Tras muchos años de vida solitaria en lo más profundo del bosque, un oso salvaje comenzó a sentirse melancólico. Echaba en falta el calor de una compañía. Pero como daba miedo a todos los animales, le era imposible tener trato con ninguno. El mismo deseo era experimentado al mismo tiempo por un jardinero que vivía solitario entre sus domesticadas flores. Quiso la casualidad que cuando ambos salieron de sus reductos en busca de una amistad, se encontraran en una vuelta de un camino y pronto hicieran buenas migas acompañándose y cuidándose mutuamente. Un día mientras el jardinero dormía a la sombra de un árbol, una mosca se le posó en
Los dos últimos versos de la fábula dicen
Nada hay más peligroso que un amigo ignorante;
Es preferible un enemigo sabio.
Todo esto viene a cuento de la última obra del filósofo analítico francés (¡que sí, que también en Francia hay filósofos analíticos!) Vincent Descombes, titulada “Le Raisonnement de l’ours”. Basándose en la fábula de La Fontaine, Descombes reivindica una ética prudencial, que tenga en cuenta la peculiaridad de las cosas humanas, en la línea abierta por la racionalidad práctica de Aristóteles. El oso es un razonador práctico deficiente porque todo lo subordina a un único fin, sin percatarse de que en una conducta verdaderamente inteligente siempre hay una pluralidad de fines a conjugar.
Las intenciones de Descombes no pueden ser más loables, pero está descubriendo el Mediterráneo. Lo que en Alemania se conoce con el nombre de “Rehabilitierung der praktischen Philosophie” tiene detrás una historia de más de medio siglo y entre sus teóricos hay que incluir nombres tan ilustres como los de H. Arendt, H.G. Gadamer (y en cierta forma incluso a Leo Strauss) o, más recientemente, A. McIntyre. Y, seamos honestos, la cosa, por muy sugestiva que pueda parecer teórica y académicamente, no acaba de funcionar socialmente.
Nicolas Weill ve la diana cuando al comentar el libro de Descombes (Le Monde, viernes 21 de septiembre) señala que el hombre moderno se encuentra inmerso en una formidable paradoja:
“Si se considera la modernidad como un proceso ilimitado de racionalización, el campo de aquello que se puede justificar moralmente disminuye. Desde que, con la pérdida de la Revelación, es la filosofía la que funda la moral, no nos quedaría, a nosotros, los modernos, más que elegir entre el nihilismo y el decisionismo.”
Sin embargo Weill sugiere la posibilidad de superar esta paradoja con las herramientas de Descombes. ¿Alguien cree que, de verdad, la rehabilitación de la filosofía práctica aristotélica es capaz de dotar a la ética de un fundamento tan firme como el que le proporcionaba la Revelación?
Sos muy intelectual, me encantan tus giros cuando escribis, tu estilo¿sabes? te sigo
ResponderEliminar¿Y el pobre Kant, no pinta ya nada?
ResponderEliminarEnrri
El viejo Descombes, ¿aún vive?
ResponderEliminarLo mismo y lo otro, lo tengo subrayado a cuatro colores.
Ahora lo repaso, y me doy cuenta de una cosa.
El dilema no es "lo mismo y lo otro", sino "lo otro y lo otro".
Enrri
No sólo el inocente oso hace daño sin querer, también lo hacía Frakestein, inocente y monstruoso producto humano.
ResponderEliminarMi Despertar: ¡Bien vendida desde El Nuevo Herald! ¿Sabes? Yo quería ser filósofo, pero sólo he conseguido ser "muy" intelectual. ¡Esta es toda la tela que produzco como araña filosófica!
ResponderEliminarEnrri: ¿Crees que aún es posible admirarse tanto de la ley moral de nuestro corazón como del movimiento de las estrellas en el cielo? La ética kantiana, en cualquier caso, siempre sería una ética elitista y, hoy, específicamente, para neokantianos a lo Cohen o Cassirer que no se han enterado todavía del debate de Davos.
ResponderEliminarEnrri 2: Si hay posibilidad de introducir una "y" entre un "lo otro" y un "lo otro", entonces con su introducción estamos afirmando "lo mismo". Pero me imagino que estarás en cordial desacuerdo rizomático conmigo.
ResponderEliminarJúlia: Has puesto un magnífico ejemplo, el del monstruo de Frankenstein (porque este es el nombre de su creador, la criatura en realidad es anónima). Piensa cuando dirigiéndose a su creador le dice: "Concededme la felicidad y seré virtuoso".
ResponderEliminarDiría que es del todo imposible ya fundamentar la ética. Tarea inútil, por tanto,
ResponderEliminarY sin embargo el corazón del hombre rebosa de buenas intenciones (un recuerdo: "Las mejores intenciones", película brutal donde las haya, con guión de Begrman); lo cual me produce más bien desasosiego, por aquello de mejor un enemigo sabio. Lo único que nos quedaría es, socialmente, políticamente, no traspasar demasiado los límites del sentido común tradicional. Es decir preservar la tradición (o su núcleo duro). Pero no parece que estemos por la labor.
Por ejemplo: el código deontológico de los médicos catalanes, que ahora está en liza. Las adolescentes pueden abortar sin que lo sepan sus padres;no lo sabía, es que me he quedado de piedra; como decía aquel saladísimo juez andaluz "hemos perdido el norte".
