domingo, 3 de diciembre de 2006

El sinsentido

I

Vengo de ver Grbavica, la conmovedora película de Jasmila Zbanic. Hablaba con mi mujer, de vuelta a casa, de que las guerras no las pierden los países, sino las personas y, más unas que otras, porque los listillos siempre encuentran la ocasión para medrar en medio de la desolación colectiva. Algunos llevan la huella de la pérdida durante generaciones. Dice Nietzsche por algún sitio que una filosofía que se interrogue por el sentido de la vida lleva en esa misma interrogación su impugnación. Así que dejemos a la vida sin sentido. ¿Pero tanto sinsentido?

II

Ser hombre es estar en disposición de abrazar con entusiasmo el sinsentido.

III

El primero de enero de 1854 David Livingstone, tras durísimas jornadas por el corazón de África, alcanzó el paso de los Mambaris, donde esperaba encontrar inéditas maravillas que lo recompensaran de los agotadores esfuerzos de su aventura. Pero sólo halló un fragmento de acero de una cadena de reloj, posiblemente fabricado en su propia patria. No escribió sus sentimientos. Se limita a contarnos que a eso de las once entró en la aldea Chikondo, situada en las orillas del Loncoyé, y que regaló a las mujeres del jefe manteca para que se ungieran la cabeza y los pies y que después pasó al país de la reina Pyemoena, quien confundió su cabellera rubia de inglés bien nutrido con la melena de un león.

IV

Cuando J.H. Speke relató su descubrimiento de las fuentes del Nilo comenzó recordando sus esfuerzos que “fueron recompensados con creces”. Sin embargo un poco más adelante matiza: “Aunque era bellísimo aquel paisaje no resultó exactamente lo que había esperado

V

Cuando Gregorio Luri volvió a casa después de haber visto Grbavica, la azorante película de Jasmila Zbanic, dejó constancia de ello en su blog y se volvió a sus quehaceres, porque había dejado por la mitad del último capítulo el libro que estaba leyendo: “Du principe de contradiction chez Aristote”, de Jan Lukasiewicz.

26 comentarios:

  1. La frase de Nietzsche, como ocurrencia, no está mal. El hombre está naturalmente "equipado" para buscarle sentido a su existencia. Tanto es así, que cuando no se lo encuentra, decae en una neurosis "noológica" (Frankl). Lo más gracioso de todo es que, como sabían todos los filósofos pre-nietzschianos, el sentido de todo no puede provenir de la razón, ni es inmanente al mundo.

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  2. Lindísimo post.
    Un abrazo.

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  3. En términos vitales, cuando vocación y resultado no coinciden se da el absurdo, el sinsentido camusiano que debería justificar el suicidio que no se produce, o el hastío, que acaba inundándolo todo.
    Si un manzano tuviera razones que pudiera expresar y se le preguntara por el sentido de la vida contestaría que tal era dar manzanas una vez al año.
    La respuesta más sencilla sobre la vida es la que más nos complica, porque está desprovista (casi) de sentido: sobrevivir, multiplicar, permanecer...

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  4. A mí me parece, Joaquín, que está muy lejos de ser una ocurrencia. Toda filosofía que renuncia a la vida (en lo que tiene sustancialmente de tragicomedia) es sospechosa, por nihilista. Por eso hasta el propio cristianismo, para afirmarse a sí mismo tuvo que impugar a Pablo, el gran negador de la vida, y postergar sine dia la inminencia d ela segunda venida de Cristo.

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  5. Gracias, Gabriela.

    Luis, de acuerdo. Decía Santayana que la vida no está hecha para ser comprendida, sino para ser vivida. Ahora bien: ¿Por qué, de vez en cuando, nos entra esta borrachera de odio y somos capaces de hacer tanto daño? ¿Por qué somos capaces de degradarnos hasta la bestialidad?

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  6. Gregorio, no veo por lado alguno que el cristianismo haya debido impugnar a Pablo. Más bien me parece que la tarea más condigna del hombre europeo de nuestros días es impugnar a Nietzsche.

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  7. Claudio.

    Yo sigo con Comte Sponville, o lo que es lo mismo, Spinoza contra Nietzsche. No amamos la vida porque tenga sentido, tiene sentido porque la amamos.

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  8. Claudio: y la amamos porque la vivimos. De alguna manera nosotros somos nuestro propio círculo sin fin.

