Según un mito arraigado en la historia de la filosofía, Marx dedicó un ejemplar de El Capital a Darwin, pero éste lo rechazó.
La verdad es un poco diferente. No hay duda de que Marx admiró El origen de las especies, a pesar de considerarlo escrito en un “crude English style”, porque recogía la verdad de la historia natural, complemento perfecto su historia social. Sabemos también que en octubre de 1873 Darwin recibió por correo un ejemplar de la segunda edición de El Capital y que inmediatamente agradeció en una carta el regalo, insistiendo en que compartía con Marx el propósito de aumentar el conocimiento de la humanidad y con él la felicidad colectiva. Esta carta agradó tanto a Marx que la tuvo como prueba del aprecio de Darwin por su pensamiento. Sin embargo se trataba de un mero formalismo de un inglés educado. Darwin nunca leyó El Capital. Al ejemplar de su librería nunca le despegó las hojas.
Posiblemente el origen del mito se encuentre en una carta firmada por Darwin el 13 de octubre de 1880 que apareció entre los papeles de Marx en la que dirigiéndose a un destinatario innominado le dice que es muy libre de publicar los comentarios que desee sobre la teoría de la evolución, ya que para eso no necesita su consentimiento. “Sería ridículo por mi parte –insiste- ofrecer mi consentimiento a lo que no lo requiere”. A continuación añade: “Preferiría que no me dedicara su obra (aunque le agradezco su honrosa propuesta) puesto que tal cosa significaría mi aprobación de la obra en general, de la que no sé nada. Por otra parte aunque soy un firme defensor del libre pensamiento en todas las cuestiones, considero (correcta o incorrectamente) que los ataques directos al cristianismo y al teísmo producen muy escasos efectos en el público. La libertad de pensamiento se promueve mejor por medio de la gradual iluminación de las mentes de los hombres que sigue al avance de la ciencia. Por eso siempre he evitado escribir sobre la religión, dedicándome a la ciencia. Me predispone a evitar atacar directamente a la religión el deseo de evitar cualquier dolor a los miembros de mi familia. Siento tener que rechazar su petición, pero yo ya soy viejo y mis fuerzas son cada vez menores y revisar y corregir textos me fatiga muchísimo”. Durante mucho tiempo se tuvo por indudable que Darwin se estaba dirigiendo a Carlos Marx y que la obra a la que se refería sería El Capital. Hoy se sabe que la carta tenía por destinatario a Edward Aveling, que se había propuesto publicar un texto divulgativo de las ideas de la evolución titulada The Students’ Darwin.
Edward Aveling visitó a Darwin el 28 de septiembre de 1881, acompañado de Ludwig Büchner. Ambos se presentaron como ateos. En la entrevista estaba presente también el Reverendo Brodie Innes, viejo amigo de Darwin con el que no estaba de acuerdo en casi nada. Sin embargo, aunque Innes y Darwin sabían que, por lógica, uno de los dos tenía que estar equivocado, tanto un escepticismo de fondo como una cordialidad casi instintiva les aconsejaba anteponer su amistad a la resolución de la verdad.
- ¿Por qué os consideráis ateos? –les preguntó Darwin, añadiendo que él prefería definirse a sí mismo como agnóstico.
- Bien –le contestó Aveling- un agnóstico es un ateo que no quiere perder la respetabilidad, mientras que un ateo es un agnóstico agresivo.
- ¿Y por qué hay que ser agresivo?
Cuando Darwin murió, Huxley se propuso organizarle unas exequias memorables. Gracias a él los restos del agnóstico padre del evolucionismo reposan en la abadía de Westminster, cerca de los de Isaac Newton. Según pudo leerse en la crónica que apareció en The Times las autoridades religiosas comprendieron que la abadía necesitaba el cuerpo de Darwin más que él la protección del recinto sagrado de la abadía.
Edward Avelino, hijo de un pastor protestante, había perdido la fe leyendo a Darwin, de quien fue toda su vida un propagandista entusiasta. Tuvo dos mujeres y una gran cantidad de amantes. Defendió siempre que su compromiso de fidelidad con su propia naturaleza era más fuerte que el que pretendía imponerle la sociedad con el vínculo del matrimonio. Poseía un “Irishman's charm” y una voz bien modulada y atronadora, de gran mitinero. Bernard Shaw dijo de él que se movía entre la gente con la naturalidad con que la mayor arte de los hombres se mueven entre las cosas. Ocasionó mucho dolor en las mujeres que lo amaron. En 1883 se enamoró de Eleanor Marx, que se suicidó tras ser abandonada por él.
Edward Aveling y Eleonor Marx escribieron conjuntamente The Woman Question (1887), defendiendo que las mujeres estaban sometidas a una tiranía organizada por los hombres, de la misma manera que los obreros estaban tiranizados por los capitalistas. “Ambas clases, la de las mujeres y la de los trabajadores, deben comprender que su emancipación debe venirles de ellas mismas. Las mujeres encontrarán aliados entre los mejores hombres, así como los trabajadores encuentran aliados entre los mejores filósofos, artistas y poetas. Pero ellas no deben esperar nada del “hombre” como un todo, y ellos no deben esperar nada de la clase media como un todo”. Eleonor Marx fue toda su vida una admiradora incondicional de Mary Wollstonecraft.
Me ha gustado muchísimo este post, tanto la parte aclaratoria de las relaciones entre Darwin y Marx,como la última acerca de los amores y trabajo compartido entre Eveling y Eleonor Marx. Es un placer recibir información sobre mujeres y me parece muy importante que todos nos esforcemos en divulgarla. Muchas gracias por tu enlace, yo también te enlazo a tí. Saludos.
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