miércoles, 16 de mayo de 2007

Hoy va de historias tristes

La primera obra importante de Mary Wollstonecraft (1759-1797) fue “A Vindication of the Rights of Man”, que le atrajo la atención, entre otros, de Tom Paine, William Godwin y William Blake, pero la que recuerda la posteridad es “Vindication of the Rights of Women”. Eleanor Marx la tenía entre sus libros de cabecera. En sus páginas descubrió que las restricciones educativas mantenían a la mujer en un estado de ignorancia y dependencia esclavista y que el matrimonio se reducía a “legal prostitution”. El gran lema de la “Vindication of the Rights of Women” –y no sé si sigue siendo actual- era que “¡La razón no tiene sexo!”.

Siguiendo los el rastro de los aromas revolucionarios, Mary Wollstonecraft decidió ir a Francia. Abandonó a su amante, Henri Fuseli y cruzó el canal, sola, en junio de 1793. En París conoció al aventurero americano Gilbert Imlay, a quien no tuvo ningún reparo en confesarle sus sentimientos. “Acaríciame con esa noble dulzura que sólo he encontrado en tí”, le escribe en agosto de 1793. Ya que ambos decían rechazar cualquier tipo de contrato amoroso, su relación se basó en el amor libre. Parece que cuando Mary se quedó embarazada, él se ofreció a contraer matrimonio, pero ella, aunque estaba dispuesta a adoptar su apellido e, incluso, a hacerse pasar por su mujer, se negó en redondo.

El 10 de octubre de 1795, en Londres, Mary sorprendió a Gilbert en brazos de una artista e inmediatamente comprendió los límites de la teoría. Le mandó una carta que se inicia con estas palabras: “Te estoy escribiendo de rodillas, implorándote”. Y añade: “Nada, excepto mi estupidez extrema me ha podido mantener tanto tiempo ciega. (…) Preferiría mil muertes a una noche como la pasada. Tu trato ha arrojado mi alma al caos.” En la despedida aseguraba que se tiraría al Támesis. Y lo hizo. Fue rescatada milagrosamente.

A principios de 1797 se casó con William Godwin. Ambos se habían manifestado repetidamente en contra del matrimonio. Sin embargo ahora no tenían reparos en confesar en privado que las emociones poseían una fuerza que no era inferior a la del razonamiento.

El matrimonio duró unos pocos meses. El 10 de septiembre de 1797, a la edad de 38 años, Mary Wollstonecraft Godwin sucumbió a una fiebre puerperal tras el nacimiento de su segunda hija, que heredó su nombre … hasta que pasó a llamarse Mary Shelley.

Tras la muerte de su esposa, Godwin le escribió a un amigo: "Creo firmemente que no hay otra mujer igual en el mundo. Sé por experiencia que estábamos hechos para hacernos mutuamente felices”.

Cuando Fanny Imlay, la hija de Mary y de Gilbert, conoció su historia se sumió en una melancolía que ya no la abandonaría hasta la muerte. Un profundo sentimiento de desarraigo la hundió en una profunda depresión. Se suicidó en octubre de 1816, ingiriendo láudano en un “inn” en Swansea. Dejó una nota inconclusa en la que decía:

“Hace tiempo que decidí que lo mejor que podía hacer es poner el punto final a la existencia de un ser cuyo nacimiento fue desgraciado y cuya vida ha consistido en una serie de desdichas para aquellas personas que han dejado su salud intentando promover su bienestar. Quizás le resulte doloroso saber que he muerto, pero pronto podrá olvidar que ha existido una criatura como ".

No terminó la frase.

Nadie reclamó su cuerpo, que fue enterrado de forma anónima, sin que ningún conocido asistiera a sus exequias.

5 comentarios:

  1. Claudio

    Me llamó la atención que Mary Shelley, con esos progenitores y ya embarazada del poeta, digera algo así: Sólo deseo que mi hijo sea una persona normal.
    Nos gusta leer sobre esas vidas, pero, bien pensado, que las vivan otros.

    ResponderEliminar
  2. A mí me parecen vidas muy cercanas y actuales salvo en una cuestión: ellas exploraban los límites y ahora vivimos sin límites. Por el camino, muchas víctimas y malheridos. Podríamos haber aprendido algo: quizás a ser más ecológicos y sostenibles emcionalmente.

    ResponderEliminar
  3. Por qué las historias tristes nos vuelven hacia dentro y nos acallan las palabras? por qué nos vacían? o es que nos resistimos a pensar?

    ResponderEliminar
  4. La historia es fantástica.
    Sucede un poco lo mismo que con la Revolución en general. Los "derechos del hombre" no son exactamente los derechos del ciudadano, porque (dicho burdamente) el hombre es uno, pero ciudades hay muchas.
    Lo mismo para el sexo: que la razón no tenga sexo no quiere decir que se pueda llevar adelante prescindiendo del (de los) mismo(s).
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. La historia reciente está llena de progres (pienso ahora en Bertrand Russell) que son partidarios del amor libre... siempre que ellos pongan la práctica y sus parejas la teoría. Es una curiosa interpretación de la división del trabajo. Marx también podría decir algo sobre el asunto.

    ResponderEliminar

Júbilo

I Amanecer en Atocha. Todos estamos de paso. Las estaciones son monumentos al desarraigo, especialmente a esta hora de la mañana, cuando aún...