Lola
Hombre Gregorio me parece que no y no será porque el bueno de McIntyre no lo intentase. En todo caso me llama la atención este perpetuo redescubrimiento de la sopa de ajo que venimos a hacer lo que nos dedicamos a la filosofia (yo no me excluyo) y que supongo viene provocado por el hecho de que hay ya mucha més gente dedicada a escribir que no a leer,
ResponderEliminarPor otra parte el comentario de Weil es del todo exacto, así como tu consideración sobre Kant
ResponderEliminarProfesor Luri, en mi osezna opinión, creo que nadie se ha parado a pensar lo que verdaderamente significa eso: cuando dice que la "y" introduce un "lo mismo" entre dos "otros".
ResponderEliminarNo hay una dualidad, sino una tríada. Y eso, va a cambiar toda la filosofía del futuro. Hay que hegelizar la fenomonología, para desbordar al propio Hegel. Yo personalmente, seguiré el camino contestando a las preguntas que se hace el viejo Heidegger, en las últimas páginas de "Ser y Tiempo".
Enrri
Lola: Es exactamente así, hemos perdido el norte. Desde que la sabemos que la Estrella Polar también tiene su propia historia, el historicismo ha invadido la armonía de las esferas. Y esto no ha hecho más que empezar. Conviene añadir que la única resistencia eficaz contra el nihilismo parece proporcionarla la religión, vistas como están las cosas. Pero aquí preferimos alabar las generalidades betas del Dalai Lama y criticar sin piedad cualquier palabra del papa. La ética ha pasado a ser un adorno biográfico, un decorado para satisfacer la conciencia individual.
ResponderEliminarJordi: El esfuerzo de McIntyre es digno de todo elogio. Pero lo que ha logrado es convertirse en un tema universitario en las facultades de filosofía. No ha trascendido la Academia. Esa es nuestra realidad. Pero es que, además, como dice Lola, la Academia puede proporcioanr argumentos a un colectivo como el de los médicos para que le oculten a los padres de una adolescente el aborto de su hija.
ResponderEliminarEnrri: Y no crees que el Heidegger aún mas viejo contestó a esas preguntas refugiándose en el silencio del pastor (del ser). La "y" a la que hacemos referencia es más perceptible desde unas categorías filosóficas ópticas (derivadas de las metáforas de la visión, que son las que dieron nacimiento a la filosofía griega) que desde categorías auditivas (que son aquellas con las que Heidegger pretende superar la "opsocracia" de la filosofía).
ResponderEliminar¿No me dirá que no le gusta este neologísmo que me acabo de sacar de la chistera, "opsocracia"?
Por cierto: yo continúa siendo partidario de la mirada.
Lo que me preocupa, es el término "revelación" y su potestad moral.Puede haber una revelación a través de las escrituras, entonces desembocamos en un hegelianismo donde Dios es nuestro salvador. Pero si la revelación se produce a través un profeta que se rebela, que escuha la "voz de Dios" como un susurro, entonces la historia concluye en un nihilismo apocalítptico, como en el Dios de la Bíblia.
ResponderEliminarAnónimo: Entiendo (creo) lo que quieres decir. Pero el caso es que la ley entre nosotros, fundamentada en el positivismo jurídico (entendiendo el término positivismo a lo Kelsen) poco tiene que ver con la ley concebida como "sharia" o como "halajá". A mi modo de ver esta diferencia no se debe tanto a que en Europa hayamos roto con nuestras raíces cristianas como al hecho de que seguimos siendo cristianos (aunque descreídos). Y aquí radica el núcleo del problema: ¿Cómo puede fundamentar la ley un cristiano descreído?
ResponderEliminarEl anterior comentario era mío.
ResponderEliminarMe olvidado de poner el nombre.
Solo sé, que Heidegger está embozado, como reconoce él mismo, Y no puede responder, tan solo replantear (y eso es muchísimo)el problema de que la filosofía es la ontología fenomenológica.
Pero ni los existencialistas entendieron el nuevo camino abierto por Heidegger, ni el propio Derrida, que al final de su carrera, me escribe un libro como Aporías.
Enrri
No sé si he entendido nada, pero si sé que las revelaciones no son útiles sino todo lo contrario. Creo que hemos de reeducarnos desde la humildad o sea desmontar todo este laberíntico tinglado y aprender a comportarnos dentro de unos límites humanos alejados de otra trascendencia que no sea procurar que nuestros descendientes tengan un futuro plausible.
ResponderEliminarNo hemos perdido el norte. ¡Jamás lo tuvimos!
ResponderEliminarAdemás, y dudaría antes de que Dios es omnisciente que de esto, hay aspecto de la realidad lo suficientemente ricos como para tener su propio norte.
O sea, que preocupense más de saber construir una brújula que de encontrar "EL" norte.
Así me gusta la juventud: original.
ResponderEliminarLola
Pues no sé, pero mi padre siempre me dice: "Vale más tratar con 100 pillos que con un tonto".
ResponderEliminarAdalme: ¡Qué razón tiene tu padre!
ResponderEliminarSu padre llama cariñosamente pillos a los delincuentes tontos.
ResponderEliminarNo pillo que quieres decir, tumbaito.
ResponderEliminarMi respuesta a la última pregunta del post es que, desgraciadamente, no. He llegado a la conclusión de que sólo un Dios puede salvarnos (ya, ya sé que no soy el primero).
ResponderEliminarEl propio MacIntyre, que se ha esforzado más que nadie en rehabilitar a Aristóteles, es creyente, si no me equivoco.
Esperemos, Pseudópodo, que ese Dios sepa bailar.
ResponderEliminarSeguro: como mínimo, la danza de Shiva :-)
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