Lo siento por no estyar de acuerdo: su misterio es el desprecio. No ama a nadie y los mira distantes. Su sexo es una entrega a destiempo y hace sentir ridículo a quien cree que la posee. No es propiedad de nadie, ni de nada. Sus ojos desprecian y da lo que quiere el otoro, devalúandolo: solo un poco de cuerpo, un canto íntimo, una alegria personal, todo cosas que ni comparte ni odia: le son indiferentes. Es única, porque nadie se atrevió a escribir una crítica del desprecio tal y como se merecía, y se habló de misterio. Es, simplemente inalcanzable. Todo homb re acabaróa asesinándola o abandonándola. Está más allá del bien y del mal, no está-
Estaba inmensa en "Perdición" de Wilder, una de mis películas preferidas, llevando al huerto a Fred Macmurray, para desesperación de Edward G. Robinson. ¡Qué grande era el cine!
Bella y misteriosa. Abrazos.
ResponderEliminarBella, sobre todo -en mi opinión-, por misteriosa.
ResponderEliminarLo siento por no estyar de acuerdo: su misterio es el desprecio. No ama a nadie y los mira distantes. Su sexo es una entrega a destiempo y hace sentir ridículo a quien cree que la posee. No es propiedad de nadie, ni de nada. Sus ojos desprecian y da lo que quiere el otoro, devalúandolo: solo un poco de cuerpo, un canto íntimo, una alegria personal, todo cosas que ni comparte ni odia: le son indiferentes. Es única, porque nadie se atrevió a escribir una crítica del desprecio tal y como se merecía, y se habló de misterio. Es, simplemente inalcanzable. Todo homb re acabaróa asesinándola o abandonándola. Está más allá del bien y del mal, no está-
ResponderEliminarPero luego se volvió buena, una matriarca afectuosa y valiente en su madurez, en aquella serie de la tele, del oeste.
ResponderEliminarEstaba inmensa en "Perdición" de Wilder, una de mis películas preferidas, llevando al huerto a Fred Macmurray, para desesperación de Edward G. Robinson.
ResponderEliminar¡Qué grande era el cine!
Lola