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  9. Luri: será la neurosis que provoca la carga intelectual, la facultad de razonar y la paranoia que supera a la prudencia o a la desconfianza animal. Estamos mal hehchos, creo yo.
    Leí en una ocasión a un biólogo de esos de Nobel para arriba, cuyo nombre no recuerdo, que la vida era una propiedad de la materia, lo que me pareció un espléndido y novedoso punto de vista. Y en algunos lugares he leído, y lo he escrito, que el ser humano es el más ionmenso de los errores, aunque haya que pechar con ello.

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  10. Joaquín: ¿Para cuindo datas tú la Segunda Venida? Para Pablo era inminente. Toda su obra no hace sino resaltar esa inminencia. Con frecuencia utiliza una expresión en griego "ho nyn kairós" para hacer referencia a la provisionalidad del tiempo actual. El presente es tan circunstancial que ni se podía ni se debía pensar en hacer planes para mañana. Evidentemente la dilatación de la inmencia obligó al cristianismo a impugnar a Pablo. Toda la filosofía agustiniana es el resultado de esa impugnación.

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  11. Claudio, Luis: Pero esa voluntad de amar lo incomprensible es profundamente nietzscheana. No es otra cosa la voluntad de poder. Precisamente por eso Nietzsche resalta (y con qué facilidad se olvidan sus palabras) la relevancia de la memoria de la voluntad, imprescindible para mantenerse fiel a la palabra dada.

    Luis, eso de "estamos mal hechos" me ha recordado al "fuste torcido de la humanidad" de Kant. A veces uno está tentado de creer en el pecado original.

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  12. Siguiendo en la línea que más arriba comentábais de "No amamos la vida porque tenga sentido, tiene sentido porque la amamos [...] y la amamos porque la vivimos", creo que la grandeza de la vida es que ni tiene sentido ni carece de él; la paradoja humana es buscarle sentido a la vida para saber "por qué" o "para qué" vivimos, cuando la vida, simplemente, se vive (no sé si me estoy repitiendo). Su sentido o su no-sentido va más allá de nuestro entendimiento, pues se encuentra en un plano que nuestra mente es incapaz de descifrar. Es algo parecido a intentar conceber mentalmente la inmensidad del universo: simplemente, nos es imposible a pesar de creer en su existencia.

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  13. Un par de cosas.

    1. A mí, esto de dudar del sentido de la vida, y del ser en general, me parece un claro exponente de la degradación de la cultura europea. En efecto, decadente.

    2. Desde los primeros tiempos del cristianismo, los enemigos de la nueva secta se complacían en mofarse de las creencias de los "nazarenos". Existe incluso una iconografía blasfema antigua. En cualquier caso, los primeros ejemplos pueden ya encontrarse todavía en vida de Cristo. Toda la Pasión fue una inmensa befa contra el rabbí: "Los que pasaban por allí lo insultaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡eh, tú que destruías el templo y lo reedificabas en tres días! ¡Sálvate a tí mismo, bajando de la cruz!". Una de esas voces blasfemas podía ser perfectamente la de Nietzsche, como diciendo: "¿Véis cómo no es más que un hombre que va a morir crucificado?".

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  14. Joaquín, con todo el afecto: Eres un hiperbólico.

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  15. Gregorio, mientras no me llames "hiperbóreo"...

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  16. Bueno, pues un poco hiperboreo también eres. Y aquí, lo quieras o no, te emparento con Nietzsche, que reivindica su condición de hiperbóreo precisamente por enfrentarse al pensamiento homogéneo de su tiempo, especialmente en lo referente a la moralidad.
    ¿Algo que objetar?

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  17. Creo que sería interesante deternernos un segundo en qué entendemos por *sentido*. Con esta palabra solemos expresar bien inteligibilidad o comprensión de un fenómeno; o finalidad o razón de ser del mismo.
    A mi juicio, cuando se le requiere sentido a la vida, normalmente entre imprecaciones y suspiros, se usa la segunda acepción. Para acabar de aclarar las cosas hemos de subrayar que quienes gozan no suelen quejarse de la sinrazón de la existencia. La sed de sentido simpre la aportan los dolientes. Si ahora nos fijamos en nuestro comportamiento respecto al dolor en las custiones cotidianas, podemos comprender algo más. En efecto, en la vida rehuimos el dolor; y si lo soportamos lo hacemos como sacrificio, lo soportamos para conseguir algo, con vistas a aun objetivo futuro. O sea, el dolor tiene un sentido; tiene una razón de ser. Y aquí quizás se revele el motivo de nuestro deseo de sentido: no podemos concebir el dolor - el sufrimiento- gratuitamente; requerimos una segunda parte en la ecuación. Cuando estamos insatisfechos necesitamos sentido; pues la vida sola no nos vale, y buscamos algo más allá.
    Y ahí es certera la cita de Nietzsche con respecto a la filosofía del sentido: una filosofía del gozo y la afirmación hace innecesaria la cuestión, porque ésta desaparece de nuestro horizonte.
    A mi juicio toda la filosofía de Nietzsche no es otra cosa que intentar borrar por siempre esta pregunta, que siempre nace de la insatisfacción.

