El Cultural ha enviado a catorce personas a decir algo con sentido en cuatro líneas sobre lo que nos pasa. Pueden encontrar las 14 aportaciones AQUÍ.
La mía, titulada "El futuro de la arrogancia", es la siguiente:
Hasta el 8 de marzo todo era política: la ley, la caricia, el género…Ahora nos recluyen porque todo lo que la política puede ofrecernos para calmar nuestra inquietud ante la naturaleza, es la promesa terapéutica de dos límites: la frontera nacional y la casa familiar. ¿Quién nos iba a decir que íbamos a encontrar refugio contra la naturaleza en la patria y en la familia? La ciencia, claro, no sabe ofrecernos nada de esto.
El Estado, repetíamos, era una entidad prepotente predispuesta a transformar cualquier emergencia en estado de excepción. Pero ahora el propio Estado anda asustado por la soberbia de un virus minúsculo, que es el auténtico soberano, porque no discrimina. Estamos perplejos porque antes fuimos arrogantes en la demagogia y en la negligencia, y del desdén al miedo hay un paso. En el rico e hiperideologizado Occidente, habíamos olvidado la naturaleza, un recuerdo que sólo se podían permitir los países pobres. ¿Aprenderemos algo de todo esto? Lo mismo que en la pasada crisis económica: que la memoria es la gran prófuga de la política, pero quien no sepa soportar la frustración, no sabe nada de política.
Yo me reafirmo en convicciones que ya tenía: que cuando las grandes instituciones se tambalean, la familia sigue ahí ofreciendo una solidaridad inagotable; que las naciones son instituciones morales y los virus no; que los Salvini se alimentan ideológicamente de lo que los Trudeau no saben gestionar.
Del desdén al miedo... El tiempo que transcurre desde la primogenitura moral de la izquierda al ilusionismo oportunista de los otros extremos..
ResponderEliminarPues si, yo misma me confieso arrogante y prepotente porque creí que la sociedad que habíamos creado podía con un simple virus, ahora resulta que por mucha solidaridad, por mucho tecnicismo, este virus nos lleva ventaja.
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