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martes, 18 de septiembre de 2007

El burro de Buridán

El burro, del que ya hemos tratado en El Café de Ocata a propósito de Oknos el Soguero y de una fábula de Nicandro, es en sí, un animal poco filosófico, aunque aparente mucha gravedad y concentración. El Padre Feijoo recuerda en el Teatro crítico universal que “el ingenioso francés Miguel de Montaña dice con gracia, que entre todas las especies de brutos, ninguno vio tan serio como el asno”.

Tan poco filosófico es el burro que la filosofía ha recurrido a su imagen para expresar iconográficamente una especie de grado cero del saber tanto teórico como práctico. Pensemos en el “Asinus aureus” de Apuleyo, antepasado ilustre del de Buridán.

El " asno de Buridán" era un pobre pollino al que, tras tenerlo varios días sin comer, se lo puso justo entre dos montones de heno completamente iguales por su cantidad, forma, frescor, etc. El animal era incapaz de moverse porque no encontraba más razones para ir para uno que para otro. Su vacilación insensata acabó conduciéndolo hasta la muerte. Se supone que la moraleja de esta historia sería que la mera consideración lógica de las cosas no nos ayuda por sí misma a decidirnos en nuestra conducta práctica. Desde esta perspectiva, el burro muere de hambre por impecablemente racional.

Lo curioso del caso es que en las miles de páginas escritas por Jean Buridan (1300-1358), discípulo de Ockham, maestro de lógica y rector de la Universidad de París, no hay constancia alguna de este famoso burro, aunque conocería, sin duda, pues era aristotélico, el pasaje de "Del Cielo" en el que Aristóteles, a quien Lutero, por cierto, llamó “asno ocioso”, se pregunta si un perro seria capaz de elegir entre dos cantidades idénticas e igualmente atractivas de alimento.

Lo que sí encontramos en una obra de Buridán, su “Compendium Logicæ”, es una reflexión sobre los límites de la razón y la incapacidad de la voluntad para decidirse por sí misma ante alternativas igualmente deseables. Para Buridán la voluntad y el intelecto son lo mismo, por eso aquélla elige inevitablemente lo que éste le presenta como mejor o más deseable. La voluntad siempre está determinada por el motivo más fuerte. Se supone que alguien recurrió al ejemplo del asno y el heno para mostrar didácticamente esta tesis.

Pero hay otra posibilidad de entender a los burros a partir de esta misma obra. En ella Buridán lleva a cabo un prolijo análisis del término medio. En lógica se conoce como "término medio" a la proposición que sirve de enlace o puente entre el término mayor y el menor.

Por ejemplo:

Término mayor: “Todos los cafés invitan a filosofar”

Término medio: “Filosofar es aprender a vivir”

Término menor: “En los cafés se aprende a vivir”

Como puede verse, encontrar el término medio entre dos proposiciones significa encontrar la manera de relacionarlas lógicamente, transformándolas en un razonamiento. Pues bien al “término medio” se lo denominó también “el puente de los asnos”, ya que los estudiantes con pocas lumbreras eran incapaces de hallarlo. De ahí, dicen algunos, lo del “Asno de Buridán”.

Otra cosa es si Buridán además de lógico (y no por ello) era o no un poco burro. Su leyenda dice que sí, sobre todo si había alguna mujer por medio. Compitiendo con Pierre Roger de Beaufort por el amor de la mujer de un zapatero alemán, Buridán le metió tamaño zapatazo en la cabeza a su contrincante que le partió el cráneo. Lo más curioso del caso es que la lesión potenció de manera prodigiosa la memoria del agredido, que acabó como papa con el nombre de Clemente VI. La leyenda añade que Buridán murió ahogado en el Sena, a donde lo tiró, metido en un saco, Margarita de Borgoña, la mujer de Luis X, para ocultar definitivamente los cuernos buridanianos que lucía el monarca. Existen otras versiones sobre su muerte, pero ya se sabe que no siempre hay que ser preciso en la elección entre varias alternativas.

Para acabar:

Debemos a Buridan la autoría de una paradoja no carente de curiosidad. Consta de dos proposiciones:

  1. “Dios existe.”
  2. “Ni la proposición anterior ni ésta son ciertas.”

