En primero de bachillerato tuve una discusión que rondó lo violento con el profesor de filosofía porque dije que era vergonzoso que a Nietzsche se le considerara suficientemente filósofo para ser estudiado en filosofía.
Aunque admito que por aquella época era bastante radical. Para mí la filosofía comenzaba con la primera página de la principia de russell y acababa con la última.
Recuerdo el verano justo antes de primero de bachillerato en mi casa de burgos con cientos de fotocopias de los principia sobre la mesa y mi madre enfadadísima porque le tenía el comedor hecho un asco.
Tumbaíro: Mi más profunda y sincera admiración. Cuando yo era más indecentemente cínico de lo que soy ahora (ahora procuro llevar mi cinismo con decencia) solía comenzar mis clases de filosofía con dos advertencias. La primera era: "En esta clase, quien opine, está suspendido". La segunda tenía la forma de un pequeño discurso que venía a decir que comenzaba el curso con la esperanza de encontrar un alumno. Normalmente siempre había alguno que protestaba y me preguntaba a ver qué eran ellos. "Eso es lo que está por descubrir", les decía yo. En mis 30 años de profesión creo que he encontrado media docena de alumnos. No lo digo como un lamento, sino al contrario. Me parece que he tenido mucha suerte.
Hace dos años que no veo profesores. Me presento a los exámenes en septiembre, si me presento, y no voy a clase.
En el instituto, excepto dos, no me podían ni ver. El Sr. Demaret -un brillante gregorianista- y el Sr. Bacardí. Aunque hubo una profesora que me apreciaba ahora que lo recuerdo, la Sra. Baulenas, aunque le desquiciaba mi dejadez.
Mi historial académico es un desastre absoluto -eso lo hace muy mío- y a mí me pasa al revés que a usted. Yo buscaba profesores cada nuevo curso. El primer día de colegio era el día más deseado aunque siempre se acababa convirtiendo en el más insoportable.
Ayer anduve por la facultad de filosofía, hay seminarios de profesores. ¡Madre mía! ¡Cuánto subnormal junto!
Russell, la logística, no es sabiduría de vida. Nietzsche asumió el papel de Anticristo, y acuñó un dilema perfecto para quien quiera ser filósofo: o Apolo o Dionisos. O el Cristo o el Anticristo.
No sé qué nos pasará cuando nos llegue "la hora de la verdad", pero lo que es seguro es que nos examinarán, o nosotros mismos nos autoexaminaremos, de si hemos hecho el bien o el mal. Creo que por ese motivo Nietzsche, con bastante mala conciencia, y bastante mala leche, pretendía que el bien y el mal son oscuros inventos de resentidos.
Anónimo: conviene vivir tal vez examinándose de vez en cuando o a menudo, porque podría suceder que en "la hora de la verdad" se nos fuera el santo al cuielo sin tiempo para meditar. Antes del último suspiro (no sé porque se le llama suspiro) no creo que esté uno para esos trotes inmisericordes. Podríamos, además de morirnos, asustarnos.
Tumbaíto: Vengo de dar un largo paseo por la playa, siguiendo el rastro de las olas sobre la arena. Créame: andaba yo pensando usted leyendo los "Principia". Lo que nos ha contado es, sin duda, sólo el primer capítulo. Me imagino que más tarde o más temprano descubriría a Wittgenstein. ¿Qué pasó entonces? ¿Me equivoco si aventuro que tiene usted bastante que ver con él? (espero, en cualquier caso, que no disponga de un atizador a mano).
Le cogí el tractatus a mí tío de la biblioteca, no entendí absolutamente nada y cuando llegué a la demostración de que dos más dos son cuatro no pude dejar de pensar que se estaba pitorreando de todos.
Nunca he pasado los principia. Es un fantástico lugar para vivir.
Lo cierto es que de ese señor sólo me hablan los arquitectos -no dejan hablar de Wittgenstein- y alguna vez lo citan en algún artículo pero se nota que es como para demostrar que el artículo es "chic".
Tumbaíto: Ahora sí que me sorprendes. ¿Cómo puedes apreciar a Russell ignorando que él mismo dejó de creer en su trabajo tras recibir varios varapalos de Wittgenstein? ¿O como puedes despreciar el "Tractatus" cuando Russell fue su auténtico padrino? Por otra parte en muchas de tus respuestas a veces secas y afiladas, encuentro yo un aire de familia wittgensteiniano. Te aconsejo -humildemente- que leas la biografía de Wittgenstein de Ray Monk. O mucho me equivoco -cosa perfectamente posible- o en algunas páginas te encontrarás a tí mismo.
Yo no desprecio al Sr. Wittgenstein. Sé que sigue inspirando fantásticas visiones del mundo, e.g.: las de Jaakko Hintikka. Visiones de las que intento estar bien al tanto.
Pero mi salto no fue de Russell a Wittgenstein sino de Russell a Leibniz.
En primero de bachillerato tuve una discusión que rondó lo violento con el profesor de filosofía porque dije que era vergonzoso que a Nietzsche se le considerara suficientemente filósofo para ser estudiado en filosofía.
ResponderEliminarAunque admito que por aquella época era bastante radical. Para mí la filosofía comenzaba con la primera página de la principia de russell y acababa con la última.
