I
(primera futesa impúdica)
La mujer a la que yo amo
Es tan enorme
Que en su corazón dormimos yo
Y yo mismo
Mi otro yoLa corteja mientras tanto
Medo: “Hubo un tiempo en que su mera presencia colmaba todos mis anhelos de realidad. Desde entonces, sólo me explico a mí mismo en mis sueños”
Medo (otra vez): “Quiero deciros algo sobre las convicciones. No os sorprenda su volubilidad. Se mudan en cuanto cambia el paisaje anímico que las sustentaba nutriéndolas de verosimilitud. Uno se deja poseer por un sentimiento nuevo y acaba teniendo que volver a aprender la tabla del dos”.
La modelo al pintor: Si ni soy como me digo, ni soy como tú quieres, ¿cómo soy?
El pintor (asomando la cabeza por un extremo del lienzo): ¿Qué me dices exactamente cuando me dices “te quiero”?.
La modelo (en voz alta): ¡Tantas cosas!
La modelo (para sí misma): Y tan diferentes de una vez a otra...
Vete a saber qué entendía Sigmund Freud cuando su mujer le decía “te quiero”. En estos casos creo yo que se dejaría guiar por la barahúnda del cuerpo.
Epitafio que me gustaría poder ver sobre mi tumba, si un día fuera a llevarme flores: “Vivió todos los días de su vida”.
Me ha encantado el VI, ojalá yo también pueda escribir esto y tomarlo por cierto.
ResponderEliminarSaludos.
¿Nausicaa, estaremos aún a tiempo?
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarQuiero darte las gracias por la explicación recibida, sobre los trenes de tercera en el blog de Portorosa.
Lo desconocía.
Tengo que leerte despacito y ahora no tengo demasiado tiempo.
Vaya manera más tonta de perder un cliente... Lo digo por la librera, claro.
ResponderEliminarLa historia de la vendedora de libros es una magnífica manera d arrancar una narración, incluso una película. Lógicamente debe de seguir la narración. Es para Rohmer: "Ma nuit chez Maud" por ejemplo.
ResponderEliminarSiempre se está a tiempo, es cuestión de voluntad.
ResponderEliminarClaudio.
ResponderEliminarUna de las primeras formas del amor es el amor-pasión. Tiene un componente de posesión ("te quiero"), de necesidad, de "falta". No dura mucho: la misma posesión destruye el deseo (los sociobiólogos deben saber la razón).
En los casos en que la relación dura acostumbra, a ser substituido por otro amor, sería el amor-amistad. Ya no queremos poseer al otro, sino que su presencia, su felicidad es motivo de la nuestra. No pedimos nada.
Curiosamente, vivimos en una civilización en que esta evolución, de la falta a la alegría, del desgarro y la necesidad a la mutua felicidad, se ve como una degradación, como un ir a menos. Es posible que aquí haya un motivo de reflexión, aunque dudo que los socobiólogos aquí sean de mucha ayuda.
Claudio.
ResponderEliminarUn tema diferente.
Kagan hijo argumenta que calificar lo de Iraq de neocon es equivocado: no tiene nada de con y aún menos de neo. Bien argumentado (de tal palo).
http://www.ft.com/cms/s/f035e656-84e0-11db-87e0-0000779e2340.html
Me apunto el epitafio!
ResponderEliminarMe apunto a la propuesta de Luis.
ResponderEliminarLo de la librería hay que continuarlo.
Yo, en mi epitafio quiero que se lea: Os quiero.
ResponderEliminarY murió todas las noches de su muerte?.
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