A ver:
1. El papel higiénico. Los que nacimos en pueblos agrícolas, allá por la década de los cincuenta, siempre le estaremos agradecidos a su anónimo inventor. Nos aporta, además, un argumento consistente para afirmar que el progreso existe.
2. La ducha. En mi caso, sustituyó felizmente a aquel balde de latón en el que mi madre me quitaba la roña los domingos a primera hora, a base de jabón Chimbo –o Lagarto- y estropajo, ah, y champú, que podía ser de huevo o de brea.
3. El café descafeinado. Precursor del agua deshidratada, del aire contaminado, del azúcar desglucosada, de la fama efímera y de tanto oxímoron como adorna nuestra vida cotidiana: la actualidad, por ejemplo.
4. El top less. Podría aducir al menos dos razones de peso.
5. Internet, obviamente. Me permite consultar el Beazley Archive y comportarme como un filólogo griego en el Perseus Project, además de bloquear con vosotros e, incluso fisgonear por rincones inconfesables.
6. Los “Abanderado" de siempre, blancos, por supuesto.
7. La sopa fría de calabaza con helado de roquefort que mi amigo Ramón, del Mas Vell de El Masnou, se acaba de inventar.
Qué encantador, hacía años que no oía/leía eso de Jolines...
ResponderEliminarHe vuelto a la infancia de golpe!
:D
Y coincido con la ducha e internet!
¿Lo del top less no estaba ya inventado? Besos y buen fin de semana.
ResponderEliminar¿A qué modernidad se refiere? ¿A la recinetísima?
ResponderEliminar¡Recórcholis!
ResponderEliminarRECIENTÍSIMA
Y ahora sale Tumbaíto con Recórcholis... sigo encantadito.
ResponderEliminar:D
¡Diantres!
ResponderEliminarSi me sale con Pardiez me tiro debajo de un bus!
ResponderEliminar¡Caray, don Renton! ¿A qué carajo se espanta usted tanto, caramba? ¡Voto a Bríos que si no conociera su jaez lo tendría por un meapilas! ¡Mecachis, jobar y cáspita!
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