) con el pomposo título de "La no-cosa". Las resumo acompañándolas de las visiones de Alessandro Bavari de quien otro día hablaré más despacio.

I

Las no so cosas son objetos materiales que no pertenecen ni al mundo de la naturaleza ni al de la cultura.

II

Son un estorbo creado por el trabajo, que de esta manera parece revelarse contra su pretensión inicial de facilitar el caminar del hombre. Con la no-cosa el trabajo crea contravalores. Introduce la paradoja en el ser.

III

La no cosa es un artificio cuyo valor de uso es negativo. Es el artificio rechazado, bien porque se le ha exprimido todo su valor de uso, bien porque se ha rebelado contra los proyectos del diseñador. La cultura busca denodadamente expulsarla de sí, porque le molesta su simple visión. Pero a diferencia de los productos naturales, que se reintegran con facilidad en el ciclo de la naturaleza y de las obras de arte, que inmediatamente forman parte del ciclo de la cultura, el mundo “descosificado” no tiene pretendientes.

IV

La no-cosa fue, sin embargo, resultado de un esfuerzo de diseño y, como tal, ganó su derecho a la visibilidad. Una vez devenida no-cosa, se aferra a esta visibilidad, aunque ha perdido por completo su valor de uso. En este sentido la no-cosa sitúa al diseño ante la consecuencia imprevista de sus pretensiones culturales.

V

En la actualidad el mundo del hombre ya no se puede explicar a partir de la dicotomía naturaleza-cultura, pues la no-cosa dejó de ser naturaleza al ser diseñada como objeto tecnológico, pero fue expulsada de la cultura al devenir un objeto “des-cosificado”. Las no-cosas pertenecen a un tercer mundo, opuesto a la naturaleza y a la cultura, y cuyo tamaño no cesa de aumentar.

VI

A las culturas sólo les gusta reconocerse en los objetos que fabrican.

VII

Una no-cosa es una paradoja es un absurdo cultural.

VII

Filosóficamente el término no-cosa es relevante al menos desde que Kant lo utilizara en la Crítica de la razón pura para designar “un objeto vacío sin concepto”, como sería el de un “objeto rectilíneo de dos lados.” Es, pues, algo que no tiene razón para ser, pero cuya imposibilidad de ser puede ser pensada. En la Metafísica de las costumbres aparece este término (“Unding”) en referencia al ideal de la paz perpetua y, también, en relación con el amor. Como no podemos amar porque queremos y mucho menos porque debemos, la del deber de amar es una idea absurda (Unding). El término es posteriormente recuperado por Brentano, desarrollando la tesis de la intencionalidad, para hablar de una representación que no es una representación de esto o de aquello, por ejemplo un color que no es ningún color concreto.

VIII

Una no-cosa no es un desecho. Todos los animales generan desechos que más tarde o más temprano se reintegran de manera armónica en los ciclos naturales. Incluso podemos decir que los desechos animales forman parte de esos ciclos. Pero a la no-cosa se le ha exprimido tanto su valor de uso cultural como su valor de uso natural. La no-cosa es la criatura de Frankenstein

IX

Las no-cosas no tienen dueño. Nadie quiere reconocer su autoría sobre ella. Es necesario apartar la vista de ella porque su mera presencia produce una profunda herida narcisista en el optimismo del hombre moderno. Pero no hay un tercer sitio, aparte de la naturaleza o de la cultura, donde la podamos colocar. Por eso su presencia crea no-sitios que van en aumento, compitiendo con los espacios tradicionales.

Marañas

Tengo que admitirlo: soy demasiado viejo para aprender ciertas cosas, por muy fundamentales que sean. La más importante de todas: aprender a...