Mi madre era magnífica contando cuentos. Recuerdo bien que muchos de mis primos querían venir a mi casa para escucharla con la boca abierta durante horas. No tengo claro que todo lo que nos contaba fueran apto para niños. ¿Pero quién se detenía en esas menudencias en aquellos tiempos? Algunos cuentos nos producían un miedo profundo, que nos hacía, literalmente, temblar de miedo. Pero cuanto más miedo pasábamos más le pedíamos que nos los repitiera. El más terrible de todos, y por lo tanto, uno de los que más le pedíamos, era el de
Y, sin embargo, no lo recuerdo íntegro. He olvidado su comienzo y su final, pero la parte central, con su pánico en crescendo, no la olvidaré nunca. El escenario es el de una casa aislada en el campo y el de una noche oscura. En el interior de la casa un niño está en la cama, junto a su madre. Están, evidentemente, a oscuras. No hay nadie que pueda ayudarlos. De repente, para vengar alguna fechoría que había hecho el niño (no recuerdo en qué consistía) se presentaba en la casa la Maria-dura, que iba diciendo:
- María-dura-dura-dura que vengo del cementerio a cogerte la asadura, ya estoy en la primera escalera.
Al oír esto el niño se agarra a su madre con fuerza y le pregunta:
- ¡Ay, madre! ¿Quién será?
- ¡Calla, hijo, que ya se irá!
Pero lejos de irse la voz suena cada vez un poco más cerca:
- María-dura-dura-dura que vengo del cementerio a cogerte la asadura, ya estoy en la segunda (tercera, cuarta, etc.) escalera.
Y así se va repitiendo la escena hasta que la María-dura llega a la puerta de la habitación en la que el niño está temblando junto a su madre.
Y no consigo recordar cómo sigue.
Pero todo el sabor de aquella infancia se me ha venido a la memoria al leer lo siguiente en las memorias de Pío Baroja:
“Un cuento que me producía un gran terror y desagrado, contado por una muchacha alcarreña, era el del pastor a quien otro asesina y descuartiza y entierra los restos, y sobre sus despojos nacen unas cañas, y cuando el asesino pasa por delante de ellas, las cañas le dicen:
- Fulano, dame la asadura, dura, que me quitaste.
¡Vaya!!! Mi madre también me contaba ese cuento y mis hermanos mayores se lo pasaban divinamente mientras yo temblaba de miedo.
ResponderEliminarA mí el que más me gustaba era el de la cabra y las siete cabritillas. Si no había cuento no comía -dice mi madre- y ella estaba ya aburrida de tooooodos los días repetir lo mismo. Si intentaba introducir alguna variante, se lo recriminaba y la obligaba a empezar, siguiendo la versión canóniga, según mi criterio.
Un escalofrío me ha recorrido toda espalda saltando de vértebra en vértebra al recordar una historia parecida. Afortunadamente hoy en día casi todos vivimos en pisos sin escaleras.
ResponderEliminarMi versión difiere un poco: Una niña hereda una muñeca de porcelana de su prima muerta. Como es de suponer, a la niña no le hace ninguna gracia la muñeca (personalmente, sólo de pensar en una de estas muñecas con la cara de porcelana, y más si es de una niña que acaba de fallecer... lagarto lagarto). La cuestión es que la niña rompe la cabeza de la muñeca para deshacerse de ella, ya que no soporta tenerla en la habitación, y sus padres la recogen y la guardan en el trastero del piso de abajo.
Y ahí empieza el calvario para la niña. La primera noche oye la voz de su prima avisando que viene a castigar a quien ha roto su muñeca y ya está en el primer peldaño de la escalera. La segunda noche, que ya está en el segundo, tercero, etc. A todo esto, cada mañana la niña se lo cuenta a su padres, pero como es de suponer, no le hacen caso. Hasta que finalmente la prima llega una noche frente a la puerta y así lo hace saber. Otra vez la niña lo cuenta a los padres, pero obtiene el mismo resultado.
A la mañana siguiente, la niña aparece con la cabeza partida con una herramienta (póngase aquí martillo, mallo, azadón, etc.) que se guardaba en el trastero del piso de abajo.
No se puede imaginar Ud, don Gregorio, lo bien que cuidaba yo los juguetes heredados de mis primos.
Alicia: ¿Cómo empieza y cómo acaba?
ResponderEliminarArrebatos: Otra vez las afinidades son las que nos eligen. Alguna cosa debíamos compartir en los fundamentos de nuestra personalidad.
ResponderEliminarLo que no logro recordar es quién me contó este cuento. Mis padres seguro que no. Quizás algún simpático monitor en alguna de mis salidas de convivencias. No me extrañaría, pues lo que sí recuerdo fue cuando, en una salida que hicimos a la Molina a esquiar, nos pusieron la película Avalancha después de cenar.