Tumbaíto: ¿De verdad se había leído en primero de bachillerato los "Principia"?
ResponderEliminarComencé a leer a Russell en segundo de eso.
ResponderEliminarRecuerdo el verano justo antes de primero de bachillerato en mi casa de burgos con cientos de fotocopias de los principia sobre la mesa y mi madre enfadadísima porque le tenía el comedor hecho un asco.
ResponderEliminarTumbaíro: Mi más profunda y sincera admiración.
ResponderEliminarCuando yo era más indecentemente cínico de lo que soy ahora (ahora procuro llevar mi cinismo con decencia) solía comenzar mis clases de filosofía con dos advertencias. La primera era: "En esta clase, quien opine, está suspendido". La segunda tenía la forma de un pequeño discurso que venía a decir que comenzaba el curso con la esperanza de encontrar un alumno. Normalmente siempre había alguno que protestaba y me preguntaba a ver qué eran ellos. "Eso es lo que está por descubrir", les decía yo.
En mis 30 años de profesión creo que he encontrado media docena de alumnos. No lo digo como un lamento, sino al contrario. Me parece que he tenido mucha suerte.
Por cierto: ¿Qué tal con sus profesores?
Hace dos años que no veo profesores. Me presento a los exámenes en septiembre, si me presento, y no voy a clase.
ResponderEliminarEn el instituto, excepto dos, no me podían ni ver. El Sr. Demaret -un brillante gregorianista- y el Sr. Bacardí. Aunque hubo una profesora que me apreciaba ahora que lo recuerdo, la Sra. Baulenas, aunque le desquiciaba mi dejadez.
Mi historial académico es un desastre absoluto -eso lo hace muy mío- y a mí me pasa al revés que a usted. Yo buscaba profesores cada nuevo curso. El primer día de colegio era el día más deseado aunque siempre se acababa convirtiendo en el más insoportable.
Ayer anduve por la facultad de filosofía, hay seminarios de profesores. ¡Madre mía! ¡Cuánto subnormal junto!
Russell, la logística, no es sabiduría de vida. Nietzsche asumió el papel de Anticristo, y acuñó un dilema perfecto para quien quiera ser filósofo: o Apolo o Dionisos. O el Cristo o el Anticristo.
ResponderEliminarNo sé qué nos pasará cuando nos llegue "la hora de la verdad", pero lo que es seguro es que nos examinarán, o nosotros mismos nos autoexaminaremos, de si hemos hecho el bien o el mal. Creo que por ese motivo Nietzsche, con bastante mala conciencia, y bastante mala leche, pretendía que el bien y el mal son oscuros inventos de resentidos.
Anónimo: conviene vivir tal vez examinándose de vez en cuando o a menudo, porque podría suceder que en "la hora de la verdad" se nos fuera el santo al cuielo sin tiempo para meditar. Antes del último suspiro (no sé porque se le llama suspiro) no creo que esté uno para esos trotes inmisericordes. Podríamos, además de morirnos, asustarnos.
ResponderEliminarAnónimo: Nietzsche es complejo, muy complejo. Sabía, por ejemplo, que Apolo no puede vivir sin Dioniso; ni Dioniso sin Apolo.
ResponderEliminarYo tiendo a creer -¡fíjese usted!- que fue el último teólogo.
Luis: La hora (creo que tú eso lo sabes muy bien) es la verdad.
ResponderEliminarTumbaíto: Vengo de dar un largo paseo por la playa, siguiendo el rastro de las olas sobre la arena. Créame: andaba yo pensando usted leyendo los "Principia". Lo que nos ha contado es, sin duda, sólo el primer capítulo. Me imagino que más tarde o más temprano descubriría a Wittgenstein. ¿Qué pasó entonces? ¿Me equivoco si aventuro que tiene usted bastante que ver con él? (espero, en cualquier caso, que no disponga de un atizador a mano).
ResponderEliminarLe cogí el tractatus a mí tío de la biblioteca, no entendí absolutamente nada y cuando llegué a la demostración de que dos más dos son cuatro no pude dejar de pensar que se estaba pitorreando de todos.
ResponderEliminarNunca he pasado los principia. Es un fantástico lugar para vivir.
Lo cierto es que de ese señor sólo me hablan los arquitectos -no dejan hablar de Wittgenstein- y alguna vez lo citan en algún artículo pero se nota que es como para demostrar que el artículo es "chic".
Tumbaíto: Ahora sí que me sorprendes. ¿Cómo puedes apreciar a Russell ignorando que él mismo dejó de creer en su trabajo tras recibir varios varapalos de Wittgenstein? ¿O como puedes despreciar el "Tractatus" cuando Russell fue su auténtico padrino?
ResponderEliminarPor otra parte en muchas de tus respuestas a veces secas y afiladas, encuentro yo un aire de familia wittgensteiniano.
Te aconsejo -humildemente- que leas la biografía de Wittgenstein de Ray Monk. O mucho me equivoco -cosa perfectamente posible- o en algunas páginas te encontrarás a tí mismo.
Yo no desprecio al Sr. Wittgenstein. Sé que sigue inspirando fantásticas visiones del mundo, e.g.: las de Jaakko Hintikka. Visiones de las que intento estar bien al tanto.
ResponderEliminarPero mi salto no fue de Russell a Wittgenstein sino de Russell a Leibniz.