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domingo, 30 de septiembre de 2007

Irrintzi bat entzunda / mendi tontorrean

Irrintzi bat entzunda
mendi tontorrean

Se oye un “irrintzi”
Desde la cumbre

El argumento central del nacionalismo vasco, que expresa el denominador común de sus reincidentes y diversas proclamas al derecho a la diferencia, se resume en la tesis de que la supervivencia del “conflicto” entre Euskadi y España pone de manifiesto la falta de legitimidad de las reglas de juego constitucionales españolas en Euskalherría. O, quizás dicho con más precisión, lo que pone de manifiesto son las reticencias de los vascos a dejarse gobernar por un sistema constitucional que no acaban de asimilar como propio, aunque lo aprobaron democráticamente.

Una observación preliminar: Las reglas de juego son necesarias precisamente porque existen conflictos y, evidentemente, existen conflictos porque hay normas. Es decir, es el conflicto el que funda la necesidad de la norma y la norma la pervivencia (controlada, si se quiere) del conflicto. Una norma que no provoque ningún rechazo es, simplemente, innecesaria. Aquello que todo el mundo cumple de manera espontánea, no necesita ser proclamado de obligado cumplimiento. Así pues la pervivencia de un conflicto, en sí misma, no tiene por qué poner en cuestión la necesidad de una norma, siempre que se quiera, claro está, no llevar el conflicto hasta el exterminio del antagonista. ¿Pero qué ocurre cuando una norma demuestra carecer de un consenso mínimo para garantizarse su respetabilidad –sea por convencimiento o por temor- ante la población cuya convivencia pretende regular? Este concepto de “mínimo” es evidentemente ambiguo, porque puede hacer referencia tanto a la extensión de un rechazo (el tanto por ciento de ciudadanos que se muestran descontentos con una norma) como a su intensidad (un 5% de ciudadanos dispuesto a echarse al monte puede impedir la aplicación de una norma). El descontento numérico suele solucionarse en democracia por el procedimiento electoral. El descontento intensivo tiene más difícil tratamiento democrático y por ello todas las democracias del mundo recurren a una combinación de procedimientos, incluyendo las medidas excepcionales.

No se puede negar la persistencia nacionalista en exacerbar el antagonismo con España para resaltar que su descontento con las normas de juego es tan extensivo como intensivo. Por eso es dudoso que lo haga con voluntad de encontrar el consenso superior de una norma común. En este caso no enarbolaría de continuo el derecho a la diferencia. Ahora bien la legalidad de toda proclama de antagonismo o se fundamenta en una norma que legitima esa misma proclamación del derecho a la diferencia (la constitución, en nuestro caso) o está carente de toda legitimidad (lo legítimo, en sentido estricto, no puede ser diferente de lo legal).

Si un nacionalista acepta que es la constitución la que legitima su reivindicación antagonística, estaría aceptando de facto también que ya no es el antagonismo en sí mismo el que pone de manifiesto la caducidad de la constitución. Cosa distinta ocurre cuando se fundamenta el antagonismo en una fuente distinta que la emanada de la constitución. Se diga lo que se diga, sin el amparo constitucional ningún argumento nacionalista puede reclamar fundamento legal. No lo podría reclamar ni el propio Ibarretxe, ni el parlamento vasco al completo, ni cada uno de sus parlamentarios, por muy radicales que se consideren. Por eso poner en tela de juicio la legalidad imperante equivale a reclamarse heredero de una fuente de derecho diferente de la constitucional.

La fuente de derecho constitucional es el fundamento de toda legitimidad. Cuando se niega la legitimidad de las normas imperantes se pone en cuestión aquella fuente. Y no se hace esto gratuitamente, sino en la medida en que se cree disponer de una autoridad supuestamente más fundamental (es decir, más fundante) que la propia legalidad en curso; se trataría de la soberanía decisionista de una comunidad autoproclamada como tal no por la comunidad en sí misma, sino por quienes se erigen en sus representantes naturales. En esta autoridad se encontraría la roca firme sobre la que levantar el derecho a toda reivindicación alternativa a la constitucional.

