I
En Europa vivíamos confiados en que la técnica había domesticado a la naturaleza. Tanto es así, que apenas hace quince días nuestras preocupaciones eran cosas como la futura ley Celaá y si había que penalizar los piropos callejeros.
II
Todo era política, decíamos.
III
El virus es tan poco político que no tiene ni metafísica. No tiene ninguna razón de ser moral. No hemos hecho nada para merecerlo. No nos lo ha traído ni nuestra virtud ni nuestro vicio. Por eso mismo viene a mostrarnos que nuestro cuerpo no siempre es nuestro. Hoy por hoy, nuestro cuerpo es de ese soberano virus que no discrimina.
IV
La familia, se presentaba como la gran institución política, causa última de todas las disfunciones sociales. Por eso Celaá se atrevió a decir que los niños no son de sus padres. Poco después los mandaba a casa. Cuando las grandes instituciones que prometen una Justicia con mayúscula se tambalean, la familia sigue ahí, con los brazos abiertos, ofreciendo una solidaridad con minúscula, pero que ni caduca ni se agota.
V
A lo natural lo llamábamos político para poder así imaginarnos la posibilidad de su manipulación indefinida.
VI
Todo lo que el Estado pueda ofrecernos como terapia es la frontera nacional y la reclusión familiar.
VII
Un apóstol y líder de la globalización, el canadiense Justin Trudeau, parece completamente noqueado. El coronavirus pone en jaque sus grandes sueños de hermandad global multicultural, y su respuesta es la perplejidad. El pequeño príncipe Boreal -así lo llamaban en Causeur- está paralizado por su ideología. No parece capacitado para asumir que el mundo también puede ser una amenaza.
VIII
El blindaje de la política tras los científicos -unos científicos que no han estado a la altura de las circunstancias, puesto que son ellos los que inicialmente minimizaron el riesgo- muestra una seria dificultad de la política moderna para asumir lo evidente: que las naciones son instituciones morales y el virus, no.
IX
Los políticos debieran habernos ofrecido una imagen de nosotros mismos en los que poder observarnos con confianza, con seguridad, con orgullo, incluso -lo han hecho los italianos-, pero no han ofrecido una cacofonía de voces fragmentarias, con frecuencia contradictorias.
X
Ha sido la misma UE la que ha empujado a sus Estados miembros a recluirse en el interior de sus fronteras. Ahí está esa dolorosa imagen de los chinos entregando a los italianos lo que Merkel y Lagarde les negaron. Los Salvini han tomado nota.
Querido Gregorio:
ResponderEliminarGracias por estar ahi, como los cajeros del Mercadona.
? Crees que caeran todas las caretas y veremos los verdaderos rostros?
Un abrazo (Es dulce dejarse llevar de la manita por tus reflexiones)
Javier Usero.
Gracias por estar...
EliminarJosé
Querido Gregorio,
ResponderEliminarAcabo de leer a Yuval Noah Harari en Time. Requiero su analisis, por favor.
Gracias.
El mismo pesado del anterior comentario.