“Tomado globalmente es abominable, grosero, fanfarrón, presumido, un pipiolo, un estudiante fracasado pero encantado de haberse conocido; es, visiblemente, un profundo psicópata. Canta como un gallo, con una voz ruidosa, desagradable: yo soy Yo: para mi no hay nada por encima de mi. Sus sofismas son insoportables. Pero sabe algo muy importante. Sabe que el Yo no es un objeto del pensamiento. Por eso ha hallado el título más bello para un libro, y, en cualquier caso, el título más alemán de toda la literatura alemana: “El único y su propiedad” (Der Einzige und sein Eigeitum). En este momento, Max es el único que me visita en mi celda.”“Sabiduría de la celda”, 1947.
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miércoles, 14 de noviembre de 2007
Carl Schmitt sobre Max Stirner
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Las águilas no cazan moscas
I Respuesta de Rémi Brague al periodista que le pregunta cómo logra un estilo tan claro: «El bolígrafo rojo de mi mujer» II Viaje casi relá...
no lo he podido leer el libro, pero interpreto el título y la filosofía de Stirner, como: "el primer ego y su propietario:la conciencia".
ResponderEliminarAnónimo: Si el yo es propiedad, ya no es único.
ResponderEliminarno, ¿y?
ResponderEliminarY, por lo tanto, no puede ser propietario de nada ni de nadie, por ejemplo de la conciencia.
ResponderEliminarEl yo no es propiedad sino lo apropiado. La conciencia es la propietaria que se apropia de los yoes-egos, es decir del yo pensado como objeto bajo diferentes modos.
ResponderEliminarYo es que estaba hablando de Stirner...
ResponderEliminarSólo el "fármaco de la claridad" puede dar "CONCIENCIA" a la conciencia.
ResponderEliminarDon Gregorio: Yo con los asuntos de "las partes" me ruborizo antes de llegar a "las partes", después...¡¡No, no, mejor no lo cuento...¡¡¡
Al leer hace un instante su contestación de la entrada anterior...¡¡ me ha dado la carcajada mejor y más sana de la semana¡¡ Gracias por su buen humor y sabiduria.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarVengo pensando que no hay Yo sin pensamiento. Si uno no se piensa no conoce su Yo. Un caracol, por ejemplo. El mínimo acto de pensar, la más ligera sombra de razonamiento conduce al Yo, en ocasiones a un Yo desmesurado: Goyerri, por ejemplo (y no lo escribo en broma, pero creo que cada día autoafirma más su Yo frente al mío).
ResponderEliminarSer propietario de uno mismo es esclavitud.
ResponderEliminarDon Gregorio, un dato para la sección de Sociedad, aunque seguro que ya lo conoce: la hija de Schmitt, Anima, estaba casada en Compostela con mi querido profesor de Historia del Derecho, Alfonso Otero Varela, el famoso «Margarito» (en alusión a su heterodoxa forma de corregir exámenes).
ResponderEliminarEl "yo" -en tanto que puede actuar y actúa- no es ni un concepto, ni un estado de hecho, ni una suma de estados de hecho.
ResponderEliminarStirner quiso emancipar el "yo" de la servidumbre de las ideas mediante un proyecto al mismo tiempo idealista (por su exaltación del sujeto particular) y antiidealista (por su relativización de lo categorial).
La propiedad del "yo" lo es todo, pues es incapaz de pensar nada superior a su propio pensamiento. Si se conoce, conoce el universo. Carece de verdaderos fines externos que puedan incrementar su noción. Todo lo que el "yo" piensa es, entonces, inferior a sí mismo e indigno de homenaje. Si el "yo" se autopensara, desaparecería, por lo que sólo puede devorar todo lo que lo rodea como si fuera algo exclusivamente suyo (egoísmo). En suma, el pensamiento es la voluntad de ser, sin que quepa apreciar una sumisión natural de una esfera respecto a la otra.
El sofisma solipsista al que Schmitt debe de referirse es la conversión de lo impensado en inexistente.
Siempre supe Irich que usted odiaba a Dios.
ResponderEliminarJuanjo: Sí, conocía lo que usted dice. Pero lo que no sabía es que usted hubiera sido alumno del susodicho. Hay algunas aristocracias intelectuales que acaban fatal.
ResponderEliminarOs cuento:
ResponderEliminar1)De este relato de Schmitt me interesó en un primer momento el elemento estrictamente dramático, es decir, el hecho de que alguien que se siente en una celda, como un preso, encuentre consuelo con la visita intelectual del autor de "El único y su propiedad".
2) Desde Kant al menos sabemos que el yo trascendental y el yo empírico son distintos. El yo trascendental es que que piensa el yo como yo y, por lo tanto, es como un foco de luz que no puede iluminarse a sí mismo. Los neoplatónicos estudiaron esta cuestión a partir del "Alcibiades I" de Platón, donde Sócrates diferencia "lo mío" del "poseedor de lo mio". Se supone que para acceder a lo más puro del alma debo desprenderme de todo lo mío para encontrarme con su desnudo poseedor. Pero este poseedor acaba conduciéndonos o al "Único" de Stirner, o a la nada. En esta nada es donde según el sufismo se ha de reconocer a Dios.
Yo no me creo nada trascendental si no me lo dice el mismo Mayrones y, menos, de Kant.
ResponderEliminarSiempre me ha hecho mucha gracia eso que dice Zubiri acerca de Kant: "¿podemos creer que Kant haya dicho algo que no sea verdad?"
Porque... ¿Hay algo que a día de hoy se sostenga a excepción de la ética que claro a ver quién y cómo recusa una proposición ética o estética?
Tumbaíto: En el caso de la ética kantiana basta para desacreditarla con ver el desorden estelar sobre nuestras cabezas.
ResponderEliminarEso sólo desacredita el techo de nuestras cabezas. Descrédito, por otro lado, que fue puesto en duda por Kant. Hasta él estaba muy clarito.
ResponderEliminar¡Hombre, Tumbaito! Si el techo sobre nuestras cabezas está desacreditado, nos quedamos sin imperativo categórico. Kant hubiese elegido otro epitafio bien distinto para su tumba. Por ejemplo un silogismo práctico de este tipo:
ResponderEliminarPremisas:
- Si Dios no existe todo está permitido.
- Dios no existe.
Conclusión:
- No se lo digas a nadie.
Nota: Dios y la ley natural son inseparables desde un punto de vista cristiano. No así desde un punto de vista musulmán o judío.
El problema, Don Gregorio, es que muchas veces -no sé si las más- la caída en descrédito de ciertas cosas no es por su deficiencia o carencia.
ResponderEliminarEn ese caso, el descrédito de dichas cosas lo que implicaría sería nuestra radical insuficiencia.