Hegel dice que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen dos veces. Pero se olvidó de agregar: la primera vez como tragedia y la segunda vez como farsa.Carlos Marx, "El dieciocho brumario de Luis Bonaparte" (1851-1852)Le robo la inteligente ironía a Eduardo: Tabula rasa
No creo –pero vete tú a saber- que sea el único en todo el país a quien le escandaliza esta apología de “la mano de Dios”. Es decir, esta defensa descarada del tramposo, del marrullero, del desvergonzado, del rufíán, del listillo, del (siempre acabamos en él) pícaro. Si meter un gol con la mano es un acto honorable siempre que no te vea el árbitro, entonces tenía razón el viejo ateniense Antifonte, que se preguntaba qué sentido tenía ser justos si no había testigos que pudieran ensalzar tu conducta. ¿Si podemos actuar injustamente de manera impune, para qué ser justos?
Es verdad que nos llenamos la boca hablando de valores. Pero lo hacemos para adornar con moralina de boutique de El Corte Inglés al pícaro que, debajo de ese glamour de rebajas éticas, va, como ha ido siempre, en culitatis.
Decía Ortega, y estoy en esto de acuerdo con él, que la vida humana sólo es comprensible como un inmenso fenómeno deportivo. Pero Ortega, que a veces era tan castizo, cuando pensaba en el deporte lo hacía con mentalidad anglosajona. Y claro, así no hay manera de entendernos a nosotros mismos.
El deporte es una actividad gratuita en la que, precisamente por eso, ponemos en juego nuestra identidad. En el deporte nos sometemos libremente a unas reglas y en esa libertad va afirmada con nobleza nuestra fidelidad a la palabra dada. Y aquí no vale cruzar los dedos de espaldas al árbitro. El deporte es una actividad inútil y por eso no se mezcla con la cotidianidad del trapicheo.
Somos como jugamos.
Hacer trampas en el juego es vil, mezquino y ruín. Y la prensa que las acoge con una media sonrisa, se tiñe de esa vileza.
No me duele mucho España, pero sí ese Lazarillo que parece que todos llevamos dentro. Y que cuando reza se pide para sí mismo una “mano de Dios”. ¿Era Gramsci el que hablaba de la sospechosa familiaridad entre "bog" y "bogati"?
¡Qué paisanaje!
Claudio.
ResponderEliminarCuando se llega a la pista central de Wimbledon desde vestuarios, se puede leer sobre la puerta este fragmento de Kipling.
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two impostors just the same
Como dice Luri, no somos anglosajones. Nuestra aristocracia nunca nos dió ejemplo.
Inmenso, don Gregorio, inmenso.
ResponderEliminarM.s besos :)
Bueno, bueno, pero Rafa Nadal ha ganado con todos los honores.
ResponderEliminarLola
Lo escandaloso es que si Messi se va al árbitro y le dice que lo ha metido con la mano sin querer se monta un escándalo. Después le crucifican desde Barcelona a Badajoz y desde Sevilla a Santiago por tonto, ingenuo y yo qué sé . Se da por hecho que uno debe ser mezquino y faltar a su palabra. Es realmente deprimente.
ResponderEliminarNo le da un poco de vergüenza ajena cuando un jugador simula una falta frente a medio país. !Verán que eres un tramposo¡. Pero ,claro, si después le van a vitorear como si hubiese metido un gol, pues se tira tan contento.
Y, sí, es realemnte lamentable esta celebración del tramposo. De la astucia mezquina, las antípodas de la nobleza. Porque hacer trampas es faltar a la palabra que has dado.
Si creyese en Dios, creería la debacle de ayer nos la inflingió Dios por la marranada de Messi.
Salvemos el honor de Nadal. Pretendía limitarme al fútbol. Es curioso ver -y si no os habéis fijado os animo a que lo constatéis- que cuando nuestros (o de sus accionistas) equipos juegan en el Reino Unido nuestros (idem) jugadores se caen menos, están menos tiempo retorciéndose sobre el césped, incluso protestan menos al árbitro. Evidentemente esto no quiere decir que cambie a nuestra hinchada por sus hooligans. O, al menos, aún no.
ResponderEliminarHace unos pocos años, en un partido de la premier league que enfrentaba al Liverpool contra no sé quién, Robbie Fowler se adentró con el balón controlado en el área contraria con un defensa pegado a él, hasta que el delantero cayó. El árbitro pitó penalty sin dudarlo, pero Fowler se levantó como una exalación y corrió hacia él gritando y gesticulando. Le estaba advirtiendo de su error, pues reconoció que se había caído él solo en la pugna por el balón.
ResponderEliminarComo es obvio, las imágenes dieron la vuelta al mundo, por lo atípico.
La anécdota concluyó con el Liverpool fallando la pena máxima, aunque creo que en la jugada que siguió acabaron marcando.
Don Gregorio, los inventos ingleses interpretados con sangre latina difieren mucho de la idea original.
Messi y Maradona, argentinos, país de tramposos. A lo mejor tendrán parte de razón, pero triste es que se tenga que buscar la nobleza en las reglas. En el mismo partido (o en qualquiera) se pueden ver mil ejemplos de cómo se benefician todos de errores arbitrales (a lo mejor en momentos igual de cruciales).