Esta tesis, sin embargo, se sujeta teóricamente en la doble ambigüedad de los conceptos de “soberanía” y de “pueblo”. Una cuestión va unida a la otra: ¿Son los individuos soberanos los que deciden cuando un pueblo es en sí mismo soberano? ¿Un pueblo soberano tiene autoridad para excluir a los individuos que no están dispuestos a ceder su soberanía individual al proyecto de una soberanía colectiva? ¿El individuo excluido deja por ello de ser soberano? ¿Es cada exclusión capaz de fundar un nuevo derecho a la reivindicación de la diferencia? Un ejemplo: ¿Es Álava un sujeto soberano? ¿Quién tiene legitimidad para decidir si lo es o no lo es?

No hay soberanía sin el apoyo de un autoproclamado soberano y, desde este punto de vista, el ejercicio de autoproclamación de soberanía ha de ser libre y autónomo. Por lo tanto, cualquiera puede autoproclamarse soberano, tanto una colectividad como cualquier grupo social o incluso cualquier persona dentro de esa supuesta colectividad. No se puede salir de ese dilema sin recurrir a la fuerza por un sitio o por otro: o bien para limitar el derecho a la indiscriminada autoproclamación de soberanías o bien para imponer el derecho a la autoproclamación de mi soberanía. Ibarretxe ha insinuado una verdad como un templo: las cuestiones relacionadas con la soberanía se acaban dirimiendo no con argumentos éticos, sino con relaciones de fuerza.

Lo que el lehendakari ha puesto sobre la mesa es un debate sobre el “fundamento de validez” de toda norma de derecho. Es decir, de una norma última, más fundante y, por lo tanto, más soberana, que debería servir de apoyo a todo orden jurídico sin apoyarse ella misma en una norma de rango inferior. Pero preguntarse por un fundamento de validez no fundado en otra norma, significa basar toda norma en la voluntad. La voluntad sería, en última instancia, el fundamento fundante de toda legitimidad. Y aquí todas las voluntades valdrían lo mismo. O sea, una suma de voluntades, fuera la que fuere, no podría tener, en el plano de los principios, más valor fundante que mi voluntad, por muy aislada que esta última se encontrase.

Claro está, también, que las voluntades son maleables y por lo tanto, sujetas a vaivenes de todo tipo. Precisamente por eso la ley tiende a alejarse del inmediato y directo decisionismo voluntarista de los individuos y basarse en una regla despersonalizada. La democracia no es –ni lo ha sido nunca, ni podría serlo aunque quisiera- la experiencia de gobierno directo del pueblo, sino un proyecto de armonía entre soberanía y legitimidad. Es decir: un compromiso entre la limitación legítima de la soberanía de mi voluntad y la limitación legítima de la soberanía de la colectividad. En el momento en que una se impone a la otra de manera absolutista la propia democracia cede su sitio o al anarquismo, o al autoritarismo o a la experiencia revolucionaria.

Tras la permanente reivindicación del antagonismo se encuentra, más o menos enmascarada, la de la reivindicación del derecho a vivir una experiencia revolucionaria. O sea: a una situación excepcional que permita la soberana modificación de unos sistemas de copertenencia por otros. Pero ocurre que en los cambios revolucionarios, cuando las voluntades juegan sus cartas libremente, se transforman inmediatamente, como hemos dicho anteriormente, en relaciones de fuerza. Y lo que acaba mostrando las orejas no es una voluntad libre, sino una fuerza bruta. Sobran experiencias históricas al respecto. Conviene no olvidar, por ejemplo, que quienes sometieron a Guipúzcoa y Vizcaya en el 36 no fueron los moros de franco, ni las tropas italianas, ni la aviación alemana, sino los tercios de requetés navarros, muchos de ellos hablando euskera, procedentes de La Barranca, Leiza, Abárzuza, Lácar, Montejurra, Artajona, etc.

