En 1712 apareció uno de los libros más singulares de la historia de
El libro al que hago referencia fue, en realidad, una oferta de suscripción que anunciaba una obra posterior de dos volúmenes titulada “Arte de la mentira política” o "pseudología politiké". Quienes se consideraban al tanto del mentidero literario sospechaban que su autor era Jonathan Swift, y así lo hicieron correr. Sin embargo, como corresponde a una oferta de un libro sobre la mentira, el rumor carecía... casi por completo, de fundamento. El verdadero autor resultó ser el escocés John Arbuthnot (1667-1735), médico de
Pero no hay que descartar que llegara a ser escrito. Quizás a medida que Arbuthnot iba avanzando en su redacción, sus hijos iban utilizando las hojas manuscritas para hacer con ellas barquitos de papel que competían inútilmente entre sí por las aguas del Támesis. Sus biógrafos insisten en que autorizaba con toda complacencia a su chiquillada a utilizar todo lo que encontrasen por la casa según su completo antojo
En la oferta de suscripción del “Arte de la mentira política” hallamos, como anticipo de lo por venir, tesis tan jugosas como que “la abundancia de mentira política es una distinción clara de la verdadera libertad inglesa y (ya que) los ministros usan a veces este medio para afirmar su autoridad, es razonable que el pueblo use las mismas armas para derribarlos y defenderse.”
Jonathan Swift escribió una pequeña y hermosa reseña de este libro volátil que apareció en “The Examiner”. En ella sostenía lo siguiente: “Se nos dice ahí que el Diablo es el padre de las mentiras, y que fue un mentiroso desde el principio; de suerte que, sin lugar a dudas, la mentira es antigua y, es más, surgió por primera vez como mentira política.”
Añadido a las 23:34, sobre Swift y la mentira:
Con esta magnífica ironía concluye Swift el Viaje al país de los Houyhnhnms: “Desearía yo muy de veras una ley que prescribiese que todo viajero, antes de permitírsele publicar sus viajes, viniese obligado a prestar juramento ante el gran canciller de que todo lo que pretendía imprimir era absolutamente verdadero según su más leal saber y entender, pues así no seguiría engañándose al mundo, como hoy generalmente se hace por ciertos escritores, que, a fin de buscar aceptación para sus obras, extravían al incauto lector con las más groseras fábulas”.
Jonathan Swift, en este país, nos decían que era escritor de libros infantiles...
ResponderEliminarAl escuchar y ver a muchos personajes "importantes" de estos días, creo que no deberían salir a la calle sin su climenole (en cursiva), que con su vara y su vejiga con guisantes, les señale cuando tienen que atender o hablar. Y Swift entendía mucho de mentiras y de panfletos.
Saludos amigo Luri.
J. Swift es un inmenso pensador y un gran conservador. Un hombre singular, de esos que parece que sólo pueden producirse en Inglaterra.
ResponderEliminarMe alegra volver a encontrarlo por aquí, don Petrusdom.
Es curioso saber...que todavía se puede estar "impresionada" por la filosofía...
ResponderEliminarGracias por enseñarme...
Una ex-alumna fascinada
A ver anónima, ¿qué es eso de ocultar tu nombre?
ResponderEliminarQuizás el estar fascinado sea el primer requisito para ser filósofo.
Digo yo si no será una muestra de coherencia anunciar un libro sobre la mentira que no se va a publicar.
ResponderEliminarExactamente, Jordi. En realidad todo (o casi todo) lo que se puede decir sobre el tema está ya esbozado en el anuncio del libro que, a su vez, es negado con la no publicación del mismo. Swift y Arbuthnot eran miembros destacados del muy selectivo "Scriblerus Club" que, por cierto, en las fechas de la publicación del anuncio andaba polemizando contra los Whigs a propósito de esa guerra de mentirosos que fue la Guerra de Secesión Española. Bien pudiera ser que toda la historia se les ocurriera a ambos en una de sus tertulias en el club y que la desarrollasen milimétricamente de acuerdo con sus irónicos planes.
ResponderEliminarSi hoy se escribiera ese libro, seguramente ocupar�a m�s de un centenar de vol�menes, y no los discretos 2 que se proyectaron en su d�a. Claro, que es dudoso que a las metiras actuales se las pueda calificar de art�sticas. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarIsabel: La mentira política es una cosa curiosa. A veces los políticos anuncian todo lo que van a hacer y después los electores les recriminan el haberlo hecho.
ResponderEliminarDicen, los que lo han leído, que en el "Mein Kampf" de Hitler se encontraba expuesto el programa de sus barbaridades. Pero como el mismo Hitler sabía bien, las barbaridades muy grandes nadie se las cree, por eso se pueden decir abiertamente: se toman como mentiras.
EPITAFI DE SWIFT
ResponderEliminarSwift ha salpat cap endins del repòs;
la salvatge indignació
allí no por nafrar el seu pit.
Imita'l si és que goses,
viatger que el món ha embrutit
serví la humana llibertat.
W.b. Yeats (Traducció de M. Villangómez)
Lola
¿Considerariamos a Jean-François Revel con "El conocimiento inútil" el auténtico autor (años después) de este libro sobre la mentira política? De Swift noa agrada su sentido del humor, porque con él nos miramos su "Informe para acabar con el hambre en Irlanda"...
ResponderEliminarEstimadas "gates maules":
ResponderEliminarNo está mal vista la relación entre Revel y Swift, pero no sería capaz de ir más allá de la sospecha de lo posible.
Respecto a Swif recordad que era irónico, sí, pero que sólo dos veces en su vida se le escapó la carcajada. Y en ambas ocasiones estaba solo. Quiero decir que su inteligencia de las cosas era irónica y muy profunda y que siempre dice mucho más de lo que sugiere la mera lectura irónica de sus textos.
A ver si me explico:
- Estaremos de acuerdo que la ironía tiene algo que ver con el rodeo, con no decir directamente lo que se piensa; con el recurso a la ambigüedad, etc.
- Si es así hay que tener muy en cuenta los riesgos a los que nos sometemos si elegimos un portavoz irónico de nuestras propias opiniones.
- El primer caso histórico conocido de portavoz irónico de opiniones ajenas es el de Sócrates respecto a Platón.
- Swift lo que hace es elegirse a sí mismo como portavoz irónico de sus propias posiciones.
Recordad que era uno de los máximos partidarios de los antiguos en la famosa querella de los antiguos contra los modernos.