La conclusión final sería que, necesariamente, "Dios existe".

9 comentarios:

  1. Por esto el caso que se cita del asno de Buridán, colocado entre dos prados, igualmente inclinado hacia el uno que hacia el otro, es una ficción que no puede tener lugar en el universo, aunque M. Bayle sea de otra opinión. Es cierto que si el caso fuera posible, sería preciso decir que el asno se dejaría morir de hambre; pero en el fondo, la cuestión recae sobre lo imposible, a no ser que Dios lo produjera adrede. Porque el universo no puede ser partido al medio por un plano tirado desde el centro del asno, cortándole verticalmente en el sentido de su longitud, de suerte que todo sea igual y semejante de uno y otro lado como una elipse o cualquiera figura en un plano, de las que yo llamo arfidextras, es partida de este modo en dos por medio de una línea recta que pase por el centro. Porque ni las partes del universo, ni las vísceras del animal son semejantes, ni están igualmente situadas por ambos lados en este plano vertical. Habrá, pues, siempre muchas cosas en el asno y fuera del asno, aunque no nos aparezcan, que le inclinarán y le determinarán a ir a un lado más bien que al otro. Y aunque el hombre sea libre, lo cual no es el asno, nunca deja de ser muy cierto, por la misma razón, que en el hombre el caso de un perfecto equilibrio entre dos partidos es imposible, y que un ángel o, por lo menos, Dios podría dar razón siempre de la resolución que el hombre ha tomado, designando una causa o una razón inclinante que le ha llevado verdaderamente a adoptarla, aunque esta razón sería muchas veces complicada e inconcebible para nosotros, porque el encadenamiento de las causas que se ligan las unas a las otras va muy allá. (Leibniz)

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  2. Irich: Gracias mil. Este texto es imprescindible en el capítulo del esta Zoosofía dedicado al burro.

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  3. No hay de qué. La cita pertenece a la Teodicea, libro que me demostró que los abogados también podemos estar al servicio de Dios.

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  4. Estoy convencido que muchas veces escogemos de dos opciones la peor, por esta causa sin razón que fomenta entre otras cosas el aburrimiento, es más, sin esta tentación de cambiar, las rutinas nos destruirían antes que esta elección entre iguales

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  5. Si la teodicea demuestra eso, entonces es delicuescente.

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  6. Los caminos del caos no tienen valores, son inescrutables

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  7. Profesor Luri, pese a conocer que el asno es el nombre del "in-consciente" o del "no-consciente", pues el nombre latino de Assinus, debemos entenderlo como una transformación de un concepto griego, que es:
    A-Syné, significando la "negación-del-syné". POdemos comprobar como este término griego no aparece en el diccionario pero sin embargo comparte raíz con otro más famoso: "sophro+syné".
    Pero todo esto, no implica pensar que el Assinus es solo "el asno de Buridán" o el tonto animal sin consciencia.
    Y lo digo porque el Assinus como no-consciente, nada tiene que ver con el Assinus Aureus de Apuleyo. Puesto que entre otras muchas razones, que he investigado, Lucio Apuleyo no es otra cosa que Lucio de Madaura. Sí, pero según el prólogo del Doctor en Filosofía (X) que escribe en el prólogo de mi edición, el señorito Luciano era de origen por parte de padre, itálico. Y esto, me permite junto a otros detalles más, decir que Lucio Apuleyo es en realidad: Lucio-de-Apullia o Lucio-de la ciudad de Apulia (italia). Siendo Apulia, la ciudad de Apollo, en italia.
    De ahí, que el Assinus Aureus, sea el nombre de Lucio-de-Apulia-seguidor de Apolo. Y eso, me obliga a decir que Apolo es el Dios Asno....

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  8. No debe extrañar, si es que es cierto, que Píndaro cuente en su oda Pítica X, que los hiperbóreos ofrecían al radiante Apolo magníficos sacrificios de asnos salvajes, y que el dios los aceptaba ...
    valdeperrillos.com/book/export/html/4212

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  9. Este asno es un buen ejemplo de escepticismo que, como decía Aristóteles, nos deja sin vida y sin movimiento. "Ante la duda abstente" puede ser un buen axioma a veces, pero no como estilo permanente, a no ser que se escoja consentidamente ser burro.

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