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miércoles, 21 de junio de 2006

Quizás un cuento chino...

Todo iba mal en China. A la larga sequía le siguió el hambre, y al hambre las enfermedades y el descontento generalizado. Y los astrólogos no paraban de anunciar nuevas catástrofes. En tiempos inmemoriales se había recurrido alguna vez a un recurso extremo en casos tan desesperados como el presente, pero era, sin duda, muy extremo: El sacrificio del emperador. Sólo la sangre del emperador tenía el poder de modificar el destino de su pueblo. Pero el emperador era demasiado débil. Por eso, cuando a palacio ya no llegaba el agua corriente y comenzó a escasear el vino en la mesa de los nobles, sus propias mujeres le recordaron su deber. Pero él era demasiado débil. Sólo cuando la comida de palacio comenzó a racionarse (para todos excepto para él, evidentemente), tomó una decisión. Ordenó a su barbero que un día, sin previo aviso, lo degollara. Eso sí el tajo debía ser limpio, certero y rápido. “Mátame, te lo ordeno, cuando menos lo espere”.

El barbero, un hombre anciano, silencioso, diligente y meticuloso, inclinó la cabeza. Sin decir nada empuñó la navaja y comenzó a afilarla como hacía cada mañana. El emperador, muy pálido, con la respiración entrecortada, cerró los ojos. Siguió con la máxima atención cada sonido producido por el barbero y cuando sintió el frío contacto del filo de en la garganta, comenzó a rezar. Aquel día no ocurrió nada... excepto las noticias desagradables que se acumulaban. Estaba tan disgustado que hasta renunció a la cuarta comida. Tuvo una noche agitada, cargada de pesadillas inquietantes. Se despertó muy temprano pensando en el barbero. Y cuando estuvo ante él volvió a sentir el mismo pánico que el día anterior. O quizás su angustia era ligeramente mayor. Pero tampoco pasó nada esta vez... si descontamos a los mensajeros que se presentaron anunciándole que el khan de Mongolia se había sublevado o a los varios criados de su confianza que aparecieron asesinados o a los dos astrólogos que se arrancaron los ojos. A la mañana siguiente, de nuevo la agónica rutina. El contacto con la navaja le resultó sin embargo, más frío y comenzó a temblar. Pero tampoco pasó nada… excepto el anuncio de deserciones en masa en el ejército ante la llegada inminente del enemigo y que dos de sus concubinas se habían abierto las venas. Apenas probó bocado aquel día. Por la noche durmió de forma intermitente. Con los primeros rayos del alba tomó la decisión definitiva. Se bebió el último whisky que quedaba en palacio y mandó llamar al jefe de la guardia, al que le ordenó escuetamente: “¡Que ejecuten a mi barbero. Y deprisa!”.

5 comentarios:

  1. Teleo,te estudio intelectual y psicologicamente.Incluso te subrallo.Tal complicidad tenemos las aguilas.

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  2. Querido Usuario/a Anónimo/a. Lo de leerme me halaga; pero lo de estudiarme carga sobre mis espaldas un peso que no creo merecer, porque más tarde o más temprano o bien debido al azar o bien a causa de mis límites, habré de prococarle alguna decepción. Cuando tal cosa ocurra, sea usted benevolente conmigo y magnánima con usted mismo(a) y apliquese aquello de "Aquila non captat muscas".

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  3. Acabo de releerme:HORROOOOOOOOOR!he escrito subrayar con LL.Bajo a URGENCIAS INMEDIATAMENTE.EgÓLATRA.Quién ha escrito que estudio su blog no para elevarme sino para hundirme en el fango?

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  4. Subra-ll-ar con "ll" está admitido cuando se quiere expresar la voluntad de realizar un doble subrayado. Yo, en logar de "provocar" he escrito "prolocar", que significa algo así como dirigir a un lugar determinado (pro-locus). Usted, que es anonimo/a sale menos damnificado/a que yo.

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  5. Hola Gregorio, primero felicitarte por tu aporte. Leí hace algún tiempo un libro de cuentos de oriente en el que se incluía este cuento, así como otro sobre un maestro del jade, y otro sobre un profesor y un pájaro. ¿Me podrías decir en qué libro lo encontraste tú? Llevo tiempo buscándolo y sin ningún éxito. Mi email es nokinonac@hotmail.com

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