Seguramente tienen razón en Entrellum al calificar a los abstencionistas de idiotas, en el sentido etimológico del término. Pero cabría preguntarse qué ocurre entre nosotros para que nuestro sistema político produzca más idiotas que ciudadanos cabales, porque si hacemos caso de lo leído en Entrellum –y no veo por qué no habríamos de hacerlo- en Cataluña hay una idiocia pandémica.
Los griegos tenían un término preciso para designar el régimen político de base, aquel que sustenta con sus convicciones una organización política determinada: “politeia”. Viene a significar algo semejante a lo que los norteamericanos llaman el “way of life” de una comunidad. Así como la organización política de un pueblo se expresa jurídicamente en una estructura legal más o menos ordenada y jerarquizada, para ver su “politeia” debemos buscar el tipo de ciudadano que genera y que, al mismo tiempo, la sustenta. Aristóteles aconsejaba prestar atención a los modelos que este ciudadano considera dignos de ser imitados, porque en esta admiración se pone de manifiesto la aspiración mayoritaria de la “politeia”. Platón, Isócrates y Aristóteles consideraban que la “politeia” era el alma de la comunidad.
Quizás valdría la pena hacer en Cataluña este ejercicio para entender en qué régimen político vivimos exactamente. Quizás las leyes que cambiamos con relativa facilidad nos lo están ocultando. No lo sé. Y, sobre todo, no quiero pontificar. Así que, amigos, lo dejo aquí y me voy a la cama. Me invade, por una parte, la nostalgia –ese sentimiento cobarde- del grito irrepetible de “llibertat, amnistía i estatut d’autonomia”, que a mi me hizo votar entusiasmado en su momento. Cosa que ahora no ha pasado. Por algún lugar del trayecto me he dejado olvidado el entusiasmo. Lo cual no tiene necesariamente que ser malo. El entusiasmo, ya se sabe, es el opio del pueblo. Y si hemos prohibido el tabaco en los sitios públicos, ¿por qué habríamos de fomentar el consumo de opio en política?
Como tú sabes muy bien, la base de la "politeia" es la "paideia". Eso es lo que falla ahora más nunca. Lo sabremos nosotros, que lo padecemos cada día en el tajo.
ResponderEliminarNo comprato tu desprecio por el entusiasmo (posesión divina = en-theos). Sin entusiasmo no habría Arte. Sin entusiasmo no habría Eros. Sin entusiasmo la vida sería una mala prosa en un tugurio obscuro.
Aristóteles considera que la naturaleza humana tiene su fin o encuentra su esencia en la polis, vivir con los otros. Por eso recuperar la capacidad de dialogar de forma empatica con un otro es para mi el núcleo básico de la buena política.
ResponderEliminarTe he linkeado.
Saludos
Ahora bien, ¿es la posibilidad de dialogar lo que construye la ciudad? ¿Y quién crea, entonces las condiciones de posibilidad del diálogo? Yo, que soy profundamente platónico más bien tiendo a pensar que hay muchas más posibilidades de que un diálogo acabe mal que bien.
ResponderEliminarQuizás estamos entendiendo de forma diferente lo que es dialogar, pero para mí el lenguaje no solo crea la ciudad, también crea realidades y nos constituye como humanos. ¿Cómo crea la ciudad? Por medio de las coordinación de acciones (el tema es muy extenso, yo no lo domino del todo y me es difícil explicarlo en pocas líneas)
ResponderEliminar¿Por qué Platón pensaba que los diálogos terminaban mal? ¿Lo dices por como estructura su polis ideal?
Saludos.
Basta leer el final de los diálogos de Platón para observar que son muy pocos los que terminan bien. La de "diálogo" es otra de las grandes palabras beatas de la filosofía. Lo que para mí es evidente es que el diálogo no crea sus propias condiciones de posibilidad. Es otra cosa que el diálogo lo que permite que éste exista o lo que impide que exista. Y eso otro no es racional. Sócrates insistía en que es precisamente sobre lo justo y lo injusto sobre lo qe discutimos. Y podemos añadir: y por lo que nos matamos.
ResponderEliminar