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domingo, 4 de junio de 2006

El Prometeo postmoderno

Waterhouse, Danaides, 1906
Los antiguos griegos, que sabían muy bien que el principal objetivo de la educación es el de ayudar al humano a soportar la frustración cotidiana, acompañaban la crianza de sus hijos con relatos de mitos como el de las danaides, condenadas para toda la eternidad a llenar de agua un recipiente agujereado.

O como el de los hermanos Prometeo y Atlas, que por tener tentaciones altivas fueron castigados de la manera descrita en esta pintura ática. Con frecuencia me he preguntado cuál podría ser la imagen que nos recordase a nosotros, hombres posthisóricos, postmodernos, postilustrados y postrimeros, nuestra condición finita. La he encontrado en esta fotografía que publica un diario malagueño. No es más liviana la condena de esta heróica mujer, obligada a saciar la sed de dos criaturas bajo un sol de treinta y tantos grados, que la de las danaides; ni es menos agotador arrastrar un carrito con una niña flanqueda de bolsas que sostener el orbe. Hay menos paz para una mujer de esta guisa que para el titán Prometeo en el Cáucaso. ¿No es conmovedor ver como resiste esta nueva Madre Coraje entre Escila y Caribdis, intentando distribuir equitativamente su paciencia? ¿Acaso no merece su porte trágico los versos de un Diodoro Sículo?

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