Lunes. El cielo muestra una azul desvaído, cansado, de una irregular aguamarina, que no acaba de definirse. Es un color de paréntesis, de mientras tanto, de espera.
Me acaba de escribir un amigo, L., desde Madrid. Son cinco en casa, el matrimonio y tres hijos pequeños. La mujer está recluida en una habitación con fiebre y rendida de cansancio. "Hay reclusiones en la reclusión", me dice.
Decía Maura que gobernar es, obviamente, dirigir, pero para dirigir eficaz y democráticamente hay que saber "infundir aliento en los demás y llevar la fuerza tras de sí". Nosotros tenemos quien nos mande, pero no está del todo claro que tengamos quien nos gobierne. El gobierno está dando una imagen de división interna en estos momentos tan críticos que no contribuye a tranquilizar los ánimos colectivos. Los ministros de Unidas Podemos, con muy poco respeto por las reglas elementales de juego de un gobierno de coalición, filtran a la prensa sus propuestas maximalistas, sabiendo que el debate inevitablemente las modificará, para así pasar ellos por la izquierda genuina. Viven en una continua campaña electoral. Nadia Calviño, la ministra socialista que supuestamente coordina todos los asuntos económicos, parece que ya ha amenazado alguna vez con la dimisión porque las propuestas de Unidas Podemos le parecen inaceptables. La tensión se produce -insisto, por lo que parece- entre los que quieren gastar más, aunque se lleve la economía a la UCI y los que se preguntan de dónde sacar el dinero y cómo levantar cabeza tras la crisis. Nada parece más lógico que la existencia de divergencias en una situación como la presente, pero al hacer publicidad de ellas con motivos partidistas, podemos preguntarnos si el Presidente del gobierno es capaz de infundir aliento en su gobierno.
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