Conocí –e incluso aprecié- aun viejo profesor de filosofía que sostenía que para tener poder sobre un grupo de alumnos antes del tercer día de clase de cada nuevo curso había que expulsar con grandes aspavientos a un inocente. “El poder, el poder de verdad –añadía- es arbitrario. Y es a la arbitrariedad del poder a lo que se tiene miedo.”
Mucho después leí en una vieja colección de cuentos orientales la historia de un joven emperador que no conseguía ser temido. Aunque era muy duro y él mismo contemplaba las ejecuciones que ordenaba, sentía que su poder no era tan absoluto como él quería. Un día convocó a su primer ministro y le dijo:
- He hecho ejecutar a un gran número de personas y sin embargo nadie me teme. ¿Cómo te lo explicas?
- Muy sencillo, señor. Se trata de aprender el secreto del poder. Todos aquellos que habéis hecho ejecutar eran criminales cuya culpabilidad estaba sobradamente demostrada. De esta manera sólo os temen los injustos, mientras que los justos confían en vuestra autoridad, creyendo que no tienen ninguna razón para temeros. Si realmente queréis ser temido, debéis ejecutar también a los inocentes.
El emperador asintió con la cabeza. Lo había comprendido.
Dos días más tarde hizo ejecutar a su primer ministro.
Claudio.
ResponderEliminar¡Exacto, poder, no autoridad!
Y, sin embargo, a veces es engañoso el poder. Para los otros puede ser visto como la capacidad de hacer muchas cosas, "lo que se quiere". Pero sólo el interesado sabe lo que quiere y que, seguramente, no puede. ¿Tiene entonces poder?
El poder, de verdad, lo tiene quien cambia los criterios de la autoridad, es decir, el que instaura legitimidades. Porque todo orden está instaurado, en última instancia en un acto de fuerza (recurriré a Kelsen, para no mentar siempre a Strauss). Este es el secreto que con frecuencia los conservadores quieren ignorar de sí mismos: Toda idea conservadora un día se impuso por la fuerza.
ResponderEliminarAñado: El poder es el atributo del soberano auténtico, que es el que tiene capacidad para decretar el estado de excepción. Schmitt (de quien es esta idea) añadía que el poder es la capacidad para hacer milagros y la instauración de la excepcionalidad es en política un gesto equivalente al del milagro en teología.
ResponderEliminarLo demás, como creo que ambos sabemos bien, Claudio, son discursos bienintencionados.
Tremenda historia, entiendo que los niños no teman ya a los maestros y aún menos a las maestras.
ResponderEliminarEn efecto, podríamos definir el poder como la capacidad de influencia sobre los demás y la autoridad como la legitimidad para ejercerlo.
ResponderEliminarAhora bien, lo único que se puede colegir de la actitud del principe es que era idiota. Precisamente porque la arbitrariedad en el uso del poder es el camino a la tumba más rápido para el gobernante. Ya decía Hayek que más importante que el contenido de las leyes es que estas permanezcan en el tiempo de tal manera que todo el mundo sepa qué respuesta recibirá ante cada uno de sus actos. Este príncipe lo único que logrará es que ahora todos los generales sean unos levantíscos porque, ante la arbitrariedad de su acciones, no tienen ni idea de quién será el siguiente.
Un saludo
Perdón, emperador.
ResponderEliminarY aquel profesor ya tenía la legitimidad, los instrumentos y la fuerza para ejecutar el poder desde su posición. Probablemnte es su incapacidad para imponerse lo que lo empujaba a la arbitrariedad.Y también el hecho de que no es lo mismo matar que castigar arbitrariamente. ¡Menuda guerra pírrica para los alumnos! Pero pírrica porque el profesor ya las tiene todas consigo de antemano. Si sigue actuando de manera arbitraria ante nuevas insumisiones de los alumnos, lo más probable es que la acumulación de casos lo empujen a un escándalo en la escuela y, en definitiva, a perder la batalla frente a (padres y) alumnos.
Un saludo
Júlia: Estoy ahora mismo sintiendo en la tele (canal 33) a Salvador Cardús hablar de la autoridad. La autoridad no necesariamente debe ser temida, pero es imprescindible que sea reconocida.
ResponderEliminarDon Andrés: Me alegro de volver a verlo por estos lares. ¿Qué es de su vida? ¿Y de "Escepticismo y libertad"?
ResponderEliminarRespecto a lo que dice: de acuerdo. El poder se puede tener simplemente porque uno es el matón del patio. La autoridad es más difícil de conseguir y se puede perder muy fácil.
Se dice que Quin Xi Huang Ti, el primer emperador de China, muchos años antes de JC, aseguraba que el poder lo tenía solamente aquel que tenía la potestad de poner nombre a las cosas: es decir, definir la realidad.
ResponderEliminarSobre la ejecución del justo, o del inocente, Arendt tiene en "Orígenes del Totalitarismo" unos párrafos extraordinarios sobre ese tema. Cuando el acusado ignora razón alguna para su ejecución, cuando el justo está amenazado, cuando ni el verdugo está a salvo, porque la acusación es arbitraria y al margen de cualquier lógica, el terror se impone sobre los justos: es el Poder.
Las revoluciones, la francesa yendo un poco lejos, usan del Terror como advertencia: las ejecuciones del enemigo usado como coartada. La aristocracia, los judios, los contra revolucionarios...
Buenas Don Gregorio:
ResponderEliminarpues "Escepticismo" está pendiente de que lo retome. Fue un error abandonarlo y ahora es difícil volver a ponerse. Es como un círculo vicioso, difícil de romper. La verdad es que tengo ilusión y ganas de volverme a poner así que, en toda lógica, volveré a escribir en breve. Ahora bien, por ahora tengo que dedicarme a los exámenes (hasta el 27 al menos).
Muchas gracias por el interés. Por cierto, ya no te acordarás, he probado el calvados...
Un saludo
Luis: Efectivamente, por eso el terrorismo merece, con precisión, su nombre.
ResponderEliminarAndrés: ¡Hombre! ¡Cuénteme, por favor, su experiencia con el calvados!
ResponderEliminarY suerte con los exámenes. Recuerda al patrón de los examinandos: San José de Cupertino.
Como ilustración: Alfred Kubin, "El poder", o cuando una imagen...etc.
ResponderEliminarDe todos modos, siendo optimista, el acto de fuerza originario es siempre monótono, banal, igual a sí mismo. La cuestión reside en qué se empieza a construir inmediatamente después. Y, con anterioridad, habría que medir muy bien si iniciar las hostilidades es cuestión de vida o muerte (de lo que sea), pero, claro, entonces ya hay un cálculo y no la pura arbitrariedad.
"Vostè vol fundar un Estat sense que hi hagi efusió de sang, sense emprar la força ni l'astúcia, obertament, honestament, tan sols venent i comprant accions? On s'és vist mai, això?" (L. Von Gumplowicz a Theodor Herzl)
Lola
Lola: Escribí este post pensando en Israel y Palestina.
ResponderEliminarPues mi experiencia con el calvados es inseparable de la buena charla y el execelente ambiente en que tuve a bien degustarlo. Fue una muy grata experiencia, aunque el sabor ahora no lo rememoro. Lo que recuerdo es que, ante la sorpresa de mis acompañantes, expliqué pormenorizadamente sobre tu blog y sobre como los comentarios cruzados me obligaban a degustar una bebida para todos ellos, también, desconocida hasta entonces.
ResponderEliminarVisto lo bien que me fue, no se hable más D. Gregorio: ¡una copita de calvados, por favor!
Una vez fui victima de ese Sistema; tenia 14 años. Él tenia poder pero yo le tengo todavía crucificado. El Juanjo.
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