Comparto con Josep María Esquirol entre otras muchas cosas la admiración por un filósofo que quizás fuese, a lo largo de "la Guerra Fría", un espía soviético (la admiración también compartida por Heidegger, la dejamos para otro día).
Cuando en 1992 Vassily Mitrokhin, ex coronel de los servicios secretos soviéticos, se pasó al Oeste, trajo consigo documentación que demostraba que París había sido uno de los lugares más activos de la KGB en Europa occidental. La oficina parisina de la KGB, conocida con el nombre de
La Résidence albergaba a no menos de cincuenta agentes franceses. Entre ellos se encontraban algunos de los colaboradores más directos de Mitterrand (como Charles Hernu) e importantes periodistas de
Le Monde,
L’Express y
France-Press, que eran muy apreciados en
La Résidence. Posteriormente el historiador Christopher Andrew descubrió en los archivos de la KGB que un importante funcionario del Quai-d’Orsay, cuyo nombre en clave era JOUR, había estado entregando a los soviéticos lo esencial de la correspondencia diplomática francesa durante treinta años.
Pues bien parece que uno de los espías soviéticos infiltrados en la diplomacia francesa (
Le Monde se hizo amplio eco de la noticia) era Alexander Kojève, uno de los filósofos más relevantes de la Europa de posguerra. Es bien conocido que a su seminario sobre
La fenomenología de Hegel que impartió en la
Ecole Pratique des Hautes Etudes durante 1933-1939, asistían entre otros Alexandre Koyré, André Breton, Georges Bataille, Raymond Aron, Maurice Merleau-Ponty, Eric Weil, Jacques Lacan, Pierre Klossowski, Raymond Queneau y, aunque de manera indirecta, también podemos incluir en el grupo a Leo Strauss, que en 1933 residía en París. Hasta 1938 no fue reclutado por la N.K.V.D. (la antigua KGB), pero no creo que en estos cinco años hubiera cambiado sustancialmente su pensamiento. ¿O quizás sí? En todo caso mientras se intercambiaba cartas con Strauss sobre la tiranía, ya era agente soviético. Nadie ha leído esta correspondencia bajo esta perspectiva.
En 1945 Kojève comenzó a trabajar en el Ministerio de Economía y Finazas, gracias a la influencia de su antiguo alumno Robert Marjolin. Según Aron, deseaba conocer cómo funcionaba la historia. "Como Platón, quería aconsejar a un tirano, ejerciendo una influencia desde la sombra sobre los actores visibles". Durante veinte años fue algo más que un funcionario diligente. Pronto se convirtió en uno de los más brillantes negociadores del Ministerio y participó activamente en la creación de la Comunidad Económica Europea, despachando con frecuencia con Pierre Mendès France, Jean Monnet y Robert Schuman. Fue también confidente de de Gaulle, Raymond Barre y Giscard d’Estaing y sus informes ayudaron al primero a bloquear la integración de Gran Bretaña en la CEE. Según Barre, poseía "una inteligencia superior, enciclopédica, como probablemente no volverá a haber otra igual”.
Aron sostenía que si bien durante 1938 y 1939 se había considerado un "estalinista estricto", para 1945 ya había abandonado el estalinismo para dedicarse al servicio leal a Francia. Pero quizás el estalinismo y el servicio leal a Francia no eran para Kojève del todo incompatibles. Él veía a los Estados Unidos como la versión más lograda de una sociedad marxista y a Rusia y a China como a americanos pobres que corrían desesperados para alcanzar los niveles de vida de su modelo. La revolución de Mao era, al fin y al cabo, la introducción del Código Napoleónico en China. En su esencia los Estados Unidos y la Unión Soviética eran lo mismo. El "único gran marxista del siglo XX" era Henry Ford y el único verdadero estalinista, él mismo, Alexandre Kojève.
Dadas estas condiciones de presagio del final de la historia, es decir, de homogeneización americana del mundo, la burocracia se presentaba para Kojève como un "juego superior" a la filosofía (el acento hay que ponerlo en "juego") en el que la construcción europea era un movimiento más. Jugar a este juego le permitía liberarse de prejuicios y apreciar en su justa medida la realidad concreta del devenir histórico.
¿Fue realmente un espía soviético? A favor de la respuesta afirmativa se encuentra un informe de contraespionaje de la
Direction de la Surveillance du Territoire" (DST), titulado
L’espionnage de l’Est et la gauche y las informaciones de Vassily Mitrokhin, de las que ya he hecho referencia. Sin embargo Edmon Ortigues, amigo de Kojève, duda de la veracidad de estas fuentes, aduciendo la correspondencia que cruzó con su madre, que se encontraba en Moscú y era fieramente anticomunista. No me parece un argumento convincente. Además Ortigues nunca leyó esa correspondencia y no sé si llegó a comprender bien a Kojève. Por ejemplo confiesa que una tarde en que evocaron las purgas estalinistas, Kojève comentó: "Stalin sabía como tratar a los comunistas". ¿Es esta una prueba de su resistencia a dejarse seducir por la KGB? Kojève era profundamente irónico, especialmente con quienes no lo comprendían. Se jactaba de que no había sido él quien había publicado sus cursos, sino “el humorista Raymond Quenau”. Cuando Stalin murió le dijo a Aron que se sentía afligido. Pero esto para Ortigues sí que era una ironía.
¿Era el espionaje un movimiento más del "juego superior"? Esto es lo que piensa Josep Maria Esquirol. Pero si es así, entonces no habría que descartar que fuera el juego el que marcara las reglas y que de su actividad estuviera puntualmente al corriente el gobierno francés, como defiende Dominique Auffret. Ciertamente trabajó codo con codo con Charles Hernu, que llegaría a ser Ministro de Asuntos Exteriores con Mitterrand. No sé si Hernu era un espía, un contra espía o un recontra espía, pero está documentado que desde 1953 pasaba información "al enemigo".
Kojève murió de un ataque al corazón el 4 de junio de 1968, mientras asistía a una reunión de la CEE. Inmediatamente su apartamento de París fue misteriosamente registrado por desconocidos (o no tan desconocidos, hay quien apunta a Lacan como el responsable). En Bruselas se guardó un minuto de silencio en su memoria.
Un año antes de su muerte fue invitado a Berlín por Rudi Dutschke, que le planteó la pregunta "¿Qué hacer?". "¡Aprender griego!", contestó.
Una cuestión final: ¿Qué era en realidad para Kojève el fin de la historia? A mi modo de ver, el fin de la teología, el fin de la relación entre el hombre y la divinidad. Podría alegarse que el fin de la teología es lo que permite la relación del hombre con la sabiduría. Sí, así es. La relación con la sabiduría ha sustituido a la relación con Dios. Por eso tenemos cultura general donde antes teníamos catecismos.
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