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viernes, 2 de junio de 2006

El cielo y nosotros, que lo queremos tanto.

Miramos al cielo intentando encontrar un pariente perdido en remotos sistemas solares, dando por supuesto que, puesto que nosotros vivimos en uno, tiene que haber muchos más semejantes al nuestro. Y soñamos con que en algún lugar perdido del cosmos un ser inteligente repite nuestras mismas preguntas en torno a la inmensidad del Todo. Pero en Blois, Francia, se han reunido los más sabios de estas cuestiones estelares y han llegado a la conclusión de que, lejos de formar parte de un patrón cósmico, somos una excepción. Una rareza. Nuestro sistema solar es una improbabilidad, una anomalía. ¿Cómo no pensar, de nuevo, en Nietzsche?. Somos (empleando una de las palabras más pedantes de los intelectuales franceses, sin duda los más pedantes de esa clase social esencialmente pedante que forman los intelectuales) la otredad cósmica.

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