jueves, 26 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 20. Rutinas

Los días van perdiendo su nombre a medida que se suceden en una procesión de clones. ¿Es hoy miércoles o jueves? ¿Fue ayer o anteayer cuando...? Por su consistencia todos saben igual. Van todos de uniforme. Sin embargo, me considero afortunado por vivir en una casa unifamiliar con una pequeña terraza y un pequeño patio trasero. Puedo salir a "que me dé el aire", a empaparme lánguidamente de sol o a ver cómo mi mujer se empeña en mantenerse en forma saltando a la comba a un ritmo frenético.  ¿Cómo pasará estos días una familia de cinco miembros en un piso de 80 metros cuadrados? Me considero afortunado, también, por tener tantos amigos que me escriben o me llaman interesándose por mi salud. 

Ayer me comentaba el frutero que tiene dos tipos de clientes, los viejos y los demás. Los viejos llegan preocupados, tristes, apenas hablan. Se sienten la diana de esta crisis. Los demás están pasando una cuarentena, más o menos incómoda, pero que obedece a una amenaza remota. Poco después pude confirmar sus palabras viendo el vacío que se creaba en torno a una anciana con un carrito de la compra.

Afuera se suceden las pugnas políticas -que muestran la falta de un liderazgo claro en la gestión de la crisis- y las noticias sobre heroísmos y miserias humanas. Ambas cosas van unidas. Si hay héroes es porque no todos lo somos y si las miserias son noticia es porque mientras nos escandalicemos nos sentimos humanos. 

Mientras tanto, la primavera sigue asomándose a nuestras ventanas, a incordiar.  

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