1) Lo que está en crisis no es tanto la identidad, la mismidad o la otredad como la confianza de Europa en sí misma. Nuestra crisis es una crisis esencialmente política.
2) Cuando Fukuyama se preguntaba por qué valores estamos los europeos dispuestos a dar la vida estaba, exactamente, poniendo el dedo en la llaga de nuestra situación. Sería interesante una encuesta al respecto.
3) La crisis política de Europa es una crisis de la concepción republicana de la política.
4) El hundimiento de la escuela republicana francesa es la manifestación clara de la pérdida generalizada en Europa de la confianza republicana en el poder y en su derecho indiscutido a moldearnos como ciudadanos. Entre nosotros la crisis de la escuela pública obedece también a otros motivos. Ya es hora de decir que nuestro modelo de escuela pública diseñado en la transición ha fracasado. Y ha fracasado porque lo hemos entendido como un servicio público equivalente al de los transportes o las plazas públicas, es decir, un modelo en el que el usuario manda. Lo importante de una plaza pública o de un transporte público es su disponibilidad universal y para ello ha de definirse de la manera más neutra posible. La neutralidad de nuestra escuela pública es hasta tal punto patológica que sustituye su falta de compromiso con el saber con un culto a los “valores”. Pero si la escuela es pública y la sociedad pluralista, los valores no pueden ser más que relativos y, todos, por definición, igualmente valiosos. La escuela pública ha perdido la fe en sí misma. Y ello se debe a que a partir de la restauración democrática, y por motivos diversos (¿cuando estaremos en condiciones de liberarnos de los estereotipos del antifranquismo? ¿para cuándo un acto de reparación histórica de los males del antifranquismo?) no se pensó a sí misma más que como espacio vacío. Ahora bien, el humano no puede valorar lo ajeno sin sentirse a sí mismo portador de valor. Y para sentirse valioso necesita, a su vez, sentir que lo que tiene entre manos, su quehacer, es relevante. Si se resta relevancia a lo que el hombre hace, vaciamos al hombre de valor. Pero, a mi modo de ver, nuestra escuela ha abandonado, por supuestamente reaccionaria, cualquier posibilidad de que el alumno se mida a sí mismo frente al saber valioso y ha pasado a valorar la relevancia del saber por el interés que despierta en el alumno.
5) El factor que más ha contribuido a vaciar el contenido republicano de las instituciones públicas ha sido el triunfo imperialista de la religión laica de la autonomía en Europa, porque una autonomía sin restricciones conduce al absurdo de una orientación sin referencias. La publicidad indiscriminada de la autonomía individual es, hoy, la principal patología de Europa.
6) Hay que volver a ser republicanos. Y hay que volver a serlo de la única manera posible: nietzscheanamente. Es decir, apoyándonos en una decisión voluntaria. Hay que volver a ser republicanos porque es una cuestión de salud. De salud política y moral.
7) Ser republicano significa, de manera previa a cualquier consideración sobre la forma de gobierno, reconocer que lo público es también –y esencialmente- un contenido doctrinario (de fe, esperanza y caridad). Un contenido incluso mítico, con legitimidad para interpelarme y reclamarme, incluso, una manera de ser.
8) Ser republicano significa que reconozco que no puedo modelar mi identidad de manera autista, prescindiendo de los ámbitos de mi copertenencia.
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