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lunes, 26 de junio de 2006

El fin de la historia

Alessandro Bavari

I

Una de las leyendas más conocidas de la filosofía cuenta que Hegel, Schelling y Hölderlin, que compartían inquietudes revolucionarias en un internado situado a las afueras de Tubinga, se escabulleron de sus habitaciones en camisón y gorro de dormir la noche del 14 de julio de 1793. Una vez en campo abierto, levantaron en un altozano un “árbol de la libertad” en memoria de la Revolución Francesa y bailaron a su alrededor canciones revolucionarias prohibidas en Alemania, como la “Carmagnola” y “La Marsellesa”. Una versión añade que habían escrito en sus camisones “Viva Jean-Jacques”. No mucho antes un compañero suyo, Kerner, había metido en su mochila los escritos de Kant y autoproclamándose ciudadano libre del mundo se había ido a París a contemplar el futuro en primera fila. Cada 14 de julio Hegel brindaba por la toma de la Bastilla y por sus años mozos, sin importarle si los tiempos soplaban a favor o en contra de las ideas revolucionarias. Lo hacía con el mejor vino que podía conseguir, porque al Espíritu no se le pueden dedicar trivialidades y, si alguna autoridad retrógrada se sentía molesta, peor para ella.

II

El momento dramáticamente culminante de esta leyenda es aquel en el que Napoleón entra en Jena y Hegel lo contempla boquiabierto. Inmediatamente le escribió a su amigo Niethammer: “He visto al emperador –este “alma-del-mundo”- recorriendo a caballo la ciudad para revisar sus tropas. Es una maravillosa experiencia contemplar a semejante individuo, a quien, concentrado aquí en un punto geográfico concreto, a lomos de su cabalgadura, extiende su brazo sobre el orbe y lo domina. Este hombre extraordinario, a quien es imposible no admirar”. Aún estaba fresca la tinta de la última página de la Fenomenología del espíritu, que había sido escrita bajo el fragor de los cañonazos de la batalla de Jena. Hegel vio a sus propias tesis entrar en Jena a lomos del caballo de Napoleón.

Alessandro Bavari

III

Hegel estuvo toda su vida fascinado por la figura de Napoleón, “el gran profesor de derecho constitucional con cátedra en París”. Con frecuencia rememoraba en sus clases la famosa respuesta que le dio a Goethe cuando éste le preguntó si aún era posible escribir una tragedia en torno a la idea de destino. “¿Para qué queremos ahora el destino? ¡La política es nuestro destino!”.

IV

Si la Fenomenología del Espíritu relataba la verdad de la historia, Napoleón era su postrer capítulo. Se había acabado el futuro. Todo lo que quedaba por delante era la expansión del presente napoleónico.

V

El hegeliano Alexandre Kojève creyó, sin embargo, que Hegel se había equivocado en siglo y medio. El fin efectivo de la historia no lo habría impuesto Napoleón, sino el definitivo triunfo de la economía sobre la política y significaba, en definitiva, el triunfo de las demandas de confort sobre las preocupaciones metafísicas. Había llegado la hora del “Estado Universal y Homogéneo”.

VI

Como este blog me ha vuelto insolente, voy a corregir a Kojève. Sostengo que en realidad Hegel se equivocó en unos pocos años. Si hubiese tenido un poco más de paciencia hubiese encontrado la imagen definitiva del fin de la historia en la retirada de las tropas de Napoleón de Rusia. Esta retirada es la imagen de nuestro presente. Y antes de negármelo, pensad un poco en aquellos soldados completamente exhaustos, expuestos a los caprichos de la intemperie, los caminos intransitables, las comidas infectas, el peso de sus fardos inútiles, y la voracidad de los cosacos. Y, ahora, negadme que las hordas enrojecidas que hoy recorren Europa completamente derrotadas por el cansancio, los tour operadores y el clima y que se hacen llamar turistas, no os recuerdan a esos pobres soldados derrotados. Todos las hemos visto con paso cansino, despernados, muertos de sed, casi invisibles bajo el peso de sus mochilas, con ropas sucias y la piel quemada, atravesando nuestras ciudades de punta a punta en las horas más intempestivas. Todos los hemos visto porque hemos caminado con ellos, siendo uno de ellos, formando con ellos un ejército de derrotados por la agotadora tarea de gestionar nuestros deseos; un ejército de propietarios atónitos incapaces de comprender por qué demonios, vayamos a donde vayamos, siempre acabamos metiendo nuestra trivialidad en la maleta.

