I
Platón intenta poéticamente que nos dejemos convencer por Diotima. Pero este intento ocultaría la verdad de Eros tras la necesidad de la política. Diotima es el Eros sublimado y, por lo tanto, políticamente pacificado. Es el Eros políticamente emasculado.
II
La verdad filosófica sobre Eros la ofrecen, con toda crudeza el discurso de un comediante, Aristófanes, y la irrupción súbita de un político, Alcibíades. Ambos ponen los puntos sobre las íes. El primero porque nos explicará los límites de la ley para domesticar a Eros, y el segundo, nos demostrará que Eros no es la conclusión de un silogismo.
III
Según Aristófanes, los hombres somos seres incompletos. Somos fragmentos de algo que al fragmentarse se hace humano. Lo que nos ha fragmentado es la ley (impuesta por Zeus). Por lo tanto, el Eros que pervive en nosotros es la protesta latente de la naturaleza fragmentada contra su fragmentación.
IV
También podría decirse que el Eros humano es una protesta de nuestra naturaleza culturalmente fragmentada contra los arquetipos políticos de la excelencia humana en la medida en que la apropiación de esta excelencia solamente es posible por la renuncia a una parte de nuestra naturaleza original.
V
La sospecha, pues, es que no hay educación capaz de garantizar la victoria definitiva del Eros noble sobre el Eros vil (o popular).
VI
Ser hombre significa, a la vez, ser limitado por la ley y sentir una pulsión poderosa contra todo límite.
VI
El Eros que nos muestra Aristófanes es la fuerza indómita que desea lo inaccesible. La conclusión es que la nuestra es una naturaleza infeliz, enferma. Siempre existirá una desproporción dramática entre el absoluto que pretende el amor y lo fragmentario de todo abrazo amoroso.
VII
No deja de ser llamativo que sea el comediante Aristófanes, el poeta cómico más grande, el que nos muestre esta insaciable melancolía que es Eros.