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miércoles, 23 de mayo de 2007

Últimas palabras

Hay maneras y maneras de enfrentarse a la de la guadaña. Hay valientes a quienes les tiembla el ánimo y cobardes que la reciben con lisonjas. Nostradamus, como era profeta, no tuvo dudas: “Mañana, ya no estaré aquí”, dijo, y se quedó tan a gusto. Otros se van con un guiño que es de agradecer. Por ejemplo, el músico navarro Emilio Arrieta contestó a un grupo de alumnos que habían acudido hasta su lecho de muerte a interesarse por él: “¡Me encuentro muy mal! ¡Muy mal, chico, muy mal! ¡Tan mal, que si al amanecer me dicen que he muerto, no me chocará nada!

Hay quien se va sin creérselo, como Bela Lugosi: "Yo soy el conde Drácula, el rey de los vampiros, soy inmortal''.

O sin enterarse, como el General John Sedwick (muerto en el frente en la Guerra civil Americana): “Estos no le darían ni a un elefante a esta distanc…

O desmintiendo su vida: Leopold von Sacher-Masoch: "Queredme…”.

O educadamente: Noel Coward: “Adiós amigos. Hasta mañana

O lamentando lo solo que se queda el mundo: Augusto Comte: “¡Qué irreparable pérdida!

O jugando con acrecentar la perplejidad de los que se quedan. Así, Gertrude Stein, dirigiéndose a su compañera, Alice B. Toklas, le susurró: “¿Cuál es la respuesta?”. Alice, perpleja, no supo qué contestarle, Stein movió la cabeza, asintiendo, y añadió: “¿En ese caso, ¿cuál es la pregunta?

O, simplemente con mala uva. Cuando Friedrich Engels le preguntó a Karl Marx si quería decir sus últimas palabras, éste indignado le contestó: “¡Largo de aquí! ¡Desaparece de mi vista! Eso de las últimas palabras es para los inútiles que no han dicho lo suficiente mientras vivían.

Una de mis despedidas preferidas es la de Kant, que el 11 de febrero de 1804, un día antes de morir, dijo: “Está bien”. Y enmudeció para siempre. Quienes lo acompañaban se enzarzaron inmediatamente en una querella hermenéutica. ¿Qué es lo que está bien? ¿Es el mundo el que está bien tal como está? ¿La vida? ¿La muerte? ¿Su biografía? ¿Habían cesado sus sufrimientos? Yo sospecho que su amigo Wasianski sabía la respuesta, pero para no rebajar la grandeza del filósofo dejó que lo enterraran con el aura de este misterio. Wasianski le había ofrecido una copa de su vino predilecto poco antes de ese “Está bien”. Pero no se lo dijo a nadie. Y dejó que la grandeza del moribundo recargará de sentidos ese sencillo y cabal “Está bien”.

Por lo que a mi respecta, espero irme en silencio y dando, sobre todo, poca guerra. Los grandilocuentes se despiden con artificios, los sensatos, con discreción.

Os dejo con la letra de una gran canción de Javier Krahe, “Don Andrés octogenario”:

Podemos decir que sin exageración
era algo extraordinario,
la enfermera que cuidaba al bueno de Don
Andrés Octogenario.
El abuelo que enfrentaba con un resquemor,
perspectivas eternas
en lugar de rezar miraba con fervor
sus magníficas piernas.
“Para siempre esta vez,”–dijo– “me
voy a echar en brazos de Morfeo,
ya no te veré más, no me
puedes negar mi último deseo:”
Con un hilo de voz, el enfermo expresó,
su voluntad postrera
no diremos cuál fue, sólo que ella accedió,
¡bravo por la enfermera . . . !
Y fue a desabrocharse ella el quinto botón
de los seis de la bata,
que por la enfermedad, o bien por la emoción,
él estiró la pata . . .
Pero lo grave estuvo, en que estiró algo más.
Y un algo tan notorio
que los deudos al verlo exclamaron: ¡jamás!,
¡jamás iremos al velorio!.
Ni al entierro tampoco puesto que al ataúd
no habrá quien le eche el cierre,
que fue a morir así, en plena senectud
y Andrés erre que erre.
Nadie fue al funeral,
nadie llevo una flor, nadie fue al cementerio
y hasta escandalizó al mismo enterrador,
que dijo: “Esto no es serio . . . ”
Y al pobre Don Andrés lo enterraron muy mal,
entreabierta la caja
la muerte lo abrazaba de un modo especial,
lo que tampoco es paja . . .

20 comentarios:

  1. Buenos días Don Gregorio, pasaba por aquí y me ha sido imposible no pararme a hacerle una pregunta que le tengo guardad desde hace algún tiempo: Dónde enterraron a Ília? (o la quemaron?) Saludos cordiales, Diana

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  2. Doña Diana: ¡Qué sorpresa! Espero que se pare alguna vez más.
    Ilia está enterrada en el cementerio de Collserola.
    Descanse en paz.

