son verdaderas EN SUS CONSECUENCIAS:
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Que llegues a Madrid y te esté esperando Aurora Nacarino es como una premonición: todo va a ir bien y sobre ruedas. Y así ha sido. Con Aurora fui directamente a ESADE, donde mantuve un debate de guante blanco con Lucas Gortázar. De ESADE a un colegio con decidida vocación elitista. Tan elitista, que puede permitirse el singular lujo de defender evidencias como esta:
Hay que visitar el mayor número de centros educativos posible, y cuanto más diversos, mejor, para hacerse una idea cabal de la educación efectiva en España, porque la realidad es siempre mucho más compleja que los esquemas mentales que nos hacemos de ella. En este caso hice la visita acompañado de un amigo que es también un auténtico innovador pedagógico, Daniel González de Vega, creador de Smartick.
Este centro sabe lo qué quiere hacer, qué profesorado necesita para ello (y en qué partes del mundo reclutarlo), con qué familias quiere hacerlo, qué alumnos pueden hacer posible su proyecto, el precio que cuesta realizarlo y sobre qué imagen del futuro quiere orientarse. Por cierto, la directora, que nos invitó a comer (a un magnífico restaurante, el A'Barra) me insistió en que la principal competencia del futuro es la escritura y la segunda y la tercera es también la escritura. Estoy totalmente de acuerdo con ella. Me despedí con la convicción de que la escuela pública nunca podrá competir en la carrera carísima de la innovación con las escuelas de élite, por lo cual debe definir bien cuál es su campo y qué es lo que puede y quiere hacer mejor que nadie.
Fui dando un largo paseo hasta el hotel, con mi maleta de mano, en la que llevaba dos botellas, una de un orujo blanco excelente y otra de un mezcal sublime. Hacía frío, pero me apetecía pasear y rumiar un poco todo lo que se había acumulado en mi memoria.
Tras descansar un poco, como la cabra siempre tira al monte, fui a gastar dinero... a una librería de viejo, la librería Ábaco, donde encontré algunas cosas bien interesantes. Después, a las 20:00, tenía cena (de ahí las dos botellas), que alguien a quien aprecio cada vez más, y a quien he decidido llamar Diotima, tuvo la inmensa habilidad de organizar en mi honor. Nos encontramos 17 personas alrededor de una mesa excelentemente servida y allí estaba de nuevo Aurora Nacarino, que apareció con ejemplares de En busca del tiempo en que vivimos para todos los asistentes. Después de la cena los más jóvenes nos fuimos de copas.
Pasé la mañana del domingo junto a alguien que admiro y aprecio, la economista María Blanco, hablando de lo divino y de lo humano y recordando los tiempos del MSV (Movimiento Stalin Vive) y de la compañera camarada Vagina Seminova. Pero esta es otra historia.
Hoy, en El Debate, mi última entrega: De Anacarsis Cloots a Ángel.
"En enero", decía mi madre, "se hiela el agua en el puchero".
Pero de repente te sorprende un día como el de hoy y no hay refrán al que recurrir para explicarlo.
Estos días que brotan espléndidos en la intemperie del invierno, ofreciéndonos un cielo azul limpísimo, una atmósfera diáfana y un sol generoso, son una delicia que apetece saborear con sorbos cortos.
Tras unos días de frío intenso y, previsiblemente, ante otros días heladores, el sol te entra generoso, a raudales -claro- por las ventanas animándote a salir a la calle, a pasear sin prisas, a ir a comprar unos tomates al sitio más alejado del pueblo, a tomar un café en la plaza, estirando las piernas y echando el tronco para atrás (sin sacar del bolsillo el libro que has traído para leer), como animales de sangre fría que necesitan recargar su depósito de vitalidad.
En días así, todo cuadra, salen todas las cuentas, y nos sentimos poseídos por un espíritu jovial y afable, como si el sol de invierno fuese el heraldo de la filantropía.
Ayer, día de San Francisco de Sales y, por ello, de la educación, me entrevistó un periodista navarro para un medio de Navarra. Recordándole que este santo es también el patrón de los periodistas, le pregunté si conocía la influencia que tuvo sobre él el franciscano navarro fray Diego de Estella, nacido en 1525. La cuestión se acabó pronto porque no sabía quién era el estellés, aunque sí me dijo que Navarra había tenido importantes filósofos. No lo culpo por ello, son estos tiempos de desmemorias.
La obra de fray Diego de Estella que mayor influencia tuvo en San Francisco de Sales fue la titulada Meditaciones devotísimas del Amor de Dios, donde nuestro gran humanista, siguiendo fielmente la tradición de su orden, parece estar rememorando el Banquete de Platón cuando escribe: “Dios ha de ser amado por ser sumamente hermoso… La hermosura de las criaturas pequeñas es transitoria, momentánea y perecedera. Hoy es fresca como la flor del campo; y mañana está marchita. La hermosura de las criaturas, falta y dexa de ser al mejor tiempo; más la hermosura del Criador, para siempre permanece y está con él”.