ResponderEliminarLo triste es que el puritanismo sólo sale con la foto (de un hecho del que ni yo, ni casi nadie ha hecho apología). Pero apuntar a lo evidente es lo más fácil.
Bilardo... Bilardo.... ¿A qué me suena este nombre?
ResponderEliminarDice usted que es triste "que se tenga que buscar la nobleza en las reglas". Evidentemente. Las reglas en sí mismas no son nobles. Lo noble es cumplirlas, sobre todo cuando nos comprometemos a ello libremente.
Si esto es puritanismo, lo confieso: Soy puritano.
Arrebatos: Efectivamente, la noble es el gesto de Robbie Fowler. Y fallar el penalti posterior, sin duda. Y, sobre todo, es nobilísimo dejarse el alma en el campo para meter un gol legal a continuación. Eso es deporte. Lo otro es trabajo de mercenarios.
ResponderEliminarLa marrullería está bastante aceptada en nuestra vida cotidiana, las trampas y corruptelas a pequeña y gran escala producen placer a quien las practica. No hemos avanzado mucho en este sentido, yo pensaba, ay de mi, que era culpa del franquismo y sus secuelas, esa manera de ser y de hacer.
ResponderEliminarEl futbol es dudosamente un deporte, pero cuando hablamos e instituciones como el Barça o el Madrid desaparece la duda. Se trata ya tan sólo de la continuación de la política por otros medios. Seguramente lo más triste del caso esta en el hecho de que la prensa deportiva catalana acostumbra a proclamar que un jugador como Messi, talentudo y pequeñito, requeriria un cuidado especial por parte de los arbitros.
ResponderEliminar¡Cuán de acuerdo estoy con Jordi!
ResponderEliminarNo hay cosa que más me fastidie que la cantilena de los periodistas deportivos (que es en realidad declaración de la propia ignorancia, y miedo a demostrarla): no hay que mezclar el fútbol con la política. ¡Pero si el fútbol es precisamente eso, continuación de la política por otros medios! Metáfora de la guerra. Y, en el amor y en la guerra, ¿vale todo?
Júlia: No hace mucho le oí a un político nuestro quejarse de que en los países nórdicos todos los políticos son honestos hasta que no se demuestra lo contrario... mientras que en el este país nuestro sucede más bien lo contrario.
ResponderEliminarOtro: Estar de acuerdo con Jordi no es nada difícil.
ResponderEliminarFuera de que concuerdo plenamente con la reflexión de Gregorio, lo que no contempla ésta es la génesis (si se me permite) de esta expresión. Se trató de una humorada de Maradona, quien así reconocía que, efectivamente, su primer gol contra el seleccionado inglés en el Mundial de 1986 había sido marcado con la mano. Es interesante destacar que, como bien lo muestra el caso de Robbie Fowler, aunque Diego hubiese reclamado que su falta no era legítima, igualmente se habría cobrado. Es decir, no valía de nada, y en el contexto de un mundial de fútbol, que es la cumbre que cualquier jugador puede soñar alcanzar, no debe de resultar nada sencillo no dejarse llevar por la emoción de adelantarse en el marcador aunque sea de esta manera. Recuerdo un caso en el que Raúl también marcó un gol similar y se buscó sancionarlo. La protesta que terminó borrando la posibilidad es algo que cualquiera que haya jugado un cotejo debe saber: colocar la mano es casi un acto reflejo.
ResponderEliminarPor suerte, para los que gustamos de los buenos jugadores, Messi y Maradona (*) nos han regalado buenos goles como para redimirse de estas picardías que no precisamente a ellos hay que reprocharles (a lo sumo habría que pedirles que no festejen esos goles), sino a quienes las alaban mucho más que a las verdaderas bellezas.
(*) Dos jugadores geniales del "país de tramposos" (sic).
En donde dice "su falta no era legítima" debe leerse "su marca no era legítima".
ResponderEliminarFernando: Evidentemente, Maradona era un genio del fútbol. No lo discuto. Aunque no se lo pondría a mis hijos como modelo de persona. Respecto a Messi tengo -ya me perdonará usted- mis dudas. Creo que tiene un juego que comienza a hacerse previsible, pero yo tampoco entiendo demasiado de fútbol así que quizás esté diciendo alguna tontería.
ResponderEliminarPuedo entender el gesto espontáneo de poner la mano. Incluso puedo entender el gesto ventajista cuando estás metido de lleno en el juego. Puedo entender, también que después de hecha la trampa, el jugador prefiera callarse. Pero mermìtame usted que me quite el sombrero ane la grandeza del que va al árbitro a decir la verdad de lo sucedido, tenga o no remedio.
Lo que realmente me sabe mal es el tratamiento de los llamados medios de comunicación del gesto antideportivo.
Estos días estamos asistiendo en España a un espectáculo a mi modo de ver lamentable: el que tiene que ver con los pagos que unos clubes hacen a otros (lo que aquí se llama "primas a terceros") para estimularlos a ganar a sus directos competidores. Parece que a todos les parece bien. A mi me parece la perversión del deporte.
¿La ingenuidad del romántico?