Buscar este blog

viernes, 22 de junio de 2007

Memorias de un hombre con alzheimer II

Mi madre era una persona sensata. Su máxima era que “el agua siempre va a lo hondo”. Me ha costado comprender que en estas siete palabras está recogido todo lo esencial de la sabiduría humana. Era, como podéis ver, una Navarra que llegó por sus propias vías al zen. Yo sé que estaba orgullosa de mí, pero no del todo. A ella lo que le hubiese gustado, de verdad de verdad, es que hubiese estudiado algo con un nombre claro, rotundo y comprensible, de manera que pudiera decírselo con cierta altivez a las vecinas. A ella le hubiera gustado que yo fuera “perito”, que en su escala de valor yo creo que estaba, en lo civil, a la altura de lo que es un obispo en lo religioso. Sin embargo me empeñé en estudiar cosas raras que a mi madre le costaba pronunciar y por eso tenía que callárselo ante las vecinas. ¿Cómo les iba a decir que me había venido a Barcelona a estudiar "pedagogía"? ¿Qué demonios podía ser eso de la pedagogía? ¿Y cómo se iba a alegrar cuando le dije que tras licenciarme en pedagogía me pasaba a la filosofía? Estaba deseosa de poder alegrarse conmigo, pero no podía hacerlo de una manera espontánea. ¡Menuda confusión que le creé al decirle que era doctor en filosofía!. “¡Pero hijo mío! –se me lamentaba-, ¿cómo es que no has querido ser perito?”. La verdad es que en lo más profundo de mí hay una envidia hacia los peritos que un día u otro acabará explotando, no por lo que hagan o puedan dejar de hacer, sino por lo felices que tienen que tener a sus madres.

Hoy me ha traído el cartero varios paquetes con libros. Y cada uno de ellos me ha hecho pensar en mi madre. En el primero, “Rosenzweig and Heidegger”, de Meter Eli Gordon; en el segundo la revista de la Asociación Internacional de Plutarquistas, a la que pertenezco (esto me cuidé muy mucho de decírselo a mi madre, ¿qué hubiera pensado de saber que tenía un hijo plutarquista?). El tercero, el último número de “La Torre del Virrey”, que sigue superándose a sí misma. Tengo todo esto abierto sobre la mesa mientras escribo estas líneas y no puedo evitar pensar que el vicio por estas cosas no es una virtud, sino una manía. La virtud, la virtud verdadera, es ser un buen perito.

19 comentarios:

  1. No se imagina usted cuanto me consuela el espíritu hoy, Don Gregorio :)

    ResponderEliminar
  2. Doña Kasandra: Me parece que la veo en horas bajas. Si es necesario le pondré una vela al Padre Pío y a Fray Leopoldo de Alpandaire, que son los dos muy milagreros, pero no quiero entrometerme en su futuro sin su permiso.

    ResponderEliminar
  3. Mi padre, para orgullo de mi abuela, se hizo perito. Eso y ser el pequeño de tres hermanos lo convirtió, por un extraño automatismo, en el favorito. Aunque quizás también fuera porque era el único que los iba a visitar y no les pedía dinero.

    En mi caso, tras el disgusto de colgar los libros, me reconcilié de alguna forma con ella al hacerme informático, que es casi como perito pero más moderno y encima suena casi igual.

    Pero desde que sabe que escribo me vuelve a mirar con cierto recelo.

    ResponderEliminar
  4. Realmente La Torre del Virrey es una aventura sabia y generosa que me tiene sorprendido de la honradez de sus impulsores. Merece ciertamente la pena.

    ResponderEliminar
  5. Arrebatos: ¡Qué suerte la suya, ser hijo de un perito! Y estoy con usted, informático no es menos. ¡Hay familias que nacen con estrellas! Mis más cordiales felicitaciones a su abuela.

    ResponderEliminar
  6. Juan Diego: Afirmo, sostengo y subrayo sus palabras,

    ResponderEliminar
  7. No don Gregorio, deje lo de las velas y los padres que bastante caciplo yo ya con ellas y con ellos pero se lo agradezco :))
    besos

    ResponderEliminar
  8. ah pero mi abuela... mi abuela ya le puedo contar misas que no me mira con recelos ;)

    ResponderEliminar
  9. Parece que la nostalgia se enredó en el árbol caído y se le nota pleno.
    He disfrutado mucho de esta entrada con ese magnífico humor suyo, pero ¿sabe? Lo mejor de que las madres no esperen nada bueno de uno, ... es que no les decepcionas.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  10. La gran ilusión de todos mis familiares habría sido tener un descendiente médico, médico de los de antes, con aquella inmensa autoridad y conocimiento de los secretos de la salud, ya que hoy incluso los médicos y las médicas, que hay muchas, parecen gente corriente.

    ResponderEliminar
  11. La verdadera virtud es hacer felices a las madres sin dejar de ser uno mismo. Es posible? Creo que si, aunque nada fácil. El chollo es que el amor de madre siempre está garantizado, aunque el amor de hijo a veces falle.

    Hemos de vivir para nosotros pensando en ellas. Vivir para ellas sin pensar en nosotros sólo es fuente de infelicidad.

    ResponderEliminar
  12. Kasandra: A sus órdenes. Usted, a mandar.

    ResponderEliminar
  13. Castadiva: "Una madre es para mil hijos, pero un sólo hijo no es para una sola madre". Así se lamentaba mi madre de vez en cuando.

    ResponderEliminar
  14. Júlia: Médico! Palabras mayores, también.

    ResponderEliminar
  15. Amigo Luri, ahora comprendo muchas cosas. Verás, mi padre se empeñó en hacerme perito cuando yo quería ser filódofo y como en mi juventud y en mi casa mandaba quien mandaba me encontré con medio bachiller en la escuela de Peritor Industriales de Barcelona, más tarde en la de Terrasa, ejerciendo de desastre auténtico luchando con álgebras, geometrías descriptivas y demás disparates que no entraban en mi ni yo en ellos. la aventura terminó con mi rebelión, a falta de dos cursos y con casi veinte años. De ahí pasé a ejercer de donnadie.

    Lo que mi madre quiso, igual que mi abuela, era que yo encontrara una trabajo en banca o seguros, que eso era para toda la vida.

    ¿Cómo no caer en el izquierdismo y el mayismo sesentayochero, con tantos disgustos dados a mi familia y con tal nbivel de fracaso a mis espaldas? Lo que siguió fué el caos.

    Nunca he conseguido rehacer mi vida, te lo aseguro. Y espero que esta confesión casi íntima no me la tengas en cuenta.

    ResponderEliminar
  16. Luis: ¡No sabes cómo te agradezco la confidencia! Ha resultado un auténtico bálsamo para mi alma. ¿O sea que lo de "perito" tampoco es para tanto?
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  17. Hola Gregorio!
    Me sonrío para mis adentros al leer tu historia, porque en gran medida se repite en mí.
    No es fácil para una madre en un contexto rural explicar al auditorio de clientas del colmado que el pequeño se ha metido en Bellas Artes...
    Pero al final, el primer apoyo siempre ha venido de ella.
    Creo que tiene que ser muy frustrante vivir la vida que los demás quieren para uno...

    Salud!

    ResponderEliminar
  18. "SI ESPERAS MUCHO DE MÍ SEGURAMENTE TE DECEPCIONARÉ PORQUE NO SOY PERFECTO, SI ESPERAS POCO, EL DECEPCIONADO SERÉ YO PORQUE PENSARÉ QUE NO CREES EN MIS POSIBILIDADES. SÓLO EN EL TÉRMINO MEDIO PODRÁS ENCONTRARME Y ASÍ, LOS DOS, PODREMOS POR FIN SER ESPEJO EL UNO DEL OTRO".

    Acabo de leer esto y me he acordado de esta ventanita. El escurridizo término medio. Ahí está siempre la perfección -dicen- yo suelo pasar de largo de una punta a otra ...

    ResponderEliminar

Vehemencia

 I Tras tres días sin poder separarme de Benjamin Labatut y su Maniac , pero ya he cerrado la última página. Y como suele ocurrir cuando has...