Lo confieso: Ni el bricolage, ni la mecánica, ni la electrónica ni ninguna de estas cosas tradicionalmente asociadas a las labores propias del sexo masculino son lo mío. Ya de adolescente me sorprendía que mis amigos abrieran el capot de un coche como quien abre un baúl de un tesoro y se quedaran entusiasmados contemplándole las tripas. Nunca he conseguido entender qué puede haber de interesante en el motor de un coche. Claro que esta ignorancia no sale gratis. Le debo a Ikea más de una discusión conyugal.
Hubo un tiempo en que a mi esto me parecía de lo más normal. Hubo un tiempo en que mi espalda podía soportar dormir semanas enteras sobre el duro suelo sin que se resintiera lo más mínimo ni la espalda ni la profundidad abisal del sueño. Hubo un tiempo en que los amigos sólo olían a amigos y los metros cuadrados eran fielmente einstenianos (es decir, tan relativos como el tiempo) y sólo era absoluto el apetito.
Si supieras lo que se rieron de mí por decir que odiaba los muebles de IKEA...
ResponderEliminarNo sçé si te servirá de consuelo, pero quizás sí como muestra de solidaridad:
ResponderEliminar1. Detesto Ikea y lo que representa.
2. Me deprimo si aparezco por allí (cuando no hay otro remedio: reconozco que por poco dinero puedes llenar un espacio vacío de objetos supuestamente funcionalistas) y veo de qué manera decoramos todos nuestras sencillas viviendas con el mismo patrón y uniforme para creernos que así estamos más al día y somos más originales.
3. No me gusta nada tener que armar los muebles. Es un ejercicio en el que lo único que hago es redescubrir mis escandalosas limitaciones.
4. He descubierto que no se puede hablar mal de IKEA. No te entienden. Para mí que esto tiene que ver con la nueva religión de masas, sus templos y sus iconos.
5. Una pregunta: ¿Por qué -al menos en Barcelona- hay siempre tantatísimas parejas gays en IKEA?
jeje, funestas consecuencias las de la cotidianeidad. sigo atento a tus disquisiciones, y no defraudan...
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarEn el de Madrid está lleno también, al menos las veces que yo he ido, que no han sido muchas puesto que he salido por patas.
Recuerdo que la primera vez que fui, nos compramos una mesa del ordenador: elegirla, cargarla y montarla.
Demasiado esfuerzo para un simple mueble.
Por eso, después de decir toda esta parrafada, me suelen mirar como una hereje, o dándome día para quemarme en la hoguera.
Es que no estamos a la moda...
En la segunda foto, en la tienda, todos duermen, ya que no hay superposición de piernas.
ResponderEliminarPero, en la última foto, quisiera saber qué está leyendo el marido. O en qué está pensando. O por qué se casó con la mejor vaca de la granja.
Saludos.
Grifo
Si un dia tuviera que volverme a casar buscaría un marido con habilidades de bricolage, mecánica, carpintería, pintura, lampistería, albañilería casera y etc, por encima de otros dones más 'espirituales'. No sé si eso es 'sexismo' (?) pero resulta sumamente práctico y ahorra dinero y problemas cotidianos.
ResponderEliminarIkea és el reino del nyigui-nyogui y el usar y tirar, pero, efectivamente, el éxito ha superado a la propia empresa. Para parejas efímeras ´-y quizá esa es la explicación a lo que has notado- resulta muy conveniente.
ResponderEliminarPues a mí lo que me lama la atención es que la falta de habilidad para hacer brricolaje y esas cosas 'propias de tu sexo' (?), sea una gracia más que agregar al 'retrato' masculino, mientras que la falta de habilidades para 'llevar una casa' sea un defecto en el caso de las mujeres.
ResponderEliminarLo digo más que nada porque yo soy una nulidad en cuanto a las habilidades que se me suponen como mujer: no sé limpiar, no sé lavar, no sé planchar, nunca he conseguido que una ventana quede sin mácula, y lo único que hago medianamente bien y eso de vez en cuando, es cocinar...
En cuanto a los kits de Ikea, no se me dan mal los libreros... jaja.
Bueno, me voy una semanita de vacaciones. Ya daré cuenta en el blog, Deséame suerte.
