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jueves, 10 de mayo de 2007

El último liberal

He vuelto a “Gigantes y enanos”, de Allan Bloom, a repasar lo que dice de Raymond Aron. Me apetecía darme una vuelta por sus páginas tras el revuelo electoral francés.

Bloom traza un retrato muy preciso de Aron, al que califica de “el último de los liberales”, resaltando las dificultades de ser, cabalmente, liberal. Ser liberal es una de las cosas más difíciles que hay. Aunque sea de buen tono proclamarse públicamente como tal, vivir con coherencia de manera liberal requiere, además de firmes convicciones, una voluntad inmune a la decepción.

“[Aron] Vivió –y probablemente habrá muerto animado por él- en ese extraño ascetismo espiritual, uno de los más arduos ascetismos, que consiste en creer en el derecho que los demás tienen de pensar como les plazca. Una cosa es morir por el dios o el país de uno y otra cosa es morir por proteger las opiniones de otros que uno no comparte. El mutuo respeto de los derechos, una curiosa clase secundaria de respeto, es la esencia de la convicción liberal. Y ese respeto, como un valor absoluto de la sociedad civil, es en realidad muy raro y se hace cada vez más raro. Aron realmente lo sentía.”

La realidad política, en cualquier caso, no se aviene con ningún tipo de beatería liberal. En la democracia las cosas políticas se dan siempre mezcladas.

“Las democracias liberales –escribe Bloom- son delicadas mezclas de elementos elevados y bajos y, así como es meramente edificante reconocer sólo los elevados, es una perversión hablar solamente de los bajos”.

Ser liberal significa ser consciente de que ninguna democracia es inmune a una epidemia de misticismo, a la desgana o al derrotismo. La primera democracia de la historia, la ateniense, votó democráticamente su disolución y su sustitución por una tiranía.

Según Bloom, Aron “tenía plena conciencia de que en las democracias se daban momentos de extremada demencia, pero nunca dudó del derecho de las democracias a la demencia”.

¡Menudo problema! ¿Verdad? ¿Tienen las democracias derecho a la demencia? Y, si lo tienen, ¿habría que preservarlo? Yo dudo que de Aron asintiese a esas rotundas palabras de Bloom. Precisamente porque sabía muy bien que la democracia estaba amenazada por diferentes peligros, Aron vigilaba con toda atención la salud democrática de las instituciones que deberían servir de sostén de la propia salud de la democracia y en primer lugar, de la universidad.

“Como la universidad era algo que quería entrañablemente y como sabía que la universidad es la institución central de la sociedad democrática, asumió una posición muy firme contra la oleada destructiva que pasó por las universidades occidentales en la década de los sesenta. La universidad significa, o mejor dicho significaba, la presencia sustancial de la razón en que reposa la democracia liberal. Si no se cuenta con la universidad, el respeto por la razón desapasionada y por los derechos racionales, que son la esencia de la democracia moderna, desaparecerá. Le disgustaba que golfillos se instalaran en los vestíbulos de la universidad. La pérdida de la tradición, que era una fuente de vitalidad, lo entristecía. El giro demagógico de la única institución dedicada a la objetividad lo aterraba. Si la democracia no puede tolerar la presencia de los supremos criterios de la enseñanza, la democracia misma se hace cuestionable. (…). El mayor signo de la decadencia del liberalismo era la aquiescencia de mucha gente que llamándose liberales contribuían al proceso de hacer salvaje la universidad.”

Allan BLOOM, “Raymond Aron: el último de los liberales, en Gigantes y enanos. La tradición ética y política de Sócrates a Rawls, Gedisa, 1999, pp333-347.

20 comentarios:

  1. El problema de la democracia es el hombre. El ser humano, vaya. He oído muchas veces que la democracia no es que sea lo mejor, es que es lo menos malo.
    Un sistema que da libertad de pensamiento acaba produciendo estas contradicciones. Lo que apunta sobre los atenienses es el paradigma de ello. Se legitima a todo aquel que niegue la propia democracia. ¿Se debe poner límite a eso? No lo sé... Es el problema del huevo y la gallina.
    En fin, es una cuestión sobre la que se podría estar argumentando ad infinítum, pero por lo menos yo no dejaría de darle vueltas a lo mismo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. ¡La universidad el centro de la democracia! Si esto sigue siendo cierto hoy, podemos deducir que la demencia se ha incorporado al sistema sin mayores complicaciones. No sé qué pensaría Feyerabend, si estuviera vivo.

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  4. Arrebatos: pero es importante tener conciencia de la fragilidad de la democracia, de que no es un sistema blindado contra la degradación. Y, sobre todo, que no tiene la necesidad de la ley de gravedad.

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  5. Eduardo: A esos e refería -entre otras cosas- Strauss cuando decía que ya no vivimos en la caverna de Platón, sino en sus subterráneos.

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  6. Hola a todos:
    Muy buen articulo señor Luri. Me apuntare el libro de Bloom y por supuesto las obras de Aron en la agenda para la proxima visita y / o pedido a cierta casa con libros en Internet.
    Una cosa es cierta, se sea liberal, agnostico, socialista o lo que cada cual sea, ser coherente con esas mismas ideas en cualquier caso es muy dificil en el mejor de los casos.