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  18. Joseph T.: Te voy a hacer un carajillo bien cargado, te lo has ganado.

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  19. Respecto a lo que comenta Joseph, no creo que el dolor tenga un gran papel en los planteamientos sobre el sentido de la vida. El "ser sufriente" es mucho más práctico que el "ser ocioso", porque su prioridad es erradicar su sufrimiento. Luego, ya ocioso, quizá se pregunte por qué ha tenido que sufrir.

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  20. El análisis de Joseph T. está muy logrado. Mi aplauso.

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  21. Umla: A mi juicio es compatible intentar erradicar el dolor y lamentar el sufrirlo. Cosa bastante horrenda, pues lo dobla. Pero quizás tengas razón: el filósofo del sentido debe tener dos taras , ser un insatisfecho y no ser capaz de realizar acciones que le permitan superar ese estado. Simpre pensando en términos niezstchanos, claro.
    Gragorio: gracias por cargarme el carajillo; necesito buenas dosis de cognac y de cafeina.

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  22. Por eso la humanidad debe optar entre Dionisio y el Crucificado. Es inevitable que cuando hablemos de Nietzsche hablemos también de su contrafigura, la del Justo doliente y víctima. Ambas son dos figuraciones antitéticas de entender (es decir, de dar sentido) a la vida. Comprendo que en los jóvenes prenda la seducción nietzschiana.

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  23. No Joaquín, no prende la seducción nietscheana en ningún sitio. Nietzsche es mucho más riguroso, exigente, profundo y serio de lo que los antinietzcheanos por una parte y los nietzscheanos con un euro de Zaratustra en el bolsillo nos quieren hacer creer. El mundo es inevitablemente distinto después de él. Si hasta el mismo papa Benedicto lo cita en su encíclica, por algo será.

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  25. Luri, Benedicto cita a Nietzsche en la enciclica (párrafo tercero), desde luego no para sostener ninguna tesis con ese argumento de autoridad, sino como exponente notorio de una crítica injusta al cristianismo. Es inevitable que un alemán como Ratzinger recuerde a Nietzsche. También lo cita un par de veces, de pasada, no esencialmente, en su texto capital, la "Introducción al Cristianismo" (serie de conferencias que impartió en la Universidad de Tubinga en 1967, y que conservan su lozanía y actualidad).

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  26. Los epicureos definían el primer punto de su manera de entender la vida como "la necesidad de combatir el sufrimiento, puesto que en la ausencia de dolor se encuentra el placer". Por esta razón Ático, al saberse enfermo de muerte y sufriendo dolores decidió dejar de alimentarse para no alimentar la enfermedad y escapar así antes del sufrimiento. No era Epicuro amigo del suicidio, ni sus seguidores.
    Por otra parte Camus describe al absurdo como a descubrir que el sentido (o la vocación de la vida) no coincide con la realidad que se vive. Ese sería motivo para el suicidio, dice, pero nadie se suicida, añade, por el absurdo, sino por causas concretas: amor, enfermedad, miedo, etc.
    El sentido de la vida no está en el individuo sino en la especie, de tener un sentido es biológico, no metafísico.
    Como individuo me parece un sin sentido que el sentido de la vida sea adorar a dios, por ejemplo. Creo que la biología, con toda su complejidad es la que define el sentido, la misión, la pulsión.
    Somos nosotros, los que en un afán intelectual tratamos de darle un sentido por encima de la especie, o religioso, o metafísico.
    Creo que Stendhal cita una historia curiosa: un hombre camina por el bosque y pisa un hormiguero. En el interior todo retumba, caen las paredes y las hormigas, aterradas, buscan la profundidad que por más alejada está más a resguardo. Allí esperan que pase el peligro y hablan. Unos citan el tremendo accidente como un xastigo divino por la impiedad general; otros se refieren a la posibilidad del final del mundo; algunos tratan de explicar fenómenos naturales de naturaleza física. Crece el guirigay entre tantas opiniones mientras el paseante por el bosque sigue su camino pisando otros hormigueros.

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