18 comentarios:

  1. Pues yo creo que la quzjflwidad, si el dkdndgdg -que naturalmente es agente relevante en el conflicto- es aceptado por todos entonces todo será maravilloso. Ahora bien, es obvio que la quzjflwidad debe tener un papel relevante en el desarrollo de los dkdndgdgos.

    O sea, que los políticos sigan robando y los pedigüenos defendiendo la mierda por unas migajas.

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  2. Lo que sugiere esta ciudadana es que se nos pregunte a los demás si queremos a los vascos, o si por referéndum, nosotros, todo juntos y en unión, los independizamos, les damos la soberanía y les entregamos el pasaporte vasco ¡Porque francamente, muchos ya estamos 'hasta aquí'!
    Saudos, Gregorio y perdona la boutade, pero me salió del alma.

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  3. "Los principios demasiado abstractos fracasan para definir la acción".
    J. P. Sartre.

    Sucede que tan lejos como estoy del problema, difícilmente puedo tener una visión clara del asunto. Esto parece ser "trabajo de hormiga" para vosotros, ojalá y encuentren algo (una "solución")que cree suficiente consenso, tal vez algúna fuerte medida de índole económica, aunque no imagino realmente qué podría ser...

    PD: si me cuestiona la definición de la palabra consenso don Gregorio, voy a empezar a pensar que; o se está pareciendo a mí, o se está volviendo "perspectivista"...

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  4. Sobre requetés, carlistas... en la guerra civil -incluso hay teorías sobre el interés de Franco en llevarlos a lugares críticos y librarse de unos cuantos- poco se ha hablado ni estudiado, es como lo de los voluntarios catalanes en la guerra de Cuba, ay, esa historia tan condicionada al presente y al interés de cada cual.

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  5. Bueno, te sales... Debería publicarse en LV (o similar). Lo que expones, lo sabe perfectamente Ibarretxe (como también el Estado, salvo algunas excepciones de todos conocidas, aunque ya parece que se van enterando), de ahí la no desligitimación nítida de la violencia (o fuerza) etarra por parte del nacionalismo radical. Y (para remontarnos en la historia como ejemplo) la obsesión del militar Macià por formar un ejército catalán. Al respecto, es interesante el cinismo revolucionario de Ibarretxe: cuando se estaba a punto de pactar (eso indica también su ingenuidad: se creyó el pacto), la consulta a los vascos y a las vascas debía hacerse en "ausencia de violencia". Y, en ese sentido, los argumentos de Imaz en su famoso artículo (creo que pasará a la historia) son clarísimos y, al mismo tiempo de una finura ética considerable, y le llevan directo a la dimisión.
    Qué lástima. Ciertamente, el consenso democrático, la democracia misma, es sólo una capa superficial, pero, caramba, aquí en España, es que no hay manera. Será que nos gusta ir a pelo, y a palo, pues.

    Lola

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  6. En mi delirante opinión, todo él debate identitario acabaría si alguien,conociera el auténtico origen de los bascones, o de los euskeras, que no es otro que el de los ....
    Bueno, la verdad es que no me atrevo a decirlo.
    Enrri

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. El PNV fundamenta su acatamiento a la Constitución en términos de legalidad, pero no de ligitimidad:

    - Por razones de excepcionalidad cuando fué redactada (eso era en sí cierto)
    - Fueron excluídos de la Comisión de redactores constitucionales. (Esto también es cierto)
    - También es cierto que todos los agentes políticos que participaron en el proceso aceptaron la tarea dentro de los límites que marcaba la delicada situación.

    Es justamente ese "somos constitucionalistas y acatamos la Constitución, pero no es la nuestra (Arzallus dixit)" lo que muestra el dificil arte de caminar sobre un muro de ladrillos puestos de canto, al borde de un precipio por un lado y junto a una inmensa y soleada pradera por la otra.

