lunes, 19 de junio de 2006

Peregrino, filósofo cínico.

He pasado a lo largo de estos últimos días muy buenos momentos traduciendo el Sobre la muerte de Peregrino, de ese volteriano Sirio que fue Luciano de Samosata (120 - 180). Se trata de una carta que escribe a su amigo Cronio, epicúreo, relatándole el final del filósofo cínico Peregrino.

Peregrino –o Proteo- como también se hizo llamar, fue un filósofo de esa especie nueva y excéntrica que comenzó a pulular a finales del siglo I de nuestra era por todo el imperio romano y que se caracterizaba por su alergia a su humanidad. Estos filósofos (el caso de Plotino es clarísimo) apenas podían soportar la vergüenza de su carne y la pesada carga de estar vivos. Se veían a sí mismos como existencias en tránsito, esperando impacientemente la llamada para dejarlo todo y arribar al Más Allá.

Peregrino comenzó su carrera hacia la inmortalidad filosófica asfixiando a su padre, porque, habiendo superado ya los sesenta años, le daba pena verlo envejecer. Como sus vecinos no comprendieron su gesto piadoso, tuvo que poner pies en polvorosa. Acabó en Palestina, donde se unió a la secta de los cristianos (seguidores, dice Luciano, “del sofista crucificado”). Entre ellos alcanzó pronto un gran renombre pero por motivos que no están del todo claros fue excomulgado y entonces se dirigió a Egipto, junto a Agatóbulo, que fue quien lo inició en el cinismo. Una vez completada su formación recorrió Italia y regresó a Grecia donde parece que tuvo un grupo de seguidores bastante selecto, pues entre ellos se encontraba Aulo Gelio.

Su vida no sobrepasó las excentricidades propias de los cínicos hasta que un día anunció su intención de ponerle punto final consumiéndola en una hoguera en Olimpia, al final de la Olimpada del 165 d.C. Y dicho y hecho. Prestó minuciosa atención a todos los preparativos. Acumuló la madera adecuada y cavó él mismo su fosa, mientras se justificaba afirmando que su pretensión era enseñar a los hombres a despreciar la vida y a no temer a la muerte. Días antes de la fecha elegida se cambió el nombre de Proteo por el de Fénix, el ave que renace de sus cenizas.

Llegado el día elegido, cuando la luna ya se había elevado sobre el horizonte nocturno, Proteo-Fénix, vestido con las ropas típicas de los cínicos (alforjas, manto humilde y bastón) se aproximó a la pira rodeado de sus seguidores, llevando como ellos una antorcha encendida en la mano. Él mismo encendió la hoguera, que prendió inmediatamente. Después se quitó las ropas, echó incienso sobre el fuego y pidiendo a los manes de su madre y su padre (esto último motiva un comentario jocoso de Juliano) que lo recibieran con bondad, se lanzó a las llamas y desapareció entre ellas.

Esta muerte puede servir perfectamente como capítulo conclusivo de la historia de la filosofía griega, que podemos iniciarla con otro viaje a Olimpia, el de Pitágoras. La filosofía era concebida por los griegos como el arte de saber ver (theorein) las cosas. Platón añadía que el filósofo es un syn-óptico. Como Olimpia era el lugar pan-helénico de la visión común, Pitágoras comparaba la vida con un espectáculo olímpico al que unos acuden para competir, otros para comerciar, y otros más, los mejores, como espectadores. Lo mismo ocurre en la vida –añadía-: unos persiguen la fama y el poder y otros, la “theoría”.

Cuando la filosofía se transformó en el gesto doctrinal del filósofo, comenzaron a llegar a Olimpia quienes no tenían ninguna intención de ver, sino de ser vistos. El caso más hiperbólico fue el de Peregrino.

4 comentarios:

  1. Muy interesante el resumen que haces de la vida de Peregrino. El mundo antiguo está lleno de vidas apasionantes y muy actuales en el sentido de que se vivían conflictos todavía sin superar. Merece la pena que nos acerques a ellas. Saludos.

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  2. Apasionante la vida de Peregrino.
    Seguire leyendo tus articulos,para dejar de ser una analfabeta de este mundo.
    Edna

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  3. Definitivamente me encanta este blog.

    Comparto los comentarios anteriores, muy buena la historia de Peregrino, no conozco en profundidad la filosofía cínica, pero el relato de Peregrino marca mucho esa entonación de desprecio por la vida (cosa que Sócrates también manifiesta) o mejor dicho aprecio por lo inmutable de la promesa escatológica - de una realidad superior. Por medio del relato caracterizas muy bien lo que he escuchado de los cínicos.

    Saludos.

    (He dejado un comentario en el post anterior)

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  4. Sócrates, efectivamente, es el primero en considerarse a sí mismos "meteoikos", pero no hace de la "metoikesis" un programa de vida.

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