    Saludos a todos.

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  7. Wallenstein: El liberalismo es una religiosidad sin Dios, porque cree en el milagro del reparto democrático de la razón como don gratuito de la naturaleza a la especie humana. Se diga lo que se diga, hay pocos mártires del liberalismo. Los hay de las religiones, de la democracia, de la patria, de las más diversas ideas, pero del liberalismo...

    Por cierto: ¿Por qué en los países de tradición católica el liberalismo es prácticamente inexistente?

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  8. El catolicismo siempre ha tratado como niños a sus devotos. Nunca les ha concedido el beneficio de la razón y los ha anulado como individuos que puedan valerse por si mismos. ¿Me equivoco?

    Suelo citar con frecuencia un ejemplo que me puso hace unos años un amigo muy viajado. Me decía que en Inglaterra, paseando por un camino rural, llego a un rio cruzado por un viejo puente muy castigado por el tiempo. Al inicio de ese puente, todavía en la orilla, un cartel rezaba "Puente en ruinas". Nada más. Años más tarde se encontro en una situación análoga paseando por España. Un rio, un puente en ruinas y un cartel que amenazaba "Prohibido el paso".

    Es un detalle anecdótico si quieren, pero yo lo veo muy significativo.

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  9. Claudio.

    Me parece que fué Galbraith quien vino a decir (no he dado con la frase exacta) que vivir en democracia era vivir en constante temor a la decisión de las mayorías.

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  10. No tengo por menos que unirme a la proclama de Eduardo. Si la universidad es el centro de la democracia en España... ¡pobre democracia!

    Dicho desde las tripas de la bestia, al menos en lo que respecta a las humanidades y las CC sociales, ¡qué pena!

    Un saludo

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  11. Yo siempre he pensado que el principal acerbo del liberal es el respeto al otro, a su opinión, a su disentimiento. El liberal, sin el otro, no es, no se entiende, no tiene entidad.
    La democracia es el hogar del liberal; la democracia con sus contradiciones y con sus peligros, pero no la democracia cedida. Para el liberal el poder debería ser la consecuencia de su creencia y de su acción; y su ejercicio tendrá siempre una consecuencia o el intento de ella: perseverar en la democracia.

    Tengo poco prsente a Aron, pero tengo bastante idea de lo dificil que es ser liberal: requiere una gran contención y un uso de la razón y de la emoción equilibrados.

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  12. Donde Andrés h. pone "¡pobre democracia!, yo pondría, a bote pronto, ¡pobre universidad!... Con lo cual he de revisar mis supuestamente profundas raíces democráticas.
    "Pel boc gros": una democracia que no deje respirar a una élite (aristos) poderosa está condenada a caer por su propio peso, sí... No, por su insoportable ligereza en ese caso.
    El "quid" está aquí: en la dialéctica entre igualdad y excelencia.
    En cuanto al liberalismo, creí, hace años, haber encontrado mi propia felicidad político-ideológica al coincidir plenamente mi manera de ser (vive y deja vivir) con mis ideas. Pues bien, se me ha complicado el asunto. Políticamente, cada vez lo tengo menos claro. ¡Hay tantas cosas que prohibiría!

    Lola

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  13. Arrebatos: En todo aso lo constatable es que los partidos liberales fuertes se encuentran en países de tradición protestante. La cuestión es importante. Tengo que dedicarle un post.

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  14. Claudio: Me pregunto si no hay una contradicción de fondo entre liberalismo y democracia. La democracia realmente existente sería el intento de articular esa contradicción (?)

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  15. Andrés: Sí, hay como una frivolidad dogmática sentando cátedra que no tiene lo mínimo que debería tener: sentido del pudor. Y el problema es que se sucede a sí misma con una naturalidad pasmosa.

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  16. Luis: Claro, el liberalismo debería ser algo así como un ideal colectivo de una sociedad sana. Pero mientras esa sociedad llega, deberíamos venerar a los liberales íntegros e integrales que encontremos. Dicho esto, uno mira el nivel de nuestros debates políticos y no puede menos de ruborizarse.

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  17. Lola: Lo que dices me lleva a recordar a mi admirado Patocka. La democracia es moralmente superior al totalitarismo porque en ella es posible -potencialmente, al menos- la virtud. Pero claro, la democracia debería sentirse orgullosa de la excelencia individual que ella hace posible. No parece -¿verdad?- que sea el caso.

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  18. Claudio

    Hoy tomo a Camus y me encuentro con esto:
    "Notre tâche d´homme est de trouver les quelques formules qui apaiseront l´angoisse infinie des âmes libres."
    Les amandiers (1940)

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  19. Desde mi punto de vista, estudié un poco esta cuestión cuando era joven, si filosoficamente el liberalismo tiene un padre este es Locke. Y desde aquí la cuestión es clara, el liberalismo nace en el esfuerzo teórico por superar el laberinto político de la Inglaterra del siglo XVII. Si buscas por los Anuaris mas antiguos encontrarás alguna reflexión que apunta directamente a esta cuestión

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  20. ¡Democracia! ¡Voz griega! ¡Corramos!

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