Mañana espléndida, un auténtico regalo primaveral. En la terraza, tumbado a la bartola con los Sueños en la mano. Quevedo me arranca de vez en cuando una carcajada y en cada página me presta algún motivo para la sonrisa. Me voy entregando dulcemente a ese rescoldo de luz que crece en mí. Hay una brisilla leve, de nuevo aliento, que permite que el sol me vaya macerando en una placidez serena. Esta mañana el alma me viene a la medida del cuerpo. Mientras tanto, en el horno se está haciendo una lubina a la sal. Somos dos, pero somos un mundo.
Se pueden disfrutar paréntesis de felicidad suspendida en el aire en medio de la peste que todo lo emborrona porque en esta mañana todo es presente. No hay vacíos que llenar y la mirada está satisfecha con lo que alcanza a ver.
Mañana volverá a ser lunes.
Gracias don Gregorio por estar ahí...
ResponderEliminarJosé