Alessandro Bavari

VII

El final de la historia ha tenido lugar cuando hemos comprendido que, si podemos hacer turismo, ¿para qué demonios necesitamos la cultura?

10 comentarios:

  1. Hegel escribe en su Phänomenologie: "Und es ist allein das Daransetzen des Lebens, wodurch die Freiheit, wodurch es bewährt wird." (Sólo arriesgando la vida se puede conservar la libertad). El "fin de la historia" es un mito de Fuckingyama, como el estúpido mito romanticoidegermánico de la Freiheit, muy caro a Hegel & Co. Mitos y más mitos. Napoleón también fue admiradao por Nietzsche, otro inventor de mitos: Übermensch, Eterno Retorno, etc. La clave está en la distinción entre el "tourist" y el "traveller". El tourist és un borrego sin freiheit, mientras que el traveller hace su propio camino ... Mientras quede un solo traveller sobre este planeta maldito, la historia no se va acabar. Es el arte del "sauntering" del que habla HD Thoreau. "Creo en el bosque, en la pradera y en la nocheen la que crece el grano...etc." El futuro, si lo hay, no puede ser urbano.

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  2. Fukuyama -yo le tengo más respeto que tú- conoció de primera mano el pensamiento de Kojève. Es de esa fuente de donde bebe y de donde aprende que Stalin no hace, objetivamente, otra cosa más que acelerar la historia de Rusa para alcanzar a los norteamericanos. Sin embargo me parece que el último Kojève estaría en cierta manera de acuerdo contigo. Me refiero al Kojève que viaja a Japón como "traveller" -empleando tu terminología- y allí se enamora como un adolescente de una geisha, y de repente todas sus convicciones se tambalean. Si Hegel vio el conatus de la Idea montada a caballo, Kojève vio su cunnatus. Y de repente, bajo la luz del sol naciente, en un momento sublime de la historia de la filosofía, dos tetas pudieron más que dos carretas. A este momento, sin embargo, apenas le prestaron atención en Francia. Por cierto, ¿conces el debate Strauss - Kojève a propósito de "el fin de la historia"?

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  3. Dos cosas más con respecto a que "sólo arriesgando la vida se puede conservar la libertad": (1) Hegel ha sido el mejor lector de Hobbes; (2)Si el futuro de la Historia (con mayúscula) depende de la capacidad de arriesgar la vida, podríamos salir a la calle a preguntar a los transeuntes a ver por qué ideal estarían dispuestos a estregar la suya. Entonces descubiríamos si el mito nietzscheano de "el último hombre" tiene algún fundamento o no.

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  4. Hosti, tu, así que Kojève es un vulgar Sánchez Dragó que se tira a una geisha (japonesita, qué tendrán las japonesitas...) De lo que se entera uno. la pípol ya no moriría por nada, ni siquiera por defender su VISA Oro. El "último hombre" ya lo expuso con genial clarividencia mi idolatrado Orwell en 1984... Y su nombre es WINSTON SMITH, eso sí, after torture, after 101 room experience....

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  5. Tonibañez, tus analogías me provocan sarpullidos intelectuales. ¡Qué manera pornográfica de rebajar a Kojève! Me alegra compartir devoción orweliana contigo. Pero, has de saber, que también la comparte con nosotros Fukuyama. Por ahí se anda escribiendo que tamién Orwell rindió sus carretas morales ante los encantos de la cuñada de Koestler, hasta el punto de rebarse a la condición de delator de supuestos comunistas. ¿Conoces la historia?

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  6. Demasiado bien que conozco esa injuria contra el mejor escritor inglés del siglo XX. Cuando alguien con un par (igual seré yo) decida traducir sus ensayos íntegros, veremos lo que se cuece. Orwell era humano, allzu menschliche. ¿Conoces sus Diarios? ¿Sabes que pasó sus ultimos años haciendo de "papá" de un hijo que no era suyo y luego perdido en el culo del mundo en una cabaña? Hay una foto de Eric Arthur Blair paseando el carrito del niño que me emociona... el tío que hacía 2 metros... En fin. Me voy a la beach.

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  7. Hola amiguetes, yo es que soy mu inorante, pero para mi el final de la historia fue sólo una patraña del discurso neocon que colapsó a la vez que esos dos edificios que eran iguales, en una ciudad que ya no me acuerdo.

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  8. quizas el fin de la historia sea la muerte del observador. la no-cosa, tl vez? ( que me ha provocado, la no cosa?)

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  9. ¿El no-tiempo? ¡Buen cebo me lanzas, Clara!

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