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  3. Me ha divertido especialmente el comentario de Emilio Arrieta, pero Antón Chéjov fue para mí el más surrealista. Exclamó: “¡Champán!”.
    Saludos y brindis.

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  4. Gracias Don Gergorio, y gracias.
    Diana.

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  5. Y es verdad Don Gregorio que Klimt al morir dijo: Flores!!! o es una de esas leyendas urbanas de las que se hico eco el director Raóul Ruiz para utilizarlo en su película sobre el pintor.

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  6. Pues mi sueño seria poder morirme sonriendo, que es casi lo que mas me gusta hacer en la vida. O sin casi. Y aqui me pasa muchas veces.


    (Don Gregorio al llegar al final me di cuenta de que me habia pisado la pregunta)

    Besos :)

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  7. Don Gregorio: gracias por traer a mi amado Krahe a este café, gracias a los buenos ratos pasados con él y a su sagrada irreverencia, me atrevo a decir hoy lo que dijo mi madre al morir:
    ¡¡Vete de mi lado demonio¡¡ pero... se refería a mi progenitor. Que los dos me perdonen allá donde estén, seguro que explotan a carcajadas y dicen: esto no es serio ¡¡esta chica siempre fue un trasto¡¡

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  8. Es admirable que algunos todavía conserven el sentido del humor.
    Se dice que cuando Buster Keaton yacía moribundo en su cama, alguien sugirió tocarle los pies para saber si había muerto, pues según él todos los muertos tienen los pies fríos.
    "Juana de Arco no" respondió Keaton.

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  9. La agonia de mi abuelo no fue tan graciosa. Que me habria gustado que si porque el tenia mucho sentido del humor. Durante varios dias, suplico que por favor le quitasemos un lagarto del pecho.

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  10. Me he acordado de mi bisabuela que murió cuando enviudó y resucito cinco años después cuando agonizando discutía con el "fantasma" de mi bisabuelo."-ya estás otra vez con el mus!"

    Jajajaa... Gregorio me contento con ser medio perfecta.

    ps: nafarrak zakarrak baina bihotz beroak ;)

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  11. Conozco, sistí a su muerte, a quien lo hizo pidiéndole a su padre que no le tirara a la piscina, adornando su voz con tono infantil. Supe que a los 6 años, aquel, para quer aprendiera a nadar le tiró sin más a la piscina profunda de los baños de San Sebastián en Barcelona; no quiso hacer caso de las súplicas del niño y este guardó el terror hasta el día de su muerte.

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  12. ¿Se da cuenta, Don Gregorio, que hay quienes hasta muriendo se encajan bien y otros lo hacen de culo?

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  13. Fíjese que no conocía la anécdota, pero me satisface poder decir que probablemente llegue al ocaso como vamos tratando de vivir (o sea, de pensar): marxianamente.
    Que me alegra.

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  14. Supongo que cuando llege la noche, dará usted la vuelta a la taza Don Gregorio.
    Veremos si mañana la vuelve a voltear para recibir el día. Es saludable hacer esto de vez en cuando.
    Por mi parte, he de recordar alguien de mi familia que decidió por sí mismo irse con la de la guadaña. Nadie escuchó sus últimas palabras; quedaron muchas dudas y yo hasta el día de hoy creo que si la gente (por lo menos la de mi rincón del planeta) conversara más sobre este asunto, se evitarían ese trozo de dolor de la muerte que se puede evitar (si es que existe).

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  15. Me has recordado también aquella otra canción de Krahe en qué la muerte viene a buscar a Pascual y él le explica, en un intento de tener más tiempo, como ha fracasado en aquello de plantar un árbol, escribir un libro, y tener un hijo, asegurando que la próxima vez criara un cordero, una telenovela y una flor de plástico. Pero no le sirve de nada y la muerte se lo lleva.

    La muerte era, años atrás, casi un acto público, mi padre me explicaba la de un pariente suyo, en un pueblo de la Catalunya profunda, rodeado de la família, a quién sus hijos gritaban una y otra vez durante su agonía:
    'Pare, pare, us farem un retrato ben gros!!!'

    A él le parecía dramático, ridículo, irrespetuoso, a mi me daba risa. NO podemos saber qué pensaba el moribundo.

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  16. Os saludo a todos y os agradezco vuestra participación. He tenido un día largo y complicado, pero con final feliz. Respecto a la muerte, he decidido dejarla en paz. Y pasemos a otro tema, que la vida nos empuja con un aullido interminable, interminable.
    Y nunca sabemos hacia donde.

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  17. Vuelvo porque me acabo de topar con una frase de "El Emilio", de Rousseau que no solamente viene al caso sino que, seguro, le gustará a Luis: "Los sacerdotes, los médicos y los filósofos nos hacen desaprender cómo morir".

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  18. Aunque has decidido dejar ya de lado el tema de la muerte, no me resisto a incorporar lás últimas palabras del emperador Vespasiano cuando se sintió morir: "¡Ay, me parece que me estoy convirtiendo en un dios". Besos, querido amigo.

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