martes, 6 de noviembre de 2007

Dos cosas

I

Después de 30 años en Barcelona esta mañana he entrado por primera vez en el monasterio románico de Sant Pau del Camp, fundado por Guifré-Borrell en torno al 900, saqueado por Almanzor y reconstruido en el siglo XIII. De esta época data su claustro con arcos lobulados, de singular encanto. En el interior de la iglesia una joven rezaba en la penumbra. He dado una vuelta admirando la cúpula, de arco realzado, y lamentando que no hubiese ni una vela encendida. Me he sentado junto a un altar lateral, a descansar. Para mi sorpresa –para mi gran sorpresa- la muchacha ha abandonado su recogimiento y se ha sentado a mi lado. A continuación me ha preguntado en un muy mal castellano (después me he enterado que era alemana) si no me importaba rezar junto a ella, “porque así Cristo se hace presente entre nosotros”.

II

Estoy leyendo los interrogatorios al muy católico Carl Schmitt en Nuremberg. Es tan inteligente que asusta. Es la inteligencia pura, afilada, certera, que va directa a su objetivo y domina con precisión de cirujano cada uno de sus movimientos. ¡Qué espectáculo intelectual, ver cómo se apodera del lenguaje y acaba conduciendo al entrevistador hacia donde le da la gana! Le recuerda en el momento milimétricamente adecuado a su interrogador que en 1936, cuando él estaba siendo difamado por las SS, se celebraron las Olimpiadas en Berlín, “con la participación de todas las naciones del mundo”.

- Cada vez que uno habla alto y claro –sostiene con toda frialdad- está manipulando el sentido.

Schmitt, que domina la situación por completo es capaz de afirmar, sabiendo que su entrevistador no va a entenderlo “que los Estados se van. Los consejeros de Estado, se quedan.” Y él se sabe un imprescindible consejero de Estado. Lo consultarán incluso en Israel cuando se planteen la posibilidad de redactar una constitución.

22 comentarios:

  1. Cuando me vienen visitas es a uno de los sitios donde las llevo. Es una joyita.

    ResponderEliminar
  2. Se quedó sin decir si Cristo se hizo presente o no, señor Luri.

    L. de Aguirre

    ResponderEliminar
  3. Tumbaíto: Así como en las barrocas debería esta prohibido el paso a los cristianos y en las góticas a los no católicos, en las iglesias románicas debería estar prohibido el paso a quien no tenga intención de rezar, aunque sea ateo. Es, efectivamente, "una joyita".

    ResponderEliminar
  4. L de Aguirre: Él prometió que lo haría siempre que dos o más se reúnan en su nombre. No veo por qué habría de faltar a su palabra esta vez.

    ResponderEliminar
  5. Ya era hora de que lo visitases, está cerca de mi barrio, por cierto.

    ResponderEliminar
  6. Me interesa la lectura de Schmitt que nombras. ¿Está editada?

    Lola

    ResponderEliminar
  7. Júlia: tienes razón. Venía, por cierto, de hacer ciertas gestiones en la Calle Poeta Cabanyes.

    ResponderEliminar
  8. Lola: En castellano, no. Se trata de una edición francesa: "Carl Schmitt. Ex Captivitate Salus. Expériences des années 1945-1947") que recoge el inmenso "Ex Captivitate Salus" junto a las transcripciones de la interrogación y otros textos de defensa de Schmitt.

    "Ex Captivitate Salus" se editó en su momento en español y sé que va ser reeditado inmediatamente por Trotta.

    Schmitt tenía muy buenas relaciones con miembros del régimen, por ejemplo con aquel político tan singular que fue Jesús Fueyo, presidente del Instituto de Estudios Políticos.

    Ya he contado estas anécdotas sobre Fueyo, pero las repito, a mi me parecen muy sabrosas:

    1. El general Camilo Alonso Vega, a quien sus amigos (evidentemente a sus espaldas) llamaban Camulo, hizo un día una plúmbea y mal fundamentada defensa de no sé qué cuestión. Jesús Fueyo, puesto en pie, con actitud marcial, le respondió en el turno de réplica: «Mi general, estoy a sus órdenes pero no a sus opiniones».

    2. Suya es la expresión "la erótica del poder".

    3. Yo cito con cierta frecuencia, y como no aclaro su procedencia (¿por otra parte, quién sabe hoy nada de Fueyo?) porque me hace quedar muy bien: "la decadencia de la metafísica es la metafísica de la decadencia de Occidente".