No deja de ser curioso que sea un idealista hiperbólico, el poeta sevillano Gabriel García Tassara, el que nos lanza esta invitación (que, por supuesto, recojo):
Sé clásico a tu modo,
que es el mayor secreto.
Ha llegado el frío, fenómeno nada raro, ya que estamos en enero. "En enero", decía mi madre, "se hiela el agua en el puchero". Con el frío han llegado también los comentarios habituales sobre el tiempo, que tanto juego nos dan para decir algo cuando lo importante no es lo que se dice, sino manifestar nuestra afable co-presencia. En estos casos el tiempo es un bálsamo. No decimos más que obviedades y, sin embargo, lo hacemos con la cara de quien está descubriendo el último secreto del cosmos. Otra cosa son los informativos de la televisión, porque para ellos la información debiera ser lo relevante, pero tienden a tratarnos de manera excesivamente paternal al bombardearnos en verano, cuando los termómetros se disparan, con consejos obvios hasta para un preescolar (llevar poca ropa, buscar las sombras, beber agua, etc.) y en invierno, cuando se hunden, con comentarios que de tan elementales tienen algo de menosprecio del sentido común de los espectadores (abrigarse, tomar bebidas calientes...).
El placer de tener a toda la familia en casa y hacer cinco veces más comida de la que sabes, positivamente, que nos vamos a comer.
Viaje intensísimo a Madrid para promocionar mi nuevo libro, En busca del tiempo en que vivimos, que parece que está siendo bien recibido. He mantenido un buen número de entrevistas con periodistas de prensa, radio y televisión y he gozado la oportunidad de presentarlo directamente ante un numeroso público en la sede de Abante, en la Plaza de la Independencia, junto a la Puerta de Alcalá. El acto tuvo la forma de un diálogo con Santiago Satrústegui en el que hubo tiempo tanto para la seriedad como para la risa, como debe ser. Me alojé en un hotel sencillo, pero situado de manera insuperable en la calle Alfonso XII, junto a la calle Maura. Desde mi habitación disponía de unas hermosas vistas al Retiro que en esta época del año está espléndido.
Si les puedo adelantar que estoy colaborando en la puesta en marcha de un club privado que, sin ningún género de dudas, dará mucho que hablar. ¡Ya lo verán!
Me gusta Cataluña tanto que mi casa está aquí. Aquí vivo y aquí crecen mis nietos, pero si tuviera dinero me compraría un piso pequeño en Madrid porque esta ciudad cada vez se está asentando con más firmeza en mi vida.
Conocí a Viqui Molins hace ya unos cuantos años. Estábamos firmando libros en un Sant Jordi. O, mejor, estábamos viendo como los firmaba a manos llenas un personaje mediático que estaba en nuestro mismo stand. Me llamó poderosamente la atención el hecho de que muchas personas con las huellas de la mala fortuna en la cara se acercaban a Viqui para saludarla afectuosamente y ella les respondía interesándose por sus parejas o sus hijos, cuyos nombres sabía. Así que le pregunté a qué se dedicaba exactamente. Me respondió que lo suyo era cuidar del mal ladrón. Le pedí que me explicara esta extraña dedicación. "Es fácil -me dijo- cuidar del buen ladrón. Ha tropezado, lo ayudas a levantarse y camina recto y agradecido". "¿Y quién es el mal ladrón?" "Es el que aprovecha para robarte la cartera el momento en que estás ayudándole a vomitar". Me impactaron mucho estas palabras y desde entonces he intentado seguir los pasos de esta monja singular. Le escribí con mucho gusto el prólogo de uno de sus libros, titulado "Dignos de descubrir el mundo".
Sin duda, hacer de abuelo es mucho más fácil que hacer de padre, por la sencilla razón de que el abuelo sabe que hay alguien que ya está haciendo de padre.
Largo paseo por las viñas de Alellla, subiendo y bajando pendientes a muy buen ritmo entre las cepas sin podar. Era preceptivo visitar al primer almendro que florece en El Maresme (véanlo ustedes en la foto) para disfrutar unos segundos de su generosidad floral y llegar a casa antes de que anocheciera.
Estoy leyendo al inmenso Gracián -que cada vez me parece más grande, más sutil y más agudo observador de la naturaleza de las cosas humanas- y no puedo dejar de pensar en la muchachada podemita. Dice Gracián: "Cuantos más tiernos sus hijos, se los traga Saturno con más facilidad".
La iglesia de santa Ana es uno de mis rincones preferidos de Barcelona.
En Santa Ana y con la teresiana Viqui Molins, porque si ciertas personas me dicen "Ven", lo dejo todo, digo que sí y después pregunto "¿A dónde?"
Interesante artículo sobre la importancia de la escritura par desarrollar el pensamiento.
Sostiene el autor, y yo estoy completamente de acuerdo con él, que escribir te ayuda a pensar mejor, con más claridad y de manera más convincente. Es un poco como las matemáticas, en el sentido de que no importa cuánto las utilicemos como adultos, porque cuanto más aprendemos a usarlas, mejores analistas y pensadores seremos.
