I
A principios de los noventa tuve la fortuna de conocer a una mujer fascinante, Maria Aurèlia Capmany. Dirigía el Departamento de Publicaciones del Ayuntamiento de Barcelona, al que tenía por su "canonjía". Era lo suficientemente sabia como para reírse de sí misma. Nos caímos muy bien. Gracias a ella Jaume Marzal y yo y hicimos la historia de Barcelona en cómic que se llamó “Barcelona, la aventura de una ciudad”.
II
Ayer por la tarde estuve en otra canonjía, la del CETC (Centre d'Estudis de Temes Contemporanys"). Cuando fue canonjía convergente me publicaron “El criteri perdut” y ahora, que lo es de ERC, me han publicado “El neoconservadorisme americà”. Por tanto, gracias. Que de buen nacidos es ser agradecidos.
III
La diferencia más notable entra la canonjía de Maria Aurèlia y la actual del CETC (no sé cómo andan de ironía los gestores del Centre) radica en su capacidad de convocatoria. El acto de ayer, presentado por Enric Pujol, tenía por objeto mostrar las últimas publicaciones de la institución: Abel Cutillas (“Pensar l’art”), Jordi Julià (“La modernitat del món fungible”), Joan Vergés (“Les esquerdes del liberalismo polític”, así como "El neoconservadorisme americà" y los dos últimos números de la revista Idees. Notable el gesto folklórico del coordinador del número 27, "Catalunya, Euskadi, Espanya: Noves Transicions" al ensalzar las virtudes teóricas de esos partidarios de la dialéctica pesada que son Francisco Letamendía y José Manuel Castells. Había cuatro gatos (dicho esto sin la mínima intención despectiva), aunque alguno muy notable.
IV
Al oir los nombres de Letamendía y Castells, comencé a darle vueltas a la idea de diálogo. Doy por sentado que el diálogo es algo esencialmente distinto de una negociación, porque en el diálogo a uno no le importa -¡qué expresión!- abrir su corazón y exponer sus flancos débiles, mientras que en la negociación lo decisivo es, precisamente, cubrirlos. Dicho de otra manera: un diálogo, para merecer ese nombre, debería ser diferente a una partida de ajedrez. Se me ocurrió que sólo estamos dispuestos a dialogar con aquellos que estaríamos dispuestos a invitar a cenar.
V
Me he leído de un tirón el ensayo de Cutillas, me parece magnífico. Lo encuentro muy por encima, tanto en el tono como en el contenido, de lo que se lee habitualmente "a casa nostra". El de Jordi Julià me espera a continuación. Promete. El de Joan Vergés requiere más tiempo. Uno no se mete entre pecho y espalda así como así un ensayo cuyos capítulos llevan títulos como "L'alternativa del contractualisme scanlonià. La qüestió de la raonabilitat". Pero tengo magníficas referencias de su autor.
VI
Aparece un artículo mío en
Las fotos, claro está, de los ParkeHarrison
1.- Los gatos que habíamos cuidábamos la finca. Así que éramos los que teníamos que ser. Más sería multitud.
ResponderEliminar2.- El que habló al final NO era Enric Pujol. Enric Pujol era el que presentaba el acto. A cada uno lo suyo.
3.- Maria Aurèlia fumaba puros y ahora está prohibido fumar en todas las dependencias de la Generalitat. Eran otros tiempos.
Estimado -tú sabes que sí- desconocido:
ResponderEliminar1)Hombre, viendo quiénes habían estado invitados, digamos que la respuesta fue escasa. ¿Cómo es que se necesita cuidar una finca que suscita tan poco interés entre los transeuntes? Si se trataba -como señaló el presentador- de dejar manifiesto que el CETC seguía funcionando a pesar de las mudanzas, ¿no hubiera sido bueno que alguien se hubiese enterado? Digo esto -y creo que me concoes- sin acritud, pero con sorpresa. En cuanto al gato...
2) Tocado y hundido. A cada uno, efectivamente, lo suyo. Y a mi me toca "empasar-me-la". Mil disculpas, Enric Pujol. El error -si es que puede justificarse- se debe a que tomé los nombres directamente del programa de actos.
3)Maria Aurèlia, efectivamente, fumaba puros, era entusiasta de las corridas de toros, tenía un magnífico corrector de estilo a su lado (en la canonjía, quiero decir), y, sobre todo, sabía reirse. Sabía bien que la opción entre apocalípticos e integrados no agota las vías de la política. El dilema que a ella le interesaba era el de salud y enfermedad. La opción por la salud frente a la enfermedad (incluso en los momentos peores de su enfermedad terminal) no equivalía para ella a la de apocalipticos versus integrados porque no expresa una opción por una tribu urbana, sino por la ciudad.
En cualquier caso: Con cordialidad.
Querido anónimo. Me ha parecido adecuado, tras leer lo que me dices, corregir la entrada. No quiero herir a nadie. Sobre todo no quiero herir a nadie en sus susceptibilidades. Y, por supuesto: Estás invitado a cenar.
ResponderEliminarGregorio: no te engañes, en estos momentos el que se mueve no sale en la foto (y muchos de los que no se mueven tampoco saldrán, pero que se fastidien); así que no me extraña que no aparezcan en actos generaliticios porque todos están pensando en términos de futuro (imperfecto, por cierto, como todos los futuros que valen la pena). Fíjate que en su despedida Maragall no tuvo el respaldo de ningúno de sus consellers. Si ni siquiera estaban en el "last speach" de quien los ha colocado, cómo iba la caza menor a asistir a otras cosas. Con la calor que hace, además.
ResponderEliminarperfect piece. or peace.
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