Es lo que tiene este Café de Ocata. Aquí no se le niega una absenta a un maldito ni una copita de anís a una cupletista. En la mesa de la esquina se sientan a jugar al mus Lou Reed y Platón, por un lado, y Paul Auster y Aristófanes, por el otro. Frente a la tele apagada Strauss y Kojève discuten sobre le inminente llegada del último hombre y en el extremo de la barra Kavafis duerme sobre el hombro de Bukowsky, que ha dejado su mano, como si tal cosa, sobre el muslo de María Zambrano. Hoy al ir a echar el cierre el salitre de la brisa nocturna me ha traído un aroma del San Remo del 84. Con los primeros acordes he reconocido "Per una bambola", de Patty Pravo. Me he sentado sobre un taburete y me he servido un amaretto. La paz sea con todos nosotros.
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