Abrazos, Gregorio.
Seguro que IKEA da para un sesudo estudio, aunque seguro que su éxito se basa en el crédito del diseño ganado a base de que esta pretendida estética ultramoderna puede costar poco dinero. Luego al popularizarse se convierte en religión y cuando esto ocurre no atienden a razón alguna los defensores de su pretendida bondad. Conductivismo puro por los obligados pasillos del consumo de unos productos que se reciclan como la vida, muriéndose rápido.
ResponderEliminarA mi me gusta y para postre se me da bien el bricolaje. Los muebles, con sus excepciones, son la misma mierda en todas partes, los de IKEA, por lo menos no duran y puedes cambiarlos.
La mezcla de IKEA y el desencanto de la pareja, que por cierto ocurre en ambas direcciones, son sus muebles. Tengo en la cabeza la imagen perfecta de la habitación de mi abuela, pero también la de mis padres y por extensión la angustiosa sensación que da penetrar en viviendas con muebles de pacotilla con aspecto de altar, estén ajados o reluzcan brillantes y barnizados, muebles de otra vida que parecen expulsarles del presente. Ya sé que es inevitable, lo mejor es no tener más muebles que los estrictamente necesarios, o sea, muy pocos
Pues al contrario que usted Don Gregorio soy una manitas con la taladradora. No me pega nada pero mis años en la escuela de Arte hicieron su fruto.
ResponderEliminarMi imaginario se ha formado en una casona castellana llena de utensilios que su deterioro no sólo indicaba la manera de utilizarlo de un antepasado mío sino de toda una familia. No puedo concebir comprar un mueble de usar y tirar.
ResponderEliminarAhora bien, siempre que los amigos se compran un mueble el que lo acaba montando soy yo y una ilusión mía es desmontar un motor de coche -el de un avión sería orgásmico- encendido.
De esto, los que entienden son los de la UGT.
ResponderEliminarAntes tenían a Bricolage Redondo
Magotago: Gracias por la visita y por el comentario.
ResponderEliminarChesk: Exactamente: Ikea exige demasiado de nosotros. Le pagamos muy caro sus precios baratos.
ResponderEliminarGrifo: Bueno él tampoco es precisamente un Adonis...
ResponderEliminarJúlia: Todas sois iguales: siempre pensando en lo mismo, en un marido manitas.
ResponderEliminarGTabriela: Sin duda: SUERTE. Recuerda el "El viaje a Ítaca" de Kavafis.
ResponderEliminarCerillo: Nuestros padres y abuelos cuando compraban un mueble lo hacían con la ilusión de que era para toda la vida. Hoy, visto como está el alzheimer, ni tan siquiera la vida es para toda la vida.
ResponderEliminarMe interesa eso que dices: "los de IKEA, por lo menos no duran y puedes cambiarlos": el triunfo del mobiliario líquido.
Martina: ¡Cómo la envidio! Yo con la taladradora soy un peligro: no hay conducción de agua que no taladre. Se empeñan, todas, en interponerse en mi camino.
ResponderEliminarTumbaíto: Cada vez lo tengo más claro: Usted es la reencarnación hispana de Wittgenstein.
ResponderEliminarAh, don Ignacio, ¡Cómo me gusta su perversidad!
ResponderEliminarvittima di un giochino:
ResponderEliminarle 7 meraviglie del mondo MODERNO
No Ikea, no casa?!?!?
peace and love
Helio Piñón, profesor de arquitectura, perdón, doctor arquitecto, perdón...bueno, tiene muchos títulos...difinió a Ikea como "cutre diseño nórdico".
ResponderEliminarQué le vamos a hacer, son baratitos...y a veces "funcionales"...en esta economía sumergida que tenemos es casi lo único que se puede permitir cualquiera que acaba de adquirir vivienda.
Precisamente mi hermano, El Niño, hace unas semanas tuvo que reforzar mi ex-armario de Ikea (ahora suyo, desde que asaltó mi cuarto y tomó posesión de él días después de que me largara de casa de mis padres) porque empezaba a inclinarse peligrosamente hacia un lado, es decir, hacia su cama.
Afortunadamente en el piso de Vallcarca todo son armarios empotrados. Así como mucho sólo se te caerá encima la pared.