En cierto sentido el arte moderno se caracteriza por una progresiva pérdida de protagonismo de la obra en beneficio del artista, hasta el extremo de que es la firma la que hace válida la obra. Y hasta el museo es valioso según el número de firmas que cobije. Esto es bien sabido. Pero probablemente quien primero se dio cuenta de por dónde iban las cosas fue Salvador Dalí. Y decidió dedicarse por completo a su firma. Todo cuanto hacía estaba al servicio de ella. Sus cuadros, sus representaciones, sus bufonadas... no eran más que el decorado de su rúbrica. Dalí se vació tanto en Dalí que olvidó por completo a Salvador. Lo perdió por el camino. Es el caso extremo del artista que no produce sino prótesis de sí mismo. Se fagocitó a sí mismo en su mayor proeza estética hasta acabar -creo yo- sin saber realmente quién era. Dalí es la firma del artista firmándose a sí misma en un movimiento perpetuo.
O quizás, quizás, sabía muy bien que a su lado, su obra no era nada.
ResponderEliminarLo cierto es que sin la presencia viva de Dalí, su obra está empequeñeciéndose año tras año.
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