    ResponderEliminar
  9. Hummmm... ¿Esas gestiones, no tendrían algo que ver con el Quimet & Quimet? Personalmente, es lo único que se me ocurre cuando se menciona la calle Poeta Cabanyes.

    ResponderEliminar
  10. Pues fíjese que dos veces he oído misa en esa joyita.

    ResponderEliminar
  11. Lo más temible de Schmitt es que, efectivamente, cuando se le lee uno se ve obligado a darle la razón. Por ejemplo, la tesis de "El concepto de lo político" es, como mínimo, polémica, pero, leyendo, el ensayo, no sabes donde poner el mojón para decir "aquí, ya, no paso por más, aquí sí que no tiene razón, por tal o por cual" y a partir de ese mojón replantear el discurso.

    ResponderEliminar
  12. Counter-R: Creo que era LÖwith quien después de leer el famoso "discurso del rectorado" de Heidegger dijo que no sabía si ponerse a desfilar junto a los SS o ponerse a leer a los presocráticos.
    Probablemente no haya lectura más desconcertante, más peligrosa, más azorante y que necesite más ser embridada por la razón que la de Carl Schmitt. Pero él era mucho más listo que nosotros, sus lectores. Pero no creo que nadie pueda, honestamente, entender el siglo XX sin pelearse con Schmitt.

    Un catedrático de filosofía contemporánea de una universidad catalana me dijo una vez que él no leía a Schmitt porque le daba miedo.
    - ¿Miedo a qué? -le pregunté.
    - Miedo de que tenga razón.
    Y hasta el día de hoy se imita a criticarlo. Sin haberlo leído, obviamente.
    Yo propongo leer a Schmitt como el mejor discípulo de Donoso Cortés.

    ResponderEliminar
  13. Arrebats: La Calle Poeta Cabanyes tiene más misterios de los que aparenta. Y hasta aquí puedo leer.

    ResponderEliminar
  14. No sé yo... No acabo de ver claro que se pasara por el Rouge antes de ir a rezar a Sant Pau del Camp. Debe ser otra cosa... Tengo que volver a perderme por esas calles.

    ResponderEliminar
  15. Pues fíjese que dos veces he oído misa en esa joyita.

    ¡! ¿Oír misa? Hummm... el catolicismo es como las rubias tontas. Merece la pena contemplarlas. Pero oirlas es algo muy diferente. Y no te digo nada sobre hacerles caso...

    ResponderEliminar
  16. ¡Pensamientos profundos, ehhhhhhhhh!

    ((((((¡Puto roedor!))))))

    ResponderEliminar
  17. Referete al aviso que hace el autor a su propio Blog.

    Sí, es cierto que puede aparentar lo que ud. dice, pero por mi parte aprendo un montón y aprendo de otro punto de vista.

    Por otro lado nos brinda clases magistrales, de su autor, es decir Ud. y de algún comentarista; a veces su ironia me llena de risas y sonrisas mientras mi señora me mira de reojo sospechadamente.

    Saludos cordiales

    ResponderEliminar
  18. Otro ejemplo de que la inteligencia está sobrevalorada.

    ResponderEliminar
  19. He començat a llegir Lluís Duch pel meu professor d'antropologia de l'educació, en Mèlich, que és amic seu. Ja ho crec que és un savi, en Duch... ja ho crec.

    Reflexionaré sobre les preguntes. Li agraeixo molt que me les hagi fet. Estic descobrint que m'encanta que em facin preguntes d'aquesta mena.

    ResponderEliminar
  20. Drac: Le puedo asegurar que lo que constituye una auténtica sorpresa para mí es que: (1) haya un profesor de antropología de la educación que se tome su materia en serio y, (2), tan en serio como para hablar de Lluis Duch (que, como buen monje, "ora et labora").

    ResponderEliminar
  21. Otro ejemplo de que la inteligencia está sobrevalorada.

    Es verdad. El ideal de "un cerebro en cada cráneo", además de bilgueteisco, es un derroche innecesario de recursos. ¡Que piensen los otros! (y en otra parte, para que no molesten)

    ResponderEliminar
  22. Bueno, debo reconocer que mi sorpresa también fue mayúscula con este señor, habiendo visto al resto del personal... Aun más tratándose de una asignatura de un semestre, y nunca más se supo... pero bueno, nótese que es amigo de Duch, incluso han publicado algún libro en coautoría. Si quiere se lo busco.

    ResponderEliminar

La Isla de Siltolá

 I Finalmente, después de varios intentos fallidos, el mensajero nos ha encontrado en casa y me ha entregado los ejemplares de Una triste bú...