Tras constatar que el ADN de los chimpancés difiere del nuestro en apenas un dos por ciento, Jane Goodall concluye que «estas criaturas nos han enseñado lo arrogante que ha sido el ser humano al pensar que era diferente de los chimpancés y del resto del reino animal».
¿Pero por qué es arrogante reconocer una diferencia?
Los escolásticos decían, con razón, que donde no hay diferencia no hay claridad. La diferencia es el ser del límite.
En ese dos por ciento de diferencia genética se encuentra la posibilidad de un Newton, un Bach, un Velázquez, un Cervantes, un Platón... una Jane Goodall.
- El primer paso del saber es saberse.
- La más ventajosa superioridad es la que se apoya en la adecuada noticia de las cosas.
- No se acreditan los vicios por hallarse en grandes sujetos.
- Siempre filosofar, entristece, y siempre satirizar, desazona.
- La verdad es una doncella hermosa, pero tan vergonzosa que anda siempre tapada.
- Se cree mal aquello que no se desea.
- La vida de cada uno no es otra cosa que una representación trágica y cómica. Ha de hacer uno todos los personajes a sus tiempos y ocasiones.
Dos aforismos de Gracián:
“Toda ventaja en el entender lo es en el ser”.
"No vive vida de hombre sino el que sabe".
Observó Jacobi (Sobre una profecía de Lichtenberg) que para el animal la madre tiene solamente pechos, por eso a medida que olvida el pecho olvida a la madre. Sin embargo, para el hombre la madre tiene rostro. El niño desplaza su mirada del pecho materno y la dirige hacia el rostro de su madre en busca de su amor y de su reconocimiento. Podría limitarse a llorar, pero también sonríe. Ahora, con 67 años cumplidos, puedo añadir yo que el rostro de mi madre está cada vez más vivo en mí. Comprendo muy bien lo que le ocurrió a Susana Sainz, neuróloga del Hospital Universitario Ramón y Cajal, cuando le pidió en su consulta a un anciano de 85 años con deterioro cognitivo que le escribiese en un papel lo primero que le viniera a la cabeza. Lo que el anciano al borde de la desmemoria escribió fue «Mamá, yo no te olvido»
Oli London es un influencer británico que se considera una persona no binaria transracial y se ha sometido a 18 operaciones de cirugía estética para parecer coreano, porque asegura que ha estado viviendo durante toda su vida en «un cuerpo equivocado». «Soy un ser humano que vive en mi verdad», declaró a Sky News. El problema para él es que ha sido acusado de apropiación cultural.
- En busca del tiempo en que vivimos.
Eterna, un pueblecito de unos diez habitantes de la comarca de Montes de Oca, es como la síntesis de la Sierra de la Demanda. Está casi cercado por un extenso acebal destinado a adueñarse de sus calles. El reloj de la torre, dando la hora eterna, está parado.
La vegetación avanza y el pueblo se encoge a medida que sus habitantes se refugian en las comodidades legítimas de las gran- des ciudades. Desde lejos sobresale la torre de la iglesia, el hito referencial de una comunidad que desaparece. Ya nadie echa en falta sus campanas, porque nadie tiene una vida que regular con la agenda de sus tañidos. Pero ahí resisten, firmes y en silencio, cumpliendo su indeclinable misión de unificar las miradas de la comunidad y dirigirlas hacia el cielo en busca de raíces. Siempre sorprende en estas iglesias un capitel provocador, la piedra finamente tallada de un canecillo bajo la cornisa, o una arquivolta que mantiene su elegancia a pesar de la carcoma del tiempo. Pero la fe que talló estas piedras ya no está a su lado para sustentarlas.
Lo humano se va, pero aún no se ha ido, y lo natural vuelve, pero aún no del todo. Entre medio, el turista ve sin comprender. Y hace fotos.
Cada casa tiene su poyo junto a la puerta principal, que es, naturalmente, el elemento doméstico que más resiste el colectivo desmoronamiento. No hay nada más resistente a la obsolescencia que un poyo. Ni nada más humilde. Ni nada más ajeno al forastero que ha olvidado el arte de sentarse a pegar la hebra.
¡Qué humilde es todo: el poyo, la torre de la iglesia, las campanas, el capitel! Pero su humildad resume un mundo.
En "En busca del tiempo en que vivimos",
Los días pueden ser largos, y algunas horas son interminables, pero los años... los años se han ido acortando a medida que he ido envejeciendo y últimamente caen en alud. No deja de parecerme increíble que ya estemos en el 2023 si parece que fue ayer que...
Si alguien con poderes para hacerlo me ofreciese volver atrás, a alguna época de mi vida que haya quedado sepultada en el tiempo, le diría que me quedo en el presente. No es que no añore determinadas cosas del pasado, es que no estoy dispuesto a renunciar a mis ilusiones del presente. Quiero verlas crecer y desarrollarse y sentirme, de una u otra manera, partícipe de su desarrollo.
Le comenté a mi dilecto Ferran Sáez que vi en El Callao, el barrio más humilde de Lima, una enorme pintada que decía: «Aprender a aprender: ...