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sábado, 14 de julio de 2007

Sino y revesino hispano II

He tenido estos días a mis hijos y a mi mujer en Pamplona. Así que, necesitado de algún paliativo para combatir la melancolía sanferminera, he acudido a las entretenidas páginas de "El porqué de los dichos" del tudelano José María Iribarren, que ha sido la inspiración, directa o indirecta de alguno de los posts de la última semana.

De Iribarren extraigo también la explicación del dicho –que yo oí por primera vez de labios de Felipe González- “Son españoles los que no pueden ser otra cosa”. Lo cuenta de esta manera en la página 238 de su obra:

Es frase de don Antonio Cánovas del Castillo, dicha en 1876, cuando se debatía en el Congreso el proyecto de Constitución.

Cuéntase que unos diputados de la Comisión se acercaron cierto día al banco azul para recibir sus instrucciones sobre la redacción definitiva del artículo 1º. Cánovas, recordando el texto, desvió humorísticamente el sentido de la consulta, para decir: "Son españoles los que no pueden ser otra cosa". Quienes reprochan a Cánovas tan acre y mortificante ironía a costa de sus compatriotas, olvidan que no lanzó la frase en discurso alguno, ni en pública intervención, sino en la intimidad de un diálogo, en ese tono conversacional que a veces induce a sacrificar cosas serias a un chistoso alarde de ingenio, o a un escape de mal humor.”

Bueno… lo que Iribarren considera eximente, a mi se me antoja agravante. Con frecuencia es en la intimidad de los tuyos, lejos de los focos y los altavoces públicos, cuando se dice abiertamente lo que por políticamente incorrecto no ha de publicarse a viva voz. En cualquier caso, viendo el panorama estatutario actual, la frase de Cánovas tiene algo de profético.

Por cierto mis hijos han vuelto sanos y salvos de los encierros y las marabuntas callejeras, que ya andaban con mono de Ocata. Mi mujer se demora hasta el lunes, empapándose de navarrismo. Espero –y esto es también un ruego, si me lees- que vuelva con chistorras de Vera, algún Ronkari e Idiazábal y media docenica, al menos, de fardelejos (Bacallà Salat, aquí, a mi derecha, como de costumbre tumbada a la bartola sobre la alfombrilla del ratón, asiente con un maullido).

5 comentarios:

  1. Casi tumbada a la bartola en la alfombrilla del ratón (qué envidia me dan las gatas caseras), digo yo: 0h, Idiazabal.
    Ayer estuve viendo (en una exposición sobre Negrín) el original de la Constitución de la II República. El principio, como ya es sabido, no tiene desperdicio y su comicidad fue fruto de un consenso final y agónico: "España es una República de trabajadores de toda clase". Cuenta Pla cómo se mofaron en Europa, en la persona de Lerroux, que llegaba tarde a su primera sesión de la Sociedad de Naciones. Presidía Briand, que ironizó creo que en público: "Voilà le trvailleur".

    Lola

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  2. Es una lastima pues que tantas verdades sentidas se pierdan pues en la intimidad de los pensamientos.

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  3. Lola: Respecto a mi gata: jamás pensé que me dejaría tiranizar de manera tan absoluta. Me tiene absolutamente dominado. Eso sí, de vez en cuando viene a refregar su frente contra mi barba y mientras ronronea se lleva con ella buena parte de mis preocupaciones. En cualquier caso, sea lo que sea la felicidad, desde mi punto de vista ha de incluir una gata paseándose grácil y lentamente entre mis libros.

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  4. Querida Salamandra: demás de agradecerle que abandone por un ratito su cinabrio para venir de visita a este café, le contesto, en un susurro, que quizás las verdades sólo viven -es decir, sólo son vitales- en la intimidad de los pensamientos. Pero me temo, doña Salamandra, que esto ya lo sabe usted.

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  5. Don Gregorio, entiendo muy bien ese tipo de melancolías, se lo aseguro... así que como cura, y con todo mi aprecio, he decidido "taggearle" a usted (no sé la traducción al castellano). Luego puede usted hacer lo mismo con ocho personas.
    http://marygodiva.blogspot.com/2007/07/fausta-por-tu-curpa-curpita-que-dice-la.html

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