ResponderEliminardon gregorio, mi tia , que estaba hasta el moño de tus protestas, te contaba ese cuento , que se ocupaba de sustituir al del saco, cuando no dormias , o cuando no te gustaban las lentejas .maria dura siempre esperaba en la puerta , para ayudar a las madres desesperadas. como tendrias tu a la tia gloria. pero seguro que para el cuarto escalon te dormias, por eso nunca conocimos el final.
ResponderEliminarnuestro tio leo, siempre nos contaba, el de la manta del abuelo, y como no tenia hijos, se referia a nosotros , recuerdo que todos terminabamos llorando, abrazados a el y a la tia celina.
ResponderEliminarCommenzaba así: la madre (viuda) le dice a su hija/o ves a comprar asadura (pulmones-corazón) o entrañas para comer....
ResponderEliminarLa hija/o, en lugar de ir a la tienda, va al cementerio. Y le sustrae al muerto, su "asadura".
De tal, que se comen no la asadura de un animal, sino la asadura de un muerto.
De tal, que por la noche se presenta el fantasma del muerto, para recuperar su asadura...
Pero, de todas formas, creo que los cuentos populares son sabios.
Y las madres ya sabían lo que estaban enseñando, con este cuento, a sus infantes.
Por cierto, acabo de abrir la vanguardia mientras desayunaba, y sabeis qué me encontrado?
Un gran (largo) escrito sobre Incerta Gloria.
Un saludo
Enrri
ardo en deseos de que la tal maria.dura-dura.dura me coma la asadura.
ResponderEliminarle doy la razon en que no todos los cuentos que le contaban eran para niños.
La versión catalana de 'Marieta, ja pujo l'escaleta', con niña que saca hígado a muerto porque se ha gastado el dinero en chuches, acababa sin acabar, cuando el muerto dice: 'Marieta, ja t'he agafat!' se daba un buen susto al niño, agarrándolo. Era lo que se dice un 'final obert', no se si la versión en hispánica lengua será parecida, este cuento existe en prácticamente todos los idiomas europeos, con variantes diversas. Eso de las cañas y la flauta que hace cantar al enterrado también se repite en muchos cuentos. Me sé todos los cuentos... como decía León Felipe (creo).
ResponderEliminarSobacaz: Un emocionado abrazo. ¿Qué tal las fiestas?
ResponderEliminarEnrri: Sí... probablemente era así... creo recordarlo...
ResponderEliminarAnónimo: ¡Pues aún lo eran menos los acertijos! Pero estos no los puedo contar aquí sin ruborizarme.
ResponderEliminarJúlia: ¿O sea que... la "Marieta, ja pujo l'escaleta" es mi María-dura? ¡Qué pequeño es el mundo! ¡Fíjate hasta dónde nos ha conducido el cuento que una muchacha de la Alcarria le contaba en su niñez a Pío Baroja!
ResponderEliminarPues el cuento termina dando un buen grito a quienes lo están escuchando (con el consiguiente sustazo). Yo también lo recuerdo como uno de los cuentos más terroríficos de la infancia. Y es que los muertos asustan mucho. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarBueno, más o menos, es el mismo, al menos lo es el 'mensaje'. Yo tenía una sádica vecinita de mi edad que cuando estaba en mi casa jugando y mi madre se iba a comprar, empezaba a contármelo...marieta, ja pujo l'escaleta, y me daba un miedo atroz, yo imaginaba que quizá ella era una especie de zombie, que sé yo, cosas de la infancia.
ResponderEliminarBaroja es una mina, en uno de sus libros -El mayorazgo de Labraz, creo- sale aquel chiste de 'la guerra es la guerra, en que una anciana monja insiste en que la violen los soldados, en ese caso franceses, he oído este chiste referido a un montón de guerras distintas.
En Aragón es "Mariíca, Mariíca, devuélveme los higadiiicos...".
ResponderEliminarMi abuelo me lo contaba, puede que una versión propia, decía: "María de la luuuuuna... Vengo a vengar las carnes de mi sepultura" se repetía idénticamente la ascensión piso a piso hasta alcanzar a la chica. Pero en la versión de mi abuelo cada frase del muerto variaba: "María de la luna, en el segundo piso estoy y arrancar la asadura voy...." El muerto picaba a la puerta "María de la luuuuuuna, en tu puerta ya estoy y a comerme tus entrañas voy"
ResponderEliminarUn tinte más macabro y vengativo. Adoraba ese cuento. Ojalá pudiera volver a escucharlo a viva voz de mi abuelo para recordar las diferentes rimas...
Soy de Argentina, mi mamá me contaba una versión donde la niña se llamaba Margarita, era enviada por su mamá a comprar hígado pero en el camino se gastaba el dinero en dulces, entonces decidía robarle el hígado a un muerto en el cementerio. El muerto regresaba a buscarla a su casa diciendo "Margarita, devuélveme el hígado duro duro que me robaste". También me daba muchísimo miedo!
ResponderEliminar