    El precipicio y su atractivo es el campo necesario para desarrollar una tarea política que no necesitó de Constituciones o Estatutos, para mostrar un a actitud montaraz con respecto a "lo español" ya desde tiempos anteriores a Sabino Arana. El hecho diferencial (apelación a la diferencia) ha sido siempre la base de su argumentación, en términos raciales o políticos.

    En 1937, a tenor de lo que cita Lola sobre Maciá, quien después de todo era militar del ejército español, el lehendakari Aguirre propuso a Azaña (en las memorias de este) que la República le ayudara con barcos para sacar de Euzkadi, cercado, al ejército de gudaris y trasladarlo a Cataluña, donde harían un frente común con el ejército de la Generalitat, que si era autónomo (vease el fiasco de la conquista de Mallorca) y defender la frontera Norte para recuperar las tierras vascas. Lógicamente Azaña dijo que no, que o todos juntos o nada.

    En cuanto a la composición de las tropas que Mola envió a la toma de las provincias Irún y San Sebastián, primer movimiento de asalto a a las provincias vascas, Thomas lo describe según esta cuantificación:

    Tropa: unos 3.000 soldados al mando del coronel Solchaga, (navarro) de los que 550 eran legionarios, 440 guardias civiles, 450 carlistas y 400 falangistas. El resto tropa de reemplazo.

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  9. Señor Luis, veo con perplejidad y asombro su grafía, y en concreto su llamado Euzkera, deduciendo que tanto para usted como para Sabino, en realidad sería Zabino.
    La z, de eu-z-kera, es un invento más del mito zabiniano, para derrocar la s.
    Esa s, es precisamente la que pondría en suspenso la verosímilitud de lo basco.
    Pero...perdonadme,ya que no quiero hablar más de la cuenta.

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  10. Querí referirme, a su euzkadi,(cambiarlo por euzkera) en el post anterior, pero de todas formas mi equivocación no resta sentido a lo que he dicho.
    Enrri

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  11. Anónimo: reconozco que me cuesta dirigirme a un anónimo, que tiene para mi un sentido de ocultamiento que me desagrada. ¿O es usted el Enrri anterior, que firma otro comentario?

    Pues verá, guarde asombro y perplejidad y no se preocupe. Escribo Euskadi o Euzkadi indistintamente y como me viene al dedo, sin otro interés. No me pongo usted en línea con Sabino Arana del que poco sé y menos aprecio todavía.

    Procuro no mostrar simpatóa o antipatía, y menos aún en cuestiones que tengan que ver con el análisis impecable que hace Luri y al que yo solo matizo en los términos de la dicotomía legitimidad/legalidad tal y como la manifiestan algunos políticos vascos, o bascos, o euskaldunes o vascuences, como usted prefiera.

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  12. Se han cruzado nuestros comentarios, así que ya veo que usted firma sus anónimos y por lo tanto mi primer párrafo carece de consistencia. Queda retirado.

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  13. Sí señor Luis, los tres post son míos. Es que soy un despiste y olvidadizo, por eso me dejo el nombre. No se crea que lo he hecho con mala intención.
    Sobre aranizar el término euskera, simplemente se lo decía porque introducir la z, es una acción directa de Zabino/Sabino.
    Y eso, es más que sospechoso, yo diría tendencioso.
    Al ver, que usted usaba dicho término en grafía sabiniana, por eso redacté la nota.
    Pero,después de su explcación ya veo que no ha usado esta grafía, para reivindicar al tal Zabino/Sabino.
    Perdone, si lo he implicado en mi delirio sobre el origen de los bascones.
    Y un saludo

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  14. Luis: El PNV estuvo jugando con todo el mundo. Garaicoetxea le aseguró a Suárez que si se daba una solución "a lo de Navara" el PNV aceptaría la constitución. El resultado fue la famosa "transitoria cuarta". Ya he comentado en otro lugar que la negociación sobre "la transitoria cuarta" fue tan larga que Suárez le ofreció a Garaicoechea la posibilidad de quedarse a dormir en la Moncloa. Al día siguiente un periódico navarro titulaba: “Suárez ofrece a Garaicoechea cama, camisa y el Reino de Navarra”.

    Respecto a los "carlistas navarros":
    - Si no se entiende que el 18 de julio en Navarra hubo, literalmente un alzamiento popular, no se entiende loq ue sucedió después.
    - Los carlistas navarros se habían estado preparando y organizando como mínimo desde el 34, comprando armas en distintos lugares de Europa y almacenándolas. El 18 de julio disponían de un mínimo de 10.000 personas ya organziadas en los famosos tercios.
    - No fueron menos de 20.000 los carlistas navarros que entraron en Guipúzcoa.

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  15. Una duda: Para ser sincero: Aunque me parece que el número de 20.000 carlistas se puede corresponder perfectamente con la realidad, no estoy, ni mucho menos, en condiciones de afirmar que todos ellos combatieron en Guipúzcoa.

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  16. Dejo a un lado la etimoantropología, y sigo la línea de Gregorio y Luis, sobre la dualidad: legalidad/legitimidad.
    Sobre tal dicotomía, coincido en el hecho de que el problema de la identidad basca, no es si lo legal o lo legítimo, sino lo mismo/lo otro.
    En el sentido, usando términos Straussianos (ya que ahora estoy leyendo 2 de sus libros),de si los nacionalistas bascos no son patriotas españoles, y tampoco son partidarios de ningún régimen español, entonces la pregunta es ¿que significa la propuesta ya mostrada con anterioridad por Ibarretxe, de "libre asociación"?
    Esa libertad de asociación, qué es?
    es declararse libre de ser partidario o no a un Régimen español? En que casos? En qué condiciones? BAjo qué criterios? Por ejemplo, resulta ridículo, pensar por ejemplo,en un entrar y salir de los bascos, a lo largo del próximo siglo en el Estado de lo que definimos como España.
    Enrri

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  17. No me cabe la menor duda de la actitud navarra, del carlismo y de más grupos, de colaboración con el movimiento militar. De hecho Mola estaba allí y fué crucial. Que Nacavarra se alzó queda demostrada en que conservó sus fueros y fué declarada "provincia leal" o algo similar.

    Yo, al cuantificar las cifras que ofrece Thomas, pretendía mostrar que el componente navarro de las primneras columnas que avanzaron sobre Irún y San Sebastián, era grande. Los falangistas lo eran de allí, los carlistas igual y de las tropas de remplazo una buena parte. Creo por el tono de tu comentario que lo has entendido al revés.

    Los hechos del 34 han sido convertidos falazamente por la izquierda en otra cosa de lo que fué: el intento revolucionanrio de hacerse con el poder republicano por la fuerza de las armas. El susto que propiciaron fué determinante para que la dreceha se armaran o preparararn su alzamiento.

    Y por último, lo que pretendía enfatizar era que siempre habrá un carácter ilégitimo en cualquier legalidad, si se pretende enfrentar esa legalidad por vías no legales como las que Ibarretxe se pasa la vida anunciando.

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  18. Juegos de artificio político , sin fundamento en Derecho ninguno , como la anterior propuesta del estado libre asociado , una figura jurídica que no existe ni para puerto rico , que es un estado mas de USA .Jugar con conceptos seudojuridicos en su propio beneficio , ignorando la norma fundamental , creando un carnaval de conceptos , una mascarada que solo busca la revuelta , pero eso si , dentro de la propia democracia se quieren cargar la constitución .De todas formas largo me fía el referéndum ....ya dará la vuelta al argumento y saldrá con otro cohete .

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