sábado, 17 de noviembre de 2007

Los niños judíos

He pasado por casa de Júlia esta mañana, y me he quedado con la copla de “El niño judío”, cosa que me ha animado a seguir varios rastros. Os cuento.

I

El milagro XVI de “Los milagros de Nuestra Señora” de Gonzalo de Berceo.

El primer rastro me ha conducido hasta Berceo. Es, sin duda, interesante y además ocurre en la “villa de Borges, una çibdat extraña”. Trata ni más ni menos que de la intercesión de la Virgen para salvar a un niño judío al que su padre había arrojado a un horno encendido tras enterarse de que había comulgado a sus espaldas. Pero como si me detenía en este milagro el post se alargaba en exceso, remito a los interesados a Berceo.

II

La zarzuela de "El niño judío"

El segundo rastro es zarzuelero.

Con música del maestro Pablo Luna y libreto de Enrique García Álvarez y Antonio Paso, se estrenó en el Teatro Apolo de Madrid, el día 5 de febrero de 1918 una de las zarzuelas más absurdas y disparatadas del repertorio, “El niño judío”, que no tiene nada que ver con el milagro de Berceo. La historia comienza en la madrileña Cuesta de Moyano y tras un alto en Alepo, concluye en la India. Pero a mi, que tengo una retirada (que diría un catalán) surrealista, me gusta. Y creo que les gustará a ustedes también imaginarse a sus dos protagonistas, Samuelito y Concha fumando por esos mundos orientales "algo semejante al tabaco" mientras mantienen este diálogo:

Samuel: Ahora que estamos aquí, / encanto y luz de mi amor, / vamos a ver si es verdad /que el kist es superior.
Concha: Pues encendamos nuestra pipa / y la verdad vamos a ver.
Los dos: Pues a encender.
Concha: ¡Ay, qué gusto más grande me da!
Samuel: ¡Qué suave! ¡Qué aroma! ¡Qué olor!
Concha: ¡Ay, qué extraña voluptuosidad!
Los dos: Al fumar me entra un dulce sopor / de amor.
Samuel: Aunque creas que es una broma / yo entre sueños veo a Mahoma.
Concha: Y yo, si tú me das permiso, / sueño que entro en el Paraíso.
Samuel: Yo estoy viendo muchos harenes.
Concha: Samuelito, qué vista tienes.
Samuel: Veo cosas que no las creo.
Concha: Para cosas las que yo veo.

Se cuenta que el estreno transcurría con más pena que gloria hasta que en la escena VIII apareció una mujer (Concha) con una guitarra y empezó a cantar “De España vengo”. Como en aquellos tiempos el público era el que verdaderamente dirigía la función, cumpliendo a rajatabla lo de que quien paga, manda, obligó la cantante a varios bises.

Ahora bien, a mi la pieza que me entusiasma de esta zarzuela sin parangón, es esta maravilla lírica, digna de ser recitada en el O.R.I.N.A.L. con los parroquianos religiosamente arrodillados mientras sostienen una vela encendida en sus trémulas manos:

¡Arza y olé!
Soy, el rayo de luna más triste
que ha visto usté.

¡Olé y olá!
cuando alumbro las fosas y nichos
qué gusto me da.

Soy un «rayito» de luna
que da luz a un sementerio
donde reposa mi padre,
y mi tío Desiderio
y mi pobrecita mare,
y un primo la mar de serio,
y una hermanita
bastante mona
que se murió,
porque al cogerla
la comadrona
la «espachurró».

Sementerio, sementerio,
siempre solo, siempre serio,
si no fuera por el rayo
de lunita que te alumbra,
¡Qué seria de tus fosas,
qué sería de tus tumbas!

¡Ay, qué tumbas!

Pobrecitos «cadavéres»
sin hablar una palabra
y por toda distracción
bailan la danza macabra.

III

El niño judío raptado por el Papa

El tercer rastro me lleva a un caso que en sus tiempos fue motivo de un monumental escándalo, pero hoy apenas si se recuerda. En 1858 el Papa Pío IX mandó raptar a un niño nacido en una familia judía de Bolonia con el argumento de que había sido bautizado en secreto por un sirviente católico. El Santo Oficio Vaticano lo condujo a Roma y el niño acabó siendo ordenado sacerdote. Lo más curioso del caso (desde mi perspectiva, sin duda sesgada) es que acabó de fraile en el País Vasco. Cuenta sus avatares Miguel de Unamuno en uno de los textos que reunió bajo el título de “Contra esto y aquello”. Y los cuenta con conocimiento de causa, pues le oyó predicar en vascuence en Guernica y recoger donativos en el balneario de Cestona.

Y hasta aquí me ha traído mi desbocada curiosidad.

6 comentarios:

  1. La canción del espachurro infantil la aprendí en el cole -por el boca-oreja-, hasta mucho después no supe que era 'de autor'. Como se popularizó tanto hay versiones con variantes diversas, por cierto. Hay muchas zarzuelas surrealistas, es un género a recuperar en profundidad. Hermosa historia la del papa raptor por amor -espiritual-.

    ResponderEliminar
  2. don Gregorio, sumo otro niño judío a la lista: El lied "Ein Jüdisches Kind" que creó en el campo de concentración de Terezin el pianista y compositor gallego Carlos Taibe, alumno de Busoni en Viena. Taibe murió gaseado en Auschwitz a finales de 1944.

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Júlia: La historia del Papa raptor es una de esas historias a pie de página de la Historia, que no suele aparecer en los libros de texto, pero que es algo más que una mera anécdota. Parece, además, que el Papa contó para esta fechoría con la colaboración del ejército francés que a cambio pudo pecar una temporada sin problemas de conciencia (los bajos, que los tenía la soldadesca levantiscos).

    ResponderEliminar
  4. Don Espía: Una agregación bien significativa, sin duda.

    ResponderEliminar
  5. a qué se refiere "que el kist es superior", gracias (edkist@latinmail.com)

    ResponderEliminar
  6. ¿No le parece a usted que los siguientes versos lo dejan perfectamente claro?

    ResponderEliminar

Júbilo

I Amanecer en Atocha. Todos estamos de paso. Las estaciones son monumentos al desarraigo, especialmente a esta hora